martes, mayo 31, 2022

Mário Cesariny de Vasconcelos / A un ratón muerto encontrado en un parque




Éste terminó aquí su vasta carrera
de ratón vivo y oscuro ante las constelaciones.
Su pequeña medida no humilla
sino a aquellos que todo quieren inmenso
y solo saben pensar en términos de hombre o de árbol,
pues en verdad este ratón destinó como supo (y hasta como no supo)
el milagro de las patas -¡tan cerca del hocico!- 
que finalmente servían muy bien 
para rastrear, huir, agarrar el alimento, volver
atrás de repente, cuando fuera necesario.
¿Es así, Oh, "Dios de los cementerios pequeños"?
¿Pero quién sabe quién sabe cuando hay engaño
en las oficinas del infierno? ¿Quién podría decir
que no era para príncipe o juzgador de pueblos
el ímpetu primero de esta creación
irrisoria para el mundo -con el mundo en ella?
¡Tantas preocupaciones daba a las amas de casa -y a los médicos-!
¿Cómo juzgar el bien y el mal si éstos nos faltan?
Algún mozalbete entendió su vida tan singular
y pasó en ella la rueda con la que se aman
frente a frente víctima y verdugo
¿No tenía amigos? ¿Engañaba a sus padres?
Este minúsculo cuerpo divertido
y ahora estático, acuoso, huele mal.
Sin abusar,
¿qué final ha de darse a este poema?
¿Romántico? ¿Clásico? ¿Regionalista?
¿Cómo acabar con un cuerpo valeroso y humilde
muerto en pleno ejercicio de su lira?

Mário Cesariny de Vasconcelos (Lisboa, 1923-2006), Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959, Tedi López Mills, compiladora, Fondo de Cultura Económica, México, 2011
Versión de Eduardo Langagne


lunes, mayo 30, 2022

Paul Muldoon / Erizo



El caracol se mueve como un
aerodeslizador, que se eleva
sobre un colchón de caucho propio
y comparte su secreto

con el erizo. El erizo
no comparte su secreto con nadie.
Le decimos Erizo, sal
de ti mismo y te amaremos.

No queremos hacerte daño. Solo
queremos oír aquello
que tengas que decir. Queremos
las respuestas a nuestras preguntas.

El erizo no suelta nada,
se mete en sí mismo. 
Nos intriga qué tiene que ocultar
un erizo, qué lo hace desconfiar.

Olvidamos al dios
bajo esta corona de espinas.
Olvidamos que nunca más
confiará en el mundo un dios.

Paul Muldoon (Portadown, condado de Armagh, Irlanda del Norte, 1951), Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959, Tedi López Mills, compiladora, Fondo de Cultura Económica, México, 2011
Versión de Carlos López Beltrán

Traducción en colaboración con Pedro Serrano (N. de la compiladora)

El poema fue incluido en La generación del cordero. Antología de la poesía actual en las islas británicas, Trilce, México, 2000 (N. del Ad.)


domingo, mayo 29, 2022

Georg Trakl / Tres poemas




En la tierra natal
In der Heimat

Fragancia de resedas vaga por la ventana enferma;
una antigua plaza, negros castaños desolados.
Un rayo dorado irrumpe a través del techo y fluye
sobre hermano y hermana absortos y confusos.

En el agua residual se desliza lo podrido; leve susurro
del viento del sur en los pardos jardines; el girasol
goza en silencio de su oro y se derrite.
Resuena en el aire azul la estridente llamada del guardia.

Fragancia de resedas. Los pelados muros se oscurecen.
Pesado es el sueño de la hermana. El viento de la noche
mesa sus cabellos bañados de claridad lunar.

La sombra del gato se desliza azul y grácil
desde el caduco techo, al que que amenaza un próximo desastre,
la llama de una vela que se empina empurpurada.


La canción nocturna *


El hálito de lo inmutable. Un rostro de animal
se petrifica ante lo azul, ante lo santo.
Majestuoso es el silencio en la piedra.

La máscara de un ave nocturna. Tres dulces sones
se desvanecen unidos. ¡Elai!, tu rostro 
se inclina mudo sobre azuladas aguas.

¡Oh vosotros, espejos tranquilos de la verdad!
En la sien de marfil del solitario
aparece un destello de ángeles caídos.


Ocaso
Untergang

       A Karl Brorromaüs Heincich

Por encima del blanco estanque
pasaron aves silvestres hacia lo lejos.
Un gélido viento sopla al anochecer desde
    nuestras estrellas.

Por encima de nuestros sepulcros
se inclina la frente rota de la noche.
Bajo robles nos balanceamos en una plateada
     barca.

Resuenan sin cesar los blancos muros de la
     ciudad.
Bajo arcadas de espinas, somos ciegas manecillas que
     trepan hacia la medianoche.

Georg Trakl (Salzburgo, Austria, 1887 - Cracovia, Polonia, 1914), Poemas, Corregidor, Buenos Aires, 2009
Versiones de Aldo Pellegrini

* Hay otra versión de este poema en este blog. Su tercer verso, Gewaltig ist das Schweigen im Stein, quizá sea uno de los más recordados en lengua alemana (Nota del Ad.)

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sábado, mayo 28, 2022

Victor Segalen / De "Estelas", 3




Espejos

Ts'ai-yu se mira en la plata pulida para ajustar sus bandas negras
       y las perlas sobre sus bandas.

O si el rojo es demasiado pálido a los ojos, o el aceite blanco
       demasiado brilloso en las mejillas, el espejo, con una sonrisa,
       lo advierte.

Un Consejero se admira en la historia, vaso lúcido donde todo
       se esclarece: marchas de ejércitos, palabras de los Sabios,
       problemas y constelaciones.

El reflejo que despiden ordena su conducta.

*

Yo no tengo bandas ni perlas, ni hazañas por acometer. Para regir
       mi vida singular, solo me contemplo en mi amigo cotidiano.

Su rostro -mejor que la plata y los relatos antiguos- me enseña
       mi virtud de hoy.

[Estelas, 1912]

Victor Segalen (Brest, Francia,1878 - Huelgoat, Francia, 1919), Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959, Tedi López Mills, compiladora, Fondo de Cultura Económica, México, 2011
Versión de Elsa Cross


viernes, mayo 27, 2022

Gloria Gervitz / De "Fragmento de ventana"




(…)

Las palabras se curvan    se tocan    se oscurecen
Alguien afuera abre una puerta    alguien toca el
    piano
Las palabras se guardan y se olvidan
                                            No te debo nada tiempo

Sigo el movimiento del sueño    sus huellas
    pequeñísimas
Sigo el movimiento del río    su peso sus
    partículas    su silencio
sus larvas    sus laberintos    las estrellas que flotan
    como cáscaras

Quedan los fresnos
la pared llena de fotografías
la mañana
la de después    la espesa    la más temida
la mañana para no ser vista    la mañana para
    llorarme
la larga    la indefinible    la quieta mañana

El aire se arquea con el peso de las acacias

He construido mis sueños cerca de las rocas
    golpeadas por el mar
Yo elegí este paisaje árido
                                            Esta constancia    esta sed
Nada más triste que esta vastedad que es apenas
    nada

(…)

A las siete de la tarde llegan los pájaros a las ramas
    altas del chopo y cercan la luz

                 La luz se desgaja
Hago presión en la vulnerabilidad de la carne
                                                                       Llueve

Ven entonces olvidada
Ven y dime
               ¿Me reconoces en ti?
Arrástrame hasta la desembocadura del día
Déjame en la quietud    en su aspereza

¿Qué me vas a decir?
¿Qué más me vas a decir?

(…)

Suéltame para que pueda buscarte
Para que pueda abrirme no al conocimiento de ti
sino al confuso presentimiento del camino hacia ti

Tú madre que curas
Señora de las rosas
no me dejes

La noche se ovilla en su propia oscuridad como una
    lágrima
Y Kiev y las casas blancas con aleros rojos
quedaron anclados a un pedazo del corazón


Ven y bésame levemente    apenas rozando el día
Ven Antiquísima    ven y sácame de este silencio
Ven sollozada
disuélveme en tu lengua como a una hostia
hasta la avidez del polvo    y polvo ya
besaré tu cansado corazón
Ruega por mí

Afuera la mañana tiende su cerco sobre la ciudad

(…)

En las migraciones de los claveles rojos donde
    revientan cantos
de aves picudas y se pudren las manzanas antes del
    desastre
Ahí donde las mujeres se palpan los senos y se tocan
    el sexo
en el sudor de los polvos de arroz y de la hora del té
Flujo de enredaderas a través de lo que siempre es lo
    mismo
Ciudades atravesadas por el pensamiento
Miércoles de ceniza
La vieja nana nos mira desde un haz de luz
Respiran estanques de sombras, llueve morados casi
    rojos
El calor abre sus fauces
Abajo, la luna inunda la calle
Estamos en la fragilidad de la corteza del otoño
En el parque rectangular
en la canícula, cuando los colores claros son los más
    conmovedores
Después de Shajarit
olvidadas plegarias, ásperas
Nacen vientos levemente aclarados por la oración,
    bosques de pirules
Y mi abuela tocaba siempre la misma sonata
Una niña toma una nieve en la esquina de una calle
    soleada
Un hombre lee un periódico mientras espera el
    camión
Se fractura la luz
Y la ropa está tendida al sol. Impenetrable la sonata
    de la abuela
Tú dijiste que era el verano
Oh música
Y la invasión de las albas y la invasión de los verdes
Abajo, gritos de niños que juegan, vendedores de
    nueces
respiración de rosas amarillas
Y mi abuela me dijo a la salida del cine
sueña que es hermoso el sueño de la vida, muchacha

Bajo el sauce inmerso en el verano solo la
    impaciencia se demora
Dóciles nubes descienden hacia el silencio
El día se disipa en el aire caliente
Estalla el verde dentro del verde
Bajo el grifo de la bañera abro las piernas
El chorro del agua cae
El agua me penetra
Es la hora en que se abren las palabras del Zohar
Quedan las preguntas de siempre
Me hundo más y más
La luz late desordenadamente
En el vértigo de Kol Nidrei antes de comenzar el gran
    ayuno
En los vapores azules de las sinagogas
Después y antes de Rosh Hashaná
En el color blanco de la lluvia en la Plaza del
    Carmen
mi abuela reza el rosario de las cinco
Y al fondo precipitándose
el eco del Shofar abre el año

En la vertiente de las ausencias al noreste, en el
    estupor
desembocan las palabras, la saliva, los insomnios
y más hacia el este
me masturbo pensando en ti
Los chillidos de las gaviotas. El amanecer
la espuma en el azoro del ala
El color y el tiempo de las buganvilias son para ti
el polen quedó en mis dedos
Apriétame. Madura la lluvia
tu olor de violetas acidas y afiebradas por el polvo
las palabras que no son más que una oración larga
una forma de locura después de la locura
Las jaulas donde se encierran los perfumes, las
    alegrías interminables
la voluptuosidad de nacer una vez y otra, éxtasis
    inmóvil
Muévete más. Más
Eres más aterradora que la noche
Me dueles
Fotografías casi despintadas por la fermentación del
    silencio
Corredores abiertos
Tu respiración aplasta el verano
Y la fiebre enrojeció otros cielos
Las terrazas lustradas se oscurecieron con las acacias
Y en la cocina los platos recién lavados
las frutas secas, los almíbares
En la crecida de los ríos
En la noche de los sauces
En los lavaderos del sueño desde donde se desprende
    ese vaho
de entrañas femeninas inconfundible y anchuroso
te dejo mi muerte íntegra, intacta
Toda mi muerte para ti
¿A quién se habla antes de morir? ¿Dónde estás?
¿En qué parte de mí puedo inventarte?
Ciudades de hilo, carreteras que llevan siempre al
    principio
Milagros amontonados en la cal
de la iglesia de Santa Clara en Guanajuato
Flores de tinta en un hebreo luido saliéndose de los
    rollos de la Torah
Nada se mueve
Se me están perdiendo los días, van resbalando
    despacio
los va apretando la migraña
No me encuentro. Ni siquiera tengo cirios para velar
    mi muerte
ni siquiera sé las palabras del Kadish
Ya no tengo brújula. Estoy abrazada al aire
¿Dónde se rompen los latidos?
¿Con qué se desprende este último pedazo de sueño?
Y la casa amarrada a un árbol, amarrada al viento
Las hojas y su sombra de ópalo
Espiral de ecos
Reverberación
Somos lo que pensamos
Pensamiento atrás del pensamiento
Regresan las grullas
abren con sus alas el silencio
instantáneas flores blancas en un cielo vacío]

(…)

Ahora estoy en un paisaje de zenzontles
Cada vez estoy más cerca
Cuando posea esa inmensidad
apenas tendré fuerza para despertar en la brevedad
    de la muerte
La luz golpea el aire. Estamos donde los colores se  
    abren
Son días largos y apretados como la migraña.
Y todo se repite
Los árboles desamarrados
La noche se deshace
¿Y después?
Lo único verdadero es el reflejo del sueño que trato
    de fracturar
pero que ni siquiera me atrevo a soñar
continuo plagio de mí misma
Y el lugar del encuentro es sólo tiempo. Todo no es
    sino tiempo
Allá donde unas cuantas buganvilias en un vaso de
    agua
bastan para hacernos un jardín
Porque morimos solos. Y la muerte es apenas el
    despertar
de este sueño primero de vivir y dijo mi abuela a la
    salida del cine
Sueña que es hermoso el sueño de la vida, muchacha
Se oxida la lumbre de las veladoras
y yo, ¿dónde estoy?
Soy la que fui siempre. Lo inesperado de estar
    siendo
Llego al lugar del principio donde comienza el
    comienzo
Éste es el tiempo
Es el tiempo de despertar
La abuela enciende las velas sabáticas desde su
    muerte y me mira
Se extiende el sábado hasta nunca, hasta después,
    hasta antes
Mi abuela que murió de sueños
mece interminablemente el sueño que la inventa
que yo invento. Una niña loca me mira desde
    adentro
Estoy intacta

(…)

           Recomienzo
No es en la oscuridad de la fe
Es en la duda
                                               ¿Por qué no llueve?
Jamás regresaré
Y lo aquí vivido se perderá para siempre

Afuera el aire se adelgaza
                                   El verano comienza a pudrirse
No se puede hablar de lo que realmente importa
Se arreglaba igual que cuando muchacha
                            Las cejas delineadas con lápiz
                            ¿La boca muy roja entre las arrugas
¿Seré yo esa mujer?
Era casi todavía joven con el miedo de ser nadie
Y el deseo era monótono y negro como una caja de
    laca china

(…)

Una gaviota aletea en el cemento
Luz fría en las habitaciones recién pintadas
                                                  Huellas de fotos
Mis muertos son tan reales como yo. Les hablo en
ruso y en yiddish. Casi me he olvidado del español
¿Qué son las palabras? Sigo confusa, sigo viva
Como antes, cuestiono mis días. Soy la que. La
muchacha que lloraba abrazada a su madre muerta
sigue llorando dentro de mí

Queda un manojo de flores en un vaso de agua
La oscuridad de los armarios, la ropa impecable, las
    baldosas pulidas
Los espejos están colgados alto para verse apenas la
    cara
Cada objeto está en su lugar. Camino en las orillas
Ya no tengo prisa
Anochece. No me canso y barro una y otra vez
El polvo se enrosca como un animal

           ¿Y hacia dónde avanzo con el pie sobre el
    corazón?

(…)

Bébeme como si fuera agua
                                            Derrámame
Del manto de la virgen se desprenden palomas
Llueve                                 Llueve dentro de la casa

Escena en blanco y negro
(en realidad no pasa nada estoy en el mismo lugar)
No me dejes ir
                         No me quiero ir
Los lirios recién cortados comienzan a asfixiarse en el
    vaso de agua
                                                          Dame tus manos
Sus manos eran secas y demasiado grandes
                                                             Quisiera rezar
Pero no sé rezar

Dime ¿por qué te escondes atrás de la migraña
    cuando te hablo?
El silencio cerrado como una iglesia después de llover
Despierto en el sueño pero es tu sueño
Estamos unidas por las mismas culpas, la misma
    rutina, el mismo polvo

Miedo de acabar como aquellas mujeres viejas,
viviendo en un cuarto de hotel, las medias de
algodón enrolladas, hablando sólo de sí mismas
¿de qué otra cosa hemos hablado alguna vez?

¿Me escuchas?
                                             ¿Me escuchas?

Siempre fuiste la más hermosa
Nadie más tuvo importancia
                                                           Oh maligna
Destiérrame
Déjame ir
Ten piedad de mí
Tú que me has consolado
Ayúdame a olvidarte

Aleteos en el vidrio de la ventana

¿Me oyes?
¿Estás todavía conmigo?
                     ¿Eres acaso mi propio eco?

Estoy en el mismo lugar. El mismo lugar donde todo
    comenzó
Donde se comienza. Donde todo comienza
Ya casi en el olvido la misma cara entre las manos
Ella la misma muchacha aunque apenas si todavía
    una muchacha

Abro las persianas, cierro las persianas. Se pone la
    mesa
Se limpia la mesa
Enciendo las luces. Apago. Doblo la ropa, desdoblo,
    doblo
El mismo polvo, la misma estación seca y larga
Los frascos vacíos y vueltos a llenar por si tú vienes
Todo está en orden
Todo en orden siempre por si un día quieres venir
Cualquier día, cualquier otro día. Te espero
Caen las hojas, cae el viento
Caigo
Arrúllame
                        Envuélveme

Y si un día, si un día no estás ahí para responderme,
    si no vienes
Si dejas para siempre estas habitaciones que
    desempolvo para ti
Que arreglo para ti
               Y esto ¿tiene importancia?

Me haces daño
                           Suéltame
No me quites lo que he aprendido por mí misma

Las mujeres se sientan en el suelo
                                   Yo digo Kadish por ti y por mí
Las palabras están gastadas como esas piedras con
    el mármol gastado por los besos
                               Madre de Dios ruega por nosotros

Y ella que vino desde Kiev
Ramo de flores apretado contra el pecho
Vida para ser vivida en un tiempo más largo
‒No fuimos a Canadá porque nos dijeron que era
    muy frío
Salimos en tren. El barco lo tomamos en Ámsterdam
Nunca más me embarcaré en aquel mar tan soñado
Oh madre que olvidé
En esta hora y en la hora de nuestra muerte
Adonai Eloheinu Adonai Ejad
Adiós
Adiós
Oh madre
Adiós

(…)

¿Oyes mi llanto?
¿Oyes mi llanto que te cubre como una tela?
Rásgala
Rómpeme
Cúbreme con tus cenizas
Libérame

Espero las noches como un animal amarrado que
    patea, patea

Y te acuso
Pero de qué puedo culparte
            ¿Cómo hubiera podido ser de otro modo?

El oráculo se cumple

Déjame ir
Suéltame
No regreses
No quiero quedar atrapada en tu sueño sin poder
    despertar
                     ¿Hacia dónde ir?
Llego sólo al lugar del principio
Regreso para besar tu pulso
Para caer de rodillas
Devotamente beso las arterias de tus manos
Oh madre ten piedad de mí
Oh madre misericordiosa
Ten piedad de mí
Sostenme
Derrótame pero dame tu consuelo

Apoyo mi cabeza de niña
Toco tu corazón
Cierro los ojos
Estoy atada a ti como el ahogado a la piedra
       anudada a su cuello
Ya no tengo miedo
No puedo hundirme más abajo de tu corazón

Llévate la luz
            Noche

(…)

Y no hubo tiempo porque esperé otra cosa, otra
palabra, la impronunciada, la inoída y nos dispersamos
en la rutina y nos hicimos viejas, ni siquiera sé si este
rostro arrugado que miro eres tú o soy yo y las
palabras que no dijimos, las verdaderas, las que sí
decían, quedaron tensadas en aquel sueño del que no
pudimos despertar. Escúchalas. Ahora que ya no
estás, déjame decirte

                                                  ¿Eres tú la que llora?

(…)

La noche desova pequeñísimas estrellas
                                             Al fondo pared
                                                                    Ventana
Al noroeste mujer y silla
                                     Voz
Ojos abiertos
                     De espaldas mujer vieja sentada
Pelo corto
                 Nuca desnuda
                           Cabeza ligeramente hacia un lado
Luz líquida en la respiración
                                        No voy a mirar hacia atrás
Estoy hecha a la rutina de despertar cada mañana
                                  Ruido de madera y de pájaros
¿Por qué me despertaste?
                             Sólo hablamos de nosotros mismos
Sin moverse escucha
                            El sol se extiende a través del vidrio
Me tengo todavía a mí
                                 Pero ¿quién va a recordar esto?

(…)

Hay grillos en el borde de la tarde
                                   No hay noches
Duermo en la memoria
                       Escondida en el camisón, sólo mi cara
                                       Abro los ojos
Nada, nadie
                          Yo, todavía yo
Yitgadal veyitkadash shʼme raba

Estoy más lejos
            ¿Puedes verme?

Quiero despertar

Por el momento manos y pies quedan en la misma
    posición
Doblo el camisón y lo guardo

           Por qué no abrir los ojos en la oscuridad
           En la propia oscuridad como al principio

Entonces abrí la ventana

[Fragmento de ventana, 1986]

Gloria Gervitz (Ciudad de México, 1943-2022), Material de Lectura n° 176, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2013


jueves, mayo 26, 2022

Derek Walcott / De "Mapa del Nuevo Mundo"




Mapa del Nuevo Mundo

(III) Grullas marinas

"Solo en un mundo donde hay grullas y caballos".
escribió Robert Graves, "puede sobrevivir la poesía".
O cabras expertas en riscos. La épica
sigue al arado, la métrica el resonar del yunque;
la profecía adivina las formaciones de cigüeñas, y el temor
el arco del pescuezo del padrillo.

La llama ha abandonado el pábilo calcinado del ciprés;
la luz alcanzará a estas islas, cuando llegue su turno.

Magníficas fragatas inauguran la penumbra
que destella a través de las nerviosas colas de los caballos,
de los pedregosos campos donde pastan.
Desde el golpeado yunque del promontorio
el rocío sedimenta en estrellas.

Generoso océano
devuelve al vagabundo
desde sus sábanas de sal, atrae al pródigo
a los canales profundos de la marsopa negra.

Tuerce la rueda del corazón y fija aquí su frente.

[The Fortunate Traveller, Faber and Faber, Londres, 1982]

Derek Walcott (Castries, 1930-Cap Estate, Santa Lucía, 2017), Diario de Poesía n° 26, Buenos Aires, otoño de 1993
Versión de Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich


Foto: Derek Walcott, Saint Malo, Francia, 1993 Ulf Andersen/Getty Images

[III] Sea cranes

"Only in a world where there are cranes and horses,"
wrote Robert Graves, "can poetry survive."
Or adept goats on crags. Epic
follows the plough, metre the ring of the anvil;
prophecy divines the figurations of storks, and awe
the arc of the stallion's neck.
The flame has left the charred wick of the cypress;
the light will catch these islands in their turn.
Magnificent frigates inaugurate the dusk
that flashes through the whisking tails of horses,
the stony fields they graze.
From the hammered anvil of the promontory
the spray settles in stars.
Generous ocean, turn the wanderer
from his salt sheets, the prodigal
drawn to the deep troughs of the swine-black porpoise.
Wrench his heart's wheel and set his forehead here.

miércoles, mayo 25, 2022

Guido Cavalcanti / Dos poemas




7

Tú, que por los ojos entraste al corazón
y despertaste el alma que dormía,
mira la angustiosa vida mía
que Amor la destruye suspirando.

Cortando viene, y con tal valor,
que los espíritus desbanda.
Queda solo mi figura erguida
y alguna voz que habla de dolor.

Esta virtud de amor que me ha deshecho
de tu pupila gentil presta se mueve
y un dardo me clavó dentro del flanco.

Tan derecho golpeó y profundamente
que el alma temblando se revuelve
viendo muerto el corazón del lado manco.


11

Si yo ruego a esta dama que Piedad
no sea enemiga de su corazón gentil
tú dices que soy ignorante, vil,
desesperado y pura vanidad.

¿De dónde le viene esta crueldad?,
ya que parece tan humilde a la mirada,
cauta y sutil, sabia y ornada,
hecha en el modo de la suavidad.

Mi alma doliente y temerosa,
llora los suspiros que el corazón envía
y que bañados en llanto van saliendo.

Parece que en la mente me lloviera
una figura de dama pensativa
que viene a ver mi corazón muriendo.

Guido Cavalcanti (Florencia, Italia, c.1250-1300), Rimastraducción de Jorge Aulicino, Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, 2019


Imagen: Dante Alighieri (izquierda) y Guido Cavalcanti, Ritratto di sei poeti toscani (detalle), Giorgio Vasari, 1554 Minneapolis Institute of Art



7 [XII]

Voi che per li occhi mi passaste il core
e destaste la mente che dormìa,
guardate a l’angosciosa vita mia,
che sospirando la distrugge Amore.

E’ ven tagliando di sì gran valore,
che’ deboletti spiriti van via:
riman figura sol en segnorìa
e voce alquanta, che parla dolore.

Questa vertù d’amor che m’ha disfatto
da’ vostr’occhi gentil presta si mosse:
un dardo mi gittò dentro dal fianco.

Si giunse ritto ‘l colpo al primo tratto,
che l’anima tremando si riscosse
veggendo morto ‘l cor nel lato manco.


11 [XVII]

S’io prego questa donna che Pietate
non sia nemica del su’ cor gentile,
tu di’ ch’ i’ sono sconoscente e vile
e disperato e pien di vanitate.

Onde ti vien sì nova crudeltate?
Già risomigli, a chi ti vede, umìle,
saggia e adorna e accorta e sottile
e fatta a modo di soavitate!

L’anima mia dolente e paurosa
piange ne i sospir che nel cor trova,
sì che bagnati di pianti escon fore.

Allora par che ne la mente piova
una figura di donna pensosa
che vegna per veder morir lo cuore.

martes, mayo 24, 2022

José Pedroni / Papel de lija

 

Cuando estoy triste lijo
mi cajita de música.
No lo hago para nadie.
Sólo porque me gusta.
  
Hay quien escribe cartas;
quien sale a ver la luna
para olvidar. Yo lijo
mi cajita de música.
  
Amarga es la madera
de palo santo, dura. (*)
Pero es como el amor
que no muere y perfuma.
  
Cuando estoy triste lijo
mi cajita de música.
Porque te vas y vuelves,
no he de acabarla nunca.
  
Te espero. Mi tristeza
huele a ti y es menuda.
Tengo las manos verdes
esta noche de lluvia.

José Pedroni (Gálvez, Argentina, 1899-Mar del Plata, Argentina, 1968), El nivel y su lágrima, 1963

(*) Palo santo (Bulnesia sarmientoi) es un árbol de gran porte de Sudamérica, entre Argentina-Brasil-Paraguay (Gran Chaco). La madera es dura, y puede ser de color marrón, negro o verde (varía en color de verde oliva suave a chocolate), con nudos. (Nota del editor de la web Homenaje)


Foto: José Pedroni, Mar del Plata, 1967 Homenaje al Poeta Argentino José Pedroni

lunes, mayo 23, 2022

Selva Dipasquale / De "Agua turquesa"



Cuando el corazón se desplaza
en un instante infinito

¡Oh, qué placer se propaga! Como si la cápsula del cuerpo se abriera y sus fluidos se trasladaran sin rumbo. Libertad breve y absoluta. Agujeros negros como en las plantas de mi patio frente a las que escribo mientras entrelazan sus almas – tonos claros, oscuros – invitándome a puentes invisibles. La luz de la nube desciende, se expande única y rueda con absoluta libertad ¡Qué maravilla!


(La luz en un día de lluvia...)

La luz en un día de lluvia
hace que
cada cosa
parezca
en su lugar
sostenida en la materia untuosa de su raíz
hasta este tibio polvorín de nubes:
discusión in crescendo de fantasmas del amanecer
y que no asustan.


Su estaca clava en nuestros cuerpos el otoño

Se abren frescos y crujientes bajo la sombra
de un pez plateado.
Los seres a nuestro alrededor
reverberan en su vitalidad.
Dulces gusanos fluorescentes en las plantas
y el maullido infinito
de un gato naranja.

Selva Dipasquale (Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1968)

 
Agua turquesa
A Capela, 
libros electrónicos,
Villa Los Aromos, 
Córdoba,  Argentina, 2022








domingo, mayo 22, 2022

Ramón Cote / De "Colección privada"




Batalla de San Romano. Paolo Uccello

Para alcanzar una sola de las naranjas
que mudas, que cuelgan, que redondas
ofrecen en medio de la muerte

su perfecta geometría,
su dulce peso específico,
su más desconcertante inocencia,

que como un telón de fondo de la contienda
seducen por su prohibición
y su belleza, como aquel fruto del árbol
del conocimiento,

es necesario descalzarse, esquivar
en primer término al condotiero Niccolo da Tolentino,
rodear los robustos caballos, admirar sus armaduras,
tocar el labrado de sus estribos,
seguir avanzando en medio de un bosque de lanzas
de las huestes florentinas
teniendo el cuidado de no pisar
ninguno de los cuerpos caídos,

deformes ya
más que por la herida mortal
o el pavor de la batalla,
por la drástica ley de la perspectiva,
para saber que esos frutos
que tanto hemos perseguido
no se encuentran en el lugar
donde nuestro ojo y deseo suponían,
pues son un reflejo de otras naranjas
más lejanas y que jamás mano alguna
podrá alcanzar.

Así lo quiso Paolo Uccello,
maestro de la ilusión óptica.
Y de la melancolía


Jardín de Villa Medici. Velázquez

                                                 Para Álvaro Mutis

Ya no soy ese joven que llegara a Italia
para aprender en sus talleres y claustros y palacios
los codiciados secretos de la pintura.
Ahora ocupo el cargo de pintor de cámara de la corte
y he venido nuevamente a Roma
con el único propósito de adquirir obras de arte
para la colección de su majestad Felipe IV.

Esta tibia tarde de septiembre
regreso como entonces al Jardín de Villa Medici
y mientras repaso en mi memoria
los nombres de algunos pintores ilustres
—Tiziano, Veronés, Correggio, Caravaggio—
observo a un par de hombres cancelar con unas tablas
una noble puerta de piedra que se alza delante de unos pinos.

Al respirar en el jardín el dulce aroma del azahar
que me hace revivir de repente mi infancia en Sevilla,
una voz me pide que abandone por un momento mis funciones,
que me olvide de mi dedicación y entrega a los demás
y guarde sólo para deleite mío testimonio de estas horas.

Entonces cierro los ojos y suplico al cielo
que sea capaz de repetir más tarde en la tela
esta efímera felicidad que ahora me acompaña,
antes de que mi propia memoria,
como la puerta de piedra que están cubriendo,
no me reconozca y me impida la entrada.

Al verme contemplar la pintura desde lejos
el rey me pregunta qué singular acontecimiento allí se refleja,
qué oculta alegoría pretendo enunciar,
pero solamente acierto a responder que es la tarde, majestad,
solamente la tarde romana que pasa.

Ramón Cote Baraibar (Cúcuta, Colombia, 1963), "Colección privada" (2003)

Temporal
. Obra reunida
Fondo de Cultura Económica, 
Bogotá, 2021










sábado, mayo 21, 2022

Franco Fortini / No peguntes, es malo...



No preguntes, es malo, sobre mi fin, el tuyo.
No sigas los horóscopos. Te baste,
lo que será, padecer.
Otros inviernos vendrán o este es el último
en que fatiga los promontorios el mar
Tirreno. Tú que sabes,
vierte otro vino: la vida es corta, es larga
la esperanza. Córtala. Te hablo y
las horas pasan. Sonríe al día. Otro no hay.

Franco Fortini (Florencia, Italia, 1917–Milán, Italia, 1994), Composita solvantur, Einaudi, Turín, 1994
Versión de Jorge Aulicino



Non domandare, è male, la fine mia, la tua.
Non cercar gli oroscopi. Ti basti,
quel che sarà, patire.
Altri inverni verranno o questo è l’ultimo
che ora affanna ai promontori il mare
Tirreno. Tu che sai,
versa altro vino: la vita è breve, è lunga
la speranza. Recidila. Ti parlo e
l’ora va. Ridi al giorno. Altro non c’è.
--
Foto: Franco Fortini, Milán, 1980 Giorgio Lotti/Mondadori/Getty Images

viernes, mayo 20, 2022

Jonio González / De "Esbozos y representaciones"



Lo que sigue a la palabra

qué buscabas en el puerto sagrado
qué reflejo de pavesa
que te devolviera a un destino
idéntico a ti mismo

la luz
describía la razón final
del símbolo
el silencio aquello 
que el pensamiento evocaba
sin llegar a comprender

qué buscabas 
vuelve a preguntarte
en aquel puerto

luz y silencio van de la mano


Junto al volcán

       a Nicolás

un abejorro
borracho de néctar
dormita
entre pétalos azules

mi nieto se acerca
y sopla sobre él

—súbitamente
echa a volar
hacia la tarde

Lula

siempre que llegamos
está junto a la puerta
se restrega en nuestras piernas
y se marcha
a veces exige comida
con un leve maullido
de protesta por
las insignificancias
con que perturbamos
el orden de su mundo
la lasitud de nuestro proceder

su amor es racional
busca la verdad tras las puertas cerradas
por la noche sube de un salto
a la cama
y se acomoda entre mis pies

Jonio González (Buenos Aires, 1954)

Esbozos y representaciones
,
Ediciones en Danza,
Buenos Aires, 2022










Foto: Jonio González por Liliana Lavarello Jonio González/Facebook

jueves, mayo 19, 2022

Cesare Pavese / Una generación



Un muchacho venía a jugar en los prados
adonde ahora llegan las avenidas. Encontraba en los prados
muchachones descalzos, y saltaba de alegría.
Era lindo descalzarse en el pasto con ellos.
Un atardecer de luces lejanas, resonaban disparos,
en la ciudad, y sobre el viento llegaba temeroso
un clamor interrumpido. Callaban todos.
Las colinas desgranaban puntos de luz
sobre las laderas, y el viento los avivaba. La noche
que caía terminaba por apagarlo todo,
y en el sueño quedaban sólo frescuras de viento.

(A la mañana, los muchachos vuelven a pasear
y ninguno recuerda el clamor. En la prisión
hay obreros silenciosos y alguno está ya muerto.
En las calles han cubierto las manchas de sangre.
La ciudad lejana se despierta en el sol
y la gente sale. Se mira en la cara).
Los muchachos imaginaban la oscuridad de los prados
y miraban a las mujeres a la cara. Hasta las mujeres
no decían nada y dejaban hacer.
Los muchachos pensaban en la oscuridad de los prados
adonde iba alguna chica. Era lindo hacer llorar
a las chicas en la oscuridad. Éramos los muchachos.
La ciudad nos gustaba de día: a la noche, callar
y mirar las luces en la distancia y escuchar los clamores.
Vienen aún los muchachos a jugar en los prados
adonde llegan las avenidas. Y la noche es la misma.
Al pasar se siente el olor de la hierba.
En prisión están los mismos. Y están las mujeres,
como antes, que hacen chicos y no dicen nada.

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908-Turín, Italia, 1950), Trabajar cansa. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, Griselda García Editora, Del Dock, Cartografías, Buenos Aires, 2018
Versión de Jorge Aulicino

Foto: Cesare Pavese probablemente en el Piamonte, años 40 RAI

Una generazione

Un ragazzo veniva a giocare nei prati
dove adesso s'allungano i corsi. Trovava nei prati
ragazzotti anche scalzi e saltava di gioia.
Era bello scalzarsi nell'erba con loro.
Una sera di luci lontane echeggiavano spari,
in città, e sopra il vento giungeva pauroso
un clamore interrotto. Tacevano tutti.
Le colline sgranavano punti di luce
sulle coste, avvivati dal vento. La notte
che oscurava finiva per spegnere tutto
e nel sonno duravano solo freschezze di vento.

(Domattina i ragazzi ritornano in giro
e nessuno ricorda il clamore. In prigione
c'è operai silenziosi e qualcuno e già morto.
Nelle strade han coperto le macchie di sangue.
La città di lontano si sveglia nel sole
e la gente esce fuori. Si guardano in faccia).
I ragazzi pensavano al buio dei prati
e guardavano in faccia le donne. Perfino le donne
non dicevano nulla e lasciavano fare.
I ragazzi pensavano al buio dei prati
dove qualche bambina veniva. Era bello far piangere
le bambine nel buio. Eravamo i ragazzi.
La città si piaceva di giorno: la sera, tacere
e guardare le luci in distanza e ascoltare i clamori. 
Vanno ancora ragazzi a giocare nei prati
dove giungono i corsi. E la notte è la stessa.
A passarci si sente l'odore dell'erba.
In prigione ci sono gli stessi. E ci sono le donne
come allora, che fano bambini e non dicono nulla.

Poesie, Mondadori, 1969