Un tipo especial de cabras
Cuando
por alguna razón,
no quieren hacer algo,
(como buscar el pasto para todas,
o dar de mamar a los pequeños)
lo que intentan
es huir hacia arriba.
Logran embaucar
a la princesa de la montaña
y hasta a la misma reina
en ocasiones.
Logran su complicidad
porque conocen (y es lo único que conocen)
todos los desfiladeros
que las llevan más alto.
Desde allí
dominarán
su triste porción
de tierrita
desamparada.
El gliptodonte
Se aferra
al lugar
que consiguió hace años.
Usa sus garras y sus mandíbulas,
saca raíces
como si fuera planta.
Falsea datos.
Todo
para no dejar pasar
a especies más jóvenes.
“El gliptodonte morirá”,
vaticinan algunos libros,
“fruto de su propia incapacidad
adaptativa”.
Chacalas cebadas
La sangre.
Les encantó la sangre.
Les encantó
que se eternizara.
Que fuera desleal
con los que estaban a su lado.
Que los pisoteara,
que ocupara
todos los lugares,
que les robara la comida,
los mantuviera pobres,
estancados
en el barro primero
que a nadie divierte
después de veinte años.
Que falsificara los datos.
Por eso ahora
beatificarán al gliptodonte.
Le pondrán coronita,
lo instalarán en altar
mejor.
Y como la mentira
es su hábitat,
y saben que su poder reside
en sus dientes ocultos,
inventarán otra historia.
Despedazarían a cualquiera
que osara gritar
lo contrario
aunque fuera en el desierto.
María del Carmen Marengo (Balnearia, Córdoba, Argentina, 1968)
Envío de Alberto Cisnero
con ilustraciones
de Juan Pablo Cozzi,
Charco
(editora artesanal),
Buenos Aires, 2023
Más poemas de María del Carmen Marengo en Emma Gunst, El Desaguadero, Las Afinidades Electivas Las Elecciones Afectivas, Sonidos de Rosario
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Foto: El Desaguadero
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