El frío del corazón en la frente mordida por el frío del cristal
–¿quién salvará el corazón de su propio caos?–
Mirando la alegría por el cristal de la pena
el enfermo se posaba en un jardín de hierro
donde florecían todavía flores de nieve antigua
Oh tú cuya sangre no es bastante roja
y que el ave acaricia entre estas dos imágenes
Mira la palabra alada planear sobre el valle
y la promesa cerca del mal
Supe que una mano pálida apartaba el visillo
y el cristal se destacaba del corazón
El ave del paisaje tejía su pasarela
Mirábamos, ¿recuerdas?, cómo sonaba la mañana
cuando la suerte vuelve a abrir sus alas rojas
y la claridad volvía a peinar la hierba
Después de atravesar el bosque del hierro y de las malas palabras
sonreiremos
hasta que el cristal sea puro por ambos lados
–murmullo de ángel entre las estrellas
con la sangre pensativa que se enciende–
Pero la sirviente pálida quiere reclamar el destello
el amén del ángel bordeando el fragor
sin que el viento los separe
sino sólo el cristal vivo de la pena
[1995]
Gabrielle Althen (París, 1939), Zugait, nº 12, diciembre de 2005
Traducción de François-Michel Durazzo
Envío de Jonio González
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