Eres como una joven,
como una blanca polla.
Se le ahuecan las alas al viento
las plumas, baja el cuello
para beber, la tierra escarba;
mas su andar tiene el lento
paso tuyo de reina,
y se marcha por la hierba
pretenciosa y soberbia.
Es superior al macho.
Es como lo son todas
las hembras de todos
los puros animales
que avecinan a Dios.
Así, si el ojo, si el criterio mío
no me engaña, son éstas tus iguales
y no mujer alguna.
Cuando las adormece la noche,
las polluelas
emiten voces que recuerdan esas
tan dulces con que a veces de tu males
te quejas, sin saber
que en tu voz hay la delicada y triste
música del gallinero.
Tú eres como una grávida
ternera;
alegre y sin pesadez
todavía, incluso jubilosa;
que vuelve el cuello donde
tiñe la carne un rosa
tierno, si la acaricias.
Y si la encuentras y mugir
la oyes, tan lastimero es
ese sonido, que arrancas hierba
para hacerle un regalo.
Así mi don te ofrezco
cuando te encuentro triste.
Eres como una perra
que tiene siempre tanta
dulzura en la mirada
y crueldad en el alma.
A tus pies una santa
parece, que arde en una
devoción indomable,
y así te considera
su Dios y su Señor.
Si en casa o por la calle
te sigue, a quien intente
sólo acercársete, los dientes
blanquísimos le enseña.
Y su cariño sufre
de celos.
Eres como la tímida
coneja, que en la estrecha
jaula, enhiesta al verte
se alza,
y hacia ti las orejas
fijas y altas extiende,
pues afrecho y achicoria
le traes, que si de ellos
carece, se acurruca
en rincones oscuros.
¿Quién podría quitarle
ese alimento? ¿Quién, el pelo
que se arranca a sí misma
para agregarlo al nido
donde ha de tener cría?
¿Quién hacerte sufrir?
Eres como la golondrina
que vuelve en primavera.
Pero en otoño parte
y no es tuyo este arte.
Tú tienes esto de la golondrina:
la liviana apostura,
esto que a mí, que me sentía viejo
y lo era, me anunciaba otra primavera.
Eres como la hormiga
previsora. De ella le habla
la abuela al niño
que la acompaña
cuando salen al campo.
Y así te encuentro
en la abeja y en todas
las hembras de todos
los puros animales
que avecinan a Dios,
y no en mujer alguna.
Umberto Saba (Trieste, 1883 - Gorizia, 1957),
Poetas italianos del siglo XX, selección, prologo, traducción y notas de Horacio Armani, Librería Fausto, Buenos Aires, 1973
Nota del traductor: Saba narra que este poema, en que compara a su mujer con diversos animales, suscitó al principio alegres carcajadas. La pieza, sin embargo, ha ganado fervientes admiradores. [Edoardo] Sanguinetti expresa que si debiese conservar una sola poesía de Saba, ésta sería la elegida.
Foto: Wikimedia Commons
A mia moglie
Tu sei come una giovane
una bianca pollastra.
Le si arruffano al vento
le piume, il collo china
per bere, e in terra raspa;
ma, nell'andare, ha il lento
tuo passo di regina,
ed incede sull'erba
pettoruta e superba.
È migliore del maschio.
È come sono tutte
le femmine di tutti
i sereni animali
che avvicinano a Dio,
Così, se l'occhio, se il giudizio mio
non m'inganna, fra queste hai le tue uguali,
e in nessun'altra donna.
Quando la sera assonna
le gallinelle,
mettono voci che ricordan quelle,
dolcissime, onde a volte dei tuoi mali
ti quereli, e non sai
che la tua voce ha la soave e triste
musica dei pollai.
Tu sei come una gravida
giovenca;
libera ancora e senza
gravezza, anzi festosa;
che, se la lisci, il collo
volge, ove tinge un rosa
tenero la tua carne.
se l'incontri e muggire
l'odi, tanto è quel suono
lamentoso, che l'erba
strappi, per farle un dono.
È così che il mio dono
t'offro quando sei triste.
Tu sei come una lunga
cagna, che sempre tanta
dolcezza ha negli occhi,
e ferocia nel cuore.
Ai tuoi piedi una santa
sembra, che d'un fervore
indomabile arda,
e così ti riguarda
come il suo Dio e Signore.
Quando in casa o per via
segue, a chi solo tenti
avvicinarsi, i denti
candidissimi scopre.
Ed il suo amore soffre
di gelosia.
Tu sei come la pavida
coniglia. Entro l'angusta
gabbia ritta al vederti
s'alza,
e verso te gli orecchi
alti protende e fermi;
che la crusca e i radicchi
tu le porti, di cui
priva in sé si rannicchia,
cerca gli angoli bui.
Chi potrebbe quel cibo
ritoglierle? chi il pelo
che si strappa di dosso,
per aggiungerlo al nido
dove poi partorire?
Chi mai farti soffrire?
Tu sei come la rondine
che torna in primavera.
Ma in autunno riparte;
e tu non hai quest'arte.
Tu questo hai della rondine:
le movenze leggere:
questo che a me, che mi sentiva ed era
vecchio, annunciavi un'altra primavera.
Tu sei come la provvida
formica. Di lei, quando
escono alla campagna,
parla al bimbo la nonna
che l'accompagna.
E così nella pecchia
ti ritrovo, ed in tutte
le femmine di tutti
i sereni animali
che avvicinano a Dio;
e in nessun'altra donna.