sábado, junio 09, 2007

(...) no se puede decir que uno permanezca mucho tiempo en un sitio cuando se mueve en Internet. Los sitios suelen saber esto. La pantalla luminosa, muchas veces parpadeante, mueve a la acción, es muy distinta al papel. A veces, con mucho tino, los constructores de los sitios instrumentan la fragmentación como un lenguaje. Y potencian el impulso de viaje: colocan links, referencias dentro incluso de los textos, de modo tal que si uno sigue ese desvío es probable que no regrese al discurso interrumpido, o que regrese al otro día.
Esto es un lenguaje. No es nuevo, pero no voy a utilizar este argumento. Digo de paso: es el lenguaje académico y enciclopédico por excelencia. El lenguaje de las notas, los incisos y las bibliografías. Pero se trata de otra cosa, y esta es la novedad: todo el mundo lee realmente así.
Por su naturaleza esquiva, tal vez esquizoide, tal vez histérica, la poesía encontró un campo ideal en esta cibercultura. Supera los problemas de edición y distribución de libros, parece anular el mercado, es gratuita, no hay que enfrentar barreras, tratar con editores, comprobar con decepción que los libros no se vendieron, a veces, ni siquiera se distribuyeron. Nos dejan permanecer en la ilusión de que alguien, del otro lado de la pantalla, nos lee. Por lo demás, es fácil hacerlo: la poesía es fragmentaria, o viene en cápsulas, una hoy, otra mañana o pasado.
Pero no tengo certeza sobre todo esto. Es seductor decir que la cibercultura ha sabido instrumentar su fragmentación, que la poesía y otras formas de literatura como el diario, la miscelánea o el comentario, se ajustan perfectamente a ella, y, sobre todo, que las reglas del mercado desaparecen allí y con eso, por lógica, el carácter de mercancía de la poesía y otras formas de literatura (...)
La cuestión de la espiritualidad, y de la trascendencia la coloco en relación con esto como mero signo de pregunta también: ¿dónde está la espiritualidad de un libro y cuál es el Libro, con mayúscula? Quien cree que la Biblia le está diciendo algo sobre otro mundo, no puede temer que la espiritualidad de la Biblia se pierda en la cibercultura. El creyente sabe que no es el medio, es el mensaje.(...) El Libro con mayúscula, porque es a la vez orgánico y fragmentario, es irreducible. Los libros, con minúscula, probablemente no pierdan nada cuando estén en la cibercultura, íntegros pero expuestos a la fragmentación; y tal vez nada pierdan cuando también se escriban y permanezcan en la cibercultura. El cosmos en el microcosmos. Pero, desde luego, que hayan abolido el capitalismo será una ilusión. Que hayan encontrado el camino alternativo a la mercancía, también.

J. Aulicino, La Plata, 8.6.2007

2 comentarios:

  1. "La poesía es fragmentaria, o viene en cápsulas, una hoy, otra mañana o pasado." ¡Qué alivio infantil me dio esto! Siempre leí de esta manera los libros de poesía que, manipulados así, dejan de ser libros orgánicos, volúmenes concpetualmente articulados. Siempre leí así, decía, y siempre me pareció que era una debilidad moral, una traición al autor.
    No me queda muy claro, sin embargo si atribuis esto al estilo de lectura que propone internet o al que induce el género,o ambas asimetrías a la vez.

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  2. Cierto que los libros de poesía, al menos mucho de ellos, están "conceptualmente articulados", pero eso no impide la lectura fragmentaria. O mejor dicho, por unidad. Porque el poema es concebido y admite ser leído fuera del sistema del libro. Esos microsistemas a veces se articulan temáticamente o, en una empresa más arriesgada, intentan articularse en un texto mayor. Hay libros de poemas cuyas piezas están articuladas. Por ejemplo, La tierra baldía. Pero diría que tales libros son poemas "largos".

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