Estar la puerta cerrada
Señor:
Rezamos hasta las tres de la mañana,
Ninguno de nosotros sabía lo que pedía,
Fuera retumbaba el frío viento del norte,
La congoja, la nieve y la oscuridad...
Así llegó la madrugada. Flores azules
Se esparcieron por sobre la nieve, ya hielo;
Ninguno de nosotros dejó de orar; pasaron
Las horas y recorrimos las desiertas calles
De la ciudad, sus salones vetustos
-guirnaldas amarillentas, confeti marchito-
libélulas destrozadas por las llamas.
Entonces uno de ellos salió a nuestro encuentro,
Después fue otro y otro más que abandonaron sus casas
E iban hacia nosotros dando gritos de júbilo
Y alegría. En poco tiempo la plaza estuvo llena,
Y en dos días más todo el mundo alabó a Dios y a su obra.
Felices pasaron los días, varias semanas...
La Gloria aparecía en todo su esplendor:
Con la temprana primavera nos pareció
Que súbitamente un nuevo mundo florecía...
Pero –mi mano se hiela al intentar escribirlo-
Después volvieron a sus antiguas costumbres:
De lo dicho por nosotros sólo tomaron
La palabra, como un adorno fatuo
O unas pocas figuras retóricas con las cuales
Alimentar todavía más su antigua vanidad.
Un crimen sucedió a otro, y hubo muchos más...
Algunos de nuestros hermanos se contagiaron,
Volvió el invierno y con él la ira,
El fraude, la sospecha, y la prevaricación.
La nieve volvió a cubrir la ciudad y el campo:
Sólo una flor azul se obstina en mostrarse
A través de mi última y sucia ventana.
Angel Faretta (Buenos Aires, 1953), inédito
Ilustración: El Juicio Final (detalle), Fra Angelico, 1435-1440
De Faretta en este blog:
Temple
A un Malvolio local
Señor:
Rezamos hasta las tres de la mañana,
Ninguno de nosotros sabía lo que pedía,
Fuera retumbaba el frío viento del norte,
La congoja, la nieve y la oscuridad...
Así llegó la madrugada. Flores azules
Se esparcieron por sobre la nieve, ya hielo;
Ninguno de nosotros dejó de orar; pasaron
Las horas y recorrimos las desiertas calles
De la ciudad, sus salones vetustos
-guirnaldas amarillentas, confeti marchito-
libélulas destrozadas por las llamas.
Entonces uno de ellos salió a nuestro encuentro,
Después fue otro y otro más que abandonaron sus casas
E iban hacia nosotros dando gritos de júbilo
Y alegría. En poco tiempo la plaza estuvo llena,
Y en dos días más todo el mundo alabó a Dios y a su obra.
Felices pasaron los días, varias semanas...
La Gloria aparecía en todo su esplendor:
Con la temprana primavera nos pareció
Que súbitamente un nuevo mundo florecía...
Pero –mi mano se hiela al intentar escribirlo-
Después volvieron a sus antiguas costumbres:
De lo dicho por nosotros sólo tomaron
La palabra, como un adorno fatuo
O unas pocas figuras retóricas con las cuales
Alimentar todavía más su antigua vanidad.
Un crimen sucedió a otro, y hubo muchos más...
Algunos de nuestros hermanos se contagiaron,
Volvió el invierno y con él la ira,
El fraude, la sospecha, y la prevaricación.
La nieve volvió a cubrir la ciudad y el campo:
Sólo una flor azul se obstina en mostrarse
A través de mi última y sucia ventana.
Angel Faretta (Buenos Aires, 1953), inédito
Ilustración: El Juicio Final (detalle), Fra Angelico, 1435-1440
De Faretta en este blog:
Temple
A un Malvolio local