Un día, Pompeyo, que volvía de hacer alguna cosa imperial por Siria, fue a verlo. Posidonio [de Apamea] estaba en la cama con un ataque agudo de gota. A pesar de ello, recibió a su visitante y le desarrolló con firme entereza el tema de que nada es bueno salvo el bien.
El dolor, quizá interesado en la lección, también aguzaba el oído y se hacía más y más vivo. Sin duda quería saber si, al menos, su ausencia también sería un bien, es decir, si él mismo era un mal. Posidonio, con los recursos de un auténtico maestro estoico de la vieja escuela, hacía apartes teatrales y clamaba, de modo que se le oía en toda la barriada: "¡No tienes nada que hacer, oh dolor! ¡Nada! ¡Ah! Por penoso que seas, jamás reconoceré que eres un mal!". Luego, seguía disertando. Pompeyo y el dolor estaban encantados.
Eduardo Gil Bera, Pensamiento estoico, Edhasa, Barcelona, 2002
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