Lloró en la noche grande la serpiente
y lloraron los pájaros de arena
el agua temblorosa en su corriente
y la sombra vibrando en la falena.
Lloró en la noche grande la serpiente
como insuflando su dolor de quena,
quemando como fuego en el sufriente
corazón de la piedra y de la pena,
Lloró en la noche con dolor ajeno,
con voz de polvareda y de veneno,
con voz de soledad y de regreso.
Mas la piedra sonora en trizadura,
acomodó a la sierpe en la ternura
de su matriz cantora y de su hueso.
Héctor Borda Leaño (Oruro, Bolivia, 1927 – Malmö, Suecia, 2022), La challa, Papeles de Buenos Aires, 1974
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Foto: David Illanes/El Duende
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