Barce
Oscurece en Cartago
El viento arremete
Llegan de las calles los pasos y las voces
Y dentro del palacio se alza un rumor
Son los nuevos
Aquellos que hoy dejaron sus navíos en la orilla
E irrumpieron en el templo
Aquellos que hablan una lengua ignota
La reina los oyó
Cual si entendiera
Aprobó sus razones
Y ahora ofrece un banquete en honor a su rey
Y por él los esclavos escancian el vino
Y por él los sacerdotes iluminan los altares
Ante él brinda sus frutos esta ciudad nueva
Y él habla
Despliega su oratoria
Que mi ama apenas parece descifrar
Pero hay algo que entiendo
Por más que procure mostrarse imperturbable
Hay visiones que lo asaltan como hachazos
Palabras que lo queman
Y yo me digo que no es bueno albergar en nuestra casa
[aquello que se agita
No es sensato abrir la puerta a los incendios
Dido observa a su huésped
Por él levanta la copa
Y ella, reina desterrada, llora el destierro de otro rey
Es extraña la suerte. Hay a quien la tierra de otro depara
[servidumbre
Y hay quien recibe laureles al llegar
Ha de ser que los reyes se distinguen aun en los
[naufragios
Que su estirpe se conserva en el exilio
Y por ello unos a otros se agasajan
Y ha de ser en ese idioma selecto de los nobles
Que Dido y el extraño se comprenden
O acaso no
Acaso los ligue un dolor oscuro
Una llaga común los asemeje
Y sea ese el idioma en que se hablan
Yo no sé
Solo veo que el cielo se oscurece
Y oigo un crujir de maderas que llega hasta el palacio
Cada vez que el viento golpea las barcas
Emilia Carabajal (San Miguel, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1989)
Nota del Ad.: Dido es la mitológica fundadora de Cartago en la actual Túnez, unos 800 años antes de la era cristiana. La tradición legendaria establecida por Virgilio en la Eneida es que Eneas, que escapaba de la destruida Troya y enfrentaba una especie de odisea con rumbo apenas insinuado por las profecías, naufragó cerca de Cartago. Recibido en la corte, él y Dido se enamoraron. La reina se suicidó cuando Eneas decidió continuar su viaje para allanarse al destino que los dioses le habían preparado. Llegó al monte Palatino, donde se estableció y murió. Su descendiente, Rómulo, fundó Roma. El punto de vista en este poema es el de Barce, una servidora de la reina
Editorial De Todos los Mares,
Capilla del Monte, Argentina, 2021
Prólogo de Jotaele Andrade
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Muy bueno! Alfredo Lemon
ResponderBorrar¡Muchas gracias, Alfredo! Me alegra que te guste.
BorrarMe gustó mucho ese poemario. Lo leí ni bien salió por recomendación de Jotaele. Es una poeta para seguir de cerca
ResponderBorrarCada vez admiro más a esta tremenda poeta. Creo que no estaría mal que empezáramos a tener en cuenta su nombre, porque es muy posible que pronto (si el mundo es justo, aunque no lo es) se vuelva literatura.
ResponderBorrar¡Gracias, Cristian! Es muy grato saber que mi poesía te gusta.
BorrarPrecioso poema, Emilia🌸🍃
ResponderBorrarDesde aquella vez que leí La Eneida pienso y digo sobre Dido. No la olvidemos, hermanas.
Verónica M. Capellino
¡Gracias, Verónica! Es hermosa la parte de la Eneida en que aparece Dido.
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ResponderBorrarNo conocía a esta autora. ¡Muy hermoso este poema!
¡Muchas gracias, Mirtha! Qué bueno que te guste.
BorrarChe... qué hermoso texto; "no es bueno albergar en nuestra casa
ResponderBorrar[aquello que se agita
No es sensato abrir la puerta a los incendios"... Muy potente, una dicción precisa.