miércoles, septiembre 30, 2015

Man Ray / Primavera










En estos días sombríos, provisionales, cuando
cada pequeña planta tímidamente asoma la cabeza
por encima de la tierra y
vuelve a esconderla rápidamente si uno
la observa, impacientes mis
deseos llegan hasta el crepitante verano, el amor;
excesivo, confiado verano
cuando nada se niega y
nada se oculta.

Man Ray (Filadelfia, Estados Unidos, 1890-París, 1976), Adonism. Some poems of Man Ray, Ridgefield, Nueva Jersey, 1914, copia digital de la biblioteca de la Universidad de Yale
Versión de Jonio González


SPRING

In these dull tentative days when
 every little plant timidly pokes her
 head out of the ground and
 quickly withdraws again if one
 observes her - impatiently my
 desire reaches toward the full-
 blown summer, the love-
 steeped, confident summer
 when nothing is denied and
 nothing withheld.



martes, septiembre 29, 2015

René Char / Hojas de Hypnos 222














Lobuzna mía, apoya tu cabeza sobre mi regazo. No soy feliz y sin embargo me bastas. Portavelas o meteoro, ya no hay corazón triste o porvenir sobre la tierra. Los andares del crepúsculo revelan tu murmullo, refugio de menta y de romero, confidencia iniciada entre las rojeces del otoño y tu vestido ligero. Eres el alma de la montaña, de flancos profundos, de rocas calladas detrás de los labios de arcilla. Que las alas de tu nariz se estremezcan. Que tu mano cierre el sendero y acerque la cortina de los árboles. Lobuzna mía, en presencia de dos astros, el hielo y el viento, pongo en ti todas las esperanzas derrumbadas, para un cardo victorioso en la rapaz soledad.

René Char (L'Isle-sur-Sorgue, Francia, 1907-París, 1988), "Feuillets d'Hypnos", 1946, Œuvres Complètes, Gallimard, París,1983
Traducción de Magdalena Cámpora

Texto dedicado a Marcelle Sidoine-Pons (“Bora”), escrito en la clandestinidad del maquis de Céreste, entre 1943-1944, cuando Char coordinaba, bajo el nombre de “capitaine Alexandre”, el sector Durance Sud encargado de recibir los pertrechos lanzados en paracaídas por los aliados. (Nota de la traductora)

Foto: Char L'Ecole Hors les Murs




Feuillets d’Hypnos 222

Ma renarde, pose ta tête sur mes genoux. Je ne suis pas heureux et pourtant tu suffis. Bougeoir ou météore, il n’est plus de cœur gros ni d’avenir sur terre. Les marches du crépuscule révèlent ton murmure, gîte de menthe et de romarin, confidence échangée entre les rousseurs de l’automne et ta robe légère. Tu es l’âme de la montagne aux flancs profonds, aux roches tues derrière des lèvres d’argile. Que les ailes de ton nez frémissent. Que ta main ferme le sentier et rapproche le rideau des arbres. Ma renarde, en présence des deux astres, le gel et le vent, je place en toi toutes les espérances éboulées, pour un chardon victorieux de la rapace solitude.



lunes, septiembre 28, 2015

Ana Lafferranderie / Nadie verá este andar














Nadie verá este andar,
deriva hacia el sonido de una antigua bisagra,
a ese lugar vaciado donde queda un baúl.
Ocurre adentro:
veo el sauce en la orilla
y aquel mantel extenderse bajo las ramas.
Los pies se apoyan lentos en la arena
cada vez que en el cielo cruza la misma luz
y este calor depende de esas cosas.
El hijo que imaginaba de la mano vuelve
cuando miro a mis hijos reales, así
cada asunto entrelaza, el sentido
nunca es el mismo, siempre es calma
un camino despejado por el que voy sin gestos
guiada por la movilidad del aire.

Ana Lafferranderie (Montevideo, 1969),
Foto: Ana Lafferranderie en FB


Día primero,
Ediciones del Dock,
Buenos Aires, 2015

domingo, septiembre 27, 2015

Llyr Gwyn Lewis / Libertad













Apago la radio digital, me vuelvo
hacia el pequeño aparato de longitud de onda larga; giro
el dial, de modo que la voz RP*  se atenúa en
una tormenta de espléndidos zumbidos. En esa nieve sonora,
en la neblina de lo analógico, las

ondas se expanden y yo, por mi parte,
exhalo un suspiro de alivio,
libre de las líneas rectas de lo digital.
Y descubro, entre las estaciones, que
la radio se deleita
en la ambigüedad de las ondas.

Ahí, en la amplitud entre chasquido
y crujido, hay un solo átomo
del nacimiento del universo,
que no puedo ver ni escuchar sino
como de fondo del fondo, o como
si viera en la mañana, sin mis anteojos.

No hay nadie ahí que escuche ese átomo
excepto yo en mi escritorio en la profundidad de la noche,
el átomo que vibra, para
persuadirme que el ayer no está en decadencia,
que las edades del universo están acá y que
el mañana ya es culpable. En este átomo

está cada amor que tuve alguna vez
en una larga lista enmarcada prolijamente,
en el asombro de las primeras luces. Más allá
de cada elección y decisión, me alimento

de cada segundo de posibilidad,
me embriago de todo lo que hiciste y
que no hice, y de todos los demás también. Y a través
de los zumbidos y crujidos, veo
los átomos de las ondas que continúan reflejando las edades,
apago la radio, y escucho el ruido
de la tormenta sobre la superficie del sol.

Llŷr Gwyn Lewis (Caernarfon, Gales, Reino Unido, 1987)
Traducción directa del galés de Luciana Cordo Russo

Poesía galesa contemporánea, traducción y prólogo de Jorge Fondebrider, Pedro Serrano y Verónica Zondek; con Luciana Cordo Russo y Rhiannon Gwyn. Editará Trilce, México DF

* Se conoce como received pronunciation  al acento estándar del inglés británico tal y como se habla en el sur de Inglaterra, de uso común en los medios de comunicación (Nota de los editores de esta antología)

Foto:s/d

Rhyddid

Dwi’n diffod y radio digidol, yn dod yn f’ôl
at y set fach donfedd hir; yn troi’r
olwyn, fel bod y llais RP yn pylu’n
storm o hisian braf. Yn yr eira clywedol
hwnnw, yn niwl yr analog, mae’r

tonfeddi’n ymestyn, a minnau’n
anadlu ochenaid o ryddhad,
yn rhydd o linellau syth y digidol.
A chaf, rhwng gorsafoedd, fod
y radio’n ymhyfrydu
yn amwysedd y tonfeddi.

Yno, yn yr ehangder rhwng cracl
a gwich, mae un gronyn
o eni’r bydysawd,
na alla i mo’i weld na’i glywed, ond
fel cefndir i gefndir, neu fel
be wela’ i’n y bore, heb by sbectol.

Does ‘na neb a glyw’r gronyn hwnnw
ond fi wrth fy nesg yn nyfnder nos,
y gronyn sy’n dirgrynu, i’m
darbwyllo nad ydi ddoe ar drai,
bod oesoedd y bydysawd yma, a bod
fory eisoes ar fai. Yn y gronyn hwn

yr erys pob cariad fu gen i erioed,
yn un rhes hir wedi’i fframio’n dwt, yn
rhyfeddod y golau cyntaf. Tu hwnt
i bob dewis a phenderfyniad, caf
giniawa ar bob eiliad o bosibilrwydd,

gloddesta ar bopeth wnest ti, ac
na wnes, a’r lleill i gyd hefyd. A thrwy’r
hisian a’r gwichian, dwi’n gweld
gronynnau’r tonfeddi’n dal drych i’r oesoedd
yn diffodd y radio, ac yn clywed swn
storm ar wyneb yr haul.

sábado, septiembre 26, 2015

Tony Hoagland / Callado




















La prolongada exposición a la muerte
Ha hecho a mi amigo más callado.

Ahora su nariz parece menos un hacha
Y más un apagavelas.

De su boca ya no brotan llamas
Y la vida no hace estallar su termómetro.

En vez de echar abajo al gobierno
Lee catálogos sobre pesca con mosca

Y hace fotografías del agua.
Un autor de aforismos diría

Los cuernos del buey han crecido más derechos.
Tiene un corazón más viejo

Que late cada vez más joven.
Su imitación de Atila el Huno

No es tan buena como solía.
Todo lo demás es mejor.

Tony Hoagland (Fort Bragg, Estados Unidos, 1953-Santa Fe, Estados Unidos, 2018), Don't Tell Anyone, Hollyridge Press, Venice, California, 2014
Versión de Jonio González
Foto: Jerome de Perlinghi/Getty Images/The Globe and Mail

QUIET

Prolonged exposure to death 
Has made my friend quieter.

Now his nose is less like a hatchet
And more like a snuffler.

Flames don’t erupt from his mouth anymore
And life doesn’t crack his thermometer.

Instead of overthrowing the government
He reads fly-fishing catalogues

And takes photographs of water.
An aphorist would say   

The horns of the steer have grown straighter.
He has an older heart 

that beats younger.
His Attila the Hun imitation 

Is not as good as it used to be.
Everything else is better.


act. 2021

viernes, septiembre 25, 2015

Jonio González / De "Plaza del mercado"















II

esperas de ti un recuerdo
fumas entre las piedras
en otra parte
alguien se detiene
celebra el trabajo
la suciedad bajo las uñas
los cementerios blancos
que oscurecen la cúpula

los héroes del siglo
decías
van a perderse
sobrevivirán los huesos
los niños que juegan
al final del ayuno


IX

fingimos
inventamos la eternidad a cada paso
la alegría y el dolor
el nombre de la tierra que pisamos
la historia de sus gentes
hasta llegar al centro del castigo
o la revuelta
al lugar donde ciegos y milagros
deciden la batalla


X

sacaba piedras del pozo
convencido de que al morir
volvería a los patios
al jazmín que perfumaba ya
al doblar la esquina
a la higuera inocente

pero enseguida comprendió
que es en la tierra de nadie
donde crece la hierba más verde
que al pensar en la muerte
nunca se piensa en morir
porque hay anhelos
que son como mástiles rotos
como esas piedras
que han reemplazado el agua
y cubren el fondo de algo
que alguien ha robado
después de partir

Jonio González (Buenos Aires, 1954)
Foto: Jonio González en FB


La invención de los venenos
Ediciones en Danza, 
Buenos Aires, 2015








jueves, septiembre 24, 2015

Walt Whitman / Vi crecer un roble en Louisiana














Vi crecer un roble en Louisiana,
se erguía solo y el musgo colgaba de las ramas,
crecía allí sin compañero, emitía hojas alegres de un verde oscuro,
y su aspecto, rudo, sólido, vigoroso, me hizo pensar en mí,
pero me pregunté cómo podría emitir hojas alegres parado allí solo,
/sin su amigo cerca, porque sabía que yo no podría,
y rompí una ramita con algunas hojas y le envolví un poco de musgo,
y me la llevé y la puse a la vista en mi habitación,
no necesito que me recuerde a mis queridos amigos,
(creo que últimamente no pienso en otra cosa),
pero persiste ante mí como una señal curiosa, me hace pensar en el amor viril;
por todo eso, y aunque el roble brilla allí en Louisiana, solitario /
en un amplio espacio abierto,
y emite hojas alegres toda su vida, sin su amigo o amante cerca,
sé muy bien que yo no podría.

Walt Whitman (West Hills, Estados Unidos, 1819 - Camden, Estados Unidos, 1892), Leaves of Grass, 1867, The Walt Whitman Archive
Versión de Griselda García


I saw in Louisiana a Live-Oak Growing

I SAW in Louisiana a live-oak growing,
All alone stood it, and the moss hung down from the 
   branches;
Without any companion it grew there, uttering joyous 
   leaves of dark green,
And its look, rude, unbending, lusty, made me think 
   of myself;
But I wonder'd how it could utter joyous leaves, 
   standing alone there, without its friend, its 
   lover near—for I knew I could not;
And I broke off a twig with a certain number of 
   leaves upon it, and twined around it a little 
   moss,
And brought it away—and I have placed it in sight in 
 my room;
It is not needed to remind me as of my own dear 
 friends,
(For I believe lately I think of little else than of 
   them;)
Yet it remains to me a curious token—it makes me 
   think of manly love;
—For all that, and though the live-oak glistens there 
   in Louisiana, solitary, in a wide flat space,
Uttering joyous leaves all its life, without a friend, a 
   lover, near,
I know very well I could not.

---
Foto: Walt Whitman entre 1848 y 1854. Autor: probablemente John Plumbe (Walt Whitman Archive)

miércoles, septiembre 23, 2015

Graciela Cros / El té















Cuando Marianne y su madre /Mrs. Moore/ conversan
a través del vapor que se alza de las tazas
algo liviano se instala en el cuadro
por momentos
doméstico

Hablan
como si lo que dicen
antes hubiera sido escrito

“Tendremos que salir bajo el paraguas de nuestro contagio” / propone la anciana
y Miss Moore la consiente
entre cortos suspiros

Mis hijas entran
y escucho sus voces
incorporándose a la escena:

“No te olvides que un hombre debe ser leído
Hay que leerlo / no sólo escucharlo
Su voz no siempre es su palabra”
responde una a la otra
y advierto que hablan
como si lo que dicen
antes
hubiera sido escrito.

Graciela Cros (Carlos Casares, Argentina, 1945; vive en Bariloche, Argentina), Libro de Boock, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2004
vía Una de poetas



martes, septiembre 22, 2015

Diana Goetsch / La Fabric Factory, circa 1987




“No tienen que irse a casa, pero no pueden quedarse aquí”,
dice Roy, el barman bajito de bigotes
en el único bar de travestis seguro de la ciudad de Nueva York
a las cuatro menos cuarto de la mañana. Nadie se mueve,
hasta que él sube las luces y grita “¡Se van, carajo!”
pero es difícil dejar el hogar. Somos travestis de closet
atreviéndonos a ser vistos, aunque más no sea por nuestra cofradía de inadaptados.
También filipinos pre-operación con sus muñecas delicadas y lampiñas
cotorrean en tagálog mientras escanean a los hombres avergonzados
como a sospechosos en una rueda de identificación, y se preguntan cuál los va tratar
como las damas que son y pagarles sus operaciones.
También prostitutas shemale infladas con silicona de contrabando,
perdidas en el espejo, sacuden el pelo como Cher,
giran, hacen pucheros, susurran puras chanchadas en los oídos
de los cazadores de travestis, les prometen mamadas que les vuelen la cabeza
en sus autos estacionados. También drag-queens de espectáculos nocturnos
con playback, chicos gay altos como delanteros de la NBA
con voces profundas que hacen cosquillas, maquillajes de dibujo animado
y rellenos de cadera y rellenos de tetas
y tetas falsas sobre las que se podría doblar la ropa.
También cross-dressers de fin de semana que viven fuera de la ciudad,
pilotos, viajantes, profesores de universidad, constructores,
de Long Island, New Jersey, Pennsylvania, Boston.
Algunos se visten aquí, suben las escaleras de los sótanos, vacilantes
sobre tacos de plástico como potrillos recién nacidos entregados a
un cielo incierto. Algunos se vistieron en su casa,
se escabulleron hasta sus autos al anochecer, desafiaron la mirada de los cobradores
     de peaje,
se arriesgaron a que los detuviera la policía, se subieron la falda
para mostrarles las ligas a los camioneros del otro carril,
a la espera del bocinazo de aprobación. Algunos tienen ropa robada
de los closets de sus esposas, que combina con las pelucas rígidas,
las uñas pegadas, los zapatos talle 44. Una vez cada tanto vemos
una esposa —una GG, genetic girl—que acompaña a su compañero emperifollado,
y lo llama Nancy, Penélope, lo que ella quiera,
asegurándose de darle solo besos en el aire para mantener in-tacto el labial,
la muy envidiada pareja sin hijos con un cuarto entero
de su casa desplegado como closet. También Kylie, de visita
desde Tenessee, naturalmente preciosa, que está desarrollando unas tetas soberbias
para competir en el desfile de Miss Sureña el año próximo
en New Orleans (después de eso, no más hormonas -jura),
mientras se envuelve en vendas Ace para patrullar el jardín central
de su equipo de softball, que solo conoce a Steve.
También Sally Ann, que se probó por primera vez lingerie a los 55
por pedido de una novia, y se hizo adicta
y busca novios, cuando no trabaja como seguridad
en Staten Island (“Howard” bordado en el bolsillo de su uniforme),
con su anhelo de retirarse y convertirse en un marica full-time. También Bill,
el veterano de Vietnam con su vestido estampado y sus chatitas Mary Jane,
con pinta de ser la tía Harriet de alguien, esposado a una mujer negra y joven que conoció
      en un club S&M.
También, si tenemos suerte, una visita de  International Chrysis,
a la que vimos en la televisión por cable y en el Post cuando salía con algún
actor de Hollywood (hay rumores de que fue amante de Salvador Dalí),
con su entorno de mariposones taciturnos a la rastra, su biografía
demolida una y otra vez y exquisitamente corregida, brillantina hasta el fondo
de su escote fruto de la progesterona de catálogo
que le comería el hígado en tres años más.
También yo, vestida como una secretaria con una blusa de Talbot
y pollera tubo, zapatos de tacón negros, aros de presión
que ya dolían a medianoche, medias color piel, el vello del antebrazo
afeitado para arremangarme, el vello del pecho depilado
para desabrochar el primer botón, el pañuelo de seda para tapar la nuez de Adán,
el tinte azulado de la barba subcutánea visible bajo el flash de una cámara,
pero, salvo por todo esto, una maravilla.
Éramos, porque éramos nosotros,
aunque solo fuera por pocas horas los sábados en la Fabric Factory,
que también se había sometido a una transformación, de bebedero
donde los ejecutivos del Garment District bebían sus almuerzos
detrás de los vidrios oscuros, a enclave furtivo donde
una bola de discoteca hacía brillar sus facetas evanescentes  en las caras
de las personas que éramos a veinte años de tener
alguna palabra respetable para nombrarnos, tomando y posando, temblando
con la esperanza de que no llegaran las cuatro a.m., pero siempre llegaba,
y Roy decía “No tienen que irse a casa, pero no pueden
quedarse aquí,” después lo decía furioso: “¡Se van, carajo!”—
“¡Se van!” y subía las luces. Y salíamos
tambaleándonos hacia West 41 street, nos dispersábamos como cucas
por las cuadras de la ciudad, hacia los subtes, algunos al volante
para manejar borrachos hasta sus realidades suburbanas,
otros se precipitaban a los taxis hacia el centro a los afterhours
donde las “damas” entraban gratis, después se metían en problemas.
Estos éramos, y teníamos otros nombres, y andábamos
sin nombre, negociábamos con las urgencias que dominaban nuestra vida
como matones en las sombras, y no teníamos ni idea
de qué hacer con nosotros mismos hasta el próximo sábado,
cuando la Fabric Factory nos abriera sus puertas,
y Roy-tan caballero él- estuviera detrás de la barra
para darnos la bienvenida, diciendo “¿Qué van a servirse hoy, damas”?


[inédito]

Diana Goetsch (Brooklyn, NY, Estados Unidos, 1963)
Versión de Inés Garland


THE FABRIC FACTORY, CIRCA 1987

“You don’t have to go home, but you can’t stay here,”
says Roy, the short mustachioed bartender 
at the only safe tranny bar in New York City
at a quarter to four in the morning. Nobody budges, 
until he turns up the lights and shouts “GTFO!” 
But it’s hard to leave home. We are closeted transvestites 
daring to be seen, if only by this covenant of fellow misfits. 
Also Pilipino pre-ops with little hairless wrists 
chattering in Tagalog as they scan the sheepish men 
like suspects in a line up, wondering which one will treat them 
like the ladies they are and pay for their operations. 
Also shemale prostitutes pumped full of bootleg silicone, 
lost in the mirror, flipping their hair like Cher, 
turning, puckering, whispering pure filth in the ears 
of tranny chasers, promising mind-blowing blow jobs 
in their parked cars. Also drag queens from the midnight 
lip synch spectacle, gay boys tall as NBA forwards 
with ticklishly deep voices, cartoonish makeup and hip pads 
and butt pads and fake racks you could fold laundry on. 
Also weekend crossdressers from out of town, 
pilots, salesmen, college professors, building contractors 
from Long Island, New Jersey, Pennsylvania, Boston. 
Some dress here, ascending basement stairs, teetering 
on plastic heels like newborn colts delivered into 
an uncertain heaven. Some have dressed at home, 
snuck out to their cars at dusk, braved the gaze of toll takers, 
risked getting pulled over by troopers, hiked their skirts 
to show stocking tops to truckers in the next lane, 
waiting for the approving toot. Some have stolen clothes 
from their wives’ closets, to go with their stiff wigs, 
press-on nails, size 14 shoes. Once in a while we’ll see 
a wife—a GG, genetic girl—accompanying her decked out mate, 
calling her Nancy, Penelope, whatever she wants, 
making sure only to air kiss to keep lipstick in-tact, 
the much envied childless couple with an entire bedroom 
of their house deployed as a closet. Also Kylie, visiting 
from Tennessee, naturally pretty and growing superb breasts 
to compete in the Miss Southern Miss pageant next year 
in New Orleans (after that, no more hormones—she swears), 
meantime binding in ace bandages to patrol centerfield 
for her company softball team, who only know Steve. 
Also Sally Ann, who first tried on lingerie at age 55 
at the request of a girlfriend, and is now hooked 
and looking for boyfriends, when not working security 
on Staten Island (“Howard” stitched over her uniform pocket), 
longing to retire and be a full-time sissy. Also Bill, 
the Vietnam Vet in his paisley dress and Mary Jane flats, 
looking like somebody’s Aunt Harriet, handcuffed 
to a young black woman he met at an S&M club. 
Also, if we’re lucky, a visit from International Chrysis, 
seen on cable TV and Page Six of the Post dating some 
Hollywood actor (and rumored to be Salvador Dali’s lover), 
trailing her entourage of taciturn queers, her profile 
repeatedly demolished and exquisitely revised, glitter deep 
in the cleavage sprouted from mail order Progesterone
that would overtake her liver in three years time. 
Also me, dressed like a secretary in a Talbot’s blouse 
and pencil skirt, black pumps, clip-on earrings 
that ached by midnight, nude pantyhose, arm hair 
shaved back for rolled-up sleeves, chest hair cleared 
for the top button to be undone, silk scarf to cover Adam’s apple, 
blue tint of subcutaneous beard visible in a camera flash, 
but otherwise fabulous. 
    We all were, for we were us
if only for a few hours on Saturdays at The Fabric Factory, 
which itself underwent a transformation, from the watering hole 
where Garment District executives drank their lunches 
behind dark windows, to the furtive enclave where 
a disco ball shined its ever-receding facets on the faces 
of people we were twenty years away from having 
any respectable words for, drinking and posing, trembling 
and hoping that four a.m. wouldn’t come, but it always did, 
and Roy would say, “You don’t have to go home, but you 
can’t stay here,” then spell it out angrily: “GTFO!—
Get the fuck out!” and brought up the lights. And we 
staggered out onto West 41st Street, scattering like roaches 
down midtown blocks, into subways, some getting behind 
the wheel to drive drunk back to their suburban situations, 
others scampering into cabs headed downtown to after 
hours clubs where “ladies” got in free, then got in trouble. 
This is who we were, and we had other names, and we 
were nameless, trying to bargain with urges that ran our lives 
like bullies in the shadows, and we had no idea 
what to do with ourselves until the next Saturday, 
when The Fabric Factory opened its doors to us, 
and Roy—such a gentleman—was there behind the bar 
to welcome us, saying “What’ll it be, ladies?”


lunes, septiembre 21, 2015

Bruno Di Benedetto / Tres poemas














Agujero negro

Esa boca que devora el centro de la galaxia
pero deja el borde azucarado para después
no es una boca: del agujero sólo se puede decir
lo que el agujero no es. No es boca ni dice,
o lo que dice es palabra negra, pura implosión.
Quién otro sino este dios cabeza de alfiler
puede doblar así el espacio, plegar sin crujido
todos su vapores y metales, volverlo pañuelo
paloma y conejo en su galera de una sola vía,
moridero o esencia del arte de la desaparición.


Teoría de cuerdas

En el sótano de la luz cantan las costureras locas la canción
de lo que existe y no se ve: cosen y cantan; y lo que se ve
es papel de molde prendido al mirar por un alfilerazo cruel:
las puntadas se sienten en el revés del ojo, y no hay espejo
que diga la verdad: el traje siempre te quedará grande.
Lo carnoso de la vigilia nos ensordece: llamamos música
esto que el sueño sopla por el hueco profundo de su hueso,
y silencio al llamado de las sirenas de la fábrica de lo que hay:
esas obreritas que retuercen el espacio en diez dimensiones
(como pañuelo de llorar) y de cada mal paso hacen un mundo.


Cámara de niebla 

Lo que no se ve deja un trazo en lo que no te deja ver; el tajo
en la niebla le arranca el parche negro al infinito: ojo de agua
donde borbotea la sed de saber un poco más, pista de vapor o
catarata: la ceguera cántase su mejor tango en esta jaula gris.
Cada dos por cuatro lo imposible te pega de canto; la poesía
manda cruel en el papel, arde la urgencia de ponerle palabras
a eso que no existe pero nos hace existir: una mano invisible
que escribe en el agua la historia del agua. El universo feroz
sopla su canción de nada y deja el tendal: la mirada se cuelga
de su cuerda de luz, broche de oro en el justo punto de rocío.

Nota: Una cámara de niebla es un entorno cerrado que contiene vapor de agua
superenfriado y supersaturado, utilizado para detectar partículas de radiación ionizante.

Bruno Di Benedetto (Avellaneda, Argentina,1955; vive en Puerto Madryn, Argentina), Cámara de niebla, Del Valle Bajo Editora, Viedma, 2015

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Foto: Facebook

domingo, septiembre 20, 2015

María Laura Decésare / Dos poemas













Empatía

Ella no entiende por qué
su alma llora por un hombre
al que ni siquiera conoce.
Busca esa mínima brisa
que ofrezca una inesperada
resurrección
ante la tumba sin nombre.


Sol de agosto

Quién puede decir
esto es bueno
y aquello no lo es
cuando un viento sur
de mirada clara
nos devuelve la fe.

María Laura Decésare (Rufino, Argentina, 1969), Somos lo que damos, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2015

sábado, septiembre 19, 2015

Kay Ryan / Esconderse y buscar













Es duro no
aparecer de repente
en vez de
esperar a que te
encuentren. Es
duro estar
solo durante mucho tiempo
y de pronto oír
que alguien llega. Es
como cultivar
una especie de piel
en el aire
que, más que
hacer que se desgarre,
desgarras.

Kay Ryan (San Jose, California, 1945), The Niagara River, Grove Press, Nueva York, 2005
Versión de Jonio González


HIDE AND SEEK

It’s hard not
to jump out
instead of
waiting to be
found. It’s
hard to be
alone so long
and then hear
someone come
around. It’s
like some form
of skin’s developed
in the air
that, rather
than have torn,
you tear.

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Foto: KQED

viernes, septiembre 18, 2015

Deryn Rees-Jones / Sé exactamente la clase de mujer de la cual me gustaría enamorarme









Si yo fuese un hombre.

Y ella no fuese yo, sino
Mayor y más seria y más triste.
Y sus ojos fuesen más amables;
Y sus pechos fuesen más generosos;
Los sutiles movimientos
De sus faldas color ciruela
Serían lo que rebosa de un verano de infancia.

Hablaría seis lenguas, ninguna de ellas la mía.

¿Y yo?  Yo no sería una amante exigente.
Mis dedos largos, con su permiso,
Desenredarían su cabello trenzado.
Y de vez en cuando, le pediría que baile para mí,
A medio vestir sobre las escaleras tocadas por la luna.

Deryn Rees-Jones (Liverpool, Inglaterra, 1968), Poesía galesa contemporánea, traducción y prólogo de Jorge Fondebrider, Pedro Serrano y Verónica Zondek; con Luciana Cordo Russo y Rhiannon Gwyn. Editará Trilce, México DF
Traducción de Verónica Zondek

Nota del Administrador: Deryn Rees-Jones pasó gran parte de su infancia en la casa familiar de Eglwys-bach en el norte Gales y se considera a sí misma como una escritora galesa.


I KNOW EXACTLY THE SORT OF WOMAN I’D LIKE TO FALL IN LOVE WITH  

If I were a man.

And she would not be me, but
Older and graver and sadder.
And her eyes would be kinder;
And her breasts would be fuller;
The subtle movements 
Of her plum-coloured skirts
Would be the spillings of a childhood summer.

She would speak six languages, none of them my own.

And I? I would not be a demanding lover.
My long fingers, with her permission,
Would unravel her plaited hair.
And I’d ask her to dance for me, occasionally,
Half-dressed on the moon-pitted stairs.

jueves, septiembre 17, 2015

Kay Ryan / La mujer que escribía demasiado














He escrito
sobre las puertas
de varias
casas y tiendas
donde había
amigos y mercancías.

Ahora ya no puedo
dar con ellas
y debo hacer
llamamientos generales
en la calle.

Para mí es
un milagro
cuando un fragmento
de la estructura se abre

y un ser querido
sale
con algo
para que yo coma.

Kay Ryan (San Jose, California, Estados Unidos, 1945), The Best of It: New and Selected Poems, Grove Press, Nueva York, 2010
Versión de Jonio González

Foto: Don Usner/Poetry Foundation


THE WOMAN WHO WROTE TOO MUCH

I have written
over the doors
of the various
houses and stores
where friends
and supplies were.

Now I can’t
locate them anymore
and must shout
general appeals
in the street.

It is a miracle
to me now—
when a piece
of the structure unseals

and there is a dear one,
coming out,
with something
for me to eat. 

miércoles, septiembre 16, 2015

Mori Ponsowy / No se repite la luna










No se repite dos veces la luna, ni el río.
Dos veces no se repite tu mirada,
ni los panes se repiten aunque exclames
mil conjuros, levantes altares,
pongas piedra sobre piedra,
afines la garganta
o arranques de raíz tu último muerto.
Podrás ir de rodillas
por guijarros,
bajo el sol o sobre arena
desde el lugar donde primero viste el día
hasta el preciso punto
del primer y único milagro.
Pero no verás dos veces el mismo amanecer.
Nada vuelve. Tampoco tú eres la misma.
Sólo tu canto se repite,
hablando para siempre en mis oídos,
recordándote dos veces
que ese lugar adonde una sola vez te fuiste
es uno del que ni una sola
volverás.

Mori Ponsowy (Buenos Aires, 1967), Cúanto tiempo un día, Editorial Brujas, Córdoba, Argentina, 2015



martes, septiembre 15, 2015

Giovanni Giudici / De "Il ristorante dei morti", 4















Persona femenina

V  Blanco y gris

Mi mínima insania de pajitas en el cerebro,
Brillantes lámparas en los ojos, todo esto pasará,
El mal en la cabeza del lado de una oreja
Ciega a estos estúpidos sonidos:
En fin, el amontonamiento bajo el cual
Tan débil quedo sepultada
Cuando intento poner sobre la mesa los papeles
De tu vida y la mía,
Cuando, como la mayor parte de las veces, estoy sola
Y tú viajas lejos por tus paises de la nada.

No puedo ser ni llegar
Y la nada es todo si estás allí:
Cuánto te hago peregrinar,
Cuánto hago que te aventures - yo
Que por retenerte no puedo más que encerrarte
En los confines mismos de mi cuerpo,
Y más allá no hay espacio, no hay color.
Pero basta con este caos de cuento de hadas,
Quería decirte -un poco de orden, finalmente-
También para nosotros el blanco y el gris de la vida.

Giovanni Giudici (Le Grazie, Liguria, Italia, 1924-La Spezia, Liguria, Italia, 2011), Il ristorante dei morti, Mondadori, Milán, 1981
Versión de Jorge Aulicino



Persona femminile

V  Bianco e grigio

La mia minima insania di pagliuzze nel cervello,
Lucenti lumini agli occhi, tutto questo finirà,
Il male dentro la testa dalla parte di un orecchio
Cieco a questi stupidi rumori:
Insomma l'affastellarsi sotto il quale
Così fiocamente sono seppellita
Quando provo a disporre sul tavolo le carte
Della tua e mia vita,
Quando come nel più del tempo sono sola
E tu viaggi lontano nei tuoi paesi del nulla.

Non posso esserci né arrivarci
E il nulla è tutto se tu ci sei:
Quanto ti faccio peregrinare,
Quanto ti faccio avventurare -io
Che per tenerti non posso che chiuderti
Nei confini stessi del mio corpo
E più in là non c´è spazio non c'è colore,
Ma basta con questa confusione di favola,
Volevo dirti - un po' di ordine finalmente
Anche per noi bianco e grigio del vivere.

lunes, septiembre 14, 2015

Cecilia Figueredo / Entre líneas









Capas,
debajo de otras capas
de papel biblia.
Ruido de papeles que se rozan.
Capas infinitas,
superpuestas.
Hay una trama de finas líneas
imperfectas, horizontales
que hacen sombra unas sobre otras.
Podemos mover los sedimentos
develar
buscar más abajo
adonde se concentra el color.
Dejar que cada hoja
se vea a trasluz
y que suene
con el movimiento natural
del viento que recibe.

(inédito)

Cecilia Figueredo (Concordia, Argentina, 1976)
Foto: Cecilia Figueredo en FB




domingo, septiembre 13, 2015

Antonio Esteban Agüero / Digo la Minga


















El trabajo en la Minga se vuelve como fiesta,
como reunión de gentes unidas por la danza;
no la paga moneda de níquel ni banquero,
sino perfume y gloria de dulce Democracia.

Allí todos son hombres como en los viejos días
de la tribu primera cuando todo era santo:
la luz, el aire, el fuego, las cercanas estrellas,
el rumor de los ríos, el verdor de los pastos.

Hombres no más vistiendo los puros atributos:
el corazón, las manos, la mente pensadora,
y el sexo con las claras abejas susurrantes
donde la sangre inicia su color de amapolas.

Hombres no más, el Hombre que se siente el hermano
del Hombre, de las cosas de la tierra y el cielo,
de pie como los árboles que dan nidos y sombra,
con la morena frente desnuda de alfabetos.

Reunidos en la Minga cosechan los trigales
siegan con hoz la avena, la cebada, la alfalfa,
y entre los secos tallos, crujientes y amarillos,
del maizal enumeran las mazorcas granadas.

Si la pareja joven que nada nombra suyo,
salvo el amor en doble susurro compartido,
quiere enlazar sus cuerpos la Minga le construye
el rancho donde pueda madurar su destino.

Desde el adobe oscuro que es greda luminosa
hasta la puerta firme de fragante algarrobo,
desde el fogón al techo de pajas todavía
calientes por los nidos de perdiz o chingolo.

Si yo tengo en el Hombre la fe que tienen otros
en ídolos de barro, de marfil o de piedra,
será porque lo he visto conviviendo en la Minga,
nimbado por extraña, misteriosa belleza.

Yo era niño, recuerdo, con los jóvenes ojos
hambrientos de colores; yo era niño, recuerdo,
cuando asistí en los valles donde es dulce la roca
a la Minga y su fiesta de trabajo y esfuerzo.

Uno a uno con el alba llegaban los vecinos
en caballos los hombres, las mujeres en asnos
con los niños en ancas; por las lomas se oían
las voces y la brisa que precede a los pájaros.

Lento desfile de hombre subiendo con el día
al sitio donde estaba la urgencia de su ayuda;
consigo transportaban su pan o su merienda
o el vino que transmite la emoción de las uvas.

Nadie era el amo allí; todos eran obreros
con la luz en el pecho del hombre solidario;
nadie mordía el agrio rencor ni la amargura
del que siente en el cuello dogal de proletario.

De vez en vez el mate su círculo cerraba
y la caña brindaba su beso estimulante,
mientras la Obra iba creciendo entre las manos
como crecen las frutas de cáscara brillante.

Cuando la luz hería las venas del Poniente
y en el oscuro pasto los grillos despertaban,
bajo la noche nueva del tala o la morera
guitarras esparcieron el polen de la Zamba...

Antonio Esteban Agüero (Piedra Blanca, Argentina, 1917-San Luis, Argentina, 1970) "Un hombre dice su pequeño país", Obras completas, Tomo II, Editorial Universitaria San Luis, 1996

En Bajo la Rosa China 

sábado, septiembre 12, 2015

Llyr Gwyn Lewis / "La playa de Trouville" de Monet









Me pregunto si debo hacer como Monet,
¿hacerme de los átomos del lugar donde estoy, aquí,
y restregarlos, de la calle, al lienzo de las palabras?
Tanto tiempo intenté mantener la pintura
alejada de la brisa salada y de espaldas al viento.

Él nos hizo ver la importancia de aventurarnos al exterior
y dejar que las sombras se arrastrasen
hasta esconder la mitad del rostro de su mujer
bajo su parasol. Solo así
podía aplicar el pincel finamente
a lo largo del lienzo en grumos blancos;
dedicarse totalmente a la playa que estaba en decadencia
y mezclarla en fragmentos con su pintura.

Yo, por mi parte, luché muy duro por mantener
este lugar alejado de lo que tengo que decirle,
la imagen que le pinto, mezclando
cierta insistencia obstinada a las palabras débiles
que dicen que yo no soy de aquí,

y sólo hallar una silla vacía.
Entonces, lentamente, guardo el lienzo y la pintura
antes de sentarme allí a sentir el sol en mi cabeza
y descubrirme preguntándome no quién soy, sino dónde.

Llyr Gwyn Lewis (Caernarfon, Gales, Reino Unido, 1987), Poesía galesa contemporánea, traducción y prólogo de Jorge Fondebrider, Pedro Serrano y Verónica Zondek; con Luciana Cordo Russo y Rhiannon Gwyn. Editará Trilce, México DF
Traducción directa del galés de Luciana Cordo Russo

Foto: Llyr Gwyn Lewis en FB


Y Traeth yn Trouville gan Monet

Tybed a ddylwn i wneud fel Monet,
pigo’r gronynnau o’r lle rydw i, fan hyn,
a’u rhwbio, o’r pafin, i gynfas y geiriau?
Mor hir y bûm yn ceisio cadw’r paent
i ffwrdd o’r awel hallt, a ‘nghefn at y gwynt.

Fe wnaeth o bwynt o fentro allan,
a gadael i’r cosgodion gropian
nes cuddio hanner wyneb ei wraig
dan ei pharasol. Dim ond fel hyn
y gallai o daenu’r brwsh yn braf
ar hyd y cynfas yn dalpiau gwyn;
ymroi yn llwyr i draeth oedd ar drai 
a’i gymysgu’n siwrwd efo’i baent.

Finnau wedi brwydro mor galed i gadw’r
lle ‘ma i ffwrdd o’r hyn sydd gen i i’w ddweud,
y llun rydw i’n ei beintio, gan gymysgu
rhyw daerineb styfnig i’r geiriau gwan
nad ydw i’n perthyn yma,

a chanfod dim oll ond cadair wag.
Yn araf, felly, pacio’r paent a’r cynfas
cyn eistedd yno i deimlo’r haul ar fy ngwar
a’m cael fy hun yn holi, nid pwy ydw i, ond ble.

viernes, septiembre 11, 2015

Vesna Parun / El olivar















No sé si fue la voz de los pájaros
o el canto del viento del este
lo que me condujo una tarde hacia el olivar,
donde aún dormía, sereno, en el verdor
de las copas dispersas, el reflejo del día.

Bajé entonces a la bahía amarga
de hierbas solitarias y lo vi a la orilla
del mar brillante, en la playa
de guijarros y luz de luna, su figura serena,
envuelta en el chapoteo y los murmullos de las olas.

¡Oh, si nunca hubiese oído el bramido!
Si me hubiese quedado junto a la cerca,
bajo la higuera silvestre,
y no hubiera bajado al lóbrego bosque,
a la playa de plata
y a los peñascos azules de luna.

Tú habrías permanecido sentado en la piedra,
esquivo y desconocido, en la orilla arenosa,
y la triste queja de las olas
habría mecido en tu pensamiento sombrío
las ramas oscuras y tempestuosas.

Y quizá caminarías infeliz
por el monte otoñal, transformado en pájaro
aventurero y en estrella desnuda
que brilla con ascuas inquietas
sobre un mar abierto e impetuoso.

Y yo me habría dormido pronto,
despreocupada,
bajo la higuera silvestre, y no habría estado triste
por no saber por dónde se fue el joven
que contemplaba el mar, solo y lejano
en el brillo de las olas, en el silencio del verano.

Vesna Parun (Zlarin, Croacia, 1922- Stubičke Toplice, Croacia, 2012), Crna maslina, Nakladnik, Zagreb, 1955
Traducción de Sarit Voganovic
Envío de Jonio González

jueves, septiembre 10, 2015

Roberta Hill / El poder domador de los cambios pequeños
















Cada semilla comienza preguntando
Como si abriera puertas en la tierra.
Es bueno perder el paso en equilibrio
Un pequeño cambio de hábito
Repentinamente sin pensarlo tanto despierta
Ritmos antiguos desde el más allá
Y es como copos de nieve
Cayendo
Invocando los vientos de la tormenta
A unirse a ellos
Es como fragmentos de rocas
Cambiando el peso de los ríos
Para crear más corriente
El poder curativo vive en remolinos.
Es bueno sentirse fuera de rutina
Con lo mismo
Lo mismo
Lo mismo
Con un cambio pequeño
Puedes sentir nueva luz solar
Latiendo a través de ti
Y todo lo que amas.

Roberta Hill  (reserva Oneida, Wisconsin, Estados Unidos, 1947), "Lenguas originarias", por Kalu Tatyisavi, Periódico de Poesía N° 82, Universidad Autónoma de México (UNAM), septiembre de 2015

Foto: Christopher Felver, 2008 Universidad de Nuevo México

miércoles, septiembre 09, 2015

William Carlos Williams / Paterson, 24

Libro Dos
Domingo en el Parque
II (cont. y final)

 




En otras palabras, los bancos de la Reserva Federal constituyen un Sistema Nacional Legal de Usura, cuyo cliente número 1 el nuestro gobierno, el país más rico del mundo. Cada uno de nosotros paga tributo a los estafadores por cada dólar que ganamos trabajando duro.
.    .    .    .    En todas nuestras grandes emisiones de bonos el interés es siempre mayor al principio. Por ese motivo, todas nuestras grandes obras públicas cuestan más del doble del costo real. Bajo el sistema de negocios actual  SIMPLEMENTE AÑADIMOS ENTRE 120 Y 150 por ciento al costo establecido.
    La gente tiene que pagar de todos modos; ¿por qué se los obliga a pagar dos veces? TODA LA DEUDA NACIONAL ESTÁ BASADA EN CARGOS DE INTERESES. Si la gente pensara alguna vez en préstamos y pagarés al mismo tiempo, el juego se acabaría.

Si hay sutileza,
eres sutil. Te pido indulgencia:
ninguna oración debería provocarte otra cosa
que lágrimas. Tenía un amigo    .    .    .    .
en fin. Recuerdo que cuando era niño
dejé de rezar y temblaba de miedo
hasta quedarme dormido-tu sueño me calmó-

También tú, estoy seguro, has leído
La Rama Dorada de Frazer. Te hace
justicia- una oración como esa puede ser hecha
por un amante que
valora cada rasgo del encanto de su
novia, y terror-
terror para él, como el que siente
un hombre casado por su novia-

Tú eres la novia eterna y
padre- quid pro quo,
un simple milagro que conoce
los brazos del mar, para el que el roble
es coral, el coral es roble.
Los Himalayas y las praderas
de tus rasgos asombran y deleitan-

¿Por qué debería moverme de este lugar
donde nací?, sabiendo
cuan inútil sería la búsqueda
para ti en la multiplicidad
de tu debacle. El mundo se extiende
para mí como una flor que se abre-y
se cerrará para mí como lo haría una rosa-

marchitarse y caer al suelo
y corromperse y convertirse
en flor otra vez. Pero tú nunca
te marchitas-floreces
a mi alrededor. Así me olvido
de mí para siempre-en tu
composición y descomposición
encuentro mi    .    .    .    .
¡desesperación!

.    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .    .


Cualesquiera hayan sido tus razones para esa nota tuya y para tu indiferente evasiva a mis cartas justo antes de esa nota-la única cosa que deseo más que ninguna otra es poder verte. Está unido a mucho más de lo que he dicho aquí. Y más importante aún, es el ÚNICO impulso que tengo que atraviesa la película, la corteza que se ha formado allí tan fatalmente entre mi verdadero ser y aquel que solo puede hacer gestos mecánicos de estar vivo. Pero incluso si tú accedieras, no querría verte a menos que hubiera un poco de cordialidad y amistad de tu parte.   .   .   Ni tampoco querría verte en tu oficina bajo ninguna circunstancia. No es eso lo que quiero decir (porque no tengo un motivo específico para verte por ahora como el que tuve cuando te llamé la primera vez como un completo desconocido, no como el que pude haber tenido justo antes de tu última nota cuando deseaba tanto que revisaras conmigo algunos de mis poemas más fallidos), he estado sintiendo (con ese sentimiento en aumento) que nunca más podré recobrar algo del sentido de mi propia identidad (sin el que no puedo escribir, por supuesto-pero que en sí mismo es más importante que la escritura) hasta que pueda recobrar algo de fe en la veracidad de mis propios pensamientos e ideas y problemas que se han convertido en arena seca por tu actitud con respecto a esas cartas y más tarde por tu nota. Es por eso que no puedo desechar mi deseo de verte-no de manera impersonal, sino en la manera más personal, ya que nunca podría haberte escrito de un modo completamente impersonal.



William Carlos Williams (Rutherford, Estados Unidos, 1883-1963), Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión © Silvia Camerotto



Book Two
Sunday in the Park II


  In other words, the Federal Reserve Banks constitute a Legalized National Usury System, whose Customer N° 1 is our Government, the richest country in the world. Every one of us is paying tribute to the money racketeers on every dollar we earn through hard work.
//.     .     .     .   In all our great bond issues the interest is always greater than the principle. All of the great public works cost more than twice the actual cost, on that account. Under the present system of doing business we SIMPLY ADD 120 TO 15O per cent to the stated cost.
   The people must pay anyway, why should they be compelled to pay twice? THE WHOLE NATIONAL DEBT IS MADE UP ON INTEREST CHARGES. If the people ever get to thinking of bonds and bills at the same time, the game is up. //If there is subtlety, /you are subtle. I beg your indulgence: /no prayer should cause you anything /but tears. I had a friend   .   .   .   . /let I pass. I remember when as a child /I stopped praying and shook with fear /until sleep –your sleep calmed me– //You also, I am sure, have read /Frazer’s Golden Bough. It does you /justice–a prayer such as might be made /by a lover who /appraises every feature of his bride’s /comeliness, and terror– /terror to him such as one, a man /married, feels toward his bride– //You are the eternal bride and /father–quid pro quo, /a simple miracle that knows /the branching sea, to which the oak /is coral, the coral oak. /The Himalayas and prairies /of your features amaze and delight– //Why should I move from this place /where I was born? knowing /how futile would be the search /for you in the multiplicity /of your debacle. The world spreads /for me like a flower opening–and /will close for me as might a rose– //wither and fall to the ground /and rot and be drawn up /into a flower again. But you /never wither–but blossom /all about me. In that I forget /myself perpetually–in your /composition and decomposition /I find my   .    . /despair! //.    .    .    .    .    .    .    .    .    .    . //Whatever your reasons were for that note of yours and for your indifferent evasion of my letters just previous to that note–the one thing that I still wish more than any other is that I could see you. It’s tied up with even more than I’ve said here. And more importantly, I t is the one impulse I have that breaks through that film, that crust, which has gathered there is so fatally between my true self and that which can make only mechanical gestures  of living. But even if you should grant it, I wouldn’t want to see you unless with some little warmth of friendliness and friendship on your part .   .   . Nor should I want to see you at your office under any circumstances. That is not what I mean (because I have no specific matter to see you about now as I had when I first called upon you as a complete stranger, nor as I could have had, just before your last note when I wanted so badly to have you go over some of my most faulty poems with me), I have been feeling (with that feeling increasingly stronger) that I shall never again be able to recapture any, sense of my own personal identity (without which I cannot write, of course–but in itself far more important than the writing) until I can recapture some faith in the reality of my own thoughts and ideas toward those letters and by that note of yours later. That is why I cannot throw off my desire to see you–not impersonally, but in the most personal ways, since I could never have written you at all in a completely impersonal fashion.

martes, septiembre 08, 2015

Jorge Fondebrider / Pensionista













Me muestra la sala, el baño, la cocina,
también mi dormitorio, donde dejó unas toallas bien dobladas,
la cama ya tendida,
y con orgullo señala la pecera donde nada
detrás de algunas piedras
su único habitante.
Todo el amor, toda la fe que hay en la casa
se concentra en ese pececito que vive entre burbujas.
pendiente del reflejo de la luz
de la vela
que brilla indiferente al lado de su acuario.
Para ella y para mí,
y acaso para todos,
la vida pende de un reflejo.

[inédito]

Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956)

lunes, septiembre 07, 2015

Irene Gruss / Efectos especiales









Alguien ya lo debe haber anotado:
grúa por encima de ciudades futuras, Blade Runner
sobre Blade Runner, pósters del Japón, ruinas
y el disfraz: colorete y bombín, caduco,
fuego más humo de contraste para dar textura: aguas viejas, plurales,
el individuo en relación con...
Muertos apilados ya no, desintegrados.
El horror, Conrad, ya no, literatura pasada por goteo endovenoso
se desliza el dedo por la pantalla como un efecto, especial,
peces de colores y abedules en gris ya no: la tierra
para el que la trabaja ya no; la explotación del hombre por
ya no: corporaciones vs volverán las golondrinas ya no,
es Brad Pitt que envejece como un simple botón; nombres particulares, polvo
al polvo, nada a durar, replicantes del mundo, uníos;
escribir en la piedra en la pantalla con un dedo grande
en el aire "¡viban los compañeros!", era un efecto especial, se corría
el sentido de la palabra lavidapor, nuncamás, decían los bienaventurados, perritos de ceniza,
las alas del deseo, la quimera, la función,
y ahora baja la grúa,
y un paneo lejos, lejos, puntos como estrellas ya idas, burbujas stardust,
Rosebud.

Nota: se usan y/o parafrasean citas pertenecientes a César Vallejo, Francisco Madariaga, Philip Dick, Peter Handke.

(inédito)

Irene Gruss (Buenos aires, 1950), en Casta Diva  27.5.2014
Foto: Irene Gruss en FB

domingo, septiembre 06, 2015

Alberto Cisnero / Todo ya fue escrito hace mucho tiempo














todo ya fue escrito hace mucho tiempo. los insectos
estivales chocaban contra la lámpara. ahora lo único
que te resta es exponer material de desecho, reiterar
la sencilla crónica de su pasado, los atributos externos
con los números pegados en ellos para los salones
de subasta. y que sea incompleto o repelente
en la vetustez de su tema. estuviste ausente
y encontrás de pronto las puertas cerradas
y las ventanas a oscuras. y tras el frescor de ese primer
cortejo, devuelto a su sentido prístino el impulso
de ponerle un fin iracundo, resolvés escribir otro
poema (cedido, propio, hurtado), no importa
sobre qué. extendés la mano y te decís adiós
con escénica rapidez, sorprendido sin una opinión
sobre los detalles faltantes, sin ocultarte,
permaneciendo en un rincón.

Alberto Cisnero (La Matanza, Buenos Aires, Argentina, 1975), Forma parte de mi guerra, inédito

Ilustración: Alberto Cisnero por Merli Cisnero en FB

sábado, septiembre 05, 2015

Alda Merini / Niño
















Niño, si encuentras el barrilete de tu fantasía,
átalo con la inteligencia del corazón.
Verás aparecer jardines encantados
y tu madre se volverá una planta
que te cubrirá con sus hojas,
Haz de tus manos dos blancas palomas
que lleven la paz a todas partes
y el orden de las cosas.
Pero antes de aprender a escribir,
mírate en el agua del sentimiento.

Alda Merini (Milán, Italia, 1931 – 2009) en la web Alda Merini
Versión de Jorge Aulicino

Foto: Libri Antichi

Bambino 

Bambino, se trovi l'aquilone della tua fantasia 
legalo con l'intelligenza del cuore. 
Vedrai sorgere giardini incantati 
e tua madre diventerà una pianta 
che ti coprirà con le sue foglie. 
Fa delle tue mani due bianche colombe 
che portino la pace ovunque 
e l'ordine delle cose. 
Ma prima di imparare a scrivere 
guardati nell'acqua del sentimento.

viernes, septiembre 04, 2015

Aldo Pellegrini / Mármoles






















Nadie podrá olvidar
la voz velada del arqueólogo en cuclillas
buscando entre antiguas ruinas
las huellas de la angustia de los siglos
hundidas en la arena
sólo prosperan las prostitutas petrificadas
que conservan a través de los siglos
un inagotable deseo de amor
la voz velada y lejana busca lo viviente en lo muerto
a la sombra de la voz
la más deliciosa de las doncellas se desnuda de sus
heridas
piadosamente
cae una noche rota
piadosamente
sopla sobre los antiguos mármoles
el gran viento de los acoplamientos
en cada instante nacen y mueren de un modo infinito
seres invisibles que fecundan al tiempo
la voz lejana llama
al misterio derramado entre los monumentos
arqueológicos
una tempestad de mordiscos
hace sangrar los mármoles
sangre coagulada del tiempo inalcanzable
sangre inalcanzable del vacío.

Aldo Pellegrini (Rosario, Argentina, 1903-Buenos Aires, 1973), Siete surrealistas argentinos, Javier Cófreces, Leviatán, Buenos Aires, 1998
Envío de Jonio González

Ilustración: Hermenegildo Sábat Mágicas Ruinas

miércoles, septiembre 02, 2015

Anahí Flores / Restos












Cierra la bolsa con un nudo fuerte y la carga
hasta el cuartito de la basura.
Pasa el día, pasa el encargado y se lleva
todas las bolsas,
las amontona en la esquina.
Pero el camión de la basura
no pasa esa noche
y los perros sí.
Las fotos que ella no quería ver
quedan esparcidas por la vereda.
Cuando a la mañana
sale, aún medio dormida,
las encuentra sobre las baldosas
como residuos de un sueño de otra época.

Anahí Flores (Buenos Aires, 1977), Catalinas Sur, Eloísa Cartonera, Buenos Aires, 2012

Alberto Cousté / Una máscara










No es más descansado ni más pobre ni más desesperado
No está más solo la melancolía no lo hostiga
no hay entre él y el mundo zanjas terraplenes
batallas hubo pero no hay abismos
No está más triste que ninguno

Qué tiene entonces este hombre
qué le ha pasado a su bondad a su tristeza
qué aventuras adversas qué propósitos hubo
(si existieron)
de dónde lo han sacado

A causa de qué mal por qué dolencia
en nombre de qué nombres este hombre se aplica
hunde los ojos entre letras hunde los dedos entre teclas
se aplica
quiere aplicarse quiere forzar una sospecha

No está más solo
no
no está más triste

Da varias vueltas por la casa se mira en el espejo
descubre gestos que perdió
se imita se traiciona quisiera estar más solo
quisiera estar más lejos quisiera ser lo que no ha sido
A veces cruza cambia corrobora palabras
se solicita de sí mismo una intuición exasperante
no abandona sus trampas ejerce sus manías
quisiera una costumbre que no tiene de la serenidad

De dónde lo han sacado quién lo ha visto
una vida interior o una esperanza tenía que ha perdido
se le nota en la cara en la mala intención se le conoce

De qué se acusa en qué se diferencia
con qué tejido interminable se ha formado su vida
cuánta paciencia inútil forma ese cuerpo largo
esa sombra que arrastra esa conciencia ese caballo que galopa

A qué palabras (quiere saber a qué palabras)
habrá de parecerse el rostro auténtico de su larga memoria
a qué palabra suena por ejemplo su ausencia o su presencia
a qué palabra aludirá si es que a algo alude la hora de su muerte

Ni viene ni va no se está quieto

Si fuese un héroe se ahorraría las fotos de sí mismo
si fuese alguno que no es no tramaría venganzas con su cuerpo

Si otra oportunidad si otro momento si otras cartas tuviera
no se pregunta el juego no puede imaginarlo

Se mira como es es como todos

No se parece a nadie

Alberto Cousté (Buenos Aires, 1940-Barcelona, España, 2010), Transatlánticos. Poetas argentinos en Barcelona, Consulado de la República Argentina, Barcelona, 2011
Envío de Jonio González

martes, septiembre 01, 2015

David Greenslade / Un lobo sigue a un hombre






















Un lobo sigue a un hombre hasta el refugio
de la iglesia de St. Mary en Beenham, Berkshire.

El hombre reza y se imagina armas,
también nervioso el lobo hurga en la iglesia.

El hombre no puede trascender al lobo,
El lobo no se interesa por el hombre.

El hombre sólo puede pensar en el lobo,
sólo en el lobo, el lobo, el lobo.

¿Cómo es que terminamos juntos en la iglesia?
¿Juntos en la cama? ¿Juntos en la vida? El hombre
reza más fuerte e imagina aún más armas.

El lobo, cuando llegue hasta el hombre
va a hundir su actual terror y desconcierto
en una vida entera de aciaga resignación.

[Versión de Pedro Serrano]

David Greenslade (Cefn Cribbwr, Gales, Reino Unido, 1952), Poesía galesa contemporánea, traducción y prólogo de Jorge Fondebrider, Pedro Serrano y Verónica Zondek; con Luciana Cordo Russo y Rhiannon Gwyn


A Wolf follows a Man

A wolf follows a man into the refuge
of St Mary’s church, Beenham, Berkshire.

Imagining weapons the man prays,
also nervous, the wolf explores the church.

The man cannot transcend the wolf,
the wolf is not interested in the man.

The man can only think of the wolf,
only of the wolf, the wolf, the wolf.

How did we end up in church together?
In bed together? In life together? The man
prays harder, imagining more weapons.

The wolf, when he comes upon the man,
will pit his current terror and bewilderment
against the man’s rueful, lifelong resignation.

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Act. junio 2020