lunes, agosto 28, 2023

Raúl González Tuñón / De "El violín del diablo"




Eche veinte centavos en la ranura

                (Viejo Paseo de Julio, hoy
                   Avenida Leandro Alem)

I

A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes y de lámparas luminosa
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
¡Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura!
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
El dolor mata, amigo, la vida es dura,
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa.
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.

II

Lamparillas de la kermesse,
títeres y titiriteros,
volver a ser niño otra vez
y andar entre los marineros
de Liverpool o de Suez.
Teatrillos de utilería,
detrás de los turbios cristales
hay una sala sombría:
Paraísos Artificiales.

III

Cien lucecitas. Maravilla
de reflejos funambulescos.
¡Aquí hay mujer y manzanilla!
¡Aquí hay títeres y refrescos!
Pero sobre todo mujeres
para los hombres de los puertos
que prenden como alfileres
sus ojos en los ojos muertos.

No debe tener esqueleto
el enano de Sarrasani,
que bien parece un amuleto
de la joyería Escasany.
Salta la cuerda, sáltala,
ojos de rata, cara de clown
y el trala-trala-tralalá
ritma en tu viejo corazón.

Estampas, luces, musiquillas,
misterios de los reservados
donde entrarán a hurtadillas
los marinos alucinados.
Y fiesta, fiesta un poco idiota
o tragicómica o grotesca.
Pero una esperanza remota
de vida miliunanochesca…

IV

¡Qué lindo es ir a ver
la mujer,
la mujer más gorda del mundo!
Entrar con un miedo profundo
pensando en la giganta de Baudelaire…
Nos engañaremos, no hay duda,
si desnuda nunca muy desnuda,
si barbuda nunca muy barbuda
será la mujer...
Pero ese momento de miedo profundo…
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer,
la mujer más gorda del mundo!

V

Y no se inmute, amigo, la vida es dura,
con la filosofía poco se goza.
Si quiere ver la vida color de rosa,
eche veinte centavos en la ranura.


Versos a Susana

Un puerto y otro puerto y otro, tal vez mañana
veré otros, lejanos, muy lejanos. 
Sirve café, sirve café, Susana. 
Yo adoro la blancura de tus manos.

La calle es una exclamación inquieta; 
la madama está echando los cerrojos. 
Déjame ver tu cara, tu careta. 
Yo adoro la dulzura de tus ojos.

La flauta del grumete se ha callado 
pero el silencio ha sido agujereado
por el filoso alerta de la ronda.

Un parroquiano... Dile que no entre.
Me ahoga el humo de una pena honda.
Y yo alabo el cansancio de tu vientre.


Bar de camareras

New Gross. Bar de camareras.
Troteras y danzeras.
Vasos de ponche humeantes
en los pálidos semblantes
de las mujeres rameras.
Ojos turbios, cráneos gachos
de viejos y de muchachos
en juego de camisetas,
y las absurdas piruetas
de los marinos borrachos.

Por entre los bebedores
la mujer que vende flores
se esfuerza por sonreír,
La mira -cara de tiza-
una joven primeriza
y se ve en su porvenir.

Sobre el tablado -en verdín-
la melena del violín
con un anillo en la mano
y el resfriado del piano.

Está galante el alcohol
con su querida -la histeria-
y en un do-re-mi-fa-sol
se brinda por la miseria.


Nostalgia de las danzas bárbaras

El fogonero filipino
arroja al suelo su sombrero
y con mirada de felino
alza los ojos, vuelca el vino,
mueve el trasero.

Se ha entusiasmado el bailarín,
en el enfermo, en el caótico, 
furor demente del violín
y del pistón, el bailarín
exótico.

Negro y mugriento muequea
bailando al son infernal
de la música que se arquea.
El filipino piruetea.
¡Oh Clown sensual!

Pobre muñeco grotesco.
¿Qué te ha inspirado a danzar?
Poseído, loco, simiesco,
borracho, funambulesco
risa del Bar.

Calla la orquesta del "Avón".
El fogonero filipino
bebe mi copa de rhon
y haciendo una inclinación
sale a la niebla del camino.


El enano del bazar

El Bazar del Enano. En la calle Florida.
Brillan de alegre asombro los ojos de las gentes
ante la pobre mueca grotesca de la vida
que es un cartel de carne, con alma y con dientes.

Es rubio y pequeñito; tendrá cincuenta años.
Subido a un banquillo divierte al comprador,
y parece uno de esos personajes extraños
habitantes supuestos de un planeta inferior.

Un hábil comerciante lo encontró en el camino
y como a un muñeco de farsa lo compró,
y tal vez todos digan: "Las cosas del destino"...
y yo pienso en la pobre madre que lo parió.


Villas

Por las calles tranquilas,
por el silencio largas,
y en donde hasta la luna se pasea despacio,
no cabe
la primavera con olor a nafta
de los otros barrios.

Como los hombres claros y humildes
se estremecen cuando les atraviesa
alguna mala idea por los ojos absortos,
tú te estremeces
cuando alguna veloz locomotora
te hiere los oídos y te asusta los ojos.

Nostalgias de ciudades que yo no he visto nunca.
Lieja lejana y vieja, lejana y vieja Brujas.
Sobre tus silencios perfumados
desangran los crepúsculos
cuando te ando,

Villa Mazzini, Villa Ortúzar, o Palermo al Sur o Bajo Belgrano.
En el camino
Tú eres como un aljibe; yo una piedra que cae
y se siente rodeada de sonidos.

Raúl González Tuñón (Buenos Aires, 1905 - 1974), "El violín del diablo" (Gleizer, 1926); La luna con gatillo, selección de poemas líricos, sociales y políticos, tomo I: Editorial Cartago, Buenos Aires, 1957


Foto: Raúl González Tuñón, café Tortoni, c.1971. Archivo del diario Clarín. Abajo: Portada de la primera edición de El violín del diablo, Gleizer, Buenos Aires, 1926 Abe Books




















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