El arquitecto
Los domingos al mediodía
el hombre encendía el fuego.
Sus hijos tenían edad para conseguir sus alimentos
pero el hombre acomodaba cuidadosamente las ramas.
Medio cuerpo adentro de la parrilla
poco papel y mucha madera
las palabras brotaban del interior de la cueva
y dejar espacio para que respire el fuego. Eso decía.
Edificaba
una prolija vivienda inflamable.
Nosotros conocemos el resto de la historia:
incendiará palabras y casa
el holocausto de costumbre
y desde la mesa todos sentiremos lástima
al ver arder la bella casa.
Pero en el día del señor
esa es su ofrenda
el precio que le pone al hambre
que él mismo inventa.
¿Y si no agarra? preguntamos.
Sonríe.
Va a agarrar, responde.
Y enciende un fósforo.
Abuela
Dichosos aquellos en quienes la edad produce el efecto del vino
y que pierden la memoria cuando están saciados de días.
FRANÇOIS DE CHATEAUBRIAND
Bajo el asilo de sombra
de un parque cubierto de hojas
me viste llegar.
Tu silla de ruedas tembló con los espasmos
de los bebés cuando se sobresaltan.
Con una sonrisa me acariciaste la cara.
Habías olvidado todas las palabras.
A veces te quedabas ciega
por una o dos horas.
¿Adónde ibas?
La última vez me miraste como enamorada.
Atravesé esa alegría hasta llegar
a la mácula lechosa de la niña a la que habías vuelto.
Conservo la postal
que me mandaste desde ese lugar, abuela:
una nena sentada bajo la sombra de un árbol.
Es primavera en la foto.
Ignacio Di Tullio (Villa Adelina, Argentina, 1982)
Del Dock
Buenos Aires, 2024
Segunda edición
Poemas de Ignacio Di Tullio en Otra Iglesia Es Imposible
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Foto: Ignacio Di Tullio/Facebook
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