sábado, septiembre 04, 2010

Bertolt Brecht / De "Historias del señor Keuner"

La más sabia de todas las sabidurías reside en la actitud

Un profesor de filosofía acudió a la casa del señor Keuner para mostrarle su saber. Pasado un rato, el señor Keuner le dijo: –Estás sentado de una manera incómoda, hablas incómodamente, piensas incómodamente. Encrespado, el profesor de filosofía respondió: –No se refería a mí lo que yo quería saber, sino al contenido de lo que estaba diciendo. No tiene ningún sentido -dijo el señor Keuner–. Andas con torpeza y no he visto que tus pasos te condujeran a ninguna parte. Hablas de manera oscura y tu conversación no ha arrojado ninguna luz. Basta ver tu actitud para perder las ganas de conocer tu objetivo.


La antigüedad

Al contemplar un cuadro "constructivista" del pintor Lundström que representaba unos cántaros, dijo el señor Keuner: -Un cuadro de la Antigüedad, de una época de barbarie. En aquella edad remota los hombres no sabían distinguir las cosas; ni lo redondo les parecía romo ni puntiagudo lo agudo. Los pintores tuvieron que recomponer de nuevo las cosas y mostrar a su clientela objetos distintos, unívocos y precisos, hasta tal extremo reinaba lo confuso, vago y equívoco. Era tanto su afán por encontrar un hombre insobornable en aquellos tiempos, que estaban dispuestos a vitorear al primer loco que encontraran a su paso, con tal de que no quisiera poner precio a su locura. El trabajo se repartía entre muchos, como ya puede verse en este cuadro. Los que determinaban las formas de las cosas no se preocupaban por su función. En este cántaro no se puede verter agua. Debieron existir en aquellos tiempos muchos hombres que sólo eran considerados como objetos de uso. ¡Bárbara edad la Antigüedad!
Pero el señor K. fue advertido de que aquel cuadro era, en realidad, una obra de arte contemporánea.
-Sí, sí, ya sé –dijo el señor K.-. De la Antigüedad.

Bertolt Brecht (Augsburgo, 1898-Berlín, 1956), Historias del señor Keuner, traducción de Eduardo Subirats, Barral Editores, Barcelona, 1974
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Ilustración: Hombre sentado, 1915, Egon Schiele

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