La democracia moderna, lejos de ser una aristocracia universal, sería un gobierno de las masas de no ser por el hecho de que las masas no pueden gobernar, sino que están gobernadas por élites, esto es, por agrupaciones de hombres que, por la razón que sea, se encuentran en la cumbre o tienen muchas posibilidades de alcanzar la cumbre; una de las virtudes supuestamente más importantes que se exige a las masas para el buen funcionamiento de la democracia es la apatía electoral, a saber, la falta de espíritu público; aquellos ciudadanos que no leen nada excepto la sección deportiva y la página de historietas no son, sin duda, la sal de la tierra, sino la sal de la democracia moderna. La democracia no es entonces gobierno de masas sino cultura de masas.
Leo Strauss (Kirchhain, Hesse, 1899- Annapolis, Maryland, 1973), Liberalismo antiguo y moderno, 1968. Katz Editora, Buenos Aires, 2007. Trad. de Leonel Livchits
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