El mejor poema escrito esta semana
son los doce tomates hechos crecer
en la buena tierra de la bañera azul
que se buscó otro oficio en la terraza.
Como yo, están verdes todavía. Y como yo
esperan cada tarde la lluvia y el sosiego.
Busco entablar conversación, la mínima,
pedirles el secreto de vegetar en gloria
dorados por el sol y amamantados por la noche.
Deseo esa noble genética que los hace nacer
y morir, irrepetibles, en sus pequeños destinos
que cruzan del amarillo al verde humildísimo
hasta apagarse en sucesivo rojo.
Los doce tomates que alumbran mi azotea
han nacido también de las manos de Dios.
Tan sólo reclamo mi derecho a ser tratado
por él, de igual manera, con igual cuidado.
Pido que ajuste el mecanismo de su obra
y ese argumento de la huida: el tiempo.
Nacer en primavera, disolverse en invierno
desconocer la silenciosa edad de la tortuga.
Sólo ser cada año, una vez, ese estallido
de antiguo asombro: la renovación exacta
del jazmín, la locuacidad de la albahaca
y los tomates, amándose de noche,
hasta amanecer repentinamente soles
en la sonrisa de la tierra.
Esteban Peicovich (Zárate, Argentina, 1929 - Buenos Aires, 2018), La bañera azul, Libertarias/Prodhufi, Madrid, 1994 Vía Biblioteca Ignoria/Isaías Garde
Foto: Esteban Peicovich, 2005 Wikimedia Commons
gracias maestro ya lo imprimi para mi programa de mañana. Abrazo
ResponderBorrargracias maestro
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