Seamus Heaney, Al buen entendedor, Fondo de Cultura Económica, México, 2006.
De lo que se comprueba: que en el mito -no solo en este- estaba encapsulada la tragedia; y que, en particular en el muy llevado y traído mito órfico se cuenta el triunfo del arte sobre todo poder extrahumano tanto como el fracaso del hombre.
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Es difícil sellar esta falla. Restituir el poder del canto cuesta unas cuantas operaciones, todas parcialmente exitosas.
Por ejemplo, las de Esteban Ierado, quien describe así la cuestión: "Como yo que controla con éxito un territorio extraño y desconocido, Orfeo llega al centro del laberinto, a la morada de Hades, y allí sus poderes trepan hasta su cima: con su voz disipa el enojo de Hades, lo persuade, lo convence de generar una excepción, un hecho singular, que transgrede la ley, la ley que dice que ningún muerto puede regresar a la vida. Pero ahora, un alma del Hades, un ser del mundo de los muertos, podrá regresar a la tierra de los vivos. Pero la concesión excepcional que el hermano de Zeus le hace a Orfeo es condicional. La excepción a la ley general crea una ley particular. Una regla única para un evento singular. Orfeo podrá regresar al mundo de la superficie sólo si cumple una condición: no contemplar nuevamente a la bella Eurídice antes de que ésta se halle plenamente bañada por la luz del día."
¿En qué consiste el fracaso de Orfeo?
En que: "La duda contamina a Orfeo. La ansiedad cruje en sus entrañas. El miedo, la inseguridad, tuerce su cuello. Y Orfeo mira hacia atrás. Eurídice desaparece. Nunca estuvo. Lo que se desvanece en realidad es la imaginaria historia del dominio del Orfeo humano sobre el mundo divino."
En este acto, el impersonal Orfeo, el que era impersonal "mensajero del movimiento vibratorio y universal" ha asumido su condición de hombre.
A salvo pues el poder órfico del canto. Enterrado el poder de Orfeo junto con su ego personal.
Así, Occidente ha callado. Nunca más entró en conexión con el canto extrahumano, el designio sin símbolos de los dioses. Muerto el cantor, sobrevive el canto.
¿Por qué no pensar que la poesía se basa en el momento en que Orfeo quiere saber si Eurídice lo sigue o sólo va un fantasma tras de él? En que la regla única para la única excepción no puede ni debe ser aceptada. En que la plasticidad de Orfeo era su obra, no la de los dioses. Y en que Hades no hizo más que tenderle una celada y confundirnos para siempre.
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