jueves, abril 28, 2022

Claudia Caisso / De "Cuaderno del asombro"



Tus pantuflas raídas Wystan Hugh Auden

Vienen de las anchas
avenidas del hielo, de tierras
de sideral blancura
de barrancas con visionarios interiores
que te llevaron a atesorar
la capacidad maldita
de amar hasta animarte 
a enfrentar a la especie humana
sin que lo merecieras.

La intensidad de los surcos
de tu rostro también ejecutó
la música profética
porque repitió la partitura
en otro lugar, 
como cuando gritaste 
solemnemente tu poesía
contra todas 
y cada una de las convenciones.
Mientras tu calzado gastado
le recordaba a Inglaterra
en un programa de la B.B.C.
que sería necesario cantar
un blues en tu funeral
y atar “una cinta negra en cada paloma” …

La tibieza que late
en la ternura terrible de tu mirada 
ha sido la prueba fehaciente
de tu desacuerdo
con el mundo, Wystan Auden:
tu camino infatigable
hacia las fuerzas arcaicas 
que están en los nombres
de inmemorial energía
con la que contrarrestar 
el torrente de crímenes
y acciones verbales
con que la vida es insistentemente herida.

La hímnica libertad
que aparecía por instantes
y se empecinaba 
en hacerte escapar
hacia la canción de amor
por Alfred Prufrock de Thomas Eliot
hasta que fueras
una escalera breve
de madera sobre el fieltro raído
de tu calzado con cuadrados negros y blancos
como los del tablero de ajedrez.

Porque tus pies rozaron el pasto
para modular amorosamente 
la materia después,
cuando te sustrajeras a las miradas
de quienes no escribirían
ninguna plegaria encendida:
tu coloquio empuñado 
con esquirlas de tierra humillada
donde acariciarías
el dolor de la voz
a contracorriente de la violencia
que locamente se acuna
en los mares empastados por la brea
que arrojan las máquinas
de una multitud de barcos
portadores del desperdicio sobre la espuma
el ruido brutal y la guerra,
portadores de la codicia
que hay en las aguas impuras

de la fe….

Disípanos
en el aliento preciso 
de tus imágenes
Wystan Auden.

Baja para nosotros
de nuevo los ojos
hacia los lados
solitario y perplejo;
llora por nosotros
compadécete de nuevo
como el excelso presbítero 
ateo que supiste ser…

Desnúdate ante las formas
de nuestro coraje escaso 
ahora, cuando apenas sabemos 
pulir el cubo 
en que se transforma
el cielo de belleza
que hay en tus poemas, cada vez…


Carenaje

Todavía perdura el vaivén 
de la pena en la suspensión 
de un par alado de plumas 
con su más allá  
de herrumbre en medio del rugido
de la tempestad y las faenas…

Sobre el encaje de la espuma
una bahía deja ver la vela antigua 
de un barco despojado de hybris
para el rey del río: 
su sed extinta  
entre mástiles que perfilan 
el acantilado que va desde el Paraná
hasta los arrecifes de coral 
en Trinidad donde habrá de nacer 
la música del rocío 
entre garzas blancas
que sobrevuelan la ribera.

Mientras una hilera de árboles
nombra "el fruto oscuro"
y descubre los frotamientos dulces 
del fuego: las cenizas de la voz 
que al cuaderno traen 
el recuerdo de la sintonía 
del ancla con las caracolas.

Solía escucharlos hablar
el idioma de las casuarinas 
a propósito de la cercanía del mar
                                          en las mañanas…

Claudia Caisso (Rosario, Argentina, 1957-2022)

Cuaderno del asombro
,
Barnacle,
Buenos Aires, 2022










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