Desde el aire
Los que llegan en avión
se sorprenden
por lo que ha crecido
año tras año la ciudad:
el cordón industrial,
el cordón policial,
el cordón umbilical,
la alquimia del verso.
Fabián Casas (Buenos Aires, 1965), Horla City, inédito
De Casas en este blog:
Hace algún tiempo
▼
sábado, diciembre 30, 2006
En tu barrio pasa algo
La Secretaría de Cultura de la Nación elaboró un mapa de industrias culturales. Tu barrio está lleno de pymes.
Industrialización cultural
Jarchas
1
(Salá-Solé)
18 (Stern), 18 (Heger), XVIII (García Gómez) (*)
tanto amare tanto amare
habîb tanto amare
enfermeron olios nidios
e dolen tan male
¡Tanto amar, tanto amar,
amigo, tanto amar!
¡Enfermaron unos ojos brillantes
y duelen tan mal!
2a,b
(Salá-Solé)
28a,b (Stern), 28a,b (Heger), VIIa,b (García Gómez)
ben yâ sahhârâ
alba quee stá kon bi-al-fogore
k(u)and bene bide amore
Ven, oh hechicero:
un alba que está (o: tiene) con fogor
cuando viene pide amor.
5a
(Salá-Solé)
44a (Stern), 44a (Heger), XXXa (García Gómez)
ya mam(m)a si no lesa al-ginna
allora mor(r)ey
traïde hamrî min al-hâgib
'asà sanarey
Oh madre, si no cesa la locura (de amor),
enseguida moriré.
Traed mi vino de (casa de) el hagib,
acaso sanaré.
9
(Salá-Solé)
52 (Heger), XXVI (García Gómez)
qultu es
yuhayyî bokel(l)a
hulú mitl es(e)
Dije: 'Cómo
reanima a una boquita
algo dulce como eso'.
12
(Salá-Solé)
37 (Stern), 37 (Heger), XX (García Gómez)
si si ben yâ sîdî
k(u)ando benis vos y
la bokella hamrâ
sibarey ka-al-warsi
Sí, sí, ven, oh señor mío,
cuando (si) venís aquí,
la boquita roja
alimentaré (de besos) como la paloma rojiza.
13
(Salá-Solé)
27 (Stern), 27 (Heger), VI (García Gómez)
al-sa'amu mio hâli
borqe hâlî qad bâri
ke farey yâ ümmi
fâniqî bad lebare
La muerte es mi estado,
porque mi estado (es) desesperado.
¿Qué haré, oh madre mía?
El que me mima va a marcharse.
15
(Salá-Solé)
32 (Stern), 32 (Heger), XIII (García Gómez)
non kero yo ün hil(l)ello
il(l)â al-samarello
No quiero yo ningún halagador,
más que el morenito.
17
(Salá-Solé)
34 (Stern), 34 (Heger), XV (García Gómez)
li-an(n)a lâ kâna fî bon asmadore
fumâ
al-wad(d)u sanará non mio morire
yâ um(m)â
Como que no existe (hay) en el buen amador
boca,
el amigo no curará mi morir,
oh madre.
18
(Salá-Solé)
50 (Stern), 50 (Heger), XXXIII (García Gómez)
no se kedad ni me kered gaïre
kilmâ
non ayo kon seno esusto dormire
ma(m)â
No se queda ni me quiere decir
palabra
No dormiré con el seno abrasado,
madre.
20
(Salá-Solé)
13 (Stern), 13 (Heger), 13 (García Gómez)
baido-me ad isbilyâ
fî zayî tâgir
qebrare al-gudures
de aben muhâgir
Me voy a Sevilla
en traje de mercader
(a) quebrar los muros
de Ibn Muhâgir.
_________________
(*)
Salá-Solé:
J. M. Salá-Solé, Corpus de poesía mozárabe, Barcelona 1973
Stern:
S. M. Stern, Les chansons mozarabe, Palermo 1953/Oxford 1964
Heger:
K. Heger, Die bisher veröffentlichen Hargas, Tübingen 1960
García Gómez:
E. García Gómez, Las jarchas romances, Madrid 1965
bibliotheca Augustana
(Salá-Solé)
18 (Stern), 18 (Heger), XVIII (García Gómez) (*)
tanto amare tanto amare
habîb tanto amare
enfermeron olios nidios
e dolen tan male
¡Tanto amar, tanto amar,
amigo, tanto amar!
¡Enfermaron unos ojos brillantes
y duelen tan mal!
2a,b
(Salá-Solé)
28a,b (Stern), 28a,b (Heger), VIIa,b (García Gómez)
ben yâ sahhârâ
alba quee stá kon bi-al-fogore
k(u)and bene bide amore
Ven, oh hechicero:
un alba que está (o: tiene) con fogor
cuando viene pide amor.
5a
(Salá-Solé)
44a (Stern), 44a (Heger), XXXa (García Gómez)
ya mam(m)a si no lesa al-ginna
allora mor(r)ey
traïde hamrî min al-hâgib
'asà sanarey
Oh madre, si no cesa la locura (de amor),
enseguida moriré.
Traed mi vino de (casa de) el hagib,
acaso sanaré.
9
(Salá-Solé)
52 (Heger), XXVI (García Gómez)
qultu es
yuhayyî bokel(l)a
hulú mitl es(e)
Dije: 'Cómo
reanima a una boquita
algo dulce como eso'.
12
(Salá-Solé)
37 (Stern), 37 (Heger), XX (García Gómez)
si si ben yâ sîdî
k(u)ando benis vos y
la bokella hamrâ
sibarey ka-al-warsi
Sí, sí, ven, oh señor mío,
cuando (si) venís aquí,
la boquita roja
alimentaré (de besos) como la paloma rojiza.
13
(Salá-Solé)
27 (Stern), 27 (Heger), VI (García Gómez)
al-sa'amu mio hâli
borqe hâlî qad bâri
ke farey yâ ümmi
fâniqî bad lebare
La muerte es mi estado,
porque mi estado (es) desesperado.
¿Qué haré, oh madre mía?
El que me mima va a marcharse.
15
(Salá-Solé)
32 (Stern), 32 (Heger), XIII (García Gómez)
non kero yo ün hil(l)ello
il(l)â al-samarello
No quiero yo ningún halagador,
más que el morenito.
17
(Salá-Solé)
34 (Stern), 34 (Heger), XV (García Gómez)
li-an(n)a lâ kâna fî bon asmadore
fumâ
al-wad(d)u sanará non mio morire
yâ um(m)â
Como que no existe (hay) en el buen amador
boca,
el amigo no curará mi morir,
oh madre.
18
(Salá-Solé)
50 (Stern), 50 (Heger), XXXIII (García Gómez)
no se kedad ni me kered gaïre
kilmâ
non ayo kon seno esusto dormire
ma(m)â
No se queda ni me quiere decir
palabra
No dormiré con el seno abrasado,
madre.
20
(Salá-Solé)
13 (Stern), 13 (Heger), 13 (García Gómez)
baido-me ad isbilyâ
fî zayî tâgir
qebrare al-gudures
de aben muhâgir
Me voy a Sevilla
en traje de mercader
(a) quebrar los muros
de Ibn Muhâgir.
_________________
(*)
Salá-Solé:
J. M. Salá-Solé, Corpus de poesía mozárabe, Barcelona 1973
Stern:
S. M. Stern, Les chansons mozarabe, Palermo 1953/Oxford 1964
Heger:
K. Heger, Die bisher veröffentlichen Hargas, Tübingen 1960
García Gómez:
E. García Gómez, Las jarchas romances, Madrid 1965
viernes, diciembre 29, 2006
William Carlos Williams / La rosa...
La rosa es obsoleta
La rosa es obsoleta,
pero cada pétalo termina
en filo, el doble facetado
soporta las columnas
estriadas del aire – El filo
corta sin cortar
no encuentra – nada – se renueva
a sí mismo en metal o porcelana –
¿Dónde? Termina –
Pero si termina
es que empieza el principio
así que engranar rosas
se vuelve geometría –
Más afiladas, nítidas, cortantes,
pintadas en cerámica –
adorna el plato roto
una rosa vidriada
El sentido transmuta en algún sitio
a las rosas de cobre
en rosas aceradas –
La rosa transportaba el peso del amor
pero el amor está al final – de las rosas
Es al filo del pétalo
donde el amor aguarda
Pulida, trabajada para vencer
la laboriosidad – frágil,
cortada, húmeda, a medio erguir,
fría, precisa, próxima
A qué
El lugar entre el filo
del pétalo y el
Desde el filo del pétalo una línea comienza
que al ser de acero,
infinitamente fina, infinitamente
rígida penetra
la Vía Láctea
sin contacto – y se alza
desde allí – sin colgar
ni hacer presión –
Y la fragilidad de la flor
intocada
penetra el espacio
William Carlos Williams (Rutherford, Estados Unidos, 1883-1963)
Versión de Ezequiel Zaidenwerg
La rosa es obsoleta,
pero cada pétalo termina
en filo, el doble facetado
soporta las columnas
estriadas del aire – El filo
corta sin cortar
no encuentra – nada – se renueva
a sí mismo en metal o porcelana –
¿Dónde? Termina –
Pero si termina
es que empieza el principio
así que engranar rosas
se vuelve geometría –
Más afiladas, nítidas, cortantes,
pintadas en cerámica –
adorna el plato roto
una rosa vidriada
El sentido transmuta en algún sitio
a las rosas de cobre
en rosas aceradas –
La rosa transportaba el peso del amor
pero el amor está al final – de las rosas
Es al filo del pétalo
donde el amor aguarda
Pulida, trabajada para vencer
la laboriosidad – frágil,
cortada, húmeda, a medio erguir,
fría, precisa, próxima
A qué
El lugar entre el filo
del pétalo y el
Desde el filo del pétalo una línea comienza
que al ser de acero,
infinitamente fina, infinitamente
rígida penetra
la Vía Láctea
sin contacto – y se alza
desde allí – sin colgar
ni hacer presión –
Y la fragilidad de la flor
intocada
penetra el espacio
William Carlos Williams (Rutherford, Estados Unidos, 1883-1963)
Versión de Ezequiel Zaidenwerg
The rose is obsolete
but each petal ends in
an edge, the double facet
cementing the grooved
columns of air--The edge
cuts without cutting
meets--nothing--renews
itself in metal or porcelain--
whither? It ends--
But if it ends
the start is begun
so that to engage roses
becomes a geometry--
Sharper, neater, more cutting
figured in majolica--
the broken plate
glazed with a rose
Somewhere the sense
makes copper roses
steel roses--
The rose carried weight of love
but love is at an end--of roses
It is at the edge of the
petal that love waits
Crisp, worked to defeat
laboredness--fragile
plucked, moist, half-raised
cold, precise, touching
What
The place between the petal's
edge and the
From the petal's edge a line starts
that being of steel
infinitely fine, infinitely
rigid penetrates
the Milky Way
without contact--lifting
from it--neither hanging
nor pushing--
The fragility of the flower
unbruised
penetrates space
Spring and All (1923)
jueves, diciembre 28, 2006
Lo digo porque es verano
El último avance de la poesía en su terreno, en equilibrio e inteligencia, es Ashbery, y ya tiene 80 años.
sábado, diciembre 23, 2006
La naturaleza de un "error"
Entonces, desde cierta perspectiva, el viaje de Orfeo al país de los muertos y su ruego inicialmente exitoso para que se libere a Eurídice del inframundo pueden representar la capacidad del arte -poesía, música, lenguaje- para vencer la muerte; y sin embargo, desde otro punto de vista, el que Orfeo vuelva fatalmente la mirada atrás de igual suerte habrá de representar "el fracaso del arte ante la realidad última de la muerte"; o bien, según la más drástica formulación de Charles Segal, la pérdida de Eurídice expresa "la intransigencia de la realidad frente a la plasticidad del lenguaje".
Seamus Heaney, Al buen entendedor, Fondo de Cultura Económica, México, 2006.
De lo que se comprueba: que en el mito -no solo en este- estaba encapsulada la tragedia; y que, en particular en el muy llevado y traído mito órfico se cuenta el triunfo del arte sobre todo poder extrahumano tanto como el fracaso del hombre.
***
Es difícil sellar esta falla. Restituir el poder del canto cuesta unas cuantas operaciones, todas parcialmente exitosas.
Por ejemplo, las de Esteban Ierado, quien describe así la cuestión: "Como yo que controla con éxito un territorio extraño y desconocido, Orfeo llega al centro del laberinto, a la morada de Hades, y allí sus poderes trepan hasta su cima: con su voz disipa el enojo de Hades, lo persuade, lo convence de generar una excepción, un hecho singular, que transgrede la ley, la ley que dice que ningún muerto puede regresar a la vida. Pero ahora, un alma del Hades, un ser del mundo de los muertos, podrá regresar a la tierra de los vivos. Pero la concesión excepcional que el hermano de Zeus le hace a Orfeo es condicional. La excepción a la ley general crea una ley particular. Una regla única para un evento singular. Orfeo podrá regresar al mundo de la superficie sólo si cumple una condición: no contemplar nuevamente a la bella Eurídice antes de que ésta se halle plenamente bañada por la luz del día."
¿En qué consiste el fracaso de Orfeo?
En que: "La duda contamina a Orfeo. La ansiedad cruje en sus entrañas. El miedo, la inseguridad, tuerce su cuello. Y Orfeo mira hacia atrás. Eurídice desaparece. Nunca estuvo. Lo que se desvanece en realidad es la imaginaria historia del dominio del Orfeo humano sobre el mundo divino."
En este acto, el impersonal Orfeo, el que era impersonal "mensajero del movimiento vibratorio y universal" ha asumido su condición de hombre.
A salvo pues el poder órfico del canto. Enterrado el poder de Orfeo junto con su ego personal.
Así, Occidente ha callado. Nunca más entró en conexión con el canto extrahumano, el designio sin símbolos de los dioses. Muerto el cantor, sobrevive el canto.
El silencio de Orfeo
¿Por qué no pensar que la poesía se basa en el momento en que Orfeo quiere saber si Eurídice lo sigue o sólo va un fantasma tras de él? En que la regla única para la única excepción no puede ni debe ser aceptada. En que la plasticidad de Orfeo era su obra, no la de los dioses. Y en que Hades no hizo más que tenderle una celada y confundirnos para siempre.
Seamus Heaney, Al buen entendedor, Fondo de Cultura Económica, México, 2006.
De lo que se comprueba: que en el mito -no solo en este- estaba encapsulada la tragedia; y que, en particular en el muy llevado y traído mito órfico se cuenta el triunfo del arte sobre todo poder extrahumano tanto como el fracaso del hombre.
***
Es difícil sellar esta falla. Restituir el poder del canto cuesta unas cuantas operaciones, todas parcialmente exitosas.
Por ejemplo, las de Esteban Ierado, quien describe así la cuestión: "Como yo que controla con éxito un territorio extraño y desconocido, Orfeo llega al centro del laberinto, a la morada de Hades, y allí sus poderes trepan hasta su cima: con su voz disipa el enojo de Hades, lo persuade, lo convence de generar una excepción, un hecho singular, que transgrede la ley, la ley que dice que ningún muerto puede regresar a la vida. Pero ahora, un alma del Hades, un ser del mundo de los muertos, podrá regresar a la tierra de los vivos. Pero la concesión excepcional que el hermano de Zeus le hace a Orfeo es condicional. La excepción a la ley general crea una ley particular. Una regla única para un evento singular. Orfeo podrá regresar al mundo de la superficie sólo si cumple una condición: no contemplar nuevamente a la bella Eurídice antes de que ésta se halle plenamente bañada por la luz del día."
¿En qué consiste el fracaso de Orfeo?
En que: "La duda contamina a Orfeo. La ansiedad cruje en sus entrañas. El miedo, la inseguridad, tuerce su cuello. Y Orfeo mira hacia atrás. Eurídice desaparece. Nunca estuvo. Lo que se desvanece en realidad es la imaginaria historia del dominio del Orfeo humano sobre el mundo divino."
En este acto, el impersonal Orfeo, el que era impersonal "mensajero del movimiento vibratorio y universal" ha asumido su condición de hombre.
A salvo pues el poder órfico del canto. Enterrado el poder de Orfeo junto con su ego personal.
Así, Occidente ha callado. Nunca más entró en conexión con el canto extrahumano, el designio sin símbolos de los dioses. Muerto el cantor, sobrevive el canto.
¿Por qué no pensar que la poesía se basa en el momento en que Orfeo quiere saber si Eurídice lo sigue o sólo va un fantasma tras de él? En que la regla única para la única excepción no puede ni debe ser aceptada. En que la plasticidad de Orfeo era su obra, no la de los dioses. Y en que Hades no hizo más que tenderle una celada y confundirnos para siempre.
jueves, diciembre 21, 2006
Garbeld y lo improbable
En 1946, un ex oficial de inteligencia le dijo a Garbeld que sin duda en poco tiempo más los hombres estarían en condiciones de comunicarse a través de una vasta red conectada a dispositivos caseros. -Estamos precisamente hablando por teléfono -replicó Garbeld. -Esto es cierto. Pero le hablo de una red que permitirá trasmitir textos, imágenes, sonidos, diarios enteros, filmes, tarjetas de Navidad, y todo esto al instante. -¿Desde dónde se transmitirá todo eso? ¿Desde centrales del gobierno? -No, todos absolutamente podrán trasmitir lo que quieran a través de esta red -dijo el ex oficial de inteligencia. -Bien -dijo Garbeld-, como decía mi viejo amigo, el doctor Doyle, descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad. -Y es así. Usted incluso podrá escribirle esquelas instantáneas a sus amigos o a quien considere pertinente, de manera instantánea- agregó el ex oficial de inteligencia.- Eso es malo -dijo Garbeld. -Es un paso esencial en la correspondencia que las cartas demoren cierto tiempo en llegar a su destino. -No lo entiendo -dijo el otro. -Pues vea, en el trayecto, solas, a oscuras en sus sobres, las cartas reflexionan; a veces empeoran.-Es usted un lírico, Garbeld. -En lo absoluto. ¿Ha tenido oportunidad de volver a leer, después de un tiempo, una carta suya? -Bueno,tal oportunidad no es frecuente... pero sí, he leído una cartas a una querida que me las devolvió al romperse nuestra relación. -¿Qué impresión le causaron? -Debo admitir que algunas frases, parráfos enteros a veces, no los recordaba, y me parecieron muy buenos, casi le diría, demasiado buenos para ser míos. Otros, eran mucho mas cursis de lo que los recordaba. -Ha visto... -No, Garbeld, pero estas son jugarretas de la memoria. Usted quiere decirme sin duda que, a la manera en que los escritores dejan sus escritos "reposar" para percibir luego mejor sus errores o aciertos, así el que escribe una carta se sorprende de cosas que una atención insuficiente pasó por alto. El que ha reflexionado o tiene oportunidad de reflexionar es el escritor, no el escrito. -¿Puede indicarme usted la diferencia ente una cosa y otra? -preguntó Garbeld. -Lo que se ha inscripto sobre el papel no ha cambiado, cambió el pensamiento del autor, eso es obvio, Garbeld.-Usted ha sido espía y ha leído códigos cifrados que podían decir una u otra cosa; ahora me dice que imágenes, textos, sonidos, nos llegarán a través de un cable, y, sin embargo, no puede admitir que tal vez algo se mueva en un texto en la soledad de un cajón o de un sobre. Por lo demás, ¿cómo establecer si han cambiado las ideas del autor o las letras han encontrado su lugar a solas? ¿Y qué caso tiene negar que unas puedan mutar y otras no? Como decía mi viejo amigo, el doctor Doyle... El espía cortó bruscamente la comunicación.
Gustav Who, Papeles borroneados de Garbeld, Tijuana, 1953
Gustav Who, Papeles borroneados de Garbeld, Tijuana, 1953
domingo, diciembre 17, 2006
Letras argentinas
viernes, diciembre 15, 2006
El malestar de Poe
Un movimiento expansivo afecta también a las partículas de la época de Poe. Mientras que las multitudes avanzan sobre las ciudades modernas, al compás de los valores heredados de la Revolución, los conocimientos científicos y la incipiente nación del norte fijan en el infinito los límites de sus respectivos dominios. Pero bien lo dijo Baudelaire, ni el siglo XIX ni EEUU constituían el ambiente más propicio para las "almas enamoradas del fuego eterno" como Poe. En su vagabundeo errático de exiliado del mundo Poe se desplazó sobre un suelo hostil...
Zenda Liendivit
La máquina del tiempo
N.de R.: Cuando Poe murió, faltaban 14 años para la Guerra de Secesión. De forma que la "incipiente nación del norte" no había fijado aún sus limites internos. La presunción de que Poe vivió en los "incipientes" Estados Unidos como en una cárcel es un lugar común debido precisamente a Baudelaire. Baudelaire consideraba a los Estados Unidos como una nación bárbara, no como una que había fijado en el infinito el límite de sus dominios. Baudelaire confundió el ingenuo desprecio sureño de Poe por la masa, a la que cantaría Whitman, con desprecio por el mundo burgués. Si Poe se movía en los Estados Unidos como en una cárcel se debe a que no era el pionero burgués que conquistaría el Oeste ni el plantador de tabaco cuya industria esclavista se encontraba ya amenazada. Poe estaba incómodo porque la burguesía de la Costa Este aún no había creado el mundo de alta cultura del que gozaba Baudelaire, y que Baudelaire despreciaba. Armando Bazán (Poe, Miscelánea, Editorial Claridad) ofrece una mirada más equilibrada sobre este punto: "Es verdad que 'los Estados Unidos no fueron para Poe sino una inmensa prisión la cual recorría con el frenesí de un hombre nacido para respirar en un mundo más anormal' (esta y las siguientes citas son de Baudelaire), pero no es enteramente cierto que 'su vida interior, espiritual, de poeta, y aun de borracho' solo haya sido 'un esfuerzo perpetuo para escapar de la influencia de aquella atmósfera antipática' (...) Después de todo, el medio ambiente de los Estados Unidos no es del todo hostil para los escritores. Y lo prueba el hecho de que se promueven concursos literarios con premios pecuniarios de cierta importancia. Y otro hecho, aun más importante: el hecho de que en esos concursos suelen triunfar los valores auténticos. Tal fue el caso del concurso literario de Baltimore, en el que Poe obtuvo el primer premio con su poema El Coliseo y con el primero de sus cuentos, 'El manuscrito encontrado en una botella'. Ese triunfo le depara una fama que irá en aumento y le abre la puerta a una arena de lucha en la que caerá definitivamente después de dieciséis años de gloriosa agonía".
Zenda Liendivit
N.de R.: Cuando Poe murió, faltaban 14 años para la Guerra de Secesión. De forma que la "incipiente nación del norte" no había fijado aún sus limites internos. La presunción de que Poe vivió en los "incipientes" Estados Unidos como en una cárcel es un lugar común debido precisamente a Baudelaire. Baudelaire consideraba a los Estados Unidos como una nación bárbara, no como una que había fijado en el infinito el límite de sus dominios. Baudelaire confundió el ingenuo desprecio sureño de Poe por la masa, a la que cantaría Whitman, con desprecio por el mundo burgués. Si Poe se movía en los Estados Unidos como en una cárcel se debe a que no era el pionero burgués que conquistaría el Oeste ni el plantador de tabaco cuya industria esclavista se encontraba ya amenazada. Poe estaba incómodo porque la burguesía de la Costa Este aún no había creado el mundo de alta cultura del que gozaba Baudelaire, y que Baudelaire despreciaba. Armando Bazán (Poe, Miscelánea, Editorial Claridad) ofrece una mirada más equilibrada sobre este punto: "Es verdad que 'los Estados Unidos no fueron para Poe sino una inmensa prisión la cual recorría con el frenesí de un hombre nacido para respirar en un mundo más anormal' (esta y las siguientes citas son de Baudelaire), pero no es enteramente cierto que 'su vida interior, espiritual, de poeta, y aun de borracho' solo haya sido 'un esfuerzo perpetuo para escapar de la influencia de aquella atmósfera antipática' (...) Después de todo, el medio ambiente de los Estados Unidos no es del todo hostil para los escritores. Y lo prueba el hecho de que se promueven concursos literarios con premios pecuniarios de cierta importancia. Y otro hecho, aun más importante: el hecho de que en esos concursos suelen triunfar los valores auténticos. Tal fue el caso del concurso literario de Baltimore, en el que Poe obtuvo el primer premio con su poema El Coliseo y con el primero de sus cuentos, 'El manuscrito encontrado en una botella'. Ese triunfo le depara una fama que irá en aumento y le abre la puerta a una arena de lucha en la que caerá definitivamente después de dieciséis años de gloriosa agonía".
jueves, diciembre 14, 2006
Seguimos con Pavese
Percibir o intuir aquello que hay de necesario en lo fortuito o en lo casual. La razón quizá indiscernible a la que esa presencia casual responde. ¿No sería eso la experiencia poética (al menos unos cuantos, durante un tiempo, sostuvimos una creencia que iba en esa dirección, inspirada seguramente, y a menudo sin saberlo, en la idea de “correspondencias” de Baudelaire) o uno de los modos en que eso que llamábamos "experiencia poética" puede darse? ¿No sería esa intuición, esa “presencia” irresoluble de una necesariedad o una razón en lo fortuito lo que hace que nos detengamos especialmente, como ante un misterio, en ciertas imágenes o ciertos encuentros de palabras (no sólo en poemas, también en el cine de Tarkovski o en el de Kitano, o en los modos en que suspende o introduce notas Monk)? ¿Y tendrá algo que ver eso con la extrañeza pavesiana que hace emerger lo desconocido en lo conocido o muy conocido? A primera vista son lo opuesto, pero quién sabe si no se trata de dos ángulos desde donde ver lo mismo, dos extremos de un arco. La poesía, al fin y al cabo, es una supervivencia de ese modo integral de relación con el prójimo y el cosmos que en los antiguos se daba a traves del mito. Bueno, convengamos que la poesía no: alguna poesía. Ni siquiera la mejor poesía, necesariamente: la que más me importa.
Freidemberg
jueves, diciembre 07, 2006
Después nos quejamos de cómo Pigna escribe la historia
"(Fabián) Casas, compañero pretérito de (Martín) Gambarotta, (Alejandro) Rubio y Washington Cucurto en la extinta revista 18 Whiskys ..."
Paralelo Sur, Revista de Literatura
La perla de la casa
Por qué nunca viene...
un Don Nadie a llevarse la perla de la casa,
y a falta de un verdadero espíritu malvado que apedree las ventanas
o pisotee las flores del jardín,
mi mundo es revisitado a diario
por quien está de turno y me toca en suerte:
un demonio al que llaman "mal menor",
porta la nariz roja de los seres castigados por la justicia poética,
su apodo lo avergüenza, y cuando desciende al averno
sus compañeros de cuadrilla se burlan de él.
Nuevamente cabe preguntarme por qué nunca viene un Don Nadie
a llevarse la perla de la casa,
y solo es recurrente un gato
trayéndome un ratón muerto a la memoria
y ésta lo rechaza como quien repite:
"No quiero animales en mi casa".
Ainbinder, Mi descubridor, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2006 (en todos los quioscos)
un Don Nadie a llevarse la perla de la casa,
y a falta de un verdadero espíritu malvado que apedree las ventanas
o pisotee las flores del jardín,
mi mundo es revisitado a diario
por quien está de turno y me toca en suerte:
un demonio al que llaman "mal menor",
porta la nariz roja de los seres castigados por la justicia poética,
su apodo lo avergüenza, y cuando desciende al averno
sus compañeros de cuadrilla se burlan de él.
Nuevamente cabe preguntarme por qué nunca viene un Don Nadie
a llevarse la perla de la casa,
y solo es recurrente un gato
trayéndome un ratón muerto a la memoria
y ésta lo rechaza como quien repite:
"No quiero animales en mi casa".
Ainbinder, Mi descubridor, Selecciones de Amadeo Mandarino, Buenos Aires, 2006 (en todos los quioscos)
Marina Serrano / De "Formación hospitalaria"
Sangre arterial
El médico virgen
intenta extraer sangre arterial,
presiona su proyección
fálica y aguda
contra el vaso elástico.
Falla.
Ignora
el par de ojos mirones,
el silencio obligado de la cuadripléjica,
y sigue
con su mete saca de aguja
practicando en el antebrazo
tatuado de gigantes rojas.
Marina Serrano (Quequén, 1973), Formación hospitalaria, Sigamos Enamoradas, Buenos Aires, 2006
Nota del Administrador: No conozco demasiados poemas dedicados a la clínica hospitalaria. Sólo alusiones a hospitales, en Vallejo, en Carriego, en Viel Temperley. Morgue, de Gottfried Benn, es más bien posclínico. Un libro que causó legítimo espanto. A esta estirpe parece integrarse Formación hospitalaria.
El médico virgen
intenta extraer sangre arterial,
presiona su proyección
fálica y aguda
contra el vaso elástico.
Falla.
Ignora
el par de ojos mirones,
el silencio obligado de la cuadripléjica,
y sigue
con su mete saca de aguja
practicando en el antebrazo
tatuado de gigantes rojas.
Marina Serrano (Quequén, 1973), Formación hospitalaria, Sigamos Enamoradas, Buenos Aires, 2006
Nota del Administrador: No conozco demasiados poemas dedicados a la clínica hospitalaria. Sólo alusiones a hospitales, en Vallejo, en Carriego, en Viel Temperley. Morgue, de Gottfried Benn, es más bien posclínico. Un libro que causó legítimo espanto. A esta estirpe parece integrarse Formación hospitalaria.
miércoles, diciembre 06, 2006
Nota bene
Los términos fascismo blanco no aluden a los médicos ni a las políticas sanitarias. Sintetizan a mi juicio una serie de restricciones de tipo fascista pero que deja felices a los portadores de un sentimiento de justicia, liberación, convivencia y bondad intrínseca.
Escohotado y el fascismo blanco
LOS FUMADORES, ENTRE EL ATRACO Y LA ESTAFA
por Antonio Escohotado
Que las leyes prohíban, o impongan, actos por nuestro propio bien dejó de ser legítimo ya en 1789
Existe la tentación de convertir los estados de Derecho en estados terapéuticos, legisladores sobre el dolor y el placer, donde lo que antes se imponía por teológicamente puro pueda ahora imponerse por médicamente recomendable
Pensaba dejar los cigarrillos el próximo febrero, dando por suficientes 40 y muchos años de gran fumador, pero el recrudecimiento de la cruzada antitabaco justifica un ejercicio de solidaridad con quienes siguen fumando, y aspiran a ser respetados.
En efecto, los reglamentos no mandan que las tiendas de alpinismo estampen en sus artículos esquelas sobre peligros de la escalada; ni imponen a la manteca y la mantequilla esquelas parejas sobre los riesgos del colesterol. Ni siquiera los concesionarios de motos y coches deportivos deben incorporar algo análogo sobre accidentes de tráfico. Vendedores y bebedores de alcohol, quizá por respeto al vino de la misa, no son molestados. Quienes usan compulsivamente pastillas de botica resultan pacientes decorosos, y quienes toman drogas ilícitas son inocentes víctimas, redimibles con tratamiento. El tabacómano y el simple usuario ocasional de tabaco, en cambio, son una especie de leprosos desobedientes, que pueden curarse con sanciones y publicidad truculenta.
Es indiscutible que el humo molesta, y que debe haber amplias zonas para no fumadores. Sólo se discute qué tamaño tendrán en cada sitio (edificios, barcos, aviones) las zonas para fumadores. Cuando algo que usa un tercio de la población recibe una centésima o milésima parte del espacio -o simplemente ninguna- oprimimos a gran número de adultos, capacitados todos ellos para exigir que las leyes no reincidan en defenderles de sí mismos. Que las leyes prohíban, o impongan, actos por nuestro propio bien dejó de ser legítimo ya en 1789, al reconocerse los Derechos del Hombre y del Ciudadano, gracias a lo cual en vez de súbditos-párvulos empezamos a ser tratados como mayores de edad autónomos. Y es llamativo que en un momento tan sensible al respeto por muy distintas minorías cunda un desprecio tan olímpico hacia la única minoría que se acerca a una mayoría del censo. Sólo se entiende, de hecho, considerando la tentación de convertir los estados de Derecho en estados terapéuticos, legisladores sobre el dolor y el placer, donde lo que antes se imponía por teológicamente puro pueda ahora imponerse por médicamente recomendable.
Con todo, la sustancia del atropello no cambia al sustituir sotanas negras por batas blancas. Si atendemos al asunto concreto, vemos enseguida que la fanfarria terapeutista disimula y deforma sus términos. En primer lugar, la nicotina estimula, seda y previene algunas enfermedades; los agentes propiamente nocivos son alquitranes derivados de asimilarla por combustión. El gendarme terapéutico ¿se ocupa acaso de promover alternativas al alquitrán? Las primeras patentes de cajetillas con una pila que calienta el tabaco a unos cien grados, hasta liberar la nicotina sin producir alquitranes, tienen más de 20 años. Esos revolucionarios inventos para inhalar selectivamente han ido siendo comprados por las grandes tabaqueras, como es lógico; pero que Philip Morris o Winston se arriesguen a poner en marcha tanto cambio pide un cambio paralelo en la actitud oficial, hoy por hoy anclada al simplismo de satanizar la nicotina.
En segundo lugar, las incoherencias del terapeutismo coactivo brillan en el hecho de que sus desvelos por la salud del fumador no incluyen informar sobre o intervenir en qué fumamos, cuando el tabaco ronda una quinta parte del contenido de cada pitillo. El resto, llamado sopa, es una receta confidencial del fabricante, cuya discrecionalidad le permite novedades como añadir tenues filamentos de fósforo al papel, para que queme más deprisa. En tercer lugar, a este generalizado trágala se añaden promesas de doblar el ya exorbitante precio de las cajetillas, como si sumir en ruina al tabacómano le resultara salutífero.
Así, los deleites unidos a fumar -que son básicamente energía y paz de espíritu-, y los inconvenientes de dejar esa costumbre -que son desasosiego, y resucitar la codicia oral del lactante- pretenden solventarse con un cuadro de castigos: no saber qué fumamos, no tener alternativas a una inhalación de ilimitados alquitranes, padecer atracos al bolsillo, sufrir discriminación social, o comulgar con falsedades (como que estaremos a salvo de cáncer pulmonar, bronquitis, arteriosclerosis e infartos evitando el tabaco). Curiosamente, el cruzado farmacológico norteamericano, que está en el origen de esta iniciativa, se niega por sistema a reducir sus emisiones de gases tóxicos firmando Kioto, sin duda porque tragar humo de modo involuntario y no selectivo es tan admisible como inadmisible resulta tragarlo de modo voluntario y selectivo.
Ante tal suma de iniquidades, un grupo tan nutrido como el tabaquista debe reclamar los mismos derechos que cualquier minoría, empezando por regular él mismo sus propios asuntos. Actos de pacífica desobediencia civil en cada país, como encender todos los días varios millones de cigarrillos a cierta hora, parecen sencillos de organizar, y prometen tanta fiesta para los rebeldes como impotente consternación en el gendarme higienista.
Moliére lo comenta ya en L'amour médecin: «el tabaco es droga de gente honrada, como el café». Reconozcamos también que en tiempos de Moliére no se había descubierto el cigarrillo, ni Hollywood había promocionado tan abrumadoramente su empleo. Doy por evidente que los ceniceros sucios despiden un olor asqueroso, que el tabacómano es una especie de manco, y que fumar muchos cigarrillos genera a la larga efectos secundarios funestos. No por ello resulta más arriesgado que conducir deprisa. Ni es más insensato que ignorar el cultivo del conocimiento, la práctica de la generosidad o prepararse cada uno para su venidera muerte. Lo arriesgado es que la ley saque los pies del tiesto, lanzándose a proteger a los ciudadanos de sí mismos, como si la sociedad civil pudiera administrarse a la manera de un parvulario.
Cuando nos atracan entregamos el botín a disgusto, conscientes de padecer una agresión. Cuando nos estafan lo damos a gusto, imaginando hacer un buen negocio. Pero es estafa, y no buen negocio, cargar con planes eugenésico-paternalistas que siempre aúnan despotismo con frivolidad. Dejar de fumar sólo cuesta tanto porque sus efectos primarios -anímicos y coreográficos- generan un placer sutil. Sin duda, haremos bien dejando de fumar compulsivamente, mientras eso no nos amargue el carácter y desemboque en efectos secundarios como obesidad, inquietud o sustitutos químicos para la sedación-estimulación que obteníamos encadenando cigarrillos. Como dijo Epicteto, "nada hay bueno ni malo salvo la voluntad humana", y si lo olvidamos todo el horizonte se torna banal, no menos que proclive a confundir opresión con protección, estafa con benevolencia.
escohotado.com
por Antonio Escohotado
Que las leyes prohíban, o impongan, actos por nuestro propio bien dejó de ser legítimo ya en 1789
Existe la tentación de convertir los estados de Derecho en estados terapéuticos, legisladores sobre el dolor y el placer, donde lo que antes se imponía por teológicamente puro pueda ahora imponerse por médicamente recomendable
Pensaba dejar los cigarrillos el próximo febrero, dando por suficientes 40 y muchos años de gran fumador, pero el recrudecimiento de la cruzada antitabaco justifica un ejercicio de solidaridad con quienes siguen fumando, y aspiran a ser respetados.
En efecto, los reglamentos no mandan que las tiendas de alpinismo estampen en sus artículos esquelas sobre peligros de la escalada; ni imponen a la manteca y la mantequilla esquelas parejas sobre los riesgos del colesterol. Ni siquiera los concesionarios de motos y coches deportivos deben incorporar algo análogo sobre accidentes de tráfico. Vendedores y bebedores de alcohol, quizá por respeto al vino de la misa, no son molestados. Quienes usan compulsivamente pastillas de botica resultan pacientes decorosos, y quienes toman drogas ilícitas son inocentes víctimas, redimibles con tratamiento. El tabacómano y el simple usuario ocasional de tabaco, en cambio, son una especie de leprosos desobedientes, que pueden curarse con sanciones y publicidad truculenta.
Es indiscutible que el humo molesta, y que debe haber amplias zonas para no fumadores. Sólo se discute qué tamaño tendrán en cada sitio (edificios, barcos, aviones) las zonas para fumadores. Cuando algo que usa un tercio de la población recibe una centésima o milésima parte del espacio -o simplemente ninguna- oprimimos a gran número de adultos, capacitados todos ellos para exigir que las leyes no reincidan en defenderles de sí mismos. Que las leyes prohíban, o impongan, actos por nuestro propio bien dejó de ser legítimo ya en 1789, al reconocerse los Derechos del Hombre y del Ciudadano, gracias a lo cual en vez de súbditos-párvulos empezamos a ser tratados como mayores de edad autónomos. Y es llamativo que en un momento tan sensible al respeto por muy distintas minorías cunda un desprecio tan olímpico hacia la única minoría que se acerca a una mayoría del censo. Sólo se entiende, de hecho, considerando la tentación de convertir los estados de Derecho en estados terapéuticos, legisladores sobre el dolor y el placer, donde lo que antes se imponía por teológicamente puro pueda ahora imponerse por médicamente recomendable.
Con todo, la sustancia del atropello no cambia al sustituir sotanas negras por batas blancas. Si atendemos al asunto concreto, vemos enseguida que la fanfarria terapeutista disimula y deforma sus términos. En primer lugar, la nicotina estimula, seda y previene algunas enfermedades; los agentes propiamente nocivos son alquitranes derivados de asimilarla por combustión. El gendarme terapéutico ¿se ocupa acaso de promover alternativas al alquitrán? Las primeras patentes de cajetillas con una pila que calienta el tabaco a unos cien grados, hasta liberar la nicotina sin producir alquitranes, tienen más de 20 años. Esos revolucionarios inventos para inhalar selectivamente han ido siendo comprados por las grandes tabaqueras, como es lógico; pero que Philip Morris o Winston se arriesguen a poner en marcha tanto cambio pide un cambio paralelo en la actitud oficial, hoy por hoy anclada al simplismo de satanizar la nicotina.
En segundo lugar, las incoherencias del terapeutismo coactivo brillan en el hecho de que sus desvelos por la salud del fumador no incluyen informar sobre o intervenir en qué fumamos, cuando el tabaco ronda una quinta parte del contenido de cada pitillo. El resto, llamado sopa, es una receta confidencial del fabricante, cuya discrecionalidad le permite novedades como añadir tenues filamentos de fósforo al papel, para que queme más deprisa. En tercer lugar, a este generalizado trágala se añaden promesas de doblar el ya exorbitante precio de las cajetillas, como si sumir en ruina al tabacómano le resultara salutífero.
Así, los deleites unidos a fumar -que son básicamente energía y paz de espíritu-, y los inconvenientes de dejar esa costumbre -que son desasosiego, y resucitar la codicia oral del lactante- pretenden solventarse con un cuadro de castigos: no saber qué fumamos, no tener alternativas a una inhalación de ilimitados alquitranes, padecer atracos al bolsillo, sufrir discriminación social, o comulgar con falsedades (como que estaremos a salvo de cáncer pulmonar, bronquitis, arteriosclerosis e infartos evitando el tabaco). Curiosamente, el cruzado farmacológico norteamericano, que está en el origen de esta iniciativa, se niega por sistema a reducir sus emisiones de gases tóxicos firmando Kioto, sin duda porque tragar humo de modo involuntario y no selectivo es tan admisible como inadmisible resulta tragarlo de modo voluntario y selectivo.
Ante tal suma de iniquidades, un grupo tan nutrido como el tabaquista debe reclamar los mismos derechos que cualquier minoría, empezando por regular él mismo sus propios asuntos. Actos de pacífica desobediencia civil en cada país, como encender todos los días varios millones de cigarrillos a cierta hora, parecen sencillos de organizar, y prometen tanta fiesta para los rebeldes como impotente consternación en el gendarme higienista.
Moliére lo comenta ya en L'amour médecin: «el tabaco es droga de gente honrada, como el café». Reconozcamos también que en tiempos de Moliére no se había descubierto el cigarrillo, ni Hollywood había promocionado tan abrumadoramente su empleo. Doy por evidente que los ceniceros sucios despiden un olor asqueroso, que el tabacómano es una especie de manco, y que fumar muchos cigarrillos genera a la larga efectos secundarios funestos. No por ello resulta más arriesgado que conducir deprisa. Ni es más insensato que ignorar el cultivo del conocimiento, la práctica de la generosidad o prepararse cada uno para su venidera muerte. Lo arriesgado es que la ley saque los pies del tiesto, lanzándose a proteger a los ciudadanos de sí mismos, como si la sociedad civil pudiera administrarse a la manera de un parvulario.
Cuando nos atracan entregamos el botín a disgusto, conscientes de padecer una agresión. Cuando nos estafan lo damos a gusto, imaginando hacer un buen negocio. Pero es estafa, y no buen negocio, cargar con planes eugenésico-paternalistas que siempre aúnan despotismo con frivolidad. Dejar de fumar sólo cuesta tanto porque sus efectos primarios -anímicos y coreográficos- generan un placer sutil. Sin duda, haremos bien dejando de fumar compulsivamente, mientras eso no nos amargue el carácter y desemboque en efectos secundarios como obesidad, inquietud o sustitutos químicos para la sedación-estimulación que obteníamos encadenando cigarrillos. Como dijo Epicteto, "nada hay bueno ni malo salvo la voluntad humana", y si lo olvidamos todo el horizonte se torna banal, no menos que proclive a confundir opresión con protección, estafa con benevolencia.
Crisis de las élites
Lo característico de las élites es su consustanciación con las estructuras políticas, económicas o ideológicas, y su control de ellas. En la sociedad burguesa, vastos sectores de clases medias se asocian a las élites, y careciendo de control sobre las estructuras, apoyan mediante el consenso a los que sí las controlan. Ambos son grupos responsables y que se sienten responsables, pues una estructura se defiende por las élites y por los sectores que le prestan consentimiento. Esto es lo que dejó de ocurrir en ese momento de disconformismo y de allí la crisis fundamental de la mentalidad burguesa. Domina a las élites un sentimiento de escepticismo y una actitud hedonista que recuerda el carpe diem de Horacio, casi siempre acompañado por una actitud cínica respecto del sistema de valores morales que organizan a la comunidad y que, unido a todos los demás sistemas de relaciones, constituyen la estructura. De allí que la primera posguerra significara una crisis fundamental, pues aunque las élites no se enfrentaron con la estructura, combatiéndola, como ocurrió luego de la Segunda Guerra de una manera radical, le hicieron el mismo daño retirándole su consenso. Las estructuras se manifestaron indefensas, porque sus defensores naturales abandonaron su defensa. Esta fue la actitud típica de las élites, que no fue la de las masas enfervorizadas por seguir a Mussolini. Las elites legítimas son las que, a juicio de una sociedad, gozan de privilegios para cumplir mejor sus deberes. En el momento en que abandonan sus deberes y se quedan nada más que con sus privilegios, las masas le retiran su consenso y se desencadena la crisis. Esto es lo que ocurrió en la posguerra, en ese proceso en que las élites, escépticas y cínicas, transformaron las garantías que rodeaban sus deberes de élite en simples privilegios personales y automáticamente se transformaron en ilegítimas.
(...)
Si esta sociedad diluye las élites tradicionales, forma simultáneamente nuevas élites, que no son campos sociales definidos sino ondas cortadas a lo largo de toda la sociedad. Son élites funcionales, que no se fijan sino que se encuentran en estado de permanente movilidad, y que generan un tipo de marginalidad estrictamente funcional...
José Luis Romero, Estudio de la mentalidad burguesa, 1987
(...)
Si esta sociedad diluye las élites tradicionales, forma simultáneamente nuevas élites, que no son campos sociales definidos sino ondas cortadas a lo largo de toda la sociedad. Son élites funcionales, que no se fijan sino que se encuentran en estado de permanente movilidad, y que generan un tipo de marginalidad estrictamente funcional...
José Luis Romero, Estudio de la mentalidad burguesa, 1987
viernes, diciembre 01, 2006
Robbie y Blas Pascal
...Solo miren el pasado de esa imagen tan promocionada de bad-boy de Robbie y encontrarán un unico y refrescante retrato, alguien que está enormemente perdido en un mundo cada vez más inclinado a la verdad del blanco o negro. Williams es un filósofo moderno.
Sus ideas pueden engancharse con melodías pegadizas y los lyrics pueden ser menos eruditos que Platon o Kant, pero la honestidad y el intento son reales, lo que lo hace accesible. Tomen por ejemplo estas líneas de Come Undone: ”I’m contemplating thinking about thinking/ It’s overrated, just get another drink and/watch me come undone".
El pensador francés del siglo XVII Blaise Pascal probablemente estaría orgulloso de esos sentimientos, habiendo llegado él mismo a la confusa conclusion de que la mente es una facultad engañosa, que fue hecha para conducirnos al inevitable error. Williams parece creer que nuestra mente racional es inadecuada cuando nos guía hacia el lugar correcto. Pascal creía que estamos guiados por el corazón, nada que la razón ignore sobre cómo son las elecciones vitales de la vida, cómo se conjugan y cómo están enlazadas...
Mark Christensen
Sydney Morning Herald
Si escuchan con cuidado, hasta los pop stars cantan la tristeza
Sus ideas pueden engancharse con melodías pegadizas y los lyrics pueden ser menos eruditos que Platon o Kant, pero la honestidad y el intento son reales, lo que lo hace accesible. Tomen por ejemplo estas líneas de Come Undone: ”I’m contemplating thinking about thinking/ It’s overrated, just get another drink and/watch me come undone".
El pensador francés del siglo XVII Blaise Pascal probablemente estaría orgulloso de esos sentimientos, habiendo llegado él mismo a la confusa conclusion de que la mente es una facultad engañosa, que fue hecha para conducirnos al inevitable error. Williams parece creer que nuestra mente racional es inadecuada cuando nos guía hacia el lugar correcto. Pascal creía que estamos guiados por el corazón, nada que la razón ignore sobre cómo son las elecciones vitales de la vida, cómo se conjugan y cómo están enlazadas...
Mark Christensen
Sydney Morning Herald