jueves, marzo 02, 2017

Angel Faretta / Horacianas















I

No renueva el mar la corriente
que ha dejado atrás junto a la resaca.
Así la memoria, Romina, no hace más
que ordenar las cosas a su manera.
Somos hijos, nietos, biznietos ya
de ese navegar lejano. No sabemos,
salvo borrosos recuerdos, las sirtes
y sargazos que tuvieron que atravesar.
Ahora aquí varados en parte, en parte
afincados, buscamos el ancla o el lastre;
no sabemos. Unos viejos dioses arbitrarios
parecen jugar nuevamente con nosotros.
Ya no en la borra del café ni en el vuelo
de las aves, sus entrañas, ni dados
ni números babilónicos nos consuelan.
Hijos y nietos tal vez del olvido aciago
vemos a través de esta costa sin mar
el fulgor arcano; rumores y olas lejanas.
No es bueno entonces disputar aquello
que une. No son dados ni naipes marcados,
es el sitio que elegimos, o así creemos
en la bitácora de navegación. Silencio,
es de nuevo aurora, hay que izar velas.



II

Tántalo va el cántaro a la fuente
que al final se rompe. En el mito
un juego arcano de palabras oculto.
Así también –Delfina- en el tiempo
que pasa y no se detiene, como
las olas del mar que empuja el
viento inclemente. Solo uno
cree saber qué destino es el suyo
cuando éste termina. El hilo
del huso, se corta o se acaba.
No podemos enrollar el carretel
nuevamente. De igual modo
la corriente del mar cambia
a su antojo o al arbitrio divino.
De la nave al timón aferrados
creemos llevarla a su destino,
pero nada, es solo madera
la arboladura, y lo demás.
No quieras saber entonces
más de la cuenta. La quietud
es la única respuesta posible.
Algo de lujo en los platos
o en las copas es bienvenido.
Aún la rosa en su rosal florece
un corto tiempo y se marchita.
Pero antes adornó tu casa y mesa.

[inéditos]

Angel Faretta (Buenos Aires, 1953)

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