martes, abril 30, 2024

A. E. Stallings / Quemado



No puedes hacer que lo quemado deje de estarlo.
Aunque rasques la arruinada tostada,
No puedes volver atrás. Es hora de que te enteres.
La manteca no puede no haber sido batida,
No puedes no haber enviado el correo enviado por la mañana,
No puedes hacer que lo quemado deje de estarlo.
Los amantes que en tu juventud rechazaste,
Los puentes carbonizados que más necesitaste,
No puedes volver atrás. Es hora de que te enteres.
El humo tiene una bien merecida reputación,
No sólo como acre, vana jactancia:
No puedes hacer que lo quemado deje de estarlo.
Echabas de menos tu hogar, pero mientras añorabas,
Los negros barcos ardían en la costa;
No puedes volver atrás. Es hora de que te enteres.
Aun cuando hubieras regresado,
Sólo serías una especie de fantasma,
No puedes volver atrás. Es hora de que te enteres
De que lo quemado está quemado está quemado.

A.E. Stallings (Decatur, Georgia, 1968), Poetas norteamericanos en dos siglos, ebooks Ediciones en Danza, 2020 Op. Cit., 15 de diciembre de 2022
Versión de Jonio González

Poemas de A.E. Stallings en Otra Iglesia Es Imposible


Burned

You cannot unburn what is burned.
Although you scrape the ruined toast,
You can’t go back. It’s time you learned
The butter cannot be unchurned,
You can’t unmail the morning post,
You cannot unburn what is burned–
The lovers in your youth you spurned,
The bridges charred you needed most.
You can’t go back. It’s time you learned
Smoke’s reputation is well earned,
Not just as an acrid, empty boast–
You cannot unburn what is burned.
You longed for home, but while you yearned,
The black ships smoldered on the coast;
You can’t go back. It’s time you learned
That even if you had returned,
You’d only be a kind of ghost,
You can’t go back. It’s time you learned
That what is burned is burned is burned.
---
Foto: A.E. Stallings por Barbara Zanon  The New Statesman/Getty Images

lunes, abril 29, 2024

Cesare Pavese / Las maestritas



Mis tierras de viñas, de pequeños ciruelos, de castaños,
donde crecen los frutos que siempre he comido,
-mis buenas colinas- tienen un fruto mejor,
con el que fantaseo y no he vuelto a morder.
Cuando se tienen seis años y se va al campo
sólo en el verano, es mucho si uno logra
escaparse hacia el camino y comer fruta verde
con los muchachones descalzos que pastorean las vacas.
Bajo el cielo de verano, tendidos en los prados,
hablábamos de mujeres entre juego y lucha,
y aquellos otros conocían misterios y misterios
que susurraban burlones en el ocio sagrado.
En el camino frente a la quinta se ven todavía
-los domingos- sombrillas que salen del pueblo;
pero está lejana la quinta y ya no hay muchachos.

Mi hermana tenía entonces veinte. Íbamos siempre
a la terraza a ver las sombrillas, 
los vestidos claros de verano, palabras divertidas:
maestritas. Hablaban quizá de libros
que se habían prestado -novelas de amor-
y de bailes, de citas. Las escuchaba inquieto
sin pensar todavía en sus brazos desnudos, 
el cabello al sol. Era mi momento
cuando me elegían para guiar al grupo
adonde comer la uva sentados en el piso.
Se burlaban de mí. Una vez me preguntaron
si no tenía novia.
Me fastidié, más bien. Estaba con ellas
para hacerme ver: mostrar que sabía subir a un árbol
para buscar las mejores uvas y salir disparando.
Una vez encontré junto a las vías del tren
a la más esquiva de estas muchachas, de faz algo absorta,
pero de un rubio quemado y que hablaba italiano.
La llamaban Flora. Yo estaba tirándole
piedras a las ruedas de los trenes. Mi amiga me preguntó
si en casa conocían mis hazañas.
Me quedé confundido. Y la pobre Flora me llevó consigo
porque iba -me dijo- a ver a mi hermana.
Era una tarde bella, de las primeras del verano
y por ir un poco a la sombra y llegar más pronto
nos fuimos por los prados. A mi lado, Flora
me preguntaba sobre algo que ya no recuerdo.
Llegamos a un arroyo y yo quise saltarlo:
acabé a medio arroyo, entre la hierba.
Flora se rió en la otra orilla,
se sentó luego y me ordenó que no mirara.
Yo estaba agitado. Oía chapotear
en la corriente, chapotear y me volví de pronto.
Ágil como era y fuerte en su cuerpo escondido,
mi amiga bajaba por la orilla, las piernas desnudas,
deslumbrante. (Flora era rica y no trabajaba.)
Me lo reprochó levemente y se cubrió pronto,
pero reímos al fin y le tendí mi mano.
Caminando de vuelta me sentía muy feliz.
Al volver a casa no fui castigado.

En mi pueblo hay docenas de muchachas como Flora.
Son el fruto más sano de aquellas colinas;
los parientes ricos las mandan a estudiar
y alguna siega en los campos. Tienen rostros morenos
que te miran tan serios y son tan golosos:
señoritas que visten al estilo de la ciudad.
Tienen nombres fantásticos tomados de los libros:
Flora, Lidia, Cordelia, y los racimos de uva,
las hileras de chopos no son más hermosos.
Siempre me imagino a una de ellas diciendo:
Mi sueño es vivir hasta los treinta años
en una casa en lo alto de una colina
golpeada por el viento y dedicarme tan sólo
a las plantas silvestres que nacen allá arriba.
Saben bien qué cosa es la vida: en las escuelas
pasan en medio de todas las miserias,
las cínicas bestialidades de pequeños brutos,
y siempre son jóvenes. De viejas...
pero no quiero imaginarlas viejas; para mí
siempre las tendré frente a mis ojos, mis  maestritas,
con bellas sombrillitas, vestidas de claro
-por fondo la colina un poco abrupta y quemada-
mi fruto, el más bueno, que cada año renueva.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908-Turín, Italia, 1950), Poemas inéditos, Barnacle, Buenos Aires, 2023
Versiones de Jorge Aulicino

Más poemas de Cesare Pavese en Otra Iglesia Es Imposible


Le maestrine

Le mie terre di vigne, di prugnoli e di castagneti
dove sono cresciute le frutta che ho sempre mangiato,
-le mie belle colline- hanno un frutto migliore
che fantastico sempre e non ho morso mai.
Quando si hanno sei anni e si viene in campagna
solamente l’estate, è già molto riuscire
a scappar sulla strada e mangiar frutta acerba
coi ragazzotti scalzi, in pastura alle vacche.
Sotto il cielo d’estate, distesi nei prati,
si parlava di donne tra un gioco e una lite
e quegli altri sapevan misteri e misteri
sussurrati ghignando nell’ozio divino.
Sulla strada davanti alla villa si vedono ancora
-la domenica- parasolini passar dal paese;
ma è lontana la villa e non c’è più ragazzi.

Mia sorella era allora ventenne. Venivano sempre
sul terrazzo a trovarci bei parasolini,
vesti chiare d’estate, parole ridenti:
maestrine. Parlavan magari di libri
imprestati tra loro -romanzi d’amore-
e di balli, di incontri. Io ascoltavo inquieto
e non pensavo ancora alle braccia scoperte,
ai capelli assolati. Il mio solo momento
era quando sceglievano me per guidare il gruppetto
a mangiare dell’uva e sedersi per terra.
Mi scherzavano insieme. Una volta mi chiesero
se non avevo già l’innamorata.
Fui seccato, piuttosto. Io stavo con loro
Per distinguermi: come sapevo salire su un albero,
per trovare i bei grappoli e correre forte.
Una volta incontrai sulla Strada Ferrata
la più schiva di queste ragazze, una faccia un po’ assorta
ma bruciata di biondo e parlava italiano.
La chiamavano Flora. lo gettavo in quel mentre 
sassi al disco dei treni. L’amica mi chiese
se sapevano a casa di quelle prodezze.
Io confuso. E la povera Flora mi prese con sé 
perché andava -mi disse- a trovar mia sorella. 
Era un gran pomeriggio dei primi d’estate
e per stare un po’ all’ombra e arrivare piú presto 
ci buttammo nei prati. Vicino a me Flora
mi chiedeva qualcosa che piú non ricordo. 
Arrivammo a un ruscello ed io volli saltarlo: 
fi nii mezzo nell’acqua, tra l’erba.
Dall’altra parte Flora rise forte,
poi si sedè e ordinò ch’io non guardassi. 
Ero tutto agitato. Sentivo sciacquare
la corrente, sciacquare e mi volsi improvviso. 
Svelta com’era e forte nel corpo nascosto,
la mia amica scendeva la riva, le gambe scoperte, 
abbagliante. (Era ricca Flora e non lavorava).
Mi rimproverò un poco coprendosi subito, 
ma ridemmo alla fi ne e le porsi la mano. 
Per la via del ritorno ero troppo felice. 
Ma quando fummo a casa, niente busse.

Come Flora, a ventine ce n’è ai miei paesi.
Sono il frutto più sano di quelle colline,
i parenti arricchiti le fanno studiare
e qualcuna ha mietuto nei campi. Hanno volti sicuri
che ti guardano seri e son tanto golosi:
signorine si vestono come in città.
Hanno nomi fantastici presi nei libri,
Flora, Lidia, Cordelia ed i grappoli d’uva,
i fi lari dei pioppi, non sono più belli.
Me ne immagino sempre qualcuna che dica:
Il mio sogno è di vivere fi no a trent’anni
in una casa in cima a una collina
ben battuta dal vento e accudire soltanto
alle piante selvatiche spuntate lassù.
Sanno bene che cos’è la vita: alle scuole
passano in mezzo a tutte le miserie,
le bestialità aperte di piccoli bruti,
e sono sempre giovani. Da vecchie…
ma non voglio pensarle da vecchie, per me
le avrò sempre negli occhi, le mie maestrine,
col bel parasolino, vestite di chiaro,
—la collina un po’ scabra e bruciata, per sfondo—
il mio frutto, il più buono, che ogni anno rinnova.

---
Foto: Cesare Pavese en la entrega del premio Strega que ganó en 1950. Archivo Mondadori

domingo, abril 28, 2024

Wallace Stevens / El vaso de agua



Que el vaso se fundiría en el calor,
Que el agua se congelaría en el frío,
Demuestran que este objeto es meramente un estado,
Uno de muchos entre dos polos. Así,
En la metafísica están estos polos.

Acá, en el centro, el vaso. La luz
Es el león que baja a beber. Allá,
Y en aquel estado, el vaso es un estanque.
Ojos enrojecidos y enrojecidas garras
De la luz que baja a humedecer sus fauces espumosas

Y en el agua se mueven ondulantes las hierbas.
Y allá y en otro estado -las refracciones.
La metafísica, las piezas plásticas de los poemas
Se estrellan en la mente -pero el gordo Jocundo se inquieta
Por lo que está en el centro, no por el vaso,

Sino en el centro de nuestras vidas, esta vez, este día,
Es un estado, esta primavera entre políticos
Que juegan a las cartas. En una aldea de indígenas,
Que todavía habría que descubrir. Entre perros y estiércol,
Uno seguiría enfrentándose a sus propias ideas.

[Parts of a World, 1942]

Wallace Stevens (Reading, Estados Unidos, 1879 - Hartford, Estados Unidos, 1955), Zoon Phonata, 16 de marzo de 2024
Versión de Isaías Garde


The glass of water

That the glass would melt in heat,
That the water would freeze in cold,
Shows that this object is merely a state,
One of many, between two poles. So,
In the metaphysical, there are these poles.

Here in the centre stands the glass. Light
Is the lion that comes down to drink. There
And in that state, the glass is a pool.
Ruddy are his eyes and ruddy are his claws
When light comes down to wet his frothy jaws

And in the water winding weeds move round.
And there and in another state—the refractions.
The metaphysica, the plastic parts of poems
Crash in the mind—But, fat Jocundus, worrying
About what stands here in the centre, not the glass,

But in the centre of our lives, this time, this day,
It is a state, this spring among the politicians
Playing cards. In a village of the indigenes,
One would have still to discover. Among the dogs and dung,
One would continue to contend with one’s ideas.

---
Foto: Wallace Stevens, c.1955 Sylvia Salmi/Bettmann vía Getty Images

sábado, abril 27, 2024

Ignacio Uranga / Quien ve arder el mundo, quien ve el detenerse de la vida



quien ve arder el mundo, quien ve el detenerse de la vida:
la forma en que inútilmente corrompimos los proyectos:
el sentido literal y nada interpretativo para vos de los términos:
hablo de lo que pasa: el dolor que te cae y me cae, este dolor
que está cayendo: este suelto de Uranio 235 hecho por nosotros
es tan dramático de ver, a nuestra medida hecho por nosotros
vos y yo, juntos, y ahora sobrecae en nosotros y en el también
sobrenosotros: me regresaría el amor, me regresaría diez, cien
mil veces cada vez el amor, me regresaría a mí mismo incluso
necesariamente: la cantidad estrellas imparables, la órbita irregular
los meteoros destrozados, y ahora esta renuncia inútil, este
postergar la vida que pusimos, en verdad la vida que no pusimos
nunca: lo veo claro ahora: la vida que nunca pondremos: tu rostro
tu solo rostro que puedo conocer, conocer tu rostro sin importar
no importa si habrá o no momentos otros como este o solo este:
heme aquí ante la causa, el efecto, la maravillosa convergencia de
la causa y el efecto: la forma, esta forma en que la luz ahora da
contra tu rostro: hablo de lo que pasa: los que han puesto el amor
en algo o alguien de este mundo y todo lo que de ello resulta
será como nada o cosa, tal como algo que se apaga y ya no está
la doble noche que resta, entonces, la indefensión aprendida, el
condicionamiento operante, minimizar este impacto, la supuesta
conciencia, la contracción y los momentos expansivos, la agonía
emocional, tus pupilas siempre quietas: me regresaría el amor, la palabra
que yo levanto, tanto diciendo: no harás apariencias con el corazón
no murmures, no estarás en el solo beneficio propio, no añadirás
la tristeza, la confianza traicionada, no levantarás, no pondrás en alto
tu odio, no estarás de espaldas a la vida ni en doble corazón: es
tan dramático de ver, puede verse claro ahora: semejante a
una cometa maravillosa y única volada por la tierra, el amor
que nos pasó: me regresaría el amor, entero el amor diez, cien
mil veces cada vez me volvería el amor, el principio de esperanza
el tiempo dado, el corazón mal puesto, los pedazos, las partículas
sus adyacencias, los proyectos circulantes, estos claros
siquiera antes entrevistos: he visto el amor de esta manera:
este estarse uno y otro, estarse uno y otro en la debilidad 
de cada quien, los que iban de la mano por la calle, los que
amaban con las piedras en las manos, y otra vez el principio
de esperanza: y es que puedo verlo claro ahora: que no me faltes
cuando me falte todo: me regresaría el amor, mi última palabra
tu última palabra, las últimas palabras de amor con tanto
odio dichas: y estaban de pie y estaban con vida, estuve de pie
tuve vida, todavía perderte, todavía perderte sin embargo 

[inédito]

Ignacio Uranga (Bahía Blanca, Argentina, 1982)

Más poemas de Ignacio Uranga en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Gentileza del autor

viernes, abril 26, 2024

Rainer Maria Rilke / Señor, da a cada quien su propia muerte



Señor, da a cada quien su propia muerte. 
El morir que de cada vida brota, 
donde él tuvo amor, sentido, apremio. 

Pues solo somos vaina y hoja. 
La gran muerte que todos llevan en sí, 
fruto en torno al cual todo gira. 

Por ella se alzan las muchachas 
y como un árbol salen de un laúd, 
y los muchachos aspiran a ser hombres; 
y en las mujeres los jóvenes confían 
ante miedos que nadie más asumiría. 
Y por ella sigue lo contemplado 
como eterno, aun cuando se marchó hace tiempo; 
y quien formaba y construía 
se hizo mundo por ese fruto, se heló y derritió, 
y se enredó con él y le dio luz. 
En él ha entrado todo calor 
del corazón y el blanco ardor de los cerebros. 
Pero tus ángeles pasan como bandadas 
y vieron que estaban verdes todos los frutos. 

Rainer Maria Rilke, (Praga, Imperio Austrohúngaro, 1875 - Val-Mont, Suiza, 1926), “Tercer libro: El libro de la pobreza y la muerte”, El libro de las horas, Amotape, Lima, 2019
Traducción de Renato Sandoval Bacigalupo

Más poemas de Rainer Maria Rilke en Otra Iglesia es Imposible


O Herr, gib jedem seinen eignen Tod.  
Das Sterben, das aus jenem Leben geht,  
darin er Liebe hatte, Sinn und Not. 

Denn wir sind nur die Schale und das Blatt.  
Der große Tod, den jeder in sich hat,  
das ist die Frucht, um die sich alles dreht. 

Um ihretwillen heben Mädchen an  
und kommen wie ein Baum aus einer Laute,  
und Knaben sehnen sich um sie zum Mann;  
und Frauen sind den Wachsenden Vertraute  
für Ängste, die sonst niemand nehmen kann.  
Um ihretwillen bleibt das Angeschaute  
wie Ewiges, auch wenn es lang verrann, — 
und jeder, welcher bildete und baute,  
ward Welt um diese Frucht, und fror und taute  
und windete ihr zu und schien sie an.  
In sie ist eingegangen alle Wärme  
der Herzen und der Hirne weißes Glühn —:  
Doch deine Engel ziehn wie Vogelschwärme,  
und sie erfanden alle Früchte grün.

---
Foto: Rainer Maria Rilke con uniforme militar, 1916. Fotógrafo desconocido Colección privada /Fine Art Images /Heritage Images /Getty Images

jueves, abril 25, 2024

Charles Simic / Explicando algunas cosas



Todo gusano es un mártir,
Todo gorrión está sujeto a injusticias,
Le dije a mi gato,
Porque no había nadie más alrededor.

Llueve. A pesar de sus enormes ejércitos
¿Qué pueden hacer las hormigas?
¿Y la cucharacha en la pared
como un camarero en un restaurante vacío?

Voy al sótano
A acariciar la rata que ha caído en la trampa.
Tú observa el cielo.
Si aclara, araña la puerta.

Charles Simic (Belgrado, 1938 - Dover, EE. UU., 2023), Wedding in Hell, Houghton Mifflin, Boston, 1994
Traducción de Jonio González

Más poemas de Charles Simic en Otra Iglesia Es Imposible


EXPLAINING A FEW THINGS

Every worm is a martyr,
Every sparrow is subject to injustice,
I said to my cat,
Since there was no one else around.

It's raining. In spite of their huge armies
What can the ants do?
And the roach on the wall
Like a waiter in an empty restaurant?

I'm going to the cellar
To stroke the rat caught in a trap.
You watch the sky.
If it clears, scratch on the door.

---
Foto: Charles Simic durante una charla en la Biblioteca y Museo John F. Kennedy, de Boston, 2008 Justine Hunt /The Boston Globe /Getty Images

miércoles, abril 24, 2024

Jessica Sequeira / De "Chacal dorado"




Linterna

Soñé con
pintar una linterna,
mover mi pincel sobre papel de arroz,
tocar el frágil blanco translúcido,
glasear la imagen para protegerla y preservarla,
encender la mecha por fin,
ver una explosión de color intenso,
pensar que era un color más intenso que la realidad,
saber que solo mi sueño podría ser esta linterna,
despertar con el deseo
de pintar una linterna.


Claro

Por un rato, a pesar de todo,
decidí olvidarme,
caminar a ciegas por el bosque, trepar árboles,
moverme con ardillas como compañía,
fuera del tiempo o en la antesala
de otra suerte de tiempo.
Tal vez la historia incluye todo
excepto este momento sin aliento,
este pequeño claro.


Todo arte

Todo arte es devoción
como sabe la baya cubierta de escarcha,
aferrada al tallo invernal,
fruta helada discreta de la ramita
hasta la dicha de la hora fragante
y su fusión en calor.

Jessica Sequeira (San José, Estados Unidos, 1989), Golden Jackal / Chacal Dorado, Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, 2022
Traducción de Diego Alegría

---
Foto: LP5

martes, abril 23, 2024

Sergio Raimondi / De "Lexikón"



ITO

No es taaanta la diferencia entre tocar una epidermis y tocar
la superficie delicada de la pantalla. Con cada ejercitación
se incrementa la sensibilidad en la yema de dedos
hábiles para detectar al pasar sobre electrodos
el perjuicio de diferenciar entre lo material y lo inmaterial.

Pero si la liberación de la locomoción tuvo consecuencias
en la configuración de las circunvoluciones del cerebro
sin duda estos roces implicarán otra manera de pensar
a inscribirse en músculos que retienen aún la inervación
de aletas de primitivos elasmobranquios bajo el océano.


MORAL ECONOMY

¿En qué momento exacto, bajo qué presiones
y según qué pautas de comportamiento
tramadas por la experiencia y la costumbre

una multitud compuesta de tejedores sastres
aserradores mineros del carbón y el estaño
hilanderas cardadores de lana y algún vago

bajo la conducción de una mujer amazónica
en cuyo corpiño late un cuchillito se dirige
enarbolando una hogaza manchada de rojo

al molino para impedir el alza del precio del pan
o denunciar su factura adulterada e insulsa
con mezcla de harina rancia y hasta huesos?

Solo puede hacerse la pregunta quien se niegue
a pensar que la masa espasmódica se agita
a partir del vacío excluyente del estómago.

Para comprender cuando la plebe decide
al son de un trompeteo quebrantar un tamiz
o cortar de una vez la calle de ripio al muelle

hay que incluir en el análisis memorias largas
vínculos cotidianos instancias de reunión
lo intrincado de la formación de un criterio.

En realidad se trata de determinar minuciosamente
cuál es el límite según el cual se ha establecido
lo que es soportable y lo que de pronto no;

es decir: ese punto justo, fluctuante en el tiempo
y el espacio, donde concluye la tolerancia pasiva
y emerge la ofensiva retadora.

Siempre y cuando la cuestión mantenga actualidad
es superfluo aclarar que estas investigaciones
tienen las aplicaciones prácticas más diversas.


UNDERSTANDING UNDERSTANDING

Entonces un problema
a la hora de intentar
resolver un problema
desde la perspectiva
de un cibernetista
de segundo orden
consiste en seleccionar
el grado de complejidad
al decidir formularlo.
De existir apremios
se habrán de reducir
al máximo variables
asumiendo el riesgo
de que la solución
en breve alcanzada
se evidencie ineficaz
por la operatoria
de la simplificación
pero si la alternativa
consistiera en sumar
elementos y niveles
más intrincados
corresponde prever
que su abordaje
pueda implicar
demorarse años
o hasta décadas
incrementándose
las chances netas
de desistir del intento.

Sergio Raimondi (Bahía Blanca, Argentina, 1968)

Lexikón
,
Buenos Aires:
Mansalva, 2022









Más poemas de Sergio Raimondi en Otra Iglesia Es Imposible

---

lunes, abril 22, 2024

Carlo Emilio Gadda / Otoño




Calladas imágenes de tristeza
¡Del plátano al prado!
Cuando la bruma se disuelve en el monte
Y un pensamiento acaricia
Y luego deja, desolado – la marmórea frente;
Cuando la torre y la remendada mansión
No preguntan, al viejo arquitecto, nada más:
Entonces el feudo entero – frutifica  una ciruela
Bisiestina, en la colina.
Dulce y yerma.
Calla, su canto, el prado.
El piano de la marquesita
Al toque mágico de sus dedos
Se ha adormilado:
Y después de su partida – el otoño
Ha elegido un nuevo alumno:
¡El gorrión!, lengua de portera,
Del corral a la morera:
Y la verja y el escudo de armas coronan
La cantinela del campanario – y cuenta
Los regresos al bosque dorado:
Garibaldea para la celebración
Sobre el afán gentil
Para que a la bella el chico le guste,
El que allá arriba canta, el que allá arriba pisa.
El viejo marqués ha montado una cacería.
Con quince galgos, y galopa,
Diplomático desconsolado
Desde sus nueve años reumático.
¡De la zorra ni noticias, ningún rastro!
El caballo tiene un nombre inglés: ¡y el cuerno desafinado
Ensordece en la madriguera al lirón
Que una avellana engorda!
En la duodécima vuelta
La jauría lleva un palmo de lengua.
Y, mancha móvil, ciclonea blanca
En el desierto brezal,
Allá, hacia el paso a nivel,
Donde llega cansada,
Subiendo, la locomotora.
Pasan el mercader y el guardafrenos - más bonito,
¡Largo fragor! – ¡vana bandera!
Ha encantado la casa del guardavía.
Y el expreso galopa – hacia ciudades lejanas
Y el caballo inglés tropieza
En los matorrales malditos y pisa
Los hormigueros vacíos y las guaridas.
Pero desde el campanario canta la hora festiva – canta
¡Tristezas vanas!

Carlo Emilio Gadda (Milán, Italia, 1893 - Roma, 1973), revista Solaria, 3 marzo de 1932; La cognizione del dolore, 1963; Quotidiano Nazionale, 21 de mayo de 2017
Versión de Jorge Aulicino


Autunno

Tàcite imagini della tristezza
Dal plàtano al prato!
Quando la bruma si dissolve nel monte
E un pensiero carezza
E poi lascia desolato – la marmorea fronte;
Quando la torre, e il rattoppato maniero,
Non chiede, al vecchio architetto, più nulla:
Allora il feudo intero – fruttifica una susina
Bisestile, alla collina
Dolce e brulla.
Tace, dal canto, il prato.
Il pianoforte della marchesina
Al tocco magico delle sue dita
S’è addormentato:
E dopo sua dipartita – l’autunno
S’è scelto un nuovo alunno:
Il passero!, lingua di portinaia
Dal gelso all’aia:
E il cancello e lo stemma sormonta
La nenia del campanile – e racconta
I ritorni, all’aurata foresta:
Garibaldeggia per festa
Sopra il travaglio gentile
Perché alla bella il ragazzo piaccia,
Quello che lassù canta, quello che lassù pesta.
Il vecchio marchese ha inscenato una caccia
Con quindici veltri, e galoppa,
Diplomatico sconsolato
Sul suo nove anni reumatizzato.
Della volpe nessuna notizia, nessuna traccia!
Il cavallo ha un nome inglese: e il corno sfiatato
Assorda nella tana il ghiro
Che una nocciòla impingua!
Al docicesimo giro
La muta s’è messa un palmo di lingua
E, mòbile macchia, cicloneggia bianca
Nella deserta brughiera
Là, verso il passaggio a livello,
Dove arriva stanca,
Salendo, la vaporiera.
Passa il merci e il frenatore – più bello,
Lungo fragore! – vana bandiera!
Ha incantato la cantoniera.
Ecco il diretto galoppa – verso città lontane
E il cavallo inglese intoppa
Negli sterpi dannati e calpesta
I formicai vuoti e le tane.
Ma dal campanile canta l’ora di festa – canta
Tristezze vane!
---
Foto: Carlo Emilio Gadda, c. 1960 Cuarta Prosa/ Biblioteca Nazionale Centrale di Roma

domingo, abril 21, 2024

Ariel Williams / De "Cómo se inventa una orfandad"


La risa huérfana

Hasta muy vieja corrió con sus piernas de fibra. Desde
muy joven corrió con sus piernas. Niña corredora
bajo los cielos quemados de azul.
Sola. Definiendo un estilo,
marcándolo con pasos golpeadores de cascotes,
asustdores de insectos.
Cuando ella se acercaba a una ciudad, la anunciaban
montones de abejas desbocadas y saltones con las caras verdes.
"Ahí viene la niña de los insectos", decían, "la que huye".
De entonces quedó decir, con las mangas de langostas,
que venía la niña de los insectos.
Embarazada de mí, casi adolescente, hermosísima
como una muerte, corrió sosteniéndome en sus aguas internas.
Yo dormía en su panza ovalada, aprendía el ritmo.
Así se forman las culturas.
Cuando ella me desaguó, lo primero que asomó al mundo
fueron mis piernas, y ya calzaban unas zapatillas finas de correr.
Los niños galgos nacemos por las piernas.

Ariel Williams (Trelew, Argentina, 1967)

Cómo se inventa una orfandad
,
Miño y Dávila,
Buenos Aires, 2024
Vía revista Ñ, 20 de abril de 2024








Más poemas de Ariel Williams en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: El Chubut

sábado, abril 20, 2024

José Bergamín / La vejez es una máscara



La vejez es una máscara:
Si te la quitas, descubres
El rostro infantil del alma.
La niñez te va siguiendo
Durante toda la vida.
Pero ella va más despacio
Y tú andas siempre de prisa.
Cuando la vejez te llega,
No es que vuelves a la infancia,
Es que moderas el paso
Y al fin la niñez te alcanza.

José Bergamín (Madrid, 1895 - San Sebastián, País Vasco, España, 1983), "Rimas y sonetos rezagados" (1962), Poesías completas, Pre-Textos, Valencia, 2009
Envío de Jonio González

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Foto: José Bergamín  Benjamín Atienza/ El Español

viernes, abril 19, 2024

Pedro Ignacio Vicuña / Tres poemas




Domingo 26 de julio

Pareciera que el tiempo no pasa 
el mismo gato ronronea
a la misma hora
bajo la misma sombra

Por el tiento de la piel                los años        se agolpan
                 de la ausencia

Es como una película vieja              con señales de algo
                  que no es ya
Avanza siempre        y es siempre la misma
sólo la luz varía el ángulo

Pienso en una otredad que no tiene lengua
y me avasalla el silencio que gotea
desde las paredes ateridas.

Diario del retorno, Balandro, Santiago de Chile, 2020


La rama de mirto

Al final
todas las tintas
las manchas y las trazas
que uno deja en el papel
todos los diarios que uno escribe
todas las señas
las marcas en el muro
los pasos en silencio
son diarios de muerte.

La fatigosa lucha se desgasta
el insistente martillo
la duda impenitente
dejan su sombra en las cuartillas
en el garabato inane
en la raya absurda.

Solo esa rama de mirto
que juguetea airosa
y el pelo cayendo por la espalda
el eco de una voz en Sardes
caminando sobre el agua
aquello que uno ama
permanecen en el aire
en su rodar puro
sin propósito ni afán
en el tiempo
ignorando la sombra
la boca negra
de las sombras.

Cuarentena, abril 17 de 2020


Arte poética 

Cuando la palabra polen
golpea a mi puerta
y los objetos cotidianos toman matices amarillos
y un aroma como el sol se perfila en los utensilios mínimos
sé que las cosas no tienen nombre
sino un sonido oculto
como la piedra recién nacida. 

Es que el verano con sus pedazos de espuma
No puede tener nombre sino esencia
Que la palabra que golpea las almas
Con su sello preciso
Reteniendo apenas trizaduras de memorias
Conteniendo apenas soplos detenidos
Apenas si toca el pulso loco del oleaje. 

Así renacen los sonidos en mi boca
y ruedo manso vertiendo este eco indetenido
de lo que conoce su propia envergadura
del agua que se hace piedra y cáliz
y cuerpos derramándose en la medianoche fugitiva.
Así repito repitiendo sonidos que maduran
la textura del sueño y del deseo
y sé (aunque no parezca)
que las cosas no responden a su nombre
a la triste insignia que se les clava en el alma
sino que ruedan embrujadas, transparentes
labrando su propio ascenso
conteniendo el signo de su puro peso.

 Fragmenta Memoriae, Mosquito Editores, Santiago de Chile, 1995

Pedro Ignacio Vicuña (Santiago de Chile, 1956)

Más poemas de Pedro Ignacio Vicuña en Otra Iglesia Es Imposible

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jueves, abril 18, 2024

Hiromi Ito / Coyote



Mi abuela era médium
Mi madre era maga
La hermana mayor de mi madre era geisha
La hermana menor de mi madre tuvo tuberculosis
La otra hermana menor de mi madre era estéril
Todas eran maravillosamente hermosas
Todos los hechizos que mi madre me enseñó
Requerían sake, arroz y sal
Teníamos miedo de las serpientes, el agua y el este

Mi hermana empezó a balbucear a los dos meses
Cuando el coyote le habla
Ella sonríe y siempre responde
El coyote: "Un llano, llano, llano seco"
Mi hermana: "Llano, llano, llano"
El coyote: "No mentir"
Mi hermana: "No mentir, no mentir, no mentir"
El coyote: "Tengo hambre"
Mi hermana: "También tengo hambre"
El coyote: "Ah, ah, ah"
Mi hermana: "Aaaaaaaaah, oh"
El padre de mi hermana, mi padre: "Quería concentrarme sólo en el coyote quería aislarme, quería recluirme, no ver otra cosa que el coyote
y quería intercambiar el lugar con él"

La leche fluye generosamente de mi pecho
Para engordar a mi hija brota en abundancia, mucha, mucha
La leche de mi abuela también fluyó generosamente
Con ella engordó a cuatro hijas y dos hijos
La leche de la hermana mayor de mi madre también fluyó generosamente
Con ella engordó a sus tres hijos
La leche de mi madre también fluyó generosamente
Con ella sólo me engordó a mí, y la leche sobrante se perdió
La leche de la hermana menor de mi madre trambién fluyó generosamente
Con ella engordó a sus dos hijos
La otra hermana menor de mi madre amamantó y amamantó a su hijo adoptado
Con sus pechos sin leche hasta que por fin la leche empezó a fuir de su cuerpo
Llueve mucho
Todo acaba empapado
Dentro de un marco húmedo el bello rostro sonriente de mi abuela sin cejas ni dientes
El bello rostro de la hermana mayor de mi madre sin barbilla, dientes ni cabello pero con grandes labios
El bello rostro de la hermana menor de mi madre con párpados carnosos y sin pestañas, y sin dientes
El bello rostro de la otra hermana menor de mi madre con manchas y sin dientes
El bello rostro de mi madre con las mejillas hundidas, patas de gallo y sin dientes
Pero todas ellas con los pechos secos

En la familia todas las mujeres disfrutan acariciando a sus bebés
Mi hija
Es la única nieta
Es la única sobrina

En la familia las palabras de las mujeres que acarician a los bebés
Hacen lentamente que los bebés hablen delante de nuestros ojos
Las mujeres de noventa a cincuenta se reúnen
(La de noventa años ha muerto hace una década)
Las mujeres se sientan juntas
Empiezan a balbucear como bebés
"Gyaaatei"
"Gyaaatei"
"Haaraagyaatei"
"Harasoogyaatei"*

Mi abuela era médium
Mi madre era maga
La hermana mayor de mi madre era geisha
La hermana menor de mi madre tuvo tuberculosis
La otra hermana menor de mi madre era estéril
Mi abuelo era paralítico
El hermano mayor de mi madre murió joven
El hermano menor de mi madre no hablaba
Mi padre no se relacionaba con ninguno de ellos
El marido de mi madre y mi marido
Desaparecieron justo antes
De que yo diera a luz a mi hija

Coyote: "Gyaatei"
Mi hija: "Gyaatei"
Coyote: "Haaraagyaatei"
Mi hja: "Haraharagyaatei"
Coyote: "Gyaagyaagyaatei"
Mi hija: "Haragyaatei"

Las precipitaciones y la humedad en esta época del año
Mi madre entona sus mágicos hechizos
Maldiciendo la humedad
Sake y lluvia
Arroz y lluvia
Sal y lluvia
Ordenando al agua
Que fluya hacia el este
Olvídanos, oh honorable serpiente

Sake y lluvia
Arroz y lluvia
Sal y lluvia.

Hiromi Ito (Tokio, 1955), Killing Kanoko, Action Books, Notre Dame, Indiana, 2009
Traducción del japonés al inglés, Jeffrey Angles
Traducción del inglés al castellano, Jonio González.

* Jeffrey Angles, el traductor al inglés, opta por dejar las palabras, deformándolas, "Gyatei, gyatei, haragyatei, harasogyatei" correspondientes al párrafo final del mantra budista conocido como Sutra del Corazón, cuya traducción aproximada al castellano es “Vamos todos juntos más allá del más allá a la orilla de la iluminación”. (N. del T. al castellano)


COYOTE

My grandmother was a medium
My mother was a magician
My mother’s older sister was a geisha
My mother’s younger sister had tuberculosis
My mother’s other younger sister was barren
All were wonderfully beautiful
The spells mother taught me
All required saké, rice, and salt
We were afraid of snakes, water, and the east

My daughter began speaking baby talk at two months
When the coyote speaks to her
She smiles and always responds
The coyote: "A dry plain, plain, plain"
My daughter: "Plain, plain, plain"
The coyote: "No lying"
My daughter: "No lying, no lying, no lying"
The coyote: "Hungry, hungry"
My daughter: "Hungry too"
Coyote: "Hah, hah, hah"
My daughter: "Haaaaaaaa-ohh"
My daughter’s father, my father: "I wanted to concentrate just on the coyote 
I wanted to isolate myself, insulate myself, see nothing other than the coyote
And I wanted to trade places with him"

The milk flows from my breast bountifully
To fatten my daughter it flows in overabundance, much too much
My grandmother’s milk also flowed bountifully
With it she fattened her four girls and two boys
My mother’s older sister’s milk also flowed bountifully
With it she fattened her three boys
My mother’s milk also flowed bountifully
With it she fattened just me, and the leftover milk flowed out
My mother’s younger sister’s milk also flowed bountifully
With it she fattened her two boys
My mother’s other younger sister nursed and nursed her adopted child
With her milkless breasts until eventually
The milk began to flow from her body
There is so much rain
Everything and anything gets soaked
Inside a damp frame, grandmother’s beautiful smiling face with no eyebrows or teeth
My mother’s older sister’s beautiful face with no chin, teeth, or hair but with large lips
My mother’s younger sister’s beautiful face with fleshy, hairless lashes and no teeth
My mother’s younger sister’s beautiful face with spots and no teeth
My mother’s beautiful face with sagging cheeks, crow’s feet, and no teeth
But all of them do have breasts that sag

The women all enjoy fondling the babies in the family
My daughter
Is the only female grandchild
Is the only female niece

The words of the women who fondle the babies in the family
Slowly turn to baby talk before our eyes
The women from age ninety to fifty gather
(The ninety-year-old has been dead for a decade)
The women sit together and
Begin to speak in baby talk
"Gyaaatei"
"Gyaaatei"
"Haaraagyaatei"
"Harasoogyaatei"

My grandmother was a medium
My mother was a magician
My mother’s older sister was a geisha
My mother’s younger sister had tuberculosis
My mother’s other younger sister was barren
My grandfather was a paralytic
My mother’s older brother died young
My mother’s younger brother did not speak at all
My father was related to none of them
My mother’s husband and my husband
Vanished right before
I gave birth to my daughter

Coyote: "Gyaatei"
My daughter: "Gyaatei"
Coyote: "Haaraagyaatei"
My daughter: "Haraharagyaatei"
Coyote: "Gyaagyaagyaatei"
My daughter: "Haragyaatei"

The precipitation and humidity this time of year
My mother chants her magical spells
Cursing the humidity
Saké and rain
Rice and rain
Salt and rain
Ordering the water
To flow to the east
Forgive us, oh honorable snake

Saké and rain
Rice and rain
Salt and rain rain

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miércoles, abril 17, 2024

Leopoldo María Panero / Edgar Allan Poe, o el rostro del fascismo




Leí en un solo día bajo una luz oscura
en las páginas de Poe sobre un enano oscuro
que de muchos sorbía el rostro y el recuerdo
y era de generales esclavo y de peonza.
En un baile de muertos conocí al verdadero
y gran golpe de Estado. Caían como moscas
a mis pies generales,
y unos al despedirse la mano alzaban
como para decir adiós, y se reían
de ellos las vírgenes y efebos
y en los bares caía la sangre, única gloria
de aquel por el alcohol llamado
a luchar por un país más puro.
Caída hoy está también mi mano,
y muerta la farándula
quedan dos huesos de pollo en la mano.
No sé quién soy, ni quién los militares,
y en mi cabeza un huevo
ha puesto la gallina
blanca como Jesús y limpia como el miedo,
como el sudor de espanto que denunciarles fuera
entre aroma de alcohol y viento de cerveza,
símbolo y prez de lo que mi vida fuera
antes de que llegaran los militares,
para limpiar España y barrer mi existencia
que para los camareros un peligro fuera.
Hoy día no me encuentro y soy como perdido
y temo sobre todo a la bandera.
Que un día de mi mano comerán ya las moscas
y seré solo espectro en la acera humillado
clamando día y noche contra el golpe de Estado.
Bajarán las palomas y entrarán en la casas
si un día como el viento llegan esos soldados.
Y estaremos desnudos como un blanco disparo
para saber que España no quiere más que vivir si puede
y si no llorar y beber en la barra 
sedientos de la frente en la blanca marea.

Y quedó sólo hoy, de aquel 23 F.,*
la espuma de la boca y de la noche.

Leopoldo María Panero (Madrid, 1948 - Las Palmas de Gran Canaria, España, 2014), "Contra España y otros poemas no de amor" (1990), Poesía completa (1970-2000), octava edición, Visor, Madrid, 2020

* Denominación periodística de un intento de golpe de Estado en España, el 23 de febrero de 1981 (N. del Ad.)

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Foto: Leopoldo María Panero, Las Palmas de la Gran Canaria, 2013 Wikimedia Commons

martes, abril 16, 2024

Horacio Cavallo / De "Descendencia", 2




Haikus para un domingo encapotado

II

Andar descalzo
paseando ensimismado
tiene sentido.


Estaciones

Primavera

Hay dos caras
diametralmente opuestas
en setiembre.

Una que se construye hacia la luz,
donde brota el verdor de la enramada.

Otra que la provocan siete vientos
que empujan a gorriones desplumados
hacia el cuadrado gris de las veredas.

Puedo mirar el cielo en primavera,
pero en puntas de pie.


Verano

Hay un verano que no vuelve nunca
aunque siempre regrese otro verano.


Otoño

Idas las moscas vuelvo al recurrente
sueño en que la hojarasca incontrolable,
lejos de las escobas y las quemas
sepulta a la ciudad en su beige(eza).

Indignado va el cielo ensangrentando
desde marzo hasta junio nubarrones.


Invierno

Solo la cama guarda la segura
dulce inmovilidad del paraíso.
El resto de la casa, la ciudad,
todo es mentira cuando lluvia, viento,
hacen temblar las manos y las ramas.

Una tonada triste bajo las frazadas.
Eso es lo cierto: duerme, espera, hiberna.


Haroldo

Ayer asamos carne y esperamos
a Haroldo Conti entrar desde el silencio.
Él se hizo ver mientras nos repasamos
los últimos dos días en el río.
Le pregunté los nombres de los árboles
y dijo nombre, altura y residencia.
Le pregunté los nombres de los pájaros
y mirando las brasas los nombraba.

Nos preguntó si alguno vio su cuerpo
y no tuvimos nada para darle.

Horacio Cavallo (Montevideo, 1977), Descendencia, Ediciones del Estómago Agujereado, Montevideo, 2012

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Foto: Horacio Cavallo por Fernando Sosa

lunes, abril 15, 2024

Pier Paolo Pasolini / De "Poesía en forma de rosa"




Apéndice
La falta de demanda de poesía

Como un esclavo enfermo o una bestia,
vagaba por un mundo que me tocó en suerte,
con la lentitud que tienen los monstruos
del barro - o del polvo - o del bosque -
arrastrándose sobre la panza - o sobre las aletas
vanas para la tierra firme - o alas de membranas...
Alrededor había terraplenes o calzadas de grava,
o quizá estaciones abandonadas en el fondo de la ciudad
de los muertos - con las calles y pasajes subterráneos
de la alta noche, cuando se sienten solamente
trenes espantosamente distantes,
y el lavado de las alcantarillas, en el frío definitivo,
en la sombra que no tiene mañana.
Entonces, mientras me erguía como un gusano,
blando, repugnante en su ingenuidad,
algo pasó en mi alma - como
si en un día claro se oscureciese el sol;
por encima del dolor de la bestia cansada,
surgió otro dolor, más mezquino y oscuro,
y el mundo de los sueños se quebró.
"¡Ya nadie te pide poesía!"
Y: "Ha pasado tu tiempo de poeta..."
"¡Los años cincuenta se acabaron en el mundo!"
"¡Tú, con las Cenizas de Gramsci, te marchitas
y todo lo que fue vida te duele
como una herida que se vuelve a abrir y da la muerte!"

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, Italia, 1924 - Ostia, Italia, 1975), "Poesia in forma di rosa" (1964), Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 2003

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Appendice
LA MANCANZA DI RICHIESTA DI POESIA

Come un schiavo malato, o una bestia,
vagavo per un mondo che mi era assegnato in sorte,
con la lentezza che hanno i mostri
del fango - o della polvere - o della selva -
strisciando sulla pancia - o su pinne
vane per la terraferma - o ali fatte di membrane...
C'erano intorno argini, o massicciate,
o forse stazioni abbandonate in fondo a città
di morti - con le strade e i sottopassaggi
della notte alta, quando si sentono soltanto
trenni spaventosamente lontani,
e sciacquii di scoli, nel gelo definitivo,
nell'ombra che non ha domani.
Così, mentre mi erigevo come un verme,
molle, ripugnante nella sua ingenuità,
qualcosa passò nella mia anima - come
se in un giorno sereno si rabbuiasse il sole;
sopra il dolore della bestia affannata,
si collocò un altro dolore, più meschino e buio,
e il mondo dei sogni si incrinò.
"¡Nessuno ti richiede più poesia!"
E: "È passato il tuo tempo di poeta..."
"¡Gli anni cinquanta sono finiti nel mondo!"
"¡Tu con le Ceneri di Gramsci ingiallisci,
e tutto ciò che fu vita ti duole
come una ferita che si riapre e dà la morte!"

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Foto: Pier Paolo Pasolini durante la filmación de "El Evangelio según San Mateo", 1962 Keystone/ Hulton Archive/ Getty Images

domingo, abril 14, 2024

Dora Pentimalli / De "Los años poblados"




Inhabilitante el pensamiento
           -capa densa de estrellas húmedas 
que se cruzan y se abandonan
                        en un lodo expectante-
Te chupa
            Te ata
                       Te priva
                                   Te exige
Te deja por fin
como una esponja estremecida.


*

Y sin quererlo 
adopto
la quietud 
de un sapo. 


*

Algo habita este silencio mineral 
el canasto de frutas
sobre la mesa redonda para seis 
la cama deshecha
la casa barrida.

Voces como fósiles
el relámpago vital nos deja en vilo 
ciudades de piedra
para siempre suspendidas 
en ese último gesto.

Injertos de luz 
dispuestos al abismo 
a la intemperie
de nosotros mismos.

Dora Pentimalli (Barcelona, 1968)

Los años poblados,
Barnacle, 
Buenos Aires, 2023









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sábado, abril 13, 2024

Abraham Sutzkever / Leyendo a Shakespeare



“Es la maldición del tiempo en que ciegos 
se dejan conducir por locos.” 
Líneas actuales del Rey Lear, 
terribles líneas de uno para ti. 
No existe para ellas cerca ni lejos 
adonde puedas escaparte; 
el eco: “Es la maldición del tiempo” 
ha de encontrarte. 
-¿Y fuera del tiempo? 
-Peor aún… En aquellos sordos castillos 
no duele la profunda herida de un cuchillo. 
Y ni siquiera puede uno perder el juicio. 

Abraham (Avrom) Sutzkever (Smorgon, Gobernación de Vilna, hoy Smarhon, Bielorrusia, 1913 - Tel Aviv, 2010), Poesía, Pardés, Buenos Aires, 1983
Traducción del idish: Eliahu Toker

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viernes, abril 12, 2024

María Teresa Andruetto / Genealogía




Tengo una foto del casamiento de mis padres, 
él con traje oscuro y el pelo peinado a la gomina. Ella
de trajecito claro y una boina (con un moño grande, a cuadros), 
la sonrisa perfecta, los ojos bajos, una cartera pequeña
en una mano (la otra mano enlazada a la mano de mi padre).
Con los ojos renegridos y las cejas grandes, a él parecen
molestarle los reflejos del sol en esa tarde. Sé que es abril,
que están frente a la plaza, la sombra de sus cuerpos
se estira en el mosaico, hacia la tapia. 

Ella lleva debajo una blusa blanca. Antes
de esa tarde, vendió una cadena de oro de su abuela
para hacerse el anillo de bodas. Si te gusta el oro,
no soy hombre para vos, dijo mi padre. 

Antes, mi padre le dio un echarpe de su madre, de color azul
y grana. Si nos dejamos lo quiero de regreso, es un recuerdo
de la madre de mi madre

Antes, un hombre golpeó la puerta de la casa de mi abuela,
allá en el pueblo, buscando a una amiga de su madre
y se encontró con mi madre.

Antes, ese hombre que venía de otro mundo,
le pidió a mi madre que fuera a la ciudad para conocerla,
pero mi madre le dijo que una buena chica no se movía
de su casa.

Antes mi madre juró y juró que no se casaría con nadie.

Era hermosa como una potranca en la llanura y enseñaba
a leer con un peinado de trenzas recogidas. 

Antes su madre se inclinó a fregar junto al arroyo
para alimentar a los hijos y al marido, y antes de eso
se le enfermó el marido. Era un hombre flaco como un pájaro
que no podía oler la sopa de porotos, ni la flor del paraíso,
ni el heno que enfardaba ni las hojas satinadas
de los plátanos. Íbamos a verlos los domingos, mi madre
nos llevaba; hablaban piamontés en una casa oscura,
con piso de ladrillos y un patio con glicinas.

Antes los padres de mi madre emparvaban alfalfa
en Campo Yucat y antes la madre de mi madre
tuvo a su primer hijo cuando era apenas una niña. 

Antes, su madre casó a la hija casi niña con un hombre
bueno, el más bueno que encontré, decía,
sin preguntarle a esa niña nada.

Antes la madre de la madre de mi madre viajó con su hija
pequeña en la bodega de un barco y después atravesó los campos
como una peregrina, detrás de una máquina de trilla;
y antes escapó de su pueblo con su hija, para que no la casaran 
con un hermano del marido.

Antes, en un lugar llamado Casas Viejas, se le murió el marido
y ella se ató un cilicio en la cintura. Cuando yo era niña,
aún vivía, aferrada a un misal y un relicario con pelos
de Santa Cecilia. Era poco agraciada la madre de mi abuela,
la cara angulosa, los ojos hundidos, la boca, pero alguna vez
fue joven y robusta, un animal para el trabajo
cuando conoció al marido. 

Antes ella no tuvo padre y juró que si tenía hijos, 
los hijos tendrían otra vida. Y antes fregó los suelos 
de una iglesia y fregando conoció los libros. Los evangelios, 
La Filotea, La vida de Santa Cecilia (y se escondió en el pecho, 
tal vez robada, esa reliquia, unos pelos de la santa 
en una cajita)

Antes fue campesina y ayudó a su madre a cuidar dos vacas
que tenían y antes su madre arrancó raíces
de entre las piedras, para alimentarla.

Encontré una foto de esa mujer, una foto borrosa, 
amarillenta. Dijo mi madre que le dijeron
que la sacó el cura de Casas Viejas. Es la foto de una campesina
joven, ya con la espalda curva, una mujer muy flaca,
con la quijada hacia adelante, husmeando como un perro
y los ojos, ay los ojos, tan despiertos, como una rata
o una ardilla, ojos alertas como los de una perdiz 
o los de un tero.

María Teresa Andruetto (Arroyo Cabral, Argentina, 1954), "Últimos poemas (2018-2019)", Poesía reunida, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2019

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jueves, abril 11, 2024

Ricardo Ruiz / Al costado de la noche




al costado de la noche

un dedo de la mano
debajo de la almohada
señala un sueño

el dolor 
la música 
del sueño 
que señala

uno por vez

aparecidos
gotas de bruma
en la lengua
que los nombra
el vuelo 
de un pájaro 
ciego 
el amor cayendo
otros pesares

vuelven 

al sueño 
laberinto
lo que del sueño
es angustia 
o espanto

uno por vez

los monstruos 
sobre el pecho
tocan la cicatriz 
del aire que respira

mientras duerme

murmura un ruego
quitapenas 

un río que los lleve
aguas abajo
piedra contra piedra
lavando el alma

despertándonos

[inédito]

Ricardo Ruiz (Buenos Aires, 1953)

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Foto: Ricardo Ruiz / Facebook

miércoles, abril 10, 2024

José Pedroni / Paga




Mamá Angustia, en la puerta,
llora y da de mamar;
llora porque su hombre en la taberna
se está bebiendo el jornal.
 
No llores, mamá Angustia, que tu niño
bebe tu mal.
Míralo, en la luna de tu pecho,
dispuesto a lloriquear.
  
Yo iré, si tú lo quieres,
a buscar a tu Juan,
que ha perdido el camino de tus ojos
y no lo puede hallar.
Le diré que tu mesa ya está puesta
debajo del parral,
con su jarra de vino de Mendoza
y su redondo pan. . .
  
Pero que nunca llores en la puerta
cuando das de mamar;
nunca las dulces lunas de tu pecho
se hagan lunas de sal.

José Pedroni (Gálvez, Argentina, 1899-Mar del Plata, Argentina, 1968), El pan nuestro, Losada, Buenos Aires, 1941; Portal Homenaje al Poeta Argentino José Pedroni

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martes, abril 09, 2024

Luis Hernández / Dos poemas




A un suicida en una piscina

No mueras más
oye una sinfonía para banda
volverás a amarte cuando escuches
diez trombones
con su añil claridad
entre la noche
no mueras
entreteje con su añil claridad
por lo que Dios más ame
sécate
contémplate en el espejo
en el cual te ahogabas
quédate en el tercer planeta
tan solo conocido
por tener unos seres bellísimos
que emiten sonidos con el cuello
esa unión entre el cuerpo
y los ensueños
y con máquinas ingenuas
que se llevan a los labios
o acarician con las manos
arte purísimo
llamado música
no mueras más
con su añil claridad

                             Lima, 8 de agosto de 1971

"Vox horrísona", 1970, Antología poética, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 2022

Cuarteto Opus 131

A través de la soledad de los tejados,
Como frutos malvados de la noche
Los últimos cuartetos de Beethoven:
Igual los ha de oír
Quien en deseo vaga
O aquel que solitario yace
Junto a la mujer
Con quien ya jamás ha de soñar.

Gato, mi querido y sordo gato,
Yo sé que a través de tus patas,
A través de tu aciaga cabellera
Y la noche que me envuelve,
Hemos vuelto a beber,
Hemos llegado
A tener un lugar bajo los cielos.

Las constelacionesTrujillo, Cuadernos Trimestrales de Poesía, 1965; Encuentra tu Poema, Fundación BBVA, Perú

Luis Hernández (Lima 1941 - Buenos Aires, 1977)

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Foto: Luis Hernández fotografiado por su familia en la sala de su casa en Lima, 1974 Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes