No hay que descuidar el mundo sumergido
Desde allí surge un rumor
que alimenta los sabores,
el fuego que en la leña se adormece.
Se oculta si es nombrado,
si se lo señala, huye.
En ese mundo
siempre somos libres,
pero allí se ignora toda sentencia,
el azar y la banalidad.
Desde jóvenes
aunque no lo sepan
las más nobles personas,
las elegidas
necesitan del abismo.
Con el correr del tiempo,
en ciertos instantes
la prisa del mundo los invade
y el brillo abandona sus ojos.
Dejan de ver la oscuridad
que habita bajo sus pies.
Es el precio
que dicen hay que pagar
por vivir aquí.
Algo se altera.
Pierden impulso
y acude un malestar
que las vuelve frágiles
ante cualquier vaivén.
Jorge Santkovsky (Bahía Blanca, Argentina, 1957)
La incomodidad,
Huesos de Jibia,
Buenos Aires, 2015
Desde allí surge un rumor
que alimenta los sabores,
el fuego que en la leña se adormece.
Se oculta si es nombrado,
si se lo señala, huye.
En ese mundo
siempre somos libres,
pero allí se ignora toda sentencia,
el azar y la banalidad.
Desde jóvenes
aunque no lo sepan
las más nobles personas,
las elegidas
necesitan del abismo.
Con el correr del tiempo,
en ciertos instantes
la prisa del mundo los invade
y el brillo abandona sus ojos.
Dejan de ver la oscuridad
que habita bajo sus pies.
Es el precio
que dicen hay que pagar
por vivir aquí.
Algo se altera.
Pierden impulso
y acude un malestar
que las vuelve frágiles
ante cualquier vaivén.
Jorge Santkovsky (Bahía Blanca, Argentina, 1957)
La incomodidad,
Huesos de Jibia,
Buenos Aires, 2015
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