martes, noviembre 22, 2022

Marcelo Díaz / De "La mitad del cielo"





El universo se divide todo el tiempo
como las ramas
y los brotes de un árbol infinitamente alto;
en el tronco de ese árbol existen
todos los mundos posibles y todo
lo que puede pasar acontece
una y otra vez, todos los futuros
y todos los pasados.
En una hoja está dibujado el nombre de Piru
y el recorrido de la noche en que murió
en otra resuena el eco de tu voz
diciendo: estamos en momentos vitales
diferentes. No sé si lo interpreté bien
pero a lo mejor si doy vuelta
las hojas estás vos hablando de nuevo
-otra vez- del tamaño de tu corazón
y de la forma de las constelaciones.
Y qué puede pasar, o qué puede suceder,
si ya no estás, no te diste cuenta
de que estábamos ahí
y ahora volvemos a transitar idénticos
en la diferencia
o diferentes en las ramas del mismo árbol
extendiéndose
hacia quién sabe dónde.
O a lo mejor si doy vuelta las hojas Piru aparece
como si nada en su moto radiante
una navidad veinte años atrás
antes de perderse frente al resplandor
de las luces de un colectivo y así


El cielo de los animales

Anoche soñé con el fin del mundo
grabé una canción
para ese día, mi perro
ladraba y del otro lado
alguien decía:
“más allá de la fila del supermercado
había una puerta,
un corredor a otro mundo
yo lo vi, y lo crucé en nombre tuyo
y de tus seres queridos”.
Un grafiti: vamos a cruzar el mismo túnel
si todo se detiene de nuevo.
Mi perro me despierta temprano
salimos a caminar,
el césped parece un campo minado
por la tristeza.
Le quito la correa y sale corriendo
detrás de los edificios
lo llamo una y otra vez
hasta que todo se oscurece.
Hay mucha información
en la memoria del frío;
cuando regresa desorientado
apoyo mi cabeza en su frente
“nubecita hueca” –me digo–
a lo mejor no es nada

Marcelo Díaz (Villa Mercedes, Argentina, 1981)

La mitad del cielo
,
El Vendedor de Tierra,
Florida, Provincia de Buenos Aires, 2022










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