miércoles, febrero 18, 2015

Philip Levine / Puedes conseguirlo










Mi hermano llega a casa desde el trabajo
y sube las escaleras hasta nuestra habitación.
Oigo la cama quejarse y sus zapatos caer
uno a uno. Puedes conseguirlo, dice.

La luz de la luna se derrama sobre la ventana
y su rostro sin afeitar palidece
como la cara de la luna. Dormirá
hasta después del mediodía y despertará para descubrir que me he ido.

Treinta años pasarán hasta que yo recuerde
ese momento en que de pronto supe que cada hombre
tiene un hermano que muere cuando él duerme
y duerme cuando se alza para enfrentarse a esta vida,

y ambos, juntos, son solo un hombre
compartiendo un corazón que siempre trabaja, manos
amarillentas y cuarteadas, una boca que boquea
en busca de aliento y pregunta:, ¿lo conseguiré?

Toda la noche en la fábrica de hielo había alimentado
la rampa con sus bloques plateados, y después yo
apilé cajas de naranjada para los niños
de Kentucky, un gris furgón por vez

y siempre otros dos esperando. Tuvimos veinte años
por poco tiempo y siempre con
la ropa equivocada, encostrada de suciedad
y sudor. Ahora pienso que nunca tuvimos veinte años.

En 1948, en la ciudad de Detroit, fundada
por De la Mothe Cadillac para las lejanas intenciones
de Henry Ford, nadie nació o murió,
nadie caminó por sus calles o cebó un horno,

porque allí no existió ese año, y ahora
ese año se ha desprendido de los viejos periódicos,
calendarios, citas médicas, bonos,
certificados de matrimonio, permisos de conducir.

La ciudad dormía. La nieve se volvió hielo.
Hielo convertido en charcos o ríos
corriendo en las cunetas. Después la hierba lustrosa surgió
entre miles de cuadrados partidos,

y esa hierba murió. Te devuelvo 1948.
Te doy todos los años desde entonces
hasta el próximo. Devuélveme la luna
y su frágil luz cayendo sobre un rostro
.
Devuélveme a mi hermano, joven, rudo
y furioso, con sus anchos hombros y una maldición
para Dios y unos ojos ardientes con los que contempla
la creación y dice: Puedes conseguirlo.

Philip Levine (Detroit, Estados Unidos, 1928-Fresno, Estados Unidos, 2015), New Selected Poems, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1991.
Versión de Jonio González

You Can Have It

My brother comes home from work 
and climbs the stairs to our room. 
I can hear the bed groan and his shoes drop   
one by one. You can have it, he says. 

The moonlight streams in the window   
and his unshaven face is whitened 
like the face of the moon. He will sleep 
long after noon and waken to find me gone. 

Thirty years will pass before I remember   
that moment when suddenly I knew each man   
has one brother who dies when he sleeps   
and sleeps when he rises to face this life, 

and that together they are only one man   
sharing a heart that always labors, hands   
yellowed and cracked, a mouth that gasps   
for breath and asks, Am I gonna make it? 

All night at the ice plant he had fed 
the chute its silvery blocks, and then I   
stacked cases of orange soda for the children   
of Kentucky, one gray boxcar at a time 

with always two more waiting. We were twenty   
for such a short time and always in 
the wrong clothes, crusted with dirt 
and sweat. I think now we were never twenty. 

In 1948 in the city of Detroit, founded 
by de la Mothe Cadillac for the distant purposes   
of Henry Ford, no one wakened or died,   
no one walked the streets or stoked a furnace, 

for there was no such year, and now 
that year has fallen off all the old newspapers, 
calendars, doctors’ appointments, bonds,   
wedding certificates, drivers licenses. 

The city slept. The snow turned to ice.   
The ice to standing pools or rivers 
racing in the gutters. Then bright grass rose   
between the thousands of cracked squares, 

and that grass died. I give you back 1948.   
I give you all the years from then 
 to the coming one. Give me back the moon   
with its frail light falling across a face. 

Give me back my young brother, hard 
and furious, with wide shoulders and a curse   
for God and burning eyes that look upon   
all creation and say, You can have it.

2 comentarios:

  1. ¡Dios mío! La vida encerrada en once estrofas: yo tengo un hermano muerto.

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  2. Mirtha L. Makianich29 octubre, 2015 20:43

    Muy bueno este poeta. Gracias a Jonio Gonzàlez por las traducciones. Mirtha L. Makianich

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