viernes, julio 03, 2020

Roberto Guareschi / Nonna Sabina

















Buscaba tu infancia
en un caserío de Parma
como me habías pedido.
Salí de la autopista por un camino
de antiguos tambos como el de tus padres
abajo el establo con las vacas
arriba la familia amontonada contra el frío,
cristianos desconfiados de Dios
pero capaces de viajar horas enteras
devotos en bicicleta
cada vez que una ópera de Verdi
llegaba a la ciudad.

Una carta tuya
me había precedido.
Tu hermana Ubaldina
trabajó todo el día
anterior a mi llegada
hizo brillar la casa para mí
y se fue agotada a la cama.
Me había visto crecer
en las fotos que vos mandabas
y ella ponía bajo el vidrio de la cómoda.
Yo estaba condensado allí
poseído por ella
atribuído a sus linajes
esa era una vida mía paralela,
testimonio de la tuya.

Pasé casas con jardines chiquitos
a la calle y frentes oscuros
verdeados de humedad.
Encontré la de Ubaldina.
Había mucha gente en la puerta
era invierno pero estaba todo abierto
entonces una certeza me encogió
y me apuré entre abrigos oscuros
olor a cigarrillo y perfumes dulces
hasta el dormitorio.
Ahí estaba tu hermana
la velaban sobre un cobertor negro
que una vez fue lujoso
parecía una monjita embalsamada
su rosario blanco y su cara plácida
subían en la negrura
qué escena, nonna,
te imaginé diciéndome
con la erre gutural de los parmesanos
No tengas chucho, Rorro
morirse es sencillo.
Pero tu hermano Ricardo
que había vuelto trastornado de la guerra
me dijo en la oreja
La muerte te ha arruinado el viaje.

Parado allí,
nipote d'America
nieto de vos
recibí pésames y lágrimas
cobijado en tu dulce idioma
había entrado en tu historia
como a un río tibio y rápido.
De Remedios de Escalada
sur del Gran Buenos Aires a
Cannetolo di Fontanellato
provincia de Parma
en esa casita con mujeres
de ojos húmedos y labios secos
y hombres de ojos claros
replegados en un dolor
soy para siempre el nipote de Sabina
madre de Andrés
bisabuela de Clara y Franco
de Dante y de Vicente.
Nonna Sabina,
hermana de la muerta
y de otros doce campesinos
abajo y arriba
ida y vuelta
todos llevamos tus marcas
y las que vos recibiste.
Vamos y venimos
estamos
para siempre
y aunque un día
se vacíe el tiempo
nuestras marcas viajarán
en la próxima explosión del universo.

El cajón le quedaba grande a Ubaldina.
Cada vez que perdíamos el paso
los que la llevábamos a la iglesia,
yo sentía en el hombro la inercia y la blandura
de su cuerpo abandonado a la muerte,
su cuerpo íntimo en mi hombro.
Atrás venía todo el pueblo
en procesión al costado de la autopista
y hacía frío.

[inédito]

Roberto Guareschi (Buenos Aires, 1945)

Otra Iglesia Es Imposible - Ediciones del Dock - Los Andes - Infobae - TN

Foto: Roberto Guareschi/Facebook

4 comentarios:

  1. Roberto, no sabía que escribís versos, ¡muy bueno!

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  2. leer este poema es estar allí,qué belleza

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  3. Qué conmovedor: el poeta lleva sobre el hombro a un linaje completo.

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  4. Qué conmovedor: sobre los hombros el poeta lleva a todo su linaje.

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