domingo, mayo 19, 2024

Marcel Duchamp / De "Rrose Sélavy" y otros textos




Rrose Sélavy

Rrose Sélavy encuentra que un insecticida debe acostarse con la madre antes de matarla; 
     las chinches son de rigor.

Pregunta de higiene íntima:
¿Es necesario poner la médula de la espada en el pelo de la amada?

Entre nuestros artículos de quincallería perezosa recomendamos un grifo por el que 
     el agua deja de correr cuando no se la escucha más.

La moda práctica, creación de Rrose Sélavy:
Vestido oblongo, dibujado exclusivamente para damas afectadas de hipo.

Cinema anémico.

Aguzar el oído (forma de tortura).

Tomar un centímetro cúbico de humo de tabaco y pintar sus superficies exteriores e
      interior de un color hidrófugo.

Rrose Sélavy [1939]


Textos

Por condescendencia, un peso es más pesado al caer que al ascender.

Las botellas de marca (del tipo de la del Benedictine) obedecen a un principio de 
     densidad oscilante.

La mariée mise a nu par ses célibataires, même [1934]

Marcel Duchamp (Blainville-Crevon, Francia, 1887 - Neuilly-sur-Seine, Francia, 1968), Antología de la poesía surrealista, Argonauta, Buenos Aires, 2006; Antología de la poesía surrealista en lengua francesa, Fabril Editora, 1961
Versiones de Aldo Pellegrini  

Más de Marcel Duchamp en Otra Iglesia Es Imposible
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Foto: Marcel Duchamp, Greenwich Village, Nueva York, c.1945 Berenice Abbott/Getty Images

sábado, mayo 18, 2024

Christophe Manon / Hemos soñado con apoderarnos



Hemos soñado con apoderarnos
de nuestro destino y ese sueño terminó
contra el muro de un cementerio hemos soñado
con una estrella roja al Este que se transformó
en muro y se derrumbó hemos soñado
con castillos en España y aquello fue una fosa
común donde fueron arrojados cuerpos por millares hemos soñado
con una larga marcha y esta marcha se terminó en una represa
             hidráulica ahora
hemos aprendido a estimar a nuestros semejantes y edificamos
moradas de sangre y hueso e inmortales
por tantos muertos proyectamos
la dicha hacia adelante
de nosotros mismos.

Christophe Manon (Burdeos, Francia, 1971)
Traducción Mariano Rolando Andrade
Envío de Ricardo Ruiz


Nous avons rêvé de nous saisir
de notre destin et ce rêve s’est achevé
contre le mur d’un cimetière nous avons rêvé
d’une étoile rouge à l’Est qui s’est transformée
en mur et s’est effondré nous avons rêvé
de châteaux en Espagne et ce fut une fosse
commune où furent balancés des corps par milliers nous avons rêvé
d’une longue marche et cette marche s’est échouée sur un barrage
          hydraulique maintenant
nous avons appris à estimer nos semblables et nous édifions
des demeures de sang et d’os et immortels
de tant de morts nous projetons
de la joie au-devant
de nous-mêmes.

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Foto: Agence Livre Cinéma & Audiovisuel en Nouvelle-Aquitaine (ALCA) null

viernes, mayo 17, 2024

Robert Desnos / Cric et crac




Mi querido González Tuñón
Cric et crac
Y el agua corre sin saber
adonde va 
Pero no hay manera de equivocarse
de camino.
Nosotros vamos en la misma dirección
Pero yo te digo no es a la muerte
Es a la vida adonde vamos
No a la vida eterna bien seguro
Pero a la vida
Y yo no daría un solo minuto
de nuestras vidas
Por un siglo.

Robert Desnos 1

Robert Desnos (París, 1900 - Campo de concentración alemán de Terezin, Checoslovaquia, 1945), Raúl González Tuñón, acápite de La veleta y la antena, Buenos Aires Leyendo, 1969


1. El gran poeta francés, uno de los fundadores del surrealismo, escribió este simple y tan expresivo poema en una taberna de París, a mediados de 1937, durante una de las pausas de las sesiones de clausura del Segundo Congreso Internacional de Escritores, las cuales se habían iniciado en Valencia, y proseguido en Madrid y Barcelona. Robert murió dos días después de la liberación de París, a causa de las torturas sufridas en el campo de concentración nazi. Lo habíamos conocido en 1935, en Madrid, gracias a García Lorca. Coincidimos y enseguida se estableció una cálida corriente de amistad. El "petit poème" se publicó años más tarde, en 1957, en Les Lettres Françaises, en un número de homenaje al poeta mártir. [Nota de Raúl González Tuñón]

Mon cher González Tuñón
Cric et Crac
Et l'eau coule sans savoir
    ou elle va
Mais pas moyen de se tromper
    de chemin
Nous Allons au même endroit
Mais je te le dis c'est pas la mort
Pas a la vie éternelle bien sur
Mais la vie
Et je ne donnerais pas un minute 
    de nos vies
Pour un siècle
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jueves, mayo 16, 2024

Robert Desnos / Los grandes días del poeta



Los discípulos de la luz sólo inventaron tinieblas apenas opacas.
El río arrastra un diminuto cuerpo de mujer lo que es indicio de 
   un final próximo.
La viuda vestida con ropas nupciales se equivoca de séquito.
Todos llegaremos con atraso a nuestras tumbas.
Un navío de carne encalla en una playa pequeña. El timonel invita 
   a los pasajeros a callarse.
Las olas esperan impacientes. ¡Más Cerca de Ti oh Dios mío! 
El timonel invita a las olas a hablar. Éstas hablan.
La noche ocluye sus frascos con estrellas y hace fortuna con 
   la exportación.          
Se construyen grandes tableros para vender ruiseñores. Pero no 
   pueden satisfacer los deseos de la Reina de Siberia que quiere 
   un ruiseñor blanco.
Un comodoro inglés jura que no lo sorprenderán más  recolectando 
    salvia de noche entre los pies de las estatuas de sal.
A propósito de esto una pequeña salera con Cerebos se endereza 
   con dificultad sobre sus delgadas piernas.
Y derrama en mi plato todo lo que me queda por vivir.
Lo bastante para salar el océano Pacífico.
Pondréis en mi tumba un salvavidas.
Porque uno nunca sabe.
                                         C'est les bottes de sept lieues
                                         cette phrase "Je me vois" [1926]

Robert Desnos (París, 1900 - Campo de concentración alemán de Terezin, Checoslovaquia, 1945), Antología de la poesía surrealista, Argonauta, Buenos Aires, 2006; Antología de la poesía surrealista en lengua francesa, Fabril Editora, 1961
Versión de Aldo Pellegrini  


Les grands jours de poète

Les disciples de la lumière n’ont jamais inventé que des ténèbres peu opaques.
La rivière roule un petit corps de femme et cela signifie que la fin est proche.
La veuve en habits de noces se trompe de convoi.
Nous arriverons tous en retard à notre tombeau.
Un navire de chair s’enlise sur une petite plage. Le timonier invite les passagers à se taire.
Les flots attendent impatiemment Plus Près de Toi ô mon Dieu!
Le timonier invite les flots à parler. Ils parlent.
La nuit cachette ses bouteilles avec des étoiles et fait fortune dans l’exportation.
De grands comptoirs se construisent pour vendre des rossignols. Mais
ils ne peuvent satisfaire les désirs de la Reine de Sibérie qui veut un rossignol blanc.
Un commodore anglais jure qu’on ne le prendra plus à cueillir la sauge
la nuit entre les pieds des statues de sel.
A ce propos une petite salière Cérébos se dresse avec difficulté sur ses
jambes fines. Elle verse dans mon assiette ce qu’il me reste à vivre.
De quoi saler l’Océan Pacifique.
Vous mettrez sur ma tombe une bouée de sauvetage.
Parce qu’on ne sait jamais.

Arbrealettres, 28 de marzo de 2018 [ŒUVRES, Gallimard, collection Quarto]


La poesía de Robert Desnos en Otra Iglesia Es Imposible

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miércoles, mayo 15, 2024

Charlotte van den Broeck / Dos poemas




Calcita

empapada

la tierra expulsa sus piedras el suelo cae
en mil pedazos de calcita
paupérrimo esplendor, como devolver

el fulgor caído a las exhaustas estrellas
el cuerpo y la herida

por fin en concordancia, imposible, la luz
estalla en la estructura del cristal, y se partirá en dos

y en más
la creíste entera, clara, hacia dónde

conducen las arterias de color en las rocas circundantes
hay testigos

los minerales precipitados y restos fósiles, los tallos
calcificados del lirio de mar


Esbozo

caracol lirio nenúfar amarillo
libélula totora junco lacustre
rana bermeja focha peces chicos
elodea escarabajo platanaria
soromujo pato fligrana esfagno
lenguado spongilia peces grandes
glomerata nitellopsis llantén

Charlotte van den Broeck (Turnhout, Bélgica, 1991), Fricciones de la tierra, Serapis, Rosario, 2023; Op. Cit. diciembre 30, 2023
Versiones de Micaela van Muylem
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Foto: VPRO/YouTube 2018

martes, mayo 14, 2024

Lucas Margarit / De"Monteverdi"




Gabinete de curiosidades de Claudio Monteverdi

Guardo entre las cajas de vidrio de la recámara oscura: 

un autómata que canta
una carta de Barbara Strozzi donde renuncia a la intemperie
 
debajo de una ventana
y sobre el piso de piedra
una caja de cuero guardaba una lista de objetos
en papeles oscuros: “cosas para escuchar”
 
en un frasco antiguo la voz de Séneca cuando moría
y a su lado un tratado de alquimia,
más abajo, esqueletos que guardaban el viento de la montaña



En el borde interior de una pintura de Dirk Bouts
 
…el color de las manos de un ángel que observa,
-allí, en el límite del bosque con el lago-
un pesebre de paja y arena, de agua y de hierba.
Ve en el fondo del paisaje
las huellas de los que huyen,
la desolación y el espesor de una hiedra
con las raíces muertas,
la desolación y la aridez de lo que cree resucitar…

Lucas Margarit (Buenos Aires, 1966), Monteverdi, inédito. Círculo de Poesía, enero 15, 2024

Más poemas de Lucas Margarit en Otra Iglesia Es Imposible


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Foto: Lucas Margarit/Facebook

lunes, mayo 13, 2024

Marc Alexandre Oho Bambe / Tres días y tres noches de fiebre más tarde



(Fragmentos)

En Dualá, París, Puerto Príncipe, los mismos sueños adolescentes, las 
mismas historias incandescentes, las mismas esperanzas arborescentes, 
que se marchitan al sol ardiente de las independencias.

He muerto en el 60 

Puerto Príncipe 
Resucítame 

Cabaret 
Nútreme 
Petit-Goâve 
Apacíguame 

Jérémie
Fortifícame 
San Marcos 
Renómbrame 
Jacmel 
Elévame

Peyi mío levántame

Quiero renacer en tus brazos en flor, guardar a Cabo Haitiano de la 
memoria en llamas, beber la leche guanábana roja de la esperanza 
militante, combatiente.

(...)

Estoy en Haití 

Para perder el hilo 
Del film de mi vida atrapada al lazo

Mi historia de palabras 
Cosida con sombra y con luz 
Opacidad transparente 
Linda locura 
Alud 
Y cascada vibrante 
De sentimientos de amor demente

(...)

Nutrirme de poemas de tierra cocida 
Para degustar con los dedos del corazón 

En toda sencillez desnudada 

Estoy en Haití

Para inventar 

Una nueva lengua de signos 
                 De paz

Estoy en Haití 
Para reinventar mi pensamiento

Marc Alexandre Oho Bambe (Dualá, Camerún, 1976), De terre, de mer, d’amour et de feu, 2017; Guaraguao, año 27, n° 75, Barcelona, 2024
Traducción de Pedro Suárez

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domingo, mayo 12, 2024

Alberto Cisnero / Día tras día y noche tras noche



6-

día tras día y noche tras noche,
contamos versos simples con dificultad
(es sólo la decadencia de nuestros
poderes). y preferiría no transcribirlos,
si no les importa. ¿en serio nunca
pensaron en cómo se planta una flor,
en cómo se la corta, si esta luz vivirá
hasta mañana, cuándo se achicó
el país y vendió su gloria por zapatillas
de marca, nepotismo literario y cervezas
belgas en las pulperías o por qué
hay nazis que ganan elecciones?
oh habitar el lenguaje, oh firmar cartas
de protesta, oh campos de lavanda.

Alberto Cisnero (La Matanza, Argentina, 1975), Este libro es para vos, inédito

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Foto: Merlina Cisnero

sábado, mayo 11, 2024

Ana Franco / Diario de la peste




                         Lluvia sin fruto
                     César Rito Salinas

Desandar lo habitado,
descolgar su rumor de los muros.
Me redimo en la imagen de propensión al caos: una sartén, una bolsa de mano a la basura, los libros que no he de leer y en la cocina el agua para un té con el que combatimos a la peste.

Dormirán las cosas su historia de la mía,
y la casa se transforma, en acecho, como animal hacia otro remolino;
sale herida de sí, rumbo a otros muros
─la desarmo y hago en ella un carrusel.

Queda este nuevo escape en la pantalla:
citas de enfermedad en la esperanza,
de esperanza en la enfermedad.

A cambio improviso un jardín en la ventana,
tendederos con trapos coloridos,
escaramuza de sillones que lleven a otro cielo.

Y el desazón ensombrece los muros con márgenes de polvo
(acaso nuevas fotos ocupen el sitio de las descolgadas).

¿Sentiremos de pronto un golpe seco, en la nuca,
anuncio de esa muerte?

Vuelve en su absurdo el eco de algún film futurista:
detrás de los cristales los amigos con traje transparente y su miedo a los abrazos.

Ana Franco Ortuño (Ciudad de México, 1969), Alguien aquí que tiembla. Celebración poética de mujeres. Año I del confinamiento, Ediciones Sin Nombre, México, 2021; Op. Cit., "Hablas del mundo como si no existiera", diciembre 30, 2023 

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Foto: Ana Franco / Facebook

viernes, mayo 10, 2024

Enrique Wernicke / Tres poemas



   Un viejo amor se ha dormido:
   "Arrorró, arrorró..."
   Toma la guitarra amigo. Pero no hagas ruido. Caminemos despacio de puntillas. ¡Y vámonos!
   Tenemos que cantar toda la noche. Ha de ser lejos. No quiero que nuestras voces interrumpan esta paz. 
   Un viejo amor se ha dormido:
   "Arrorró, arrorró..."
   ¡Toma la guitarra, amigo, y vámonos!

Palabras para un amigo. Canciones de puertas adentro, 1937

*

Canción de soledad

Cantemos en voz baja.
Estamos bajo la noche en un campo abierto. La inmensidad y las estrellas recogen nuestras palabras.

Cantemos en voz baja.
Pero la noche es vana en sí misma. Y esta inmensidad de silencio es nada.

Y no sirven las apariencias.
Tenemos conciencia. Y entre lo que somos y lo que miramos el vacío hace murallas.
Estamos solos. No tiene cauce el alma.

Cantemos en voz baja: la soledad del canto es nada.

El capitán convaleciente y Otros poemas distintos, 1938

*

   Trepando ese viejo camino del cerro, la vida me ladra. Haría yo, si pudiera, cosas de cambiar el mundo.
   Y el río ese que quemaba, cada piedra al sol, como una brasa, lo llenaba de corrientes y murmullos.
   Los del valle mirarían la cuesta asombrados. Verían venir el agua como la inglesa de briches planchados sobre una mula blanca.
   Entretanto, querida, subamos al cerro. La patrulla desmontó en la comisaría. Y al preso lo metieron preso.
   Yo subía con las piernas. Con los ojos bajaba.

Tucumán de paso, 1949, 1972

Enrique Wernicke (Buenos Aires, 1915 - 1968), Obra poética, edición de Julia Sabena, prólogo de Andrés Monteagudo; Serapis, Rosario, 2017

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Foto: Enrique Wernicke en la portada de Cuentos, Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1968

jueves, mayo 09, 2024

Carina Sedevich / De "El dios de los vacíos"




Golpeas/ en esta costa/ y se juntan arenas// en la otra.
Hugo Padeletti

1


La difícil extracción del sentido es simple, dice el poeta.

El sonido de las alas de la bolsa negra
que espera llenarse de basura en el patio
es dulce como la marea.

He hecho lo que he podido. 
Como en los poemas. 

Lo acopiado es sucio, trabajoso. 
Conformado por elementos simples.

Lo que me ocupa ahora es este patio. Tierra
acaso no muy mala ni muy buena, la que se saca 
para encontrar arena. 

Estaba buscando algún sentido y la
necesidad puso en mis manos
tierra que otros desechan.

Como en los poemas.
La arena querida es imposible. 
Debo querer esta tierra modesta.

Y conseguir un basurero.
Poder cerrar las alas de la bolsa negra.
Perder el ruido de la marea, dulce.

*

Biseles de la rueda de los cielos
que no entran aún en el otoño:

faltaría que esto
se me encastre en el cuerpo.

Ver la hermosa
consciencia completándose,
la serpiente mordiéndose la cola.

Faltaría encontrar la mariposa 
clavada en el espejo.




Se lavan las lentísimas rejas. De este lado
le temo al patio salvaje, inconmovible.
A las claridades. Al sereno. 

Qué duros son los visos de las cosas. 

Y todo por no saber hincarme ante lo dado, 
por haberme olvidado de que quería un perro. 

*

Si mi hijo estuviese podría cifrar las formas de la casa.
Tiene un cerebro celeste, como de ramas de enebro.

Yo apenas sé que las cosas son duras como muertos.
Acepto la rara matriz que alcanzo a ver y que no alcanzo:

un continente de pena que es tan grande, tan antigua, 
no puede pertenecer ni traspasarse.

Carina Sedevich (Santa Fe, Argentina, 1972)

El dios de los vacíos
,
Alción,
Córdoba, Argentina, 2024









Más poemas de Carina Sedevich en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Carina Sedevich / Facebook

miércoles, mayo 08, 2024

Robert Creeley / Cada día



Cada día
de un modo u otro
las cosas se hacen.

Cada mañana hay
un día. Cada día
hay un día.

Subiéndose a una cama
con una ventana con luz,
con un lugar en mente,

para orinar, para comer,
para pensar en algo,
para olvidarlo todo,

para recordarlo todo,
perfectamente, cada
detalle específico, exacto,

sin conocer nada,
sin tener idea de nada,
sin ser parte de nada,

muy bien por vosotros,
muy bien, amigos -
ecos, cosas, rostros.

Robert Creeley (Arlington, Estados Unidos, 1926 - Odessa, Estados Unidos, 2005), The Collected Poems of Robert Creeley 1945-1975, University of California Press, Berkeley, 1982
Versión de Jonio González


EVERY DAY

Every day
in a little way
things are done.

Every morning there is
a day. Every day
there is a day.

Walking up in a bed
with a window with light,
with a place in mind,

to piss, to eat,
to think of something,
to forget it all,

to remember everything,
perfectly, each
specific, actual detail,

knowing nothing,
having no sense of any of it,
no being a part of it,

all right for you,
all right, you guys -
echoes, things, faces.

---
Robert Creeley, Berkeley, California, 1983 Chris Felver/Getty Images

martes, mayo 07, 2024

David Huerta / Gigantomaquia




No hay ninguna sílaba perdida en el viento.

No se ha perdido ningún fonema o morfema,
palabras de difícil definición
utilizadas con precisión por los lingüistas.

Hay en cambio, en el soterrado vidrio
de los rechazos deseados, una forma de daga
que no alcanza las bocas.

Eso está adentro: entre las vísceras,
como un mecate mojado de lo que no debiera,

como una reptante profecía
nunca del todo desprendida de los labios demiurgos.

El interior es oscuro, la superficie es oscura:
lame la sombra el verbo y se desploma el tiempo.

No hay sílabas extraviadas; hay formas bullentes
en el pausado interior de las fisiologías,

lentas siluetas de hervor, cadencias llamadas
pasiones, símbolos de arrasamiento, corolas

de inmensidad para la frente de los niños
de cien brazos. Hay una sospecha

de que la guerra de los gigantes va a comenzar
en la nueva edición, la ansiada

por los magnates y los sacerdotes en sus elevaciones
y en sus trajes magnéticos y en sus labios de papel.

David Huerta (Ciudad de México, 1949 - 2022), Revista de la Universidad de México, noviembre de 2015

Más poemas de David Huerta en Otra Iglesia Es Imposible

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lunes, mayo 06, 2024

Peter Russell / Una virgen (fragmento)



Miro en mi espejo de mano chapado en oro [1] 
Con mango de ébano pulido

Estoy rodeada de estrellas

Mi cuerpo es de tierra, mi sangre
azogue. Ambidiestra soy.
En mi mano izquierda sostengo una hoz de oro,
en la derecha la Esmeralda [2]

Soy una Estrella de Seis Puntas [3]
           
           Mi cabello

Negro como la Noche
Destella igual que una dorada gavilla de trigo

Me elevo en el fuego desciendo
En el agua

           Alma y cuerpo

Son uno en mí

           Cuando lanzo

Las tabas - siempre
Las Seis caen de cara

Oscuros nubarrones en el cielo otoñal 
Las catástrofes
Son inminentes

Diluvio de fuego - terremoto, volcán,
El huracán, por no decir la Revolución, robo del prójimo

Dicen que estoy por
Dar a luz a un Dios

Por lo que sé,

Que soy tierra y Fuego,
Será agua y aire

un Pez brillante


*
                      traducido de una transcripción al nabateo

Nota del autor: durante el siglo anterior al nacimiento de Cristo, Atargis (Ishtar) [4] "dio a luz un gran pez". Quien no conozca las fuentes originales griegas puede consultar Aion, de C. G. Jung. Fue así como se concibió la Era del Pez (Piscis). El griego ichthus o ichthys (pez) [5] es el acrónimo de Iesous Christos Theou yios Soter (Jesús, Cristo, hijo de Dios, Salvador). Para nosotros, los posmodernos, la Era Cristiana huele un poco al pez de Marcial, que en el mercado se envolvía con un periódico (papyrus). D. H. Lawrence, en su sugerente estudio sobre Moby Dick parece asociar la caza de la ballena con el fin de la Era Cristiana. Sin comentarios.

Peter Russell (Bristol, Reino Unido, 1921 - San Giovanni, Valdarno, Italia, 2003), Quintilii Apocalypseós Fragmenta, en Agenda, vol. 32, n.º 3-4, otoño-invierno, 1994-1995
Traducción de Jonio González.


1 Sobre la simbología del espejo, escribe Hans Bidermann en su Diccionario de símbolos: "Es un símbolo de [la Virgen] María, ya que en ella se reflejó y reprodujo Dios por medio de su trasunto Jesús sin alterar el espejo mismo" (N. del T.)

2 Esmeralda, símbolo de Venus. (N. del T.)

3 La estrella de seis puntas simboliza la conjunción de la energía del cielo y la energía de la tierra. Los dos triángulos superpuestos simbolizan la relación del Dios único con la humanidad. (N. del T.)

4 Diosa babilónica del amor y la guerra, la vida y la fertilidad. Relacionada con Venus, la estrella de la mañana y el atardecer. (N. del T.)

5 El pez es uno de los símbolos del cristianismo primitivo. Algunos escritos sostienen que a finales del siglo II, en el Asia Menor, la Galia meridional, etc.,  Cristo era llamado "pez"  en relación con los sacramentos del bautismo y la eucaristía. El testimonio más antiguo es el de Abercio: “Y en todas partes me servían de comer pez del manantial [alusión al bautismo], que recogía una virgen y lo daba siempre acompañado por pan y vino mezclado con agua [alusión a la eucaristía]”. A propósito de la simbología del pez y su relación con el agua bautismal, Tertuliano, en su De baptismo, escribió: "Nosotros, pequeños peces como nuestro Pez Cristo Jesús, nacemos en el agua y nos salvamos permaneciendo en el agua". Véase también Mateo, 17:27, etc. (N. del T.) 


A VIRGIN ( a fragment)

I look into my polished ebony
Gold-chased hand-mirror

I am surrounded by stars

My body is of earth, my blood
Quicksilver. Ambidextrous I am.
In my left I hold a gold sickle,
In my right the Emerald

I am a Six-pointed Star

           My hair

Black as Night
Glints like a golden wheatsheaf

I rise into fire I descend
Into water

           Soul and body

In me are One


           When I throw

The knucklebones — always
The Six comes up

Dark clouds mass in the autumn sky
Disasters
Are imminent

Fire flood — earthquake, volcano,
The hurricane, not to say Revolution, theft by my neighbour

They say I am about
To give birth to a God

For all I know,

Who am earth and Fire,
It will be water and air

A shining Fish


*

                      translated from a Nabatean transcript

Note: During the century preceding the birth of Christ, Atargatis (Ishtar) "gave birth to a large fish". If you don't know the original Greek sources you will find details in C. G. Jung's "Aion". The age of the Fish, Pisces, was thus adumbrated. The Greek ichthus (fish) was an acronym for Iesous Christos uios theu Soter — Jesus Christ Son of God the Saviour. To us postmoderns the Age of Christianity smells a bit like Martial's fish from the market wrapped up in a newspaper (papyrus). D. H. Lawrence in his suggestive study of Moby Dick seems to equate the hunting down of the whale with the end of the Christian era. No comment.

---
Foto: Peter Russell en la portada de Teorie e altre critiche, Carlo Mancosu Editore, Roma, 1990 AbeBooks 

domingo, mayo 05, 2024

Geraldine Gutiérrez-Wienken / De "Las grandes margaritas de la noche"




[Debajo de la mesa
con Louise Bourgeois] *

Somos garantes de casas 
                         por las que corre el imperdible
somos el que siempre perdías 
                         y te obligaban a buscar
somos la sala de estar la mesa donde nunca estaba
somos dos debajo de la mesa miedo y cascanueces
somos él de lejos de perfil y de frontal ternura
ella su pecho de alcanfor y voz           un témpano
una lágrima en cada ojo se guarda      rueda
en objetos cotidianos el imperdible      a solas
somos Casas frágiles Casas vacías en sobremesa
somos campantes y sonantes en este mundo
somos la incidencia la visión de un maratón
somos el extranjero que sin correr nos persigue


[Té de penumbra
con Hokusai y la sempiterna ola]

36 vistas del Monte Fuji de neblina de perfil y marea sempiterna
36 veces se eleva una pared líquida de la costa de Kanagawa
36 dedos sacan sus garras de espuma blanca. 36 olas invisibles
36 xilografías sugieren el ciclo de la vida
36 asanas de orden universal y el yin-yang en su natural apogeo
36 meditaciones sobre vacío y plenitud
36 origamis desdoblan el mismo drama. 36 cirros me llevan la mano
36 expediciones de las que regreso con
el mismo fajo de cartas y sin liebres
36 ventarrones [de Ejiri en la provincia de Suruga] bastan
para innovarte: el relato es corto
36 prórrogas de papel. 36 grullas plantean nuevas leyes de
migración, yéndose por las ramas. 36 cuadernos de Kafka
36 tautologías desde que estamos en conversación
bajo mi lámpara. 36 cántigas pero nunca
nunca fue tan amargo el día de San Rafael en Córdoba
36 tarros de té de penumbra
para guarecerse mientras el encandilamiento
36 migajas bastan a mi perro guardián para entretenerse
con el idioma del pan
36 granos de arroz equivalen, en su blancura, a cien años de Einsamkeit
36 caminos de carne han transitado la niña y su perro guardián
36 mujeres parias contra un solo Zeus [Deméter / Perséfone]
36 ejercicios de claridad sin derecho a ocultar el sol
36 olimpos y una sola fruta
dulce
36 islas rezuman lo que habría que traducir pero no traducen
36 pinos rojos humedecen mi lengua
36 veces ¡oh, Hécate!, diosa liminar
- ¡diles que no me rapten! En aguas llenas.

* El Administrador se atuvo en el caso de este poema a la versión publicada en Voces periféricas pp. 131 y 132, por ser la más reciente. Las diferencias entre las dos fuentes citadas más abajo refieren tanto a cortes de versos cuanto a sustitución o supresión de algunas palabras, o al orden sintáctico (N. del Ad.)

Geraldine Gutiérrez-Wienken (Ciudad Guayana, Venezuela, 1966), Las grandes margaritas de la noche, Latin American Literature Today, n° 18, mayo de 2021; Voces periféricas. Antología de poetas latinoamericanos en Alemania, edición de Tino Berger, Equidistancias, Buenos Aires, 2024

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Foto: Geraldine Gutiérrez-Wienken Michael Wienken/Letralia

sábado, mayo 04, 2024

Mario Varela / De "Creo que llegué a un río"


solo un nombre

que difícil encontrar si estás muerto
o es muy reciente la noticia
o el contacto muy lejano
el insomnio me convierte en una isla
de luz en la cama de una cabaña de madera
el gato ronronea tumbado allá
al borde de lo visible, sobre mí pie izquierdo
el celu recorre y recorre las bios de otros amigos
y no hay nada
putean al gobierno o anuncian
talleres de poesía
¿estás muerto o no?
que ganas de romper las bolas hasta último momento
busco tu nombre y nada
capaz no somos solo un nombre
y esa es la lección
y estoy en la duda si levantarme
a abrir un vino y brindarte
o esperar que llegue
la luz verdadera
la que no pertenece a los hombres


para pasar

para pasar por acá
tenés que dejar algo
una bota, por ejemplo,
las dos no, los picaportes de tu casa
la lámpara sin el genio
el volante del auto, el ruido
de los bichos por la noche
cualquier cosa
que te deje rengo


es

es verdad que las posibilidades eran pocas
más bien lejanas y es verdad que no supimos
evitar los sueños
y que el amor nos agarró como la luz
del auto a las liebres,
que es mejor sufrir que aburrirse...
develemos entonces la pequeña muerte:
un manto cálido de luz
entra por los ventanales
una tarde de lluvia
Sacha, de un año,
mira hacia los árboles
entrevé que las cosas
se suspenden un momento y que él también
se queda solo
y que debe haber algo para seguir
para que todos sigan

Mario Varela (Rosario, Argentina, 1969)

Creo que llegué a un río
Buenos Aires, 2024









Más poemas de Mario Varela en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Mario Varela / Facebook

viernes, mayo 03, 2024

Constantino Mpolás Andreadis / La risa de Tuñón
















la risa de tuñón
se perdía en su cara
y era así como entonces se mudaba
como una lluvia
o una sonrisa
a las palabras
que escribía
y como si palabras y sonrisa
(esa sonrisa triste perdida en sus
palabras)
fueran poemas
o muchachas
que así aprendían
la lección del fuego
que tiene
infinitas caras
como infinitos
son sus versos
que en cada verso
y a cada palabra
hacen del mundo
un mundo
aquel mundo
este mundo
que con su loro
y su gringo
va y viene
como una máscara
que si esconde revela
nos revela
nuestra
cara

17-9-2023

Constantino Mpolás Andreadis (Buenos Aires)

Poemas de Constantino Mpolás Andreadis en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Facebook

jueves, mayo 02, 2024

Eugenio Montale / Los pendientes



No guarda sombra de vuelos el negro de humo
del espejo. (Y del tuyo no hay más rastro).
Ha pasado la esponja que los vislumbres
indefensos del círculo dorado expulsa.
Tus piedras, los corales, el fuerte imperio 
que te rapta buscaba; huyo
de la diosa que no se encarna, los deseos
sostengo hasta que no se derritan con tu relámpago.
Zumban los élitros afuera, zumba el loco 
funeral y sabe que dos vidas no cuentan. 
Dentro del marco regresan las blandas
medusas de la tarde. Tu impronta
vendrá desde abajo: donde, en tus lóbulos, escuálidas 
manos abrumadas cuelgan los corales.

Eugenio Montale (Génova, Italia, 1896-Milán, Italia, 1981), "La bufera e altro", 1956, Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 2004
Versión de Jorge Aulicino

Más poemas de Eugenio Montale en Otra Iglesia Es Imposible

Gli orecchini

Non serba ombra di voli il nerofumo 
della spera. (E del tuo non è più traccia.) 
È passata la spugna che i barlumi 
indifesi dal cerchio d'oro scaccia. 
Le tue pietre, i coralli, il forte imperio 
che ti rapisce vi cercavo; fuggo 
l'iddia che non s'incarna, i desideri 
porto fin che al tuo lampo non si struggono. 
Ronzano èlitre fuori, ronza il folle 
mortorio e sa che due vite non contano. 
Nella cornice tornano le molli 
meduse della sera. La tua impronta 
verrà di giù: dove ai tuoi lobi squallide 
mani, travolte, fermano i coralli. 

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Foto: Eugenio Montale, 1970, por Ugo Mulas  Artsupp/Herederos de Hugo Mula

miércoles, mayo 01, 2024

David Huerta / La dimensión desconocida




Capítulo I

Un anillo de Tlön cruzó la escena del crimen.
Un lápiz Ticonderoga apareció debajo de la niebla
conradiana. Un cenicero de platino iridiado
sucumbió bajo el peso de la ceniza política.
Una escama de Leviatán se fundió
con una gota florentina de poesía pura.
Una sospecha de aridez atacámica
recorrió la dulzura de los licores.
Un espejo desemejante duplicó
la sensación de identidad. Un centímetro
de agua egipcia deshizo cubos de plata
sobre las arenas del Nilo. Un destello de médium
envolvió y aterrorizó al virus de la computadora.
Un grito de saraguato irrumpió
en el silencio del tenor dormido…

Capítulo 2

Hay un cubo de cristal y adentro hay chispas. Hay
una cerámica de Oaxaca y un hombre llamado Malcolm
o Italo esperando. Hay un expediente cerrado y una rubia
que ve la esquina de un espejo entre los papeles que asoman.
Hay un ejército de caballos celestiales a veinte millas
de Nueva York. Hay olas diminutas en una botella de juguete.
Hay tratados que empiezan a parecer auténticos
en una novela de tema medieval.
Hay largas manos donde debería haber sólo pies detenidos.
Hay una daga extraviada entre los informes gubernamentales.
Hay una sospecha de formol en las copas de champaña
abandonadas en la mesa del banquete diplomático.
Hay un imán en la colección de objetos de mimbre
no clasificados todavía. Hay un reguero anónimo de aserrín
en la casa de un artista de circo…

Capítulo 3

Los cantantes declaran por fin de dónde son
y zanjan de una vez la cuestión del acento. (La noche en Cuba
se llena de sonidos misteriosos que vienen del mar y del cielo.)
Los científicos explican en sus laboratorios
que el misterio de la vida ha sido resuelto. (Los mares empiezan
a acallarse como en la calma que precede a las tempestades.)
Los sherpas cuentan con detalles asombrosos su larga relación
con las más grandes montañas. (Los Himalayas dejan
un rastro inquietante en los registros de los satélites.)
La muchacha le confiesa a su novio extrañas e inquietantes
relaciones con seres indescritpitibles. (El Logos y el Amor
chocan en el cuerpo del mundo desconcertado.)
El poderoso refiere sus andanzas en los callejones
de la ciudad y su naciente piedad. (Un monstruo llamado Leviatán
se irisa sobre el cielo sereno de los campos.)

David Huerta (Ciudad de México, 1949 2022), La calle blanca, Ediciones Era y CONACULTA, México, 2006

Más poemas de David Huerta en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Magis

martes, abril 30, 2024

A. E. Stallings / Quemado



No puedes hacer que lo quemado deje de estarlo.
Aunque rasques la arruinada tostada,
No puedes volver atrás. Es hora de que te enteres.
La manteca no puede no haber sido batida,
No puedes no haber enviado el correo enviado por la mañana,
No puedes hacer que lo quemado deje de estarlo.
Los amantes que en tu juventud rechazaste,
Los puentes carbonizados que más necesitaste,
No puedes volver atrás. Es hora de que te enteres.
El humo tiene una bien merecida reputación,
No sólo como acre, vana jactancia:
No puedes hacer que lo quemado deje de estarlo.
Echabas de menos tu hogar, pero mientras añorabas,
Los negros barcos ardían en la costa;
No puedes volver atrás. Es hora de que te enteres.
Aun cuando hubieras regresado,
Sólo serías una especie de fantasma,
No puedes volver atrás. Es hora de que te enteres
De que lo quemado está quemado está quemado.

A.E. Stallings (Decatur, Georgia, 1968), Poetas norteamericanos en dos siglos, ebooks Ediciones en Danza, 2020 Op. Cit., 15 de diciembre de 2022
Versión de Jonio González

Poemas de A.E. Stallings en Otra Iglesia Es Imposible


Burned

You cannot unburn what is burned.
Although you scrape the ruined toast,
You can’t go back. It’s time you learned
The butter cannot be unchurned,
You can’t unmail the morning post,
You cannot unburn what is burned–
The lovers in your youth you spurned,
The bridges charred you needed most.
You can’t go back. It’s time you learned
Smoke’s reputation is well earned,
Not just as an acrid, empty boast–
You cannot unburn what is burned.
You longed for home, but while you yearned,
The black ships smoldered on the coast;
You can’t go back. It’s time you learned
That even if you had returned,
You’d only be a kind of ghost,
You can’t go back. It’s time you learned
That what is burned is burned is burned.
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Foto: A.E. Stallings por Barbara Zanon  The New Statesman/Getty Images

lunes, abril 29, 2024

Cesare Pavese / Las maestritas



Mis tierras de viñas, de pequeños ciruelos, de castaños,
donde crecen los frutos que siempre he comido,
-mis buenas colinas- tienen un fruto mejor,
con el que fantaseo y no he vuelto a morder.
Cuando se tienen seis años y se va al campo
sólo en el verano, es mucho si uno logra
escaparse hacia el camino y comer fruta verde
con los muchachones descalzos que pastorean las vacas.
Bajo el cielo de verano, tendidos en los prados,
hablábamos de mujeres entre juego y lucha,
y aquellos otros conocían misterios y misterios
que susurraban burlones en el ocio sagrado.
En el camino frente a la quinta se ven todavía
-los domingos- sombrillas que salen del pueblo;
pero está lejana la quinta y ya no hay muchachos.

Mi hermana tenía entonces veinte. Íbamos siempre
a la terraza a ver las sombrillas, 
los vestidos claros de verano, palabras divertidas:
maestritas. Hablaban quizá de libros
que se habían prestado -novelas de amor-
y de bailes, de citas. Las escuchaba inquieto
sin pensar todavía en sus brazos desnudos, 
el cabello al sol. Era mi momento
cuando me elegían para guiar al grupo
adonde comer la uva sentados en el piso.
Se burlaban de mí. Una vez me preguntaron
si no tenía novia.
Me fastidié, más bien. Estaba con ellas
para hacerme ver: mostrar que sabía subir a un árbol
para buscar las mejores uvas y salir disparando.
Una vez encontré junto a las vías del tren
a la más esquiva de estas muchachas, de faz algo absorta,
pero de un rubio quemado y que hablaba italiano.
La llamaban Flora. Yo estaba tirándole
piedras a las ruedas de los trenes. Mi amiga me preguntó
si en casa conocían mis hazañas.
Me quedé confundido. Y la pobre Flora me llevó consigo
porque iba -me dijo- a ver a mi hermana.
Era una tarde bella, de las primeras del verano
y por ir un poco a la sombra y llegar más pronto
nos fuimos por los prados. A mi lado, Flora
me preguntaba sobre algo que ya no recuerdo.
Llegamos a un arroyo y yo quise saltarlo:
acabé a medio arroyo, entre la hierba.
Flora se rió en la otra orilla,
se sentó luego y me ordenó que no mirara.
Yo estaba agitado. Oía chapotear
en la corriente, chapotear y me volví de pronto.
Ágil como era y fuerte en su cuerpo escondido,
mi amiga bajaba por la orilla, las piernas desnudas,
deslumbrante. (Flora era rica y no trabajaba.)
Me lo reprochó levemente y se cubrió pronto,
pero reímos al fin y le tendí mi mano.
Caminando de vuelta me sentía muy feliz.
Al volver a casa no fui castigado.

En mi pueblo hay docenas de muchachas como Flora.
Son el fruto más sano de aquellas colinas;
los parientes ricos las mandan a estudiar
y alguna siega en los campos. Tienen rostros morenos
que te miran tan serios y son tan golosos:
señoritas que visten al estilo de la ciudad.
Tienen nombres fantásticos tomados de los libros:
Flora, Lidia, Cordelia, y los racimos de uva,
las hileras de chopos no son más hermosos.
Siempre me imagino a una de ellas diciendo:
Mi sueño es vivir hasta los treinta años
en una casa en lo alto de una colina
golpeada por el viento y dedicarme tan sólo
a las plantas silvestres que nacen allá arriba.
Saben bien qué cosa es la vida: en las escuelas
pasan en medio de todas las miserias,
las cínicas bestialidades de pequeños brutos,
y siempre son jóvenes. De viejas...
pero no quiero imaginarlas viejas; para mí
siempre las tendré frente a mis ojos, mis  maestritas,
con bellas sombrillitas, vestidas de claro
-por fondo la colina un poco abrupta y quemada-
mi fruto, el más bueno, que cada año renueva.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908-Turín, Italia, 1950), Poemas inéditos, Barnacle, Buenos Aires, 2023
Versiones de Jorge Aulicino

Más poemas de Cesare Pavese en Otra Iglesia Es Imposible


Le maestrine

Le mie terre di vigne, di prugnoli e di castagneti
dove sono cresciute le frutta che ho sempre mangiato,
-le mie belle colline- hanno un frutto migliore
che fantastico sempre e non ho morso mai.
Quando si hanno sei anni e si viene in campagna
solamente l’estate, è già molto riuscire
a scappar sulla strada e mangiar frutta acerba
coi ragazzotti scalzi, in pastura alle vacche.
Sotto il cielo d’estate, distesi nei prati,
si parlava di donne tra un gioco e una lite
e quegli altri sapevan misteri e misteri
sussurrati ghignando nell’ozio divino.
Sulla strada davanti alla villa si vedono ancora
-la domenica- parasolini passar dal paese;
ma è lontana la villa e non c’è più ragazzi.

Mia sorella era allora ventenne. Venivano sempre
sul terrazzo a trovarci bei parasolini,
vesti chiare d’estate, parole ridenti:
maestrine. Parlavan magari di libri
imprestati tra loro -romanzi d’amore-
e di balli, di incontri. Io ascoltavo inquieto
e non pensavo ancora alle braccia scoperte,
ai capelli assolati. Il mio solo momento
era quando sceglievano me per guidare il gruppetto
a mangiare dell’uva e sedersi per terra.
Mi scherzavano insieme. Una volta mi chiesero
se non avevo già l’innamorata.
Fui seccato, piuttosto. Io stavo con loro
Per distinguermi: come sapevo salire su un albero,
per trovare i bei grappoli e correre forte.
Una volta incontrai sulla Strada Ferrata
la più schiva di queste ragazze, una faccia un po’ assorta
ma bruciata di biondo e parlava italiano.
La chiamavano Flora. lo gettavo in quel mentre 
sassi al disco dei treni. L’amica mi chiese
se sapevano a casa di quelle prodezze.
Io confuso. E la povera Flora mi prese con sé 
perché andava -mi disse- a trovar mia sorella. 
Era un gran pomeriggio dei primi d’estate
e per stare un po’ all’ombra e arrivare piú presto 
ci buttammo nei prati. Vicino a me Flora
mi chiedeva qualcosa che piú non ricordo. 
Arrivammo a un ruscello ed io volli saltarlo: 
fi nii mezzo nell’acqua, tra l’erba.
Dall’altra parte Flora rise forte,
poi si sedè e ordinò ch’io non guardassi. 
Ero tutto agitato. Sentivo sciacquare
la corrente, sciacquare e mi volsi improvviso. 
Svelta com’era e forte nel corpo nascosto,
la mia amica scendeva la riva, le gambe scoperte, 
abbagliante. (Era ricca Flora e non lavorava).
Mi rimproverò un poco coprendosi subito, 
ma ridemmo alla fi ne e le porsi la mano. 
Per la via del ritorno ero troppo felice. 
Ma quando fummo a casa, niente busse.

Come Flora, a ventine ce n’è ai miei paesi.
Sono il frutto più sano di quelle colline,
i parenti arricchiti le fanno studiare
e qualcuna ha mietuto nei campi. Hanno volti sicuri
che ti guardano seri e son tanto golosi:
signorine si vestono come in città.
Hanno nomi fantastici presi nei libri,
Flora, Lidia, Cordelia ed i grappoli d’uva,
i fi lari dei pioppi, non sono più belli.
Me ne immagino sempre qualcuna che dica:
Il mio sogno è di vivere fi no a trent’anni
in una casa in cima a una collina
ben battuta dal vento e accudire soltanto
alle piante selvatiche spuntate lassù.
Sanno bene che cos’è la vita: alle scuole
passano in mezzo a tutte le miserie,
le bestialità aperte di piccoli bruti,
e sono sempre giovani. Da vecchie…
ma non voglio pensarle da vecchie, per me
le avrò sempre negli occhi, le mie maestrine,
col bel parasolino, vestite di chiaro,
—la collina un po’ scabra e bruciata, per sfondo—
il mio frutto, il più buono, che ogni anno rinnova.

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Foto: Cesare Pavese en la entrega del premio Strega que ganó en 1950. Archivo Mondadori

domingo, abril 28, 2024

Wallace Stevens / El vaso de agua



Que el vaso se fundiría en el calor,
Que el agua se congelaría en el frío,
Demuestran que este objeto es meramente un estado,
Uno de muchos entre dos polos. Así,
En la metafísica están estos polos.

Acá, en el centro, el vaso. La luz
Es el león que baja a beber. Allá,
Y en aquel estado, el vaso es un estanque.
Ojos enrojecidos y enrojecidas garras
De la luz que baja a humedecer sus fauces espumosas

Y en el agua se mueven ondulantes las hierbas.
Y allá y en otro estado -las refracciones.
La metafísica, las piezas plásticas de los poemas
Se estrellan en la mente -pero el gordo Jocundo se inquieta
Por lo que está en el centro, no por el vaso,

Sino en el centro de nuestras vidas, esta vez, este día,
Es un estado, esta primavera entre políticos
Que juegan a las cartas. En una aldea de indígenas,
Que todavía habría que descubrir. Entre perros y estiércol,
Uno seguiría enfrentándose a sus propias ideas.

[Parts of a World, 1942]

Wallace Stevens (Reading, Estados Unidos, 1879 - Hartford, Estados Unidos, 1955), Zoon Phonata, 16 de marzo de 2024
Versión de Isaías Garde


The glass of water

That the glass would melt in heat,
That the water would freeze in cold,
Shows that this object is merely a state,
One of many, between two poles. So,
In the metaphysical, there are these poles.

Here in the centre stands the glass. Light
Is the lion that comes down to drink. There
And in that state, the glass is a pool.
Ruddy are his eyes and ruddy are his claws
When light comes down to wet his frothy jaws

And in the water winding weeds move round.
And there and in another state—the refractions.
The metaphysica, the plastic parts of poems
Crash in the mind—But, fat Jocundus, worrying
About what stands here in the centre, not the glass,

But in the centre of our lives, this time, this day,
It is a state, this spring among the politicians
Playing cards. In a village of the indigenes,
One would have still to discover. Among the dogs and dung,
One would continue to contend with one’s ideas.

---
Foto: Wallace Stevens, c.1955 Sylvia Salmi/Bettmann vía Getty Images

sábado, abril 27, 2024

Ignacio Uranga / Quien ve arder el mundo, quien ve el detenerse de la vida



quien ve arder el mundo, quien ve el detenerse de la vida:
la forma en que inútilmente corrompimos los proyectos:
el sentido literal y nada interpretativo para vos de los términos:
hablo de lo que pasa: el dolor que te cae y me cae, este dolor
que está cayendo: este suelto de Uranio 235 hecho por nosotros
es tan dramático de ver, a nuestra medida hecho por nosotros
vos y yo, juntos, y ahora sobrecae en nosotros y en el también
sobrenosotros: me regresaría el amor, me regresaría diez, cien
mil veces cada vez el amor, me regresaría a mí mismo incluso
necesariamente: la cantidad estrellas imparables, la órbita irregular
los meteoros destrozados, y ahora esta renuncia inútil, este
postergar la vida que pusimos, en verdad la vida que no pusimos
nunca: lo veo claro ahora: la vida que nunca pondremos: tu rostro
tu solo rostro que puedo conocer, conocer tu rostro sin importar
no importa si habrá o no momentos otros como este o solo este:
heme aquí ante la causa, el efecto, la maravillosa convergencia de
la causa y el efecto: la forma, esta forma en que la luz ahora da
contra tu rostro: hablo de lo que pasa: los que han puesto el amor
en algo o alguien de este mundo y todo lo que de ello resulta
será como nada o cosa, tal como algo que se apaga y ya no está
la doble noche que resta, entonces, la indefensión aprendida, el
condicionamiento operante, minimizar este impacto, la supuesta
conciencia, la contracción y los momentos expansivos, la agonía
emocional, tus pupilas siempre quietas: me regresaría el amor, la palabra
que yo levanto, tanto diciendo: no harás apariencias con el corazón
no murmures, no estarás en el solo beneficio propio, no añadirás
la tristeza, la confianza traicionada, no levantarás, no pondrás en alto
tu odio, no estarás de espaldas a la vida ni en doble corazón: es
tan dramático de ver, puede verse claro ahora: semejante a
una cometa maravillosa y única volada por la tierra, el amor
que nos pasó: me regresaría el amor, entero el amor diez, cien
mil veces cada vez me volvería el amor, el principio de esperanza
el tiempo dado, el corazón mal puesto, los pedazos, las partículas
sus adyacencias, los proyectos circulantes, estos claros
siquiera antes entrevistos: he visto el amor de esta manera:
este estarse uno y otro, estarse uno y otro en la debilidad 
de cada quien, los que iban de la mano por la calle, los que
amaban con las piedras en las manos, y otra vez el principio
de esperanza: y es que puedo verlo claro ahora: que no me faltes
cuando me falte todo: me regresaría el amor, mi última palabra
tu última palabra, las últimas palabras de amor con tanto
odio dichas: y estaban de pie y estaban con vida, estuve de pie
tuve vida, todavía perderte, todavía perderte sin embargo 

[inédito]

Ignacio Uranga (Bahía Blanca, Argentina, 1982)

Más poemas de Ignacio Uranga en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Gentileza del autor

viernes, abril 26, 2024

Rainer Maria Rilke / Señor, da a cada quien su propia muerte



Señor, da a cada quien su propia muerte. 
El morir que de cada vida brota, 
donde él tuvo amor, sentido, apremio. 

Pues solo somos vaina y hoja. 
La gran muerte que todos llevan en sí, 
fruto en torno al cual todo gira. 

Por ella se alzan las muchachas 
y como un árbol salen de un laúd, 
y los muchachos aspiran a ser hombres; 
y en las mujeres los jóvenes confían 
ante miedos que nadie más asumiría. 
Y por ella sigue lo contemplado 
como eterno, aun cuando se marchó hace tiempo; 
y quien formaba y construía 
se hizo mundo por ese fruto, se heló y derritió, 
y se enredó con él y le dio luz. 
En él ha entrado todo calor 
del corazón y el blanco ardor de los cerebros. 
Pero tus ángeles pasan como bandadas 
y vieron que estaban verdes todos los frutos. 

Rainer Maria Rilke, (Praga, Imperio Austrohúngaro, 1875 - Val-Mont, Suiza, 1926), “Tercer libro: El libro de la pobreza y la muerte”, El libro de las horas, Amotape, Lima, 2019
Traducción de Renato Sandoval Bacigalupo

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O Herr, gib jedem seinen eignen Tod.  
Das Sterben, das aus jenem Leben geht,  
darin er Liebe hatte, Sinn und Not. 

Denn wir sind nur die Schale und das Blatt.  
Der große Tod, den jeder in sich hat,  
das ist die Frucht, um die sich alles dreht. 

Um ihretwillen heben Mädchen an  
und kommen wie ein Baum aus einer Laute,  
und Knaben sehnen sich um sie zum Mann;  
und Frauen sind den Wachsenden Vertraute  
für Ängste, die sonst niemand nehmen kann.  
Um ihretwillen bleibt das Angeschaute  
wie Ewiges, auch wenn es lang verrann, — 
und jeder, welcher bildete und baute,  
ward Welt um diese Frucht, und fror und taute  
und windete ihr zu und schien sie an.  
In sie ist eingegangen alle Wärme  
der Herzen und der Hirne weißes Glühn —:  
Doch deine Engel ziehn wie Vogelschwärme,  
und sie erfanden alle Früchte grün.

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Foto: Rainer Maria Rilke con uniforme militar, 1916. Fotógrafo desconocido Colección privada /Fine Art Images /Heritage Images /Getty Images