martes, noviembre 07, 2023

José Manuel Barrios / Encanto manual para llamar a las Norias



El águila atraviesa la mañana. En el abismo de sus ojos la inmensidad recobra el sendero.

Hacia el Cenit del día Gaspard de la Nuit sueña en tu cama.
La dicha trastoca la dicha. Un nombre se ha antepuesto
a la vigilancia de los sentidos una vez emancipados.
De controlar el orden de los labios.
Olores, cambios, sensaciones.
¡Nuevo orden mundial hasta cuándo!

Primavera fue decretada a pesar del teatro radical de marionetas.
En medio de la rambla una puerta de 10 centímetros.
Un pestillo aún más bajo. Una ventana. Una inscripción.
Al pestillo de la puerta dale una salida.
Una entrada para volver a entrar.
Una puerta para volver a salir a una puerta.
Ruta de hiedra anonadada y austral.

La rueca que es aguja e hilo de un Mesías vacuo.
También él integró las conspiraciones de la bohème:
filas en zig-zag, fieles ordenados según su ascendente.

Yo estuve en la noche de tres horas.
Tomé sus manos confitadas y las serví a los comensales.
Órganos y vasos ofrendados al más allá.
El resto es de las águilas.


II

La serpiente que dibuja su cuerpo en el horizonte se retrata en su arcada.
El viento se deshizo en ruegos, en anhelos. El viento bailó, danzó y contactó.
El viento rebotó en el piso e hizo ruegos en la mente macabra.

Sueños en el timo/ en la brea.
Su ataque es un abismo veloz.
Su eco un fantasma que marcha hacia lo hondo.
Tenaz eco de lo profundo.

LA ZONA DE LOS VALLES LAGOS Y VOLCANES
FUERON ABRAZADOS A ELLA

La zona de los valles, lagos y volcanes
se dijeron te amo.

Se vieron a sí mismos contemplar el tiempo.
Con un semblante preparado a dar la cara.
Ofrecieron propiedades que no tenían.
Un valle entero, un bosque, un lago.

LA ZONA DE LOS VALLES LAGOS Y VOLCANES
se empeñó como testigo de la leva.
Las casas guardaron su marca desde ese día.
Las casas guardaron la piedra de los volcanes en el orificio de su corazón.


III

Josefina guardaba las migajas hacia el ala oeste de la habitación.
En un rincón de la ventana de la cocina, un pequeño plato.
En él, un pedazo de pan y un poco de leche.
Ofrenda para los duendes —decía
Los duendes, un anzuelo de las Norias.

Tejen y cortan el agua del océano.
Hacen el llamado al corazón secreto conocido entre pociones a lo largo y ancho del Mundo.

Día y noche Una, después Otra,
marean las cartas del Destino
en la dicha de pequeños ratones perdidos en la tormenta.

Cíclope de la barbarie.
Avanza por la noche que es su condena.
Su ojo subterráneo vaga.
La cabeza emerge como un hongo en una pared dorada.


IV

Jóvenes tonantes al amparo de sus Musas
descargan su equipaje y comienza el concierto.

Brazos al viento, manos de música, valle de la espesura
en las alturas del monte Ararat.

Vientos de la China resuenan entre los cerros
a quien abrazan y dan forma.

El cielo es de las águilas
quienes coordinan su ataque con sutileza.

La coordinación es simple
oscila entre la vergüenza y un adusto pavor de alas hacia el infierno.

El Tíbet abre las puertas al desfile de los ángeles.
Las Musas se hacen hueco entre bramidos, croares y discursos.
Leonas antiguas y sabias buscan al mancebo para desalojar su tripa.
Jóvenes tonantes empapados en su propia desazón.
Preparados para el fin de la conciencia.
La fugacidad del río.
El viento y su doble memoria.


V

LLÉNATE DE MÍ TODO ES PROFUNDO
Ve y devuelve mi cuerpo a la vasta y ancha arena.

Enciende mi cuerpo para buscar la vela.

LLÉNATE DE MÍ TODO ES PROFUNDO
Mastica el cuerpo que te fue dado como testimonio de los centinelas.
En este acto elévate.

Por encima de acentos, colores y rasgos.
Enciende mi cuerpo para buscar la vela.

José Manuel Barrios (Montevideo, 1983), "Los poemas que no leo se siguen escribiendo", Op. Cit., 28 de agosto de 2022, selección de Carolina Massola


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