sábado, octubre 25, 2014

D.H. Lawrence / Dos poemas









El cuerpo de Dios

Dios es la gran fuerza que todavía no ha encontrado
     un cuerpo,
pero que impulsa hasta lograr encarnarse a través
     de su propia vitalidad.

Y finalmente llega ser un oloroso clavel:
     ¡he aquí a Dios!
Y finalmente llega a ser Helena, o Ninón: cualquier
    mujer bella y generosa
cuando es más hermosa y más ella misma, siendo
     Dios manifestado;
cualquier hombre claro y sin temor, siendo Dios,
     Dios mismo.

Porque no hay Dios
aparte de las amapolas y los peces voladores,
hombres cantando canciones y mujeres peinando
     sus cabellos al sol.
Las cosas bellas son el advenimiento de Dios,
     como Jesús vino.
El resto, lo indiscernible, es el demiurgo.


Quisiera conocer a una mujer

Quisiera conocer a una mujer
que fuera como una llama roja en una chimenea
brillando después de las agitadas ráfagas del día.

Para que pudiera acercarme a ella
en la dorada tranquilidad del atardecer
y deleitarme realmente a su lado
sin la obligación de esforzarme a amarla por cortesá,
ni la de conocerla mentalmente.
Sin tener que sufrir un escalofrío cuando le hablo.

D.H. Lawrence (Eastwood, 1885-Vence, Francia, 1930), Poemas, traducción de Mario Satz, Editorial Argonauta, buenos Aires, 1990

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