lunes, diciembre 09, 2024

Amelia Biagioni / De "El humo", 2


Oh infierno,
te agradezco
la causa perdida,
la tiniebla entre los dientes,
las manos de humo
y esa espalda acosándome.
Te agradezco
el crepúsculo de piedra que no cesa.
Te agradezco
que existas cuando respiro.
Porque eres el recinto
donde encuentro,
retenidos por el ojo y el fuego,
los nombres y las formas
de la dicha.


El azul

Si te acercas
a su reino ovalado,
la puerta
te engulle suavemente,
y adentro
en lugar de la puera
está la ley,
que ordena:

Hay que fijarse al tema azul
cantando sin pasado:
"Azul, azul, azul",
y alcanzar la soga que pende azul
y enroscarla en el propio cuello
distraído,
y apoyando un pie, un párpado azul
-con el otro encogido-
en el vacío azul,
en su mano sin palma,
darse un gran envión
en torno al eje, el ojo azul,
girar desenrollándose
sobre la mano del vacío azul,
y cantar sin pasado:
"Azul, azul, azul",
hasta que llegue el miedo,
o el rojo con espuma.
O el frío.


La escuchante

Si soy la sed y el hambre
es para estarme siempre
bebiendo y royendo,
hasta con los cabellos y las uñas,
el oculto clamor
a tierra tumultuosa,
a infierno y cielo y sus legiones,
donde comienza tu mano solitaria,
la que escribe.

A veces dejas de oírte,
y tu mano,
sorda, extraviada, fría, 
abandona la página
y busca tu sudario.
Pero yo entonces
entro al clamor y sigo oyendo
lo que dirás ayer,
lo que has dicho mañana,
sigo oyendo por ti.

Mi oído te comulga día y noche,
como nadie,
más que ese hombre innumerable,
creciente,
que en los lugares
donde el dolor engendra,
para oírse te escucha
y seguirá escuchándote
hasta que yo haya sido
setenta veces
hierba.


Manifiesto

Yo me resisto,
en la calle de los ahorcados,
a acatar la orden
de ser tibia y cautelosa,
de asirme a la seguridad,
de acomodarme en la costumbre,
de usar reloj y placidez,
aventura a cuerda,
palabra pálida y mortal
y ojos con límites.

Yo me resisto,
entre las muelas del fracaso,
a cumplir la ley de cansarme,
de resignarme,
de sentarme en lo fofo del mundo
mortecina de una espada lánguida,
esperando el marasmo.

Yo me resisto,
acosada por silbatos atroces,
a la fatalidad
de encerrarme y perder la llave
o de arrojarme al pozo.

Con toda la médula
levanto, llevo, soy el miedo enorme,
y avanzo,
sin causa,
cantando entre ausentes.

Amelia Biagioni (Gálvez, Argentina, 1916 - Buenos Aires, 2000), "El humo", 1967, Poesía completa, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2009

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Foto: Retrato de Amelia Biagioni en la tapa de Poesía completa (Adriana Hidalgo, 2009)

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