Todo lo que bajaba en la palabra Adán me pertenece
como el primer paseo de hombre por un bosque
en la primera noche de verano. Mira el cielo estrellado,
el vidrio roto, piensa, cómo se fue mezclando uno en todo.
Me tomo el té, callado, primera vez que alguno toma
té. Unas nubes deshechas avanzan diligentes,
se enganchan en las ramas, los techos puntiagudos,
llenando de humedades transparentes, este símil edén.
Las copas de los árboles se alzan, como queriendo abrirse
a luces adivinas. Las casas, su luz atravesando las hojas
de las ramas, cada una es la forma que desciende
de la palabra Adán.
Cuando la oscuridad me apaña por lo bajo
el cielo se descubre: una explosión de esquirlas
que titilan heladas. Me veo en las sandalias
que siguen sin orgullo por la calle de arena.
Son las pisadas viejas de algo nuevo.
Acaban de salir a la existencia por el mismo agujero
donde sale todo. Todavía no hay bosque,
pueblo costero, nada, siquiera parecido a un pedestal.
Mario Nosotti (San Fernando, Argentina, 1966)
La casa de la playa,
Club Hem,
La plata, 2018
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