Poema
¿Volverá a sentarse ante nosotros esa gran Caracola de piel azul, presencia de los Océanos y potencia del espejo?
Los personajes agrupados en la más sombría anfractuosidad de una piedra lunar intercambian sus silencios que separa la voz del gran Escarlata.
Oh Guardián, sapo de mi sed nocturna, las razones innumerables se pudren ahora en las tierras para el trigo, bajo el ojo vigilante del guardián de las cizañas.
Los caballeros prueban por turno sus armas, se abalanzan, y pueden erguirse, como en una mano las líneas de la vida, las palidísimas siluetas que se aproximan y se chocan. Pero ni un rumor.
El espejo cortinado de follaje recubre la frente de esos ancianos: los escarabajos negros del roble son los únicos encargados de destilar el ópalo pálido, testimonio de las voces de ese pueblo a sus orejas canas.
Sinilborón, oh personaje, no en vano el basilisco habrá florecido tres veces y el viento, portador del muy puro mensaje, habrá impulsado tu casco a través de esos mares, donde el conocimiento del pez Leviathan habrá hecho progresar nuestro amor, cualesquiera sean los conocimientos en punta de sílex.
Edda, n° 2, París, marzo de 1960
Espejo del estanque
Así el memorable vuelve a tomar las de Villadiego y se complace en el espejo.
La Extraña (ese escarabajo de piel roja) precede a la Encíclica de trompas de plata.
Después siguen los Benignos, los Genuflexos y las Fiebres.
Pero ¿y la puerta?
Las seis retamas están allí para abrirla.
Tal como una imagen sigue con gracia a una imagen, las volutas del humo se dispersan con absoluta seguridad.
Acercan los espejos...
Entonces ese alguien que sale de su lentitud se acicala, y lo lagos, los lagos son absolutamente bellos.
Con la pequeña lupa, puedo acompañar el movimiento de ámbar del espejo que se abre, hoja sobre hoja, en el plano de la noche.
De ahora en adelante poseemos un mismo lenguaje en gancho que nos permite seccionar, además de los arabescos, la hiedra, el cornesmalte y el azufre. Los detalles en forma de llamado de doble silbido. Acompañados o no, nosotros formamos un ojo sobre la pared vitrificada del invierno de las edades.
Sin asentarnos jamás.
Phases, n° 5-6, París, enero de 1960
Jean Thiercelin (París, 1927 - Pertuis, Francia, 1999), Antología de la poesía surrealista [1961], Editorial Argonauta, Buenos Aires, 2006
Foto: Wikimedia Commons
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