domingo, abril 03, 2022

María Rosa Lojo / De "Los brotes de esta tierra"



Cabeza de cristal

Ella con la cabeza de cristal
pública, iluminada como un planeta
golpeando el aire con imperfecto 
equilibrio.
No sabe que otros contemplan el espectáculo
de sus pensamientos
--caras aplanadas por la distancia
noches quietas en el sedimento más oscuro
del tiempo,
casas encendidas en burbujas
que levantan el vuelo--.

Sonríe vestida desde el cuello a los pies
al descubierto la cabeza
donde otros ven surgir las formas
ocultas de su vida.
No le hablan del tema
no se atreven a la pregunta,
miran discretamente de reojo
hacia la superficie irradiante
donde suceden acontecimientos
confusos,
imágenes que no aciertan
a interpretar.


La comunidad de los seres

Los seres son comunes.
Unos para los otros, en los otros, con los otros.
Entrelazados, entretejidos, sensibles como dendritas,
infinitamente relacionables.

Comunes y corrientes,
no sorprenden al ojo monstruoso de su Creador.
Fluyen fundiéndose, chocando, despidiendo chispas,
corren por la deriva del Universo,
se licúan, se evaporan, se desvanecen en el aire.
Regresan en gotas condensadas sobre la tierra.
Todos están hechos de la misma madre, de la misma madera,
idénticos pero divergentes como un puercoespín y una flor carnívora.

Todos estallan como los fuegos artificiales
de una fiesta que iluminó la oscuridad total
en un instante remotísimo,
mientras la música de las esferas resuena,
mundo abajo
en ecos multiplicados que te aturden los oídos
laceran las yemas de los dedos,
y anuncian en la boca del estómago
el sonido inminente
de tu explosión. 


Perdida

Hay en mis sueños una oscuridad persistente
Desde aquel día en que me empapó la luz
Y en ella se me quedaron los ojos.

Ahora voy ciega 
Perdida entre los ecos de mis pisadas por las galerías de otro mundo.

María Rosa Lojo (Buenos Aires, 1954)

Los brotes de esta tierra
,
Ediciones en Danza,
Buenos Aires, 2022










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