Las barcazas remontan despacio, a pulso, pesadas;
casi inmóviles, espuman la viva corriente.
Es ya casi de noche. Aisladas, se detienen:
se debate y estremece la pala bajo el agua.
De hora en hora, otras barcas han llegado hasta aquí.
Muchos cuerpos de mujer han cruzado en el sol
sobre esta agua. Han bajado al agua o saltado a la orilla
a debatirse en pareja, alguna, sobre la hierba.
En el crepúsculo, el río está desierto. Dos o tres areneros
han bajado, con el agua hasta la cintura, y excavan el fondo.
El gran frío en las ingles agota y adormece las espaldas.
Aquellas mujeres no son más que un blanco recuerdo.
Las barcazas en la oscuridad descienden, pesadas de arena,
sin un corcovo, rasantes: hay un hombre sentado
en cada punta y un grano de fuego les arde en la boca.
Cada par de brazos trajina su remo,
una tibieza desciende sobre las piernas agotadas
y lejos se encienden las luces. Desaparecieron las mujeres
que a la mañana llevaban en las barcas, tendidas,
mientras que un joven, parado en la punta, remaba sudando.
Eran bellas esas mujeres: alguna descendía,
semidesnuda y desaparecía riendo con algún compañero.
Cuando cualquier atolondrado venía a buscar pelea,
los areneros levantaban la cabeza y la injuria moría
sobre la mujer acostada, como si estuviese ya desnuda.
Ahora vuelven los estremecimientos, entrevistos en la hierba,
a ocupar el silencio. Y cada cosa se concentra
en la punta de fuego, que vive. Ahora el ojo
se pierde en el humo invisible que sale de la boca
y las piernas recuperan el empujón de la sangre.
A la distancia, sobre el río, cintilan las luces
de Turín. Dos o tres areneros ha encendido,
sobre la proa, el fanal, pero el río está desierto.
La fatiga del día querría adormecerlos
y sus piernas están casi destruidas. Alguno no piensa
sino en atracar la barcaza y caer sobre la cama
y comer en el sueño, quizá soñando.
Pero alguno vuelve a ver aquellos cuerpos en el sol
y tendrá aún la fuerza de ir a la ciudad, bajo las luces,
a buscar, riendo, entre la muchedumbre que pasa.
Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908 - Turín, Italia, 1950), "Trabajar cansa", Poesía completa, traducción de Jorge Aulicino, Barnacle, Buenos Aires, 2025
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Crepuscolo di sabbiatori
I barconi risalgono adagio, sospinti e pesanti;
quasi immobili, fanno schiumare la viva corrente.
È già quasi la notte. Isolati, si fermano:
si dibatte e sussulta la vanga sott'acqua.
Di ora in ora, altre barche son state fin qui.
Tanti corpi di donna han varcato nel sole
su quest'acqua. Son scese nell'acqua o saltate alla riva
a dibbatersi in coppia, qualcuna, sull'erba.
Nel crepuscolo, il fiume è deserto. I due o tre sabbiatore
sono scesi con l'acqua alla cintola e scavano il fondo.
Il gran gelo dell'inguine fiacca e intontisce le schiene.
Quelle donne non sono che un bianco ricordo.
I barconi nel buio discendono grevi di sabbia,
senza dare una scossa, radenti: ogni uomo è seduto
a una punta e un granello di fuoco gli brucia alla bocca.
Ogni paio di braccia strascina il suo remo,
un tepore discende alle gambe fiaccate
e lontano s'accendono i lumi. Ogni donna è scomparsa,
che il matino le barche portavano stesa
e che un giovane, dritto alla punta, spingeva sudando.
Quelle donne eran belle: qualcuna scendeva
seminuda e spariva ridendo con qualche compagno.
Quando un qualche inesperto veniva a cozzare,
sabbiatori levavano il capo e l'ingiuria moriva
sulla donna distesa come fosse già nuda.
Ora tornano tutti i sussulti, intravisti nell'erba,
a occupare il silenzio e ogni cosa s'accentra
sulla punta di fuoco, che vive. Ora l'occhio
si smarrisce nel fumo invisibile ch'esce di bocca
e le membra ritrovano l'urto del sangue.
In distanza sul fiume, scintillano i lumi
di Torino. Due o tre sabbiatori hanno acceso
sulla prua il fanale, ma il fiume è deserto.
La fatica del giorno vorrebbe assopirli
e le gambe son quasi spezzate. Qualcuno non pensa
che a attracare il barcone e cadere sul letto
e mangiare nel sonno, magari sognando.
Ma qualcuno rivede quei corpi nel sole
e avrà ancora la forza di andare in città, sotto i lumi,
a cercare ridendo tra la folla che passa.
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