Balada de los ahorcados (El epitafio de Villon)
Hermanos humanos, que vivís después de nosotros,
no tengáis contra nosotros endurecidos corazones,
pues, teniendo piedad de nuestras pobres almas,
Dios la tendrá antes de vosotros.
Aquí nos veis atados, cinco o seis:
en cuanto a la carne, que hemos alimentado en demasía,
hace tiempo que está podrida y devorada
y los huesos, nosotros, ceniza y polvo nos volvemos.
De nuestros males no se burle nadie;
pero rogad que a todos Dios nos quiera absolver.
Si hermanos nos llamamos, en nuestro clamor sin desdén
nos tratéis, aunque hayamos sido muertos
por Justicia. Pues debéis entender
que no todos los hombres pueden ser sensatos;
perdonadnos ahora, ya que hemos partido
hacia el hijo de la Virgen María;
que su gracia no nos sea negada
y pueda preservarnos del rayo infernal.
Muertos estamos, que nadie nos moleste:
pero rogad que a todos Dios nos quiera absolver.
La lluvia nos ha limpiado y lavado,
y el sol desecado y ennegrecido;
urracas, cuervos, nos han cavado los ojos
y arrancado la barba y nuestras cejas.
Nunca jamás, ni un instante, pudimos sentarnos:
luego aquí, luego allá, como varía el viento,
a su placer sin cesar nos acarrea,
siendo más picoteados por los pájaros que dedales de coser.
De nuestra cofradía nadie sea:
pero rogad que a todos Dios nos quiera absolver.
Príncipe Jesús, que sobre todo reinas,
guarda que el Infierno no tenga sobre nosotros dominio:
nada tenemos que hacer con él ni qué pagarle.
Hombres, en esto no hay ninguna burla:
pero rogad que a todos Dios nos quiera absolver.
François Villon (París, 1431 ó 1432 -después de 1463). Versión de Juan Carlos Villavicencio.
De Biblioteca Descontexto vía Dr. Gnomegang
Estimado Jorge: gracias por publicar este texto. Te cuento que en todo caso pertenece originalmente a http://descontexto.blogspot.com/.
ResponderBorrarMucha suerte y gracias por tu blog.