El tercer recuerdo que tengo presente, en apariencia propio de una astracanada, nació como resultado de un embrollo sentimental que enfrentó al poeta con otro poeta, Jorge Teillier (N. de R.: Lautaro, 1935-Viña del Mar, 1996), una de las voces importantes de la generación del cincuenta. El hecho es que, a pesar de estar lejos del entuerto, me vi una tarde en la obligación moral de acompañar a Jorge a la Quinta Normal, en cuyas calles, pobladas de acacias y de nogales, había pactado con Enrique (N. de R.: Lihn, Santiago de Chile, 1929-1988)) batirse a duelo de pistolas. No niego que, a pesar de las aprensiones, tenía cierta curiosidad en observar qué ocurriría en el lance. Como diría el insidioso Gerardo de Pompier, el destino supo guiar los pasos de los contendientes y, a medida que oscurecía la tarde de noviembre en los jardines del antiguo parque, cada cual se fue alejando del otro hasta que, llegado un instante, plena noche ya, las partes optaron por una honrosa retirada ante la ausencia del otro duelista.
Germán Marín en el prólogo a El circo en llamas, de Enrique Lihn, Lom Ediciones, Santiago de Chile, 1997
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Fotos: Teillier y Lihn s/d
Muy bueno!!
ResponderBorrarMuy bueno! Alejarse de la muerte caminando...
ResponderBorrarMaravilla
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