jueves, febrero 28, 2013

Bartomeu Rosselló-Pòrcel / Dos poemas




A Amàlia Tineo

Sólo un árbol, en la orilla, trae
el temblor del mar, y el roce de las hojas
devuelve el beneficio de las olas.
Las rocas muertas en arenas muertas
viven sólo unas briznas de hierba cobarde.
Mar loco en gris y verde y fuerza del aire:
¡rompe cristales en la costa blanda!
Percibe la sombra lejana, azul y blanca,
de las nubes llenas de viento y pródigas en alas.
Sólo en mí puedes crecer más y extender
sal más pura, piedra más escondida,
y aun reencontrarte en caminos oscuros
por ballenas remotas y algas viejas.
Pero yo me he perdido en las llanuras
que han olvidado la danza, el grito del agua
entre encinas y robles, entre lunas
sin ríos, sin pozos, sin olas altas.


En mi muerte

Estoy cansado de ti, dominio oscuro
y tempestad de llama.
Me exaltaré sobre los horizontes
y alzaré las banderas en el desierto
de la última cabalgada.
Reina de estas horas, ahora vienes
brillante, armada.
¡Inútil desesperación de la noche! El alba
se acerca ya con la espada,
y el ardor temerario que me enciende
aleja las estrellas.

Bartomeu Rosselló-Pòrcel (Palma de Mallorca, 1913-El Brull, 1938), Obra poètica, Moll, Palma de Mallorca, 1998
Versiones de Jonio González

A Amàlia Tineo

Només un arbre, a la vorera, porta 
el tremolor del mar, i el frec de fulles 
retorna el benefici de les ones. 
Les roques mortes en arenes mortes 
viuen només uns brins d'herba poruga. 
Mar foll de gris i verd i força d'aire: 
trenca cristalls sobre la costa blana! 
Aprèn l'ombra llunyana, blava i blanca, 
dels núvols plens de vent i pròdigs d'ales. 
Només en mi pots créixer més i estendre 
més pura sal, més amagada pedra, 
i encara retrobar-te en camins foscos 
per balenes remotes i algues velles. 
Però jo m'he perdut en les planúries 
que han oblidat la dansa, el crit de l'aigua 
entre alzines i roures, entre llunes 
sense rius, sense pous, sense ones altes.


En la meva mort 

Estic cansat de tu, domini fosc 
i tempestat de flama. 
M'exaltaré damunt els horitzons 
i trauré les banderes al desert 
de la darrera cavalcada. 
Reina d'aquestes hores, ara véns 
tota brillant, armada. 
Inútil desesper del vespre! L'alba 
s'acosta ja amb l'espasa, 
i l'ardor temerari que m'encén 
allunya les estrelles.

---
Foto: Bartomeu Rosselló-Pòrcel en Mag Poesia

miércoles, febrero 27, 2013

E. E. Cummings / Una connotación del infinito




Una connotación del infinito

Una connotación del infinito
aumenta el esplendor temporal de esta noche
cuando las almas que han olvidado la frivolidad
en humildad, observando el vuelo fatal
de los mundos donde esta Tierra es un sueño arrojado
hacia avenidas ávidas de muerte,
consideran cuánto de ellas mismas brillará,
en el sereno resplandor de lo eterno.
Cuando lo que está en terciopelo por encima de la sentencia
es como una mujer apasionada a conocer;
y un hombre, cuyo aquí es siempre peor que nada,
siente su tremendo más allá -
en cierta noche que el mar a través de sus millas ciegas
de silencio desmoronado, sonríe gravemente.

E. E. Cummings (Cambridge, 1894-North Conway, New Hampshire, 1962) Tulips and Chimneys, Thomas Seltzer, Nueva York, 1923
Versión de Marina Kohon


A Connotation Of Infinity

A connotation of infinity
sharpens the temporal splendor of this night
when souls which have forgot frivolity
in lowliness, noting the fatal flight
of worlds whereto this earth’s a hurled dream
down eager avenues of lifelessness
consider for how much themselves shall gleam,
in the poised radiance of perpetualness.
When what’s in velvet beyond doomed thought
is like a woman amorous to be known;
and man, whose here is always worse than naught,
feels the tremendous yonder for his own—
on such a night the sea through her blind miles
of crumbling silence seriously smiles

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Ilustración: Interior, 1909, Vassily Kandinsky

lunes, febrero 25, 2013

Verónica Volkow / Dos poemas




de Litoral de tinta [1979]


El adolescente

¿La belleza en su extremo está vedada?
¿Estás vedado tú,
en tu juventud expuesta en absoluta impudicia
como un tigre monstruoso
ajeno a cualquier pacto?
         En tu cuerpo
no se mezclan todavía el niño y el adulto
como el mar y la roca, indisolubles y ajenos.
Y la sombra del bozo y la lujuria
son orquídeas parásitas en tu sonrisa de niño.
¡Cuánta desmesura!
¡Cuánta implacable ceguera en tanto orgullo!
Qué tentación de ver el brillo
aunque fuera al azar, en un instante,
de la caricia en el filo del desprecio.
Pero tus manos son de fuerza y de invisible
impotencia
y una sentencia secreta,
que el tiempo prepara,
nos iguala.
¡Qué oscura belleza hacia sí misma!
¡Qué oscura a la muerte paulatina que la doma!



de Oro del viento [2003]


Arcano 12. El colgado

Inverso, suspendido
como hundido en un espejo, el colgado
es quizá una sombra
de alguna posibilidad más real.
Pisa el aire y no avanza,
acaso vuela o titubea
como hojas en suspenso,
golpea sus propios muros como péndulo,
fuera del tiempo
                      extraviado.

Fruto es pendiente de otro mundo
o tal vez va en la nada,
el colgado,
allá en otro lado del espejo.
Por lo inasible ahogado.
Es náufraga su voluntad sin tierra.
¿El viento que lo mueve
es una música en que danza
o es ya viendo el que danza
y con los astros gira y se detiene?
¿A quién su cuerpo suelto
en su obediencia escucha?
El mundo se interrumpe en el espejo,
y del otro lado es el mar
sin ser que nos enfrentan los reflejos.
¿Es ya un vértigo el canto de sirena,
su caída también un vuelo
en un mundo al revés?
A lo desconocido se va así,
                                  perdido.


Verónica Volkow (Ciudad de México, 1955), 359 Delicados (con filtro). Antología de la poesía actual de México, selección de Pedro Serrano y Carlos López Beltrán, Lom, Santiago de Chile, 2012

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Foto: Verónica Volkow en Shearsman Books

domingo, febrero 24, 2013

Coral Bracho / Y no es ahí donde se muestra





de Si ríe el emperador [2010]

Y no es ahí donde se muestra

Ese animal.
Ese espesor nocturno, mullido
y turbio
que removemos.

Que conducimos
para mirarlo gesticular. Un oso viene hasta la feria
y de aquí nos observa: sus gruesas patas inquietas
como entre vidrios.
Conocemos su danza y no es ahí
donde se muestra; sin embargo, asentimos,
difusamente olvidamos.
O tal vez al voltear
vemos la quieta luz frente al equilibrista. Titubeamos
por él. Por él soltamos la esbelta vara.
En él sentimos el tiempo
trastabillar.

Pero, ¿quién gime o canta en esta sucia, diminuta, barraca?
Nada de ello entrevemos, nada
desentrañamos. Y alguien se acerca ya,
y entre los puestos húmedos
nos conduce.

Coral Bracho (Ciudad de México, 1951), 359 Delicados (con filtro). Antología de la poesía actual de México, selección de Pedro Serrano y Carlos López Beltrán, Lom, Santiago de Chile, 2012

Foto: Coral Bracho en Azteca Noticias

sábado, febrero 23, 2013

Meng Jiasheng / Visitando la ciudad subterránea...




Visitando la ciudad subterránea de Beijing

Cavemos profundo, guardemos el grano,
tiremos abajo las casas, pero guardemos las piedras
para construir, construyamos en el desierto,
en medio de la selva, bautizando las ciudades
con el nombre de las ciudades destruidas
por nuestras propias manos, cavemos una tumba
para las viejas ciudades, almacenemos el grano
bien profundo, donde no llegue la luz, el aire,
cavemos una tumba para el grano, para las ciudades,
llevemos el desierto a la ciudad, la ciudad a la selva,
socavemos las ciudades cavando para ellas
un refugio nuclear, una ciudad fantasma.

Meng Jiasheng (Beijing, 1969), Un país mental.100 poemas chinos contemporáneos, selección y traducción de Miguel Angel Petrecca, Gog y Magog, Buenos Aires, 2011



Foto: Shangai, 2013, por Miguel Angel Petrecca

viernes, febrero 22, 2013

Giovanni Pascoli / Los caminos




Los caminos

Había cerca del templo
de Saturno, dios sembrador
y segador, un gran cipo de oro.
De allí, hacia el orbe todo lanzó Roma
sus caminos, de dura piedra y de duro
sonido. De allí, del cipo de oro, siete
vías cuatro veces se lanzaron más allá,
a los cuatro vientos, y antes, entre sepulcros,
andaban, al pie de túmulos y cipreses,
bajo la callada sombra fúnebre;
y luego, vías por verdes campos y desiertos,
derechas como surcos, y vías por peñas
talladas con cinceles, y vías por selvas
profundas, mudas, solo entonces heridas
por el fierro ignoto, y vías sobre veloces
ríos uncidos con eternos puentes,
y vías por los Alpes, que vencían con giros
suaves las asperezas. De aquella piedra,
una vez partieron muchas vías en el mundo.
Parecía que un luminoso Sagitario
volvía hacia todos los vientos el gran
arco fatal, y flechaba todo alrededor,
de pie, en el medio justo del cielo.

Giovanni Pascoli (San Mauro di Romagna, 1855-Bologna, 1912),  Poemi del Risorgimento,"Inno a Roma", 1910-1912 Fondazione Giovanni Pascoli


Le strade

Era vicino al tempio
del dio Saturno, dio seminatore
e falciatore, un grande cippo, d’oro.
Di lì per l’orbe tutto lanciò Roma
le strade sue di duro sasso e duro
suono. Di lì, dal cippo d’oro, sette
vie quattro volte si lanciarono oltre,
ai quattro venti, e prima tra sepolcri
moveano, a piè di tumuli e cipressi,
sotto la tacita ombra funerale;
poi via per verdi campi e per deserti,
diritte come solchi, e via tra rupi
tagliate da scalpelli, e via per selve
profonde, mute, solo allor ferite
dal ferro ignoto, e via sopra veloci
fiumi aggiogati con eterni ponti,
e via per l’Alpi, che vincean con giri
blandi, le irate. Da quel sasso, a forza
ruppero un tempo tante vie sul mondo.
Parea che un luminoso Sagittario
via via volgesse a tutti i venti il grande
arco fatale, e saettasse intorno
intorno, stante nel bel mezzo, il cielo.



Ilustración: Fresco pompeyano, c.20

jueves, febrero 21, 2013

Enrique Zattara / El desierto






El desierto

Quizá esté en el momento en que vivir es
errar en completa soledad al fondo de un
momento ilimitado, en que la luz
no cambia y todos los residuos se parecen
                                        Samuel Beckett


En Sbá la muerte tiene un tono
que rueda al vacío desde arpegios convulsos,
un tono callado como el viento que modifica el
paisaje.

Sólo la muerte, sin embargo,
cambia algo. Ya no hay paisaje, no hay
punto de vista desde donde ejecutar la música.

Hasta tanto, sólo el viento:
feroz simún o la calma brisa de ciertas horas
y el sol de plomo sobre el ereg desierto.
Cambia el paisaje:
aquí y allá crecen y se derrumban dunas estriadas
como el fantasmal vaivén de un mar en cámara lenta.

A veces, una caravana atraviesa la aridez
dejando leves huellas que se borran a su paso.
Los hombres se detienen, hacen fuego,
elevan las plegarias a sus dioses.

Al cabo, demasiado rápido, retorna el silencio.

El viento no corroe:
sólo mueve de aquí para allá las arenas gualdas,
como nieve de oro sibilante.

Hasta que el momento llega.
Sólo sabemos que por fin la música ha cesado.
Ignoramos si es apenas un compás vacío
detrás del cual se abre
simplemente
un nuevo paisaje inmóvil.

Enrique Zattara (Venado Tuerto, Santa Fe, Argentina, 1954), Anatomía de la melancolía, La Luna Producciones, Torrox, Málaga, España, 2009


Foto: Enrique Zattara, página personal

martes, febrero 19, 2013

Dana Gelinas / De "Altos Hornos"




de Altos Hornos [2006]

Vagones abandonados...

Vagones abandonados,
aquella estufa en el patio trasero de los vecinos
que se llevará el sábado el camión de la basura,
los ejes de tracción pesada de la refaccionaria Diesel,
todo eso cinceló el cielo de Altos Hornos.

Miles de obreros marcaron su tarjeta al amanecer
y el ocaso.
Cuando regresaban a sus estrechas casas de la periferia,
el rojo seguía en su nariz,
en los pómulos,
en el pabellón de las orejas,
en el sudor ácido de la frente.


Antes de existir un jardín en mi casa...

Antes de existir un jardín en mi casa,
entre los escombros de la construccion,
dentro de un nicho,
dos albañiles protegieron
un milagro: la jacaranda de treinta centímetros
que nació bajo uno tablones de madera.

Jacaranda,
el árbol que endulzaba el aire de la acera,
de ventanas y puertas,
con ráfagas de lilas descompuestas,
fue la cortina de follaje
que también pobló el tallo de mi cerebro
durante los cuatro mil días que existí
bajo el eterno crepúsculo multiplicado
cada tarde.
En ellos clavé los ojos
y los pies
y la raíz de mi existencia ante la creación del acero.

Ah, y durante los días más calcinantes
al lado de la puerta principal se enredó
una madreselva que perdía el interés en la vida.

Dana Gelinas (Monclova, Coahuila, 1962), 359 Delicados (con filtro). Antología de la poesía actual de México, selección de Pedro Serrano y Carlos López Beltrán, Lom, Santiago de Chile, 2012

Foto: Dana Gelinas en Poetas Siglo XXI

domingo, febrero 17, 2013

Piero Iurato / Fragmento y haikus




El oscuro de Éfeso

(I)

Algo vivo en los muertos
quietos en sus tumbas,
algo muerto en los vivos
enfermos de catarro.

...

(V)

Como todo hombre oscuro, dijo:
Quema el fuego al cadáver
y trae consigo diversos olores.
(Allí reconozco a mi pueblo)
¡Efesios perversos,
es mejor manosear a sus niños,
que comer a sus esposas!
(Pero esto no es fácil de entender)


Haikus de la escuela Jónica

 a Tales de Mileto


del agua todo
proviene y vivifica
incluso al fuego

cautiva el cielo
un astro como tierra
pero inflamado

en un instante
terremoto de cielo
lluvia infinita

midiendo astros
cae en el pozo el sabio
muerte azulada

Piero Iurato (Buenos Aires, 1987), inéditos


Foto: Piero Iurato en FB

sábado, febrero 16, 2013

Horacio Zabaljáuregui / Crematorio




Crematorio

Voy  con mi hermano a cumplir con el trámite de cremación de los viejos.
Tal vez, ensimismados en su último gesto, ellos transcurren en la foto ciega de la eternidad
    pero de este lado, en el tiempo con vencimientos,
hay que liberar la cuadricula en el multitudinario catastro mortuorio.
Entonces, a mi hermano se le ocurre verificar el contenido de los ataúdes.
Una decisión caprichosa, tal vez plausible, pero intolerable;
me exaspera pero lo acompaño.
Consiento en ver para creer,
Como en un desafío infantil,  una puesta a prueba del valor personal.
El pedido sorprende y fastidia un poco al empleado municipal
Pasamos al  backstage de la incineración, una factoría de desguace de lo que va a dar al fuego.
Los operarios rompen a hachazos los ataúdes, en una operación brutal:
Distingo
el cráneo como de cuero ahora de mi padre sobre el que siguió creciendo el pelo.
Se lo peinaba tirándolo desde un costado.
Llevaba mal la calvicie
Las cuencas vacías de mi madre que se murió con menos años que los que tengo ahora.
Distingo los huesos, poco menos de lo que dejo el cáncer que la arrasó.
Su crucifijo con una cadenita   le dan a mi hermano.
Mi padre esperó a que llegara y se murió en mis brazos un jueves a las cinco y media de la tarde en el Hospital Israelita.
Me despedí de mi madre susurrándole al oído, una noche
con la esperanza de que me escuchara en la otra orilla de su agonía.
El peso del mundo va de suyo en los restos,
y ahora estos despojos de película clase B,
pasan a ser su último recuerdo.
Calcinado resplandor puro espejismo
Cenizas quedan:
son polvo ya en una urna estándar
El olor de grasa dulzona, de repostería barata del crematorio,
me quedará impregnado en el olfato por un par de días.
                                                     
07-06-2012

Horacio Zabaljáuregui (América, provincia de Buenos Aires, 1955)

Foto: Horacio Zabaljáuregui en Poetas siglo XXI

viernes, febrero 15, 2013

Mauro Viñuela / Inventario




Inventario

Mi padre miraba navegar pesados motores-quebrachos
y volvía a caminar luego del tifus
y se trepaba antes al poste de los cañones
Sobreviviendo a las agrupaciones-locales
corroídas de todos los siglos-parásitos

Que se vaciaba el sentido de la palabra-mundo
dijo
que el montaje dual de aquellas fotografías
no te permititía permanecer en ellas
partir en ellas hacia algún sitio
que en vano finges hallar la escena-rilke
El soporte de los destelladores-savia
no fluiría bajo tus manos
dijo

Y mi padre apenas enseña la paciencia con los hijos de todos
y por las noches sus palabras sostienen un abecedario
y giran
celestiales
sobre lo que ha quedado de nuestro sueño

[inédito]

Mauro Viñuela (Resistencia, Argentina, 1971)

Ilustración: Mattinicus, 1916, George Bellows

jueves, febrero 14, 2013

Carles Torner / Anuncio de una casa en la que nadie quiere vivir




Anuncio de una casa en la que nadie quiere vivir

La han saqueado tantas veces
y gente con tantas caras
que da igual saber
quién es el autor de los crímenes:
podríamos ser nosotros.
Ahora sólo el sol saquea unas palabras
sin bisagras ni umbrales
y tira abajo puertas sin cerradura.
Dentro viven mujeres
llenas de voces que han enmudecido
y no saben cómo amarlas:
riegan las piedras,
cosen regalos para los ausentes
y ofrecen signos,
cenizas, lluvia del cielo.
Léeme: soy el anuncio de una casa
en la que nadie quiere vivir.
No tienes con qué comprarla: bienvenido.

Carles Torner (Barcelona, 1963), Viure desprès, Proa, 1998
Versión de Jonio González


Anunci d’una casa on ningú no vol viure

L’han saquejada tants de cops
i gent amb tantes cares
que no hi fa res saber
qui és l’autor dels crims:
podríem ser nosaltres.
Ara només el sol saqueja unes paraules
sense frontisses ni llindars
i enfonsa portes sense pany.
A dins hi viuen dones
plenes de veus que han emmudit
i no saben com estimar-les:
reguen les pedres,
cusen regals per als absents
i t’ofereixen signes,
cendres, pluja del cel.
Llegeix-me: sóc l’anunci d’una casa
on ningú no vol viure.
No tens amb què comprar-la: benvingut.

---
Foto: Carles Torner en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, 2010, por Guido Bonfiglio

martes, febrero 12, 2013

Juan Bonilla / Galería comercial




Galería comercial

Se le pondrá cara de luna por el tratamiento
de cortisona, es por lo de sus manchas en la piel…
Escucho las conversaciones de los desconocidos
llenas de información preciosa sobre desconocidos
a los que me gustaría conocer,
o sobre ofertas increíbles
llenas también de la insignificancia
maravillosa que construye el existir de todos,
la pobre Lucy decidió dejar por fin al pelma de su novio
y ha conocido a un policía
y en Cortefiel rebajan los abrigos
y por la compra de tres libros te regalan un tatuaje donde quieras.

Vida. Vida por todas partes, vida sola,
sin arrebatos de esperanza, sin doctrinas
marchitas, sin banal ideología.
La mera inercia que desliza cada cosa hacia su fin
mientras chillan las piedras en el sueño del enfermo
que nos habita y no sabe conformarse y se pregunta ingenuo:
¿quién dijo que tengamos que morirnos?
Y se promete escalar el precipicio donde se hunde su alma
o se gasta en amar a quien no puede amarle.

Se está muy bien aquí, en la intemperie del ahora,
sin sitio adonde ir y sin memoria de dónde estuvimos,
mirando escaparates, soñando viajes a islas nuevas,
enterándote de que Lucy ya ha dejado al pelma de su novio,
de que a alguien va a ponérsele cara de luna por la cortisona,
y en Cortefiel rebajan los abrigos.
Se está muy bien aquí. No vamos a morirnos.

Es tan sencillo que da miedo.
Es dejarse llevar por los pasillos de este centro comercial
aceptándolo todo como el bien pagado actor protagonista
de una tragicomedia a la que no le hacen falta buenas críticas.
Hacer tiempo si es que es posible que el tiempo se haga,
si no es vivir precisamente deshacerse en tiempo.
Es tan sencillo que da miedo.
No vamos a morirnos. No se puede.

Vida por todas partes, vida sola. Tan insignificante y obvia
como un rostro hermoso al que adjudicamos un misterio
para enaltecer de alguna forma su descarada falta de misterio.

Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1966), Cháchara, Ed. Renacimiento, Sevilla, 2010

---
Foto: Juan Bonilla s/d

lunes, febrero 11, 2013

Pancho Muñoz / Parte dos...




Parte dos (disminuida en la edición) de un poema que parece que no termina nunca

Unpoema cuelga como una baba,
s     e        e     s     t      i     r     a
hasta la desesperación sin perder el estilo
                                         y vuelve para ir


El unpoema organiza la carga,
las cruces,
                las espinas,
las agujas,
                las gasas,
los hisopos

             
Conoce la mueca y se da máquina, ningún segundo
oficio lo condena
Por ahí anda


Unpoema come queso de la ratonera
y tiene un absoluto y original sentido de la orientación

Jamás perdido

                         Jamás vencido
                         Jamás medido

Unpoema hace las de él en tanto no cede ni esto
                          ni puede explicarse


El unpoema es resorte de navaja,
roldana de arco, bigote de Quevedo
                                                        Tal el Siglo de Oro

 

Unpoema sobra para balancear
La audacia es su socorro y
nunca falta, ni faltó a la mesa, y no es orgullo

Hilo, puntada y nudo

Unpoema peina el orden y pone a los piojos
entre tu parentela y a los abuelos entre tu nada Por ahí anda
                                                        Tal Leopoldo Marechal Obras Musicales Completas



Lo mejor de unpoema es que perder
el tiempo es su mayor y revolucionario mérito
y en eso no se detiene nunca


Unpoema no busca donde no debe y
sabe separar las cosas y
volver a juntarlas como sea

Un rival durísimo y sorpresivo; un cross en
                                                   el mentón,

una chica de pies fríos para tu alma
                                                   on the rock


La rapidez es su mejor talento y toda su concentración
y su mejor cháchara del medio Al unpoema basta ponerle una vereda para que salte                                      hacia la calle                                                            


Todos los poemas son iguales, incorregibles y comestibles Grasa intransigente para tu colesterol Rayas para tus hemorroides                                                                        

Los poemas ponen y paran según sexo y arbitrio
                                        Tal el rock and roll más doméstico


(Se que para o intuyo que parará esto; que, según parece, no termina nunca.)


El unpoema tiene fecha calendario
El unpoema descompone el trabajo
y sabe que todo es ultra plusvalía y
escribe porque sabe y entrena sin sufrimiento alguno. Tal Macedonio afinando a Fernández.


Pone
y quita comas, puntos y comas, puntos seguidos y puntos aparte Pone y quita Obedece sin seducir y decide según las declinaciones y la gramática en general


Pone
y para y adjetiva y es unsiempre, el unpoema, unrival durísimo en cualquier categoría registrada Si es joda, no se nota

98% de lo que no es unpoema está muerto, le juro Hay que arreglarse con lo que queda vivo y lo que queda vivo supera cualquier cifra cotejable con lo muerto, claro

Si no pudo el humor, no lo podrá la muerte Por ahí anda
                                                                                 Tal Rodolfo Alonso



Unpoema carece de diseño
y el corte de los versos obedece a su sistema respiratorio
                                                                                  Tal Dalí y las divisiones entre las artes, las ciencias vibratorias y el aleteo de las moscas en la comisura de los labios


El unpoema requiere de unyo que lo administre
y lo haga posible y presentable El unpoema debe permitir que se anochezca en él del mismo modo que anochece en el ganado
                                                                              Tal Drumond, el mejor de los Andrade


El unpoema pierde tiempo por dónde se lo escriba y por donde se lo lea, con o sin acento siempre en la palabra donde -dónde

Todo es eso, en ese orden del gallina y la huevo El unpoema nunca juega y es de sacarle los cubitos a tu trago, o sea de poner más espesos los pies fríos de tu muchacha envejecida y blanca de felicidad en el fondo

El unpoema sabe que para explicar lo que haga falta está la constancia de los números y su conjunto infinito y su escasa circularidad y sus ejercicios temporales y su imaginación precisa y comprobada
                                   Tal el doctor Alberto Kornblit y las veinte verdades de la biología

             El unpoema  es la hélice de la casa de tu cuerpo y también  de las casas y los cuerpos vecinos y de todos los misterios y de todos los milagros de todas las cosas

Por ahí anda, lejos de cualquier imaginación, el unpoema no comprueba,  no experimenta nada


El unpoema conoce
el juego del remanye
y es siempre el mismo: toma y obliga
                                                 Tal todos los cantores y la fragilidad de la escenografía


Por ahí anda


Con defender no alcanza, con resistir es poco;                                      

el unpoema choca                                            con lo que puede y con lo que encuentra

No anda bartoleando y
jamás
se achica y
                        jamás se agranda Se atiene a la cuadratura

del círculo y
jamás                        se acerca y
jamás se aleja Cree sin orgullo y sin plegar las alas aterriza
                                                                                         Tal Apollinaire entre las vendas                

Sola y sin inclinarse, la poesía mueve al mundo

 

(a Un poema que parece que no termina nunca)


Francisco "Pancho" Muñoz (Buenos Aires, 1945), inédito


Ilustración: Guache, 1953, Alfredo Hlito         

domingo, febrero 10, 2013

Arnaldo Calveyra / De "Diario del fumigador de guardia", 2




La rata lazarilla

A mi lado, que es el este, hay un hombre que es el este, está
mirando, tiene la cara inclinada, acaso espera de ese lado, acaso
sólo saber esperar de ese lado, de todos modos espera de ese lado.

En algunos rincones del muelle crecen abandonados los yuyos, los
yuyos que no se dan con nadie, no se apasionan por casi nada.
Aunque tal vez no lo sepa, el hombre de la cara inclinada, de
alguna manera está dedicado a ese pastizal hirsuto.

El ciego de la rata pasa con una cuerda de pescar objetos, el
ciego es el sur.

La rata que lo acompaña se le apersonó una vez y se quedó a
vivir con él para siempre.



Trabajos que cumplir:

fotografía al desconocido que avanza a tientas por el muelle, es
tu pensamiento;

entrar de nuevo en las cabinas de la derecha, las moscas siguen
golpeándose enloquecidas contra los vidrios, vivas. Abrir los
ojos de buey clausurados con papel de diario engomado, no mirar
lo que no está, lo que no entró contigo;

ir con la medida de aquel patio que sabes a ese lugar desconocido

"El agua se dio la muerte" (de los diarios).



Canción del fumigador de guardia

Años de ningún poema.

Para mí la línea tachada del verso,
arcoiris en blanco y negro de las comas,
la plaza castellana de la palabra,
solitaria plaza.

Para otros las veredas que se alargan
a medida que las veredas del cielo se despliegan,
vamos entrando en el Decanato de la Rata
y de nuestro oscuro origen
subsistirán algunos nombres
empotrados en los muros.

¿Y dónde quedó el paisaje
que la mañana vuelve sin tan siquiera un árbol?

Lo que usted está mirando
es una bandera amarilla.

Para mí la línea frágil del verso,
la alegría oscilante de la página.

Aquí empieza mi canción.

Arnaldo Calveyra (Mansilla, Entre Ríos, 1929-París, 2015), "Diario del fumigador de guardia", Obra reunida, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2008


Ilustración: Men of the Docks, 1912, George Bellows

sábado, febrero 09, 2013

Ted Kooser / Granja abandonada




Granja abandonada

Era un hombre corpulento, dice la talla de sus zapatos
sobre una pila de platos rotos, junto a la casa;
y también alto, dice el tamaño de la cama
en una habitación de la planta superior; y bueno y temeroso de Dios,
dice la Biblia con el lomo partido,
en el suelo, bajo la ventana, entre motas de polvo iluminadas por el sol;
pero no estaba hecho para la agricultura, dicen los campos
cubiertos de pedruscos y el granero lleno de goteras.

Vivía una mujer con él, dice el empapelado del dormitorio
con motivos de lilas y los estantes de la cocina
forrados con hule, y tenían un hijo,
dice el arenero hecho con un neumático de tractor.
El dinero era escaso, dicen los frascos de ciruelas en conserva
y las latas de tomate precintadas en la lucerna.
Y los inviernos duros, dicen los trapos en los marcos de las ventanas.
Era un lugar solitario, dice el angosto camino vecinal.

Algo fue mal, dice la casa vacía
en el terreno tapado por las malas hierbas. Las piedras en los campos
dicen que él no era un granjero; los frascos cerrados
en el sótano dicen que ella se fue precipitadamente.
¿Y el chico? Sus juguetes están esparcidos en el patio
como ramas después de una tormenta: una vaca de goma,
un tractor oxidado con el arado roto,
una muñeca vestida con un overol. Algo fue mal, dicen.

Ted Kooser (Ames, Iowa, 1939), Sure Signs: New and Selected Poems, University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1980
Versión de Jonio González

Abandoned Farmhouse

He was a big man, says the size of his shoes
on a pile of broken dishes by the house; 
a tall man too, says the length of the bed
in an upstairs room; and a good, God-fearing man,
 says the Bible with a broken back
on the floor below the window, dusty with sun;
but not a man for farming, say the fields
cluttered with boulders and the leaky barn.

A woman lived with him, says the bedroom wall
papered with lilacs and the kitchen shelves
covered with oilcloth, and they had a child,
says the sandbox made from a tractor tire.
Money was scarce, say the jars of plum preserves
and canned tomatoes sealed in the cellar hole.
And the winters cold, say the rags in the window frames.
It was lonely here, says the narrow country road.

Something went wrong, says the empty house
in the weed-choked yard. Stones in the fields
say he was not a farmer; the still-sealed jars
in the cellar say she left in a nervous haste.
And the child? Its toys are strewn in the yard
like branches after a storm--a rubber cow,
a rusty tractor with a broken plow,
a doll in overalls. Something went wrong, they say.


Ilustración: Granero y gallinero, 1930, Edward Hopper

viernes, febrero 08, 2013

Giovanni Pascoli / El muchacho




El muchacho

I

A ti ni gemas ni oro
te ofrezco, dulce huésped, es cierto,
más hago que te basten flores
que recoges en el verde sendero,
del muro en las húmedas grietas
y sobre la áspera maleza.
No traigo a tu mesa el especioso
trozo de pingüe ternera;
hago que gustes del radichio *
no sin la pimpinela                **
y el huevo que en la mañana
cantó la gallina.
Para mí tú no aras, oh poeta,
ni viñas pedregosas ni grasos
barbechos; pero dime si más
se alegra de viñas y barbechos
aquel taciturno señor, o el gorrión
gárrulo y tú.
Ni frágiles copas de China
ni lámpara de oro te ilumina
pero a tu tosca cocina
amas; a la pródiga artesa
y la llama que lustra, amas
sobre los nítidos cobres.
No haces que de tu ceño dependa
ni paje ni florida sierva
pero alegre y grata trajina
para ti tu dulce hermana,
que ciñe el delantal y sonríe;
lo desata y se sienta
contigo... Y por lecho mortuorio,
que a todos es tan duro y grave,
qué cosa te ofrezco ¿lo sabes?
Oh, rosas por lecho de muerte
caídas de la zarza: el suave
dolor que fue.

II

¿El nombre? ¿El nombre? El alma siembro,
lo que tiene de más blanco mi semilla,
en tierra se pierde,
pero nace el bello árbol verde.

No busco lauro ni bronce; solo vivir;
y vida es la sangre; río que fluye
sin otro rumor
que un batir, apenas, en el corazón.

En los corazones busco que un palpitar mío
quede, sin otra gloria cual un escalofrío
que tiembla en el agua
como la piedra que en el fondo yace.

En el aire, quiero, quede un gemido mío;
si el búho gime quiero estar
entre los sauces del río,
también yo, entre tinieblas, también yo.

Si lloran las campanas, lloran
en las opacas tardes, invisible
quiero estar junto
aquella que llora con ese llanto.

Poco quiero, tan solo encender
sobre las mudas tumbas, la lámpara
que ilumine y consuele
la vigilia de los pobres muertos.

Lo quiero todo, quizás nada, sumar
un punto a los mundos de la Vía Láctea
en el cielo infinito;
dar nueva dulzura al vagido.

Quiero mi vida dejar pendiente
en cada tallo, sobre cada pétalo
como un rocío
salido del sueño y se pierda

en nuestra breve alba. Con los iris
de mil gotas suyas que en el único sol
se anula y sublima...
dejando más vida que antes.


Giovanni Pascoli (San Mauro di Romagna, 1855-Bologna, 1912)
Versiones y notas de Angel Faretta


“Il Fanciullino”, “el jovencito” o “el muchachito”, es un breve tratado en prosa escrito por Giovanni Pascoli, y que incluye estos dos poemas. Fue publicado en 1897 en la revista Il Marzoco. Los poemas se titulan “Il fanciullo”, “el muchacho”, a diferencia del tratado que es Il fanciullino.
En línea directa con el Ión platónico que tuvo a su vez una basta descendencia, Pascoli propone al adolescente, al efebo si queremos, como emblema y mitologema de la poesía. Este “fanciullo” por supuesto se enlaza con la larga, milenaria tradición italiana y romana de pugna entre la “urbs”, la ciudad, y el “ager”, el campo.
Pascoli es por otro lado el poeta que superó la dicotomía y hegemonía fin de siglo entre el inflado neopaganismo de Carducci y la exaltación pánica que muchas veces degenera en verborrea de  D’Anunzzio. Es el más alto representante del “crepuscularismo” junto a Guido Gozzano, Corrado Govoni y Sergio Corazzini, éste muerto con apenas veintiún años.
Desde luego esa “fanciulezza” enlaza con la edad de oro y con lo agrario y campesino. Esto parte de Horacio y del Virgilio de las Geórgicas y Bucólicas, sigue con la huida al campo de Bocaccio en su Decamerone, hasta surge como nota al pie en Maquiavelo durante su exilio, Vico lo eleva al primer lenguaje de la humanidad, y luego desde Leopardi a Pasolini, pasando por Cesare Pavese y un largo etcétera atraviesa toda la lírica y hasta el ideario italiano. La novela, y el cine.
Un solo ejemplo, al final de La dolce vita, y si bien con el machacón didactismo gritón de todo el film, vemos cómo Marcello, en la escena de la orgía final, arremete contra una mujer campesina entregada ahora a ese pobre vicio rentado, por reconocer en ella un acento dialectal similar al suyo.
Mucho de esto los italianos lo trasladamos aquí. Y como no había mucho campo que digamos en la ciudad de Buenos Aires, se empleó al barrio -opuesto al centro- para la repetición del arquetipo. Esto dio lugar a la poética del tango.

* dejo “radichio” como en el original, porque desde hace algunos años tal vegetal de color rosado y blanco se cultiva y vende -carísimo- también por aquí

** “selvastrella”, “pimpinela” es una planta herbácea de frutos color rojo, muy común en España, que tiene por su tamaño dos variedades, mayor y menor. Ese fruto rojizo, o negro rojizo, se emplea para usos medicinales. Sobre todo –por magia simpática- como vulneraria, para cicatrizar heridas. Desconozco el uso como condimento que parece darle aquí Pascoli. Supongo que, al igual de lo que se afirma sobre la mítica mandrágora, al arrancársela del suelo, grita.


Il fanciullo

I
A te né le gemme né gli ori
fornisco, o dolce ospite: è vero;
ma fo che ti bastino i fiori
che cogli nel verde sentiero,
nel muro, su le umide crepe,
su l'ispida siepe.
Non reco al tuo desco lo spicchio
fumante di pingue vitella;
ma fo che ti piaccia il radicchio
non senza la tua selvastrella,
con l'ovo che a te mattutina
cantò la gallina.
Per me tu non ari, o poeta,
né vigne sassose, né grasse
maggesi; ma dimmi se più
di vigne e maggesi s'allieta
quel cupo signore, od il passero
garrulo e tu.
Non fragili coppe di Cina,
la lampada d'oro t'irradia;
ma tu la tua scabra cucina
tu ami e la provvida madia;
la fiamma che lustra, tu ami,
sui nitidi rami.
Non hai che dal ciglio ti penda,
né paggio né florida ancella;
ma lieta, ma grata sfaccenda
per te la tua dolce sorella;
che cinge il grembiule, e sorride;
lo scinge e s'asside
con te...E per letto di morte,
che a tutti è sì duro e sì grave,
che cosa ti serbo, sai tu?
Oh! Rose per letto di morte,
cadute dal pruno: il soave
dolore che fu!

II
Il nome? Il nome? L’anima io semino
cio ch’é di bianco dentro il mio nocciolo
che in terra si perde,
ma nace il bell’albero verde.

Non lauro e bronzo voglio; ma vivere;
e vita é il sangue fiume che fluttua
senz’altro rumore
che un battito, appena, nel cuore.

Nei cuori, io voglio, resti un mio palpito,
senz’altro vanto che quel d’un brivido
che trema su l’acque,
fa il sasso che in fondo vi giacque.

Nell’aria, io voglio, resti un mio gemito;
se l’assiuolo geme, voglio essere
tra i salci del rio
anch’io, nelle tenebre, anch’io.

Se le campane piangono, piangono
io nelle apache sere invisibile
voglio essere accanto
di quella che piange a quel pianto.

Io poco voglio; pur, molto: accendere
io su le tombe mute la lampada
che irraggi e conforti
la veglia dei poveri morti.

Io tutto voglio; pur nullla, aggiungere
un punti ai mondi Della Via Lattea
nel cielo infinito;
dar nuava dolcezza al vagito.

Voglio la mia vita lasciar, pendula
ad ogni stelo, sopra ogni petalo,
como una rugiada
ch’esali dal sonno, e ricada

Nella  nostr’alba breve. Con l’iridi
di mille stille sue nel sole unico
s’annulla e sublima...
lasciando piú vita di prima.

Giovanni Pascoli, Fundación Giovanni Pascoli

Foto: Pascoli, Poetry Foundation

jueves, febrero 07, 2013

William Carlos Williams / Paterson, 9




Libro 1


Los delineamientos de los gigantes 

II (Continuación)

El sol
envuelve la enredadera alrededor de un
arbusto; gusanos y jejenes, vida bajo de una piedra.
La serpiente detestable con su piel de mosaico
y su lengua iracunda. El caballo, el toro
todo el estruendo del pensamiento fracturado
mientras va cayendo metálico hasta convertirse en nada sobre las calles
y la dignidad absurda de una locomotora
arrastrando su carga—

Breves filosofías de
salidas y entradas cotidianas, con libros
soportando un extremo de la mesa inestable—
Las precisiones vagas de hechos bailando de dos
en dos con el lenguaje que nunca
superan—y amaneceres
enredados en la oscuridad—

El gigante en cuyas aberturas nosotros
cohabitamos, ignorantes de qué aire nos
sostiene—lo vago, lo particular
no menos vago

sus pensamientos, el torrente
y nosotros, nosotros dos, aislados en el torrente,
nosotros también: tres semejantes—

nos sentamos y hablamos
y deseo estar contigo en la cama, nosotros dos
como si la cama fuera la cama de un torrente
—tengo tanto qué decirte

Nos sentamos y hablamos,
serenos, con largos intervalos de silencio
y soy consciente de el torrente
que no tiene lenguaje, navegando
bajo del cielo calmo de
tus ojos

que no tiene habla; para
ir a la cama contigo, ir más allá
del momento del encuentro, mientras las
corrientes flotan inmóviles a medio cielo, para
caer—
contigo desde el borde, antes
del choque—

para atrapar el instante.

Nos sentamos y hablamos, sintiendo un poco
el rápido impacto de la violenta corriente
de los gigantes sometiéndonos, unos
breves instantes.

Si yo lo exigiera, como
lo exigieron otros
y me fuera otorgado prontamente, y tu
consintieras. Yo consentiría

Nos sentamos y hablamos y el
silencio habla de los gigantes
que murieron en el pasado y regresaron
a esas escenas insatisfechos
y aquel que no es insatisfecho, el
silente, Singac, el peñasco
emergiendo de las rocas—y los gigantes
viven otra vez en tu silencio y
deseo ignorado—

Y el aire que descansa sobre el agua
alza pequeñas olas, de hermano
a hermano, tocando como toca la mente,
contra corriente, río arriba
trayendo los campos, caliente y frío
en paralelo, pero sin mezclarse, uno que se gira
hacia atrás en el borde y se enrosca invisible
hacia arriba, llena el vacío, girando,
un acompañamiento—pero separado, observante de
la angustia, barriendo hacia arriba o hacia abajo despejando
la espuma—

trae rumores de mundos
separados, los pájaros contra los peces, la uva
a la verde maleza que se derrama ondulante
con la corriente en la baja marea junto a
la zarza en flor, la tormenta con el desborde—
canción y alas—

uno distinto al otro, gemelos
del otro, versados en excentricidades
lado a lado, llevando gotas de agua
y nieve, convergentes, el agua calmando al aire cuando
avanza entre las rocas con dificultad—

Mientras a 10,000 pies, descendiendo sobre
las sombrías montañas de Haiti, la bahía
rodeada por tierra allá en Puerto Príncipe, sulfato azul
surcado por corrientes más pálidas, gastadas como cabello
suelto, mal teñido—como desechos químicos
mezclados, devorando nuestras costas . . .


William Carlos Williams (Rutherford, 1883-1963), Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión de Silvia Camerotto


The delineaments of the giants II
The sun /winding the yellow bindweed about a /bush; worms and gnats, life under a stone. /The pitiful snake with its mosaic skin /and frantic tongue. The horse, the bull /the whole din of fracturing thought /as it falls tinnily to nothing upon the streets /and the absurd dignity of a locomotive /hauling freight—//Pithy philosophies of /daily exits and entrances, with books /propping up one end of the shaky table— /The vague accuracies of events dancing two /and two with language which they /forever surpass—and dawns /tangled in darkness— //The giant in whose apertures we /cohabit, unaware of what air supports /us—the vague, the particular /no less vague //his thoughts, the stream /and we, we two, isolated in the stream, /we also: three alike— //we sit and talk, /quietly, with long lapses of silence /and I am aware of the stream /that has no language, coursing /beneath the quiet heaven of /your eyes //which has no speech; to /go to bed with you, to pass beyond /the moment of meeting, while the /currents float still in mid-air, to /fall— /with you from the brink, before /the crash— //to seize the moment. //We sit and talk, sensing a little /the rushing impact of the giants’ /violent torrent rolling over us, a /few moments. //If I should demand it, as /it has been demanded of others /and given too swiftly, and you should /consent. If you would consent //We sit and talk and the /silence speaks of the giants /who have died in the past and have /returned to those scenes unsatisfied /and who is not satisfied, the /silent, Singac the rock-shoulder /emerging from the rocks—and the giants /live again in your silence and /unacknowledged desire— //And the air lying over the water /lifts the ripples, brother /to brother, touching as the mind touches, /counter-current, upstream /brings in the fields, hot and cold /parallel but never mingling, one that whirls /backward at the brink and curls invisibly /upward, fills the hollow, whirling, /an accompaniment—but apart, observant of /the distress, sweeps down or up clearing /the spray— //brings in the rumors of separate /worlds, the birds as against the fish, the grape /to the green weed that streams our undulant /with the current at low tide beside the /bramble in blossom, the storm by the flood— /song and wings— //one unlike the other, twin /of the other, conversant with eccentricities /side by side, bearing the water-drops /and snow, vergent, the water soothing the air when /it drives in among the rocks fitfully— //While at 10,000 feet, coming in over /the sombre mountains of Haiti, the land-locked /bay back at Port au Prince, blue vitriol /streaked with paler streams, shabby as loose /hair, badly dyed—like chemical waste /mixed in, eating out the shores .  .


Ilustración: A Atlantic Storm, 1876, John Singer Sargent

martes, febrero 05, 2013

Ismael Gavilán / Das Tod Venedig




Das Tod Venedig

No la belleza, sino su representación:
lo que el ángel permite conocer como intensidad
o como ofrecimiento, tal vez como experiencia
de una niñez a la deriva en un mar tenebroso.
De todos modos, para Visconti
lo primordial es la representación, no la belleza en sí misma,
no la intensidad angélica que promete destrucción,
sino el abstracto devaneo para regocijo de los sentidos.

En esto tal vez consiste el arte
o en el talento de sir Dirk Bogarde -timidez,valentía,
el justo equilibrio entre sí mismo y su personae- o esas palabras
dirigidas a Schiller por parte de Goethe
que condenaban a la soledad más profunda al desequilibrado
y joven autor de Patmos. Ajuste sin duda entre lo que se es
y lo que se necesita ser, lo que probablemente Thomas Mann
sospechó desde que adquirió conciencia de su propio valer como escritor,
jurando no caer en el extravío que prescribía su propia escritura -el contorno,
la contención clásica a través del estilo, siendo el estilo, la frialdad necesaria
para establecer una frontera con la vida-

Pero a Visconti
Tadzio, más que un problema de sexualidad decadente,
le plantea la curiosa necesidad de ver a Platón
                                     representado como imagen cinematográfica:
platonismo, neoplatonismo, idealismo, pureza,
ideal estético, decadencia, serenidad, proporción:
nombres, palabras, efímero festín que acusa para nosotros la fidelidad
hacia la autodestrucción siempre anhelada.

Por ello, sólo el Adagietto
puede ser el heraldo angélico de la representación o de su artificio.
Verdad y mentira, unidos e indistintos,
                                     Venecia y la enfermedad
y la agonía de un niño solitario que en su cuarto
piensa en lo imposible que es verse amado.
Lo que el ángel permite conocer como intensidad
es solamente el ventanal azul de un país que nunca podremos conocer,
la mirada de Apolo frente al mar mientras nuestro cuerpo es consumido por la peste.

Ismael Gavilán (Valparaíso, 1973), revista El Navegante, de la Universidad del Desarrollo, Santiago de Chile, diciembre de 2012


Foto: Ismael Gavilán en Crónica a la distancia

lunes, febrero 04, 2013

César Fernández Moreno / Marche un poema al mostrador




Marche un poema al mostrador

viejo si me vieras ahora
estoy parado contra el mostrador
mis pantorrillas tensas me soportan
un rato cada una

vos te hubieras sentado en una mesa
tus hombros los hubiera soportado un respaldo
hubieras perdido tu mirada en la vereda de enfrente
qué fabulosa lejanía

yo he venido a quedar un poco más arriba
veo un poco más cerca
alcanzo a leer las letras de la vidriera
al revés

pero es lo mismo
la misma breve lucha con el paquetito de azúcar
el mismo sabor aceitoso del café suburbano

cambio propina por comentario sobre lluvia inminente
saco mi libretita con disimulo
para escribir este primer poema
al mostrador

pero el patrón me enciende una luz
solícitamente
y lo escribimos a medias
entre mi mano y su mirada

César Fernández Moreno (Buenos Aires, 1919-París, 1985), "Sentimientos completos. Los aeropuertos" (1982), Obra poética, recopilación de Jorge Fondebrider, Perfil Libros, Buenos Aires, 1999


Ilustración: Devant la lampe a gaz, 1915, Paul Klee

domingo, febrero 03, 2013

John Keats / La Bella Dama Sin Piedad




La Bella Dama Sin Piedad

Oh, ¿Qué es lo que te aflige, caballero de armas
Solitario y deambulando débilmente?
El junco se marchita en el lago
Y ningún pájaro canta.

Oh, ¿Qué es lo que te aflige, caballero,
Tan demacrado y tan lleno de dolor?
El granero de la ardilla está lleno
Y la cosecha ya ha sido recogida.

Veo un lirio en tu frente
Con la  agonía de las gotas de febril rocío
Y en tu mejilla una rosa que rápida,
se desvanece al marchitarse

Conocí a una dama en los prados
de  completa belleza, una niña de las hadas;
Su pelo era largo, su caminar ligero
Y sus ojos salvajes

Hice una guirnalda para su cabeza
Brazaletes también, que la llenaron de fragancias;
Ella me miró al hacerme el amor
Con dulces suspiros.

La senté en mi corcel
Y nada más vi durante el resto del día
A mi lado ella se recostó, y cantó
Una canción de las hadas.

Ella me encontró raíces de dulce sabor
Miel salvaje y maná del rocío
Y en un lenguaje ciertamente extraño dijo-
‘Te amo’

Ella me llevó a su cueva encantada
Y allí lloró, y suspiró dolorida,
Y allí con cuatro besos
cerré sus ojos salvajes..

Y allí me cantó hasta dormirme
Y allí soñé – ¡Oh! ¡Maldito sea!
El último sueño que  tuve
En la pendiente de la fría colina.

Vi pálidos reyes, y princesas también,
Pálidos guerreros, todos con la palidez de la muerte;
Ellos gritaban – ‘¡La bella dama sin piedad
Te ha esclavizado!’

Vi sus hambrientos labios en la penumbra
Bien abiertos, adviertiendo
Y desperté, y me encontré  aquí,
En la pendiente de la fría colina.

Por eso  me encuentro aquí
Solitario, deambulando débilmente,
Aunque el junco se marchite en el lago
Y ningún pájaro cante.

Johan Keats (Londres, 1795-Roma, 1821)
Versión: Marina Kohon, en Ogham

Nota de la traductora:
En un principio el poema fue descartado por Keats, quien lo consideró inconsistente. Su conservación se debe a su hermano George, quien lo alentó a reescribirlo. Hoy se considera a este poema como uno de los clásicos de John Keats. Hay, entonces,  dos versiones de esta famosa balada: la primera es la del manuscrito original (una carta de Keats a su hermano George, 1819) y la segunda, es la forma de la primera publicación. Se considera a la primera la mejor y en ella se basó esta traducción.


Versión original de La Belle Dame Sans Merci, 1819:

Oh what can ail thee, knight-at-arms,
    Alone and palely loitering?
The sedge has withered from the lake,
    And no birds sing.Oh what can ail thee, knight-at-arms,
    So haggard and so woe-begone?
The squirrel's granary is full,
    And the harvest's done.I see a lily on thy brow,
    With anguish moist and fever-dew,
And on thy cheeks a fading rose
    Fast withereth too.
I met a lady in the meads,
    Full beautiful - a faery's child,
Her hair was long, her foot was light,
    And her eyes were wild.
I made a garland for her head,
    And bracelets too, and fragrant zone;
She looked at me as she did love,
    And made sweet moan.
I set her on my pacing steed,
    And nothing else saw all day long,
For sidelong would she bend, and sing
    A faery's song.
She found me roots of relish sweet,
    And honey wild, and manna-dew,
And sure in language strange she said -
    'I love thee true'.
She took me to her elfin grot,
    And there she wept and sighed full sore,
And there I shut her wild wild eyes
    With kisses four.
And there she lulled me asleep
    And there I dreamed - Ah! woe betide! -
The latest dream I ever dreamt
    On the cold hill side.
I saw pale kings and princes too,
    Pale warriors, death-pale were they all;
They cried - 'La Belle Dame sans Merci
    Hath thee in thrall!'
I saw their starved lips in the gloam,
    With horrid warning gaped wide,
And I awoke and found me here,
    On the cold hill's side.And this is why I sojourn here
    Alone and palely loitering,
Though the sedge is withered from the lake,
    And no birds sing.


Versión publicada de La Belle Dame Sans Merci, 1820:

Ah, what can ail thee, wretched wight,
    Alone and palely loitering;
The sedge is wither'd from the lake,
    And no birds sing.
Ah, what can ail thee, wretched wight,
    So haggard and so woe-begone?
The squirrel's granary is full,
    And the harvest's done.
I see a lily on thy brow,
    With anguish moist and fever dew;
And on thy cheek a fading rose
    Fast withereth too.
I met a lady in the meads
    Full beautiful, a faery's child;
Her hair was long, her foot was light,
    And her eyes were wild.
I set her on my pacing steed,
    And nothing else saw all day long;
For sideways would she lean, and sing
    A faery's song.
I made a garland for her head,
    And bracelets too, and fragrant zone;
She look'd at me as she did love,
    And made sweet moan.
She found me roots of relish sweet,
    And honey wild, and manna dew;
And sure in language strange she said,
    I love thee true.
She took me to her elfin grot,
    And there she gaz'd and sighed deep,
And there I shut her wild sad eyes--
    So kiss'd to sleep.
And there we slumber'd on the moss,
    And there I dream'd, ah woe betide,
The latest dream I ever dream'd
    On the cold hill side.
I saw pale kings, and princes too,
    Pale warriors, death-pale were they all;
Who cry'd--"La belle Dame sans merci
    Hath thee in thrall!"
I saw their starv'd lips in the gloam
    With horrid warning gaped wide,
And I awoke, and found me here
    On the cold hill side.
And this is why I sojourn here
    Alone and palely loitering,
Though the sedge is wither'd from the lake,
    And no birds sing.

Ilustración: La Belle Dame Sans Merci, 1901, Henry Meynell Rheam

sábado, febrero 02, 2013

Marina Serrano / Nunca decías sí




Nunca decías sí

   Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no": que
   lo que pasa de aquí viene del Maligno
                              Evangelio de Mateo


Nunca decías: sí.
Sólo un silencio mientras yo creía.
Porque te dijeron que un sí, debía ser un sí,
y todo lo que se dice de más
está bien para matar el tiempo, para convencer gente,
¿pero los no?
Los no deberían haber sido no.,
y fueron banquinas inundadas,
halos de soberbia
que decantaron hasta ser otros, distintos.
Yo siempre tuve un sí para las cosas, y los sueños,
pero como caída en la zozobra,
en la penumbra, el aburrimiento y la desesperanza,
sólo me quedan los no,
que son no, con tanta crudeza
como el más contundente bloque de cemento fraguado
en el gélido invierno de Rawson.
 
Marina Serrano (Quequén, Buenos Aires, 1973), La única cosa necesaria, Ediciones del Copista, Córdoba, Argentina, 2012

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Ilustración: Stiller Tag am Meer I, 1926, Lyonel Feininger

viernes, febrero 01, 2013

Ted Kooser / Tres poemas



Después de años

Hoy, desde lejos, te vi
alejarte, y sin un sonido
la resplandeciente cara de un glaciar
se hundió en el mar. Un viejo roble
cayó en las Cumberlands, levantando apenas
un puñado de hojas, y una anciana
que esparcía maíz para sus gallinas levantó la mirada
por un instante. En el extremo opuesto
de la galaxia, una estrella treinta y cinco veces
mayor que nuestro sol explotó
y se desvaneció, dejando una pequeña mancha verde
en la retina del astrónomo
como si éste estuviera de pie en la gran cúpula abierta
de mi corazón sin nadie a quien contárselo.


En enero

Sólo una celda en la helada colmena de la noche
está iluminada, o eso nos parece:
este café vietnamita, con su luz grasienta,
sus olores, cuyas vistosas formas son como flores.
Riendo y hablando, el tictac de los palillos.
Más allá del cristal, la ciudad invernal
cruje como un viejo puente de madera.
Un gran viento sopla debajo de todos nosotros.
Cuanto más grande la ventana, más tiembla.


Un feliz cumpleaños

Esta tarde me senté junto a una ventana abierta
y leí hasta que la luz se hubo ido y el libro
no era más que una parte de la oscuridad.
Podría fácilmente haber encendido la lámpara,
pero quería cabalgar este día hasta la noche,
sentarme solo y acariciar la ilegible página
con el pálido y gris fantasma de mi mano.

Ted Kooser (Ames, Iowa, 1939), "Después de años" y "En enero" integran Fying at Night: Poems 1965-1985, University of Pittsburg Press, Pittsburg, 1980; "Un feliz cumpleaños", Delights and Shadows, Cooper Canyon Press, Port Townsend, Washington, 2004
Versiones de Jonio González


After Years 

Today, from a distance, I saw you
walking away, and without a sound
the glittering face of a glacier
slid into the sea. An ancient oak
fell in the Cumberlands, holding only
a handful of leaves, and an old woman
scattering corn to her chickens looked up
for an instant. At the other side
of the galaxy, a star thirty-five times
the size of our own sun exploded
and vanished, leaving a small green spot
on the astronomer's retina
as he stood on the great open dome
of my heart with no one to tell. 


In January 

Only one cell in the frozen hive of night
is lit, or so it seems to us:
this Vietnamese café, with its oily light,
its odors whose colorful shapes are like flowers.
Laughter and talking, the tick of chopsticks.
Beyond the glass, the wintry city
creaks like an ancient wooden bridge.
A great wind rushes under all of us.
The bigger the window, the more it trembles.


A Happy Birthday

This evening, I sat by an open window
and read till the light was gone and the book
was no more than a part of the darkness. 
I could easily have switched on a lamp, 
but I wanted to ride this day down into night,
to sit alone and smooth the unreadable page 
with the pale gray ghost of my hand.


Foto: Ted Kooser en University of Nebraska-Lincoln