... glamour, en su acepción más pura de conocimiento oculto y mágico asociado originariamente a las letras, a la glammar o grammar, la gramática, como la totalidad gráfica de una lengua y de su suma potencia. Este tremendo poder de encantamiento mágico que poseen las letras, aquellos movimientos con que se articulan las vibraciones sonoras de la voz, el más eminente que posee el hombre, también aparece expresado por la palabra inglesa spell, que posee tanto el sentido de nombramiento de las letras, como de explicación de un texto, o sea de la exposición o iluminación de su potencia seminal, y de encantamiento, es decir del efecto que produce el sentido de un texto, de sus palabras, en quien las oye. La palabra germánica runa expresa así mismo de manera evidente esta relación primaria entre el conocimiento secreto y mágico, los caracteres en que este poder se condensa, se adormece y oculta silenciándose, y el acto de despertarlo a través de su proferencia susurrante, de su lectura. La palabra francesa charme y su calco inglés charm provienen de la palabra latina carmen (can-men), forma sustantiva del verbo cano (cantar). Significa genéricamente el canto, el sonido de la voz o de un instrumento, de allí poesía lírica o épica, pero más específicamente, además de la respuesta de un oráculo, de una profecía o una predicción, una fórmula rimada, especialmente mágica, las palabras mágicas o el en-cantamiento, el abracadabra o la “letra de una canción” destinada, entre tantos otros fines, a enamorar, a sanar, a adormecer a los niños, a alegrar o a mitigar simplemente los padecimientos del alma. La palabra francesa grimoire que es una deformación del término grammaire (gramática) “designaba antiguamente a la gramática latina, que resultaba ininteligible para el vulgo”, y de allí adquirió su valor posterior y actual de “libro de magia utilizado por los brujos”, y luego el de “una obra o discurso oscuro e inteligible; de un escrito indescifrable, ilegible, sinónimo de jeroglífico”, cuando es utilizado en esta acepción. De acuerdo con los usos más antiguos de este término puede verse que la palabra gramática poseía de por sí el significado figurado de conocimiento y más específicamente de conocimiento oculto o secreto, como es de hecho todo conocimiento desde el punto de vista del vulgo, en especial el conocimiento del especialista, incluidos todos los logos, por un lado, y el del poeta por el otro. Littré asocia este valor de grimoire, gramare, gramaire, con la forma inglesa glamour. Muy importante es el papel que juegan en todo esto la al-kimya y la qabbalah.
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“...los ojos eran llevados por las páginas y el corazón se abría el intelecto...”
Traduzco así de descarnada la frase de San Agustín “sed cum legebat, oculi ducebantur per paginas et cor intellectum rimabatur...” , y que otros traducen, por ejemplo, “y cuando leía, hacíalo pasando los ojos por encima de las páginas, penetrando su alma en el sentido...”. Son las palabras del conocido pasaje de las "Confesiones" con las que el santo africano relata las ocasiones en que presenciaba la lectura silenciosa de San Ambrosio. Y la palabra descarnada es acertada porque el verbo latín rimor, que tiene el valor de hender, abrir, significaba, en el lenguaje augural, “hender las entrañas para examinarlas”, de allí adquirió su valor de “sondear, examinar, escrutar, explorar, penetrar”. Estamos hablando, por lo tanto, de una auténtica lectura, de la más antigua, y que constituye el antecedente y la posibilidad de toda escritura: la lectura de la naturaleza, de sus signos, de la hepatoscopía, por ejemplo, ciencia babilónica en la que los etruscos, maestros de los romanos, eran tan eximios. Antes de que el hombre escribiera el mundo, lo leyó, lo leyó obsesivamente durante milenios, en las piedras, en la arena, en el vuelo de los aves, en su modo de comportarse, en las vísceras de las víctimas, en el correr del agua, en el temblor de las hojas, en las estrellas, en el viento, en los sueños, en el lenguaje de los animales, etcétera. El hombre leyó literalmente todo el universo hasta que en su alma nació la necesidad de escribirlo, según sus propias leyes que aún no atina a descubrir.
Jorge Salvetti, apuntes inéditos a una traducción de Benjamin Constant.
Todo un descubrimiento, Jorge. Habría algún modo en que pueda conseguir ese texto?
ResponderBorrarSalvetti me pasó estos fragmentos, descartados por él mismo, de un extenso prólogo a su traducción de Benjamin Constant, y decidió que eran algo así como apuntes del prólogo, o como notas, que descartó. Creo que será difícil hacerle entrar en razones para que de estas notas elabore un trabajo mayor. Mi impresión es que, con sus frecuentes observaciones de este tipo, Salvetti podría hacer un extraodinario, informal, diccionario etimológico-filosófico.
ResponderBorrarPero Salvetti es un tanto desapegado. No sé si por falsa modestia, porque no puede concebir una obra de tal naturaleza, porque teme la revelación que podría depararle ese infinito universo de rastros etimológicos, porque es -diríamos- búdico, o porque no tiene tiempo (al traductor, sabrás, le pagan mal y tiene que trabajar mucho)