Las arroceras
Las mujeres en Japón se sumergen
en el agua para pescar las algas negras
salen cubiertas de todo más allá
Son cazadoras de alimento contra
la naturaleza su equilibrio
y a favor de sus hijos
La recolección final
no existe
Las mujeres que viven a orillas del Riachuelo
sacan a sus chicos de las aguas negras
por el miedo la industria la razón y los alejan
de la cal, el viento podrido, los pescados muertos
el metal de los barcos abandonados brilla
y se acomoda como mis vértebras
Ellas son de todos modos la poesía
lo que te arrasa lo que se pone delante tuyo
se ensancha se comienza se termina
el agua el jabón las olas la eficacia del reloj
la comprensión de los otros la experiencia en seco
la confusión de la carne
Ellas son de todos modos las redes que se estiran
la retórica de la luz sus manos
se empañan cuando se meten al río incapaz
Ellas son cazadoras de alimento
creadoras de mis fábulas
y es el aire oscuro quien sale se va
de sus pulmones, están vivas
en la brevedad de un suspiro
partículas admirativas de este cielo
estamos juntas como un puente
somos la combustión de un pasado
que se deduce durante la primavera
Los buenos rosales tienen los ojos abiertos
a Mary Oliver
Los rosales del jardín
son como una mano mocha
tienen los dedos como ramas
yo aprendí a cortarlos en mayo
para que florezcan mucho después
se corta se corta se corta
en tiempo y certeza
y quedan las puntas de las ramas
como ojos las vueltas que pega adentro
la savia las recorren como
las venas circulares del cuerpo
los pájaros los teros
los colibríes
entienden la forma y la perspectiva
ritualizada en tinta o en flor
en emergencia de la imagen
atacan los insectos las abejas
los colibríes las moscas
se acercan y se llevan el néctar son
el ruido del arco cuando se dispara la flecha
tira y exhala
rompe y reniega
corta y gana
los ejércitos rivales de hormigas
y orugas luchan por comerse todas las hojas
yo mojo el té en una taza
y veo a la luna que cuelga del techo
es un dragón es un ala
es un pedazo que me falta
la luna envejece conmigo
sobre las aguas de marzo
entiendo que el amor es irremplazable
como las moscas en el mundo
como la fruta en lata de aluminio
que alimentó a los soldados de cualquier guerra
como no se puede aprender a correr
más rápido de un día para el otro
como la subversión de las paredes de los muros
las espinas en sus ramas son
como flechas clavadas en el campo
después de una lucha medieval
donde el que gana revisa los cuerpos por tesoros
no existe la norma perfecta del duelo
a veces el cielo también intenta vivir
los ruidos venusinos se cuelan en el agua
de la pava y no puedo apagarla
todas las pérdidas son íntimas
livianas pasajeras un tren
sobre vías curvas que te dejan cerca
como los gestos únicos
como tejer para borrarte de tu isla
como plantar rosas en tu jardín para aparecer
como destruirme un poquito para renacer de vuelta
como los arqueros que apuntan
a los ojos de las bestias que cazan o
al corazón del guerrero que odian
pero que van a extrañar luego de muertos
porque sin rivales no hay nada
el camino de la aventura es sutil
si me quedo en el ayer no habrá mañana
tenemos ojos para siempre hasta
que se apagan tenemos manos
para siempre hasta que se apagan
tenemos pantalones de jean y bolsillos
llenos y abiertos a la luz y a la noche sin estrellas
las colas de los ratones se esconden luego
arreglo el jardín las rosas el té las rosas
combato las hormigas con veneno
clavo la pala en la tierra el rastrillo
no necesito de ningún milagro
barro el patio consumo luz y te pregunto
¿te acordás de los leones en savannah?
¿te acordás de las hormigas en tu jardín?
¿te acordás que ya es tarde?
pero porque es tarde ya no hay apuro
si ahora las rosas de los rosales del jardín
ya pierden sus pétalos por el calor
del verano el viento el tiempo las manos
si ya se quedan vacías las espadas
entonces es porque tuvieron algo
mi cascarón alguna vez estuvo lleno
mi taza de té todavía tiene algo adentro
esta mañana esta tarde este día
hay oscuridad y hay una sábana amarilla
colgando de la soga de mi patio
como un dragón
como un dios
un fantasma
un espíritu del mal
Noelia Torres (Buenos Aires, 1983)
Halley Ediciones,
Buenos Aires, 2021
Foto: Gentileza de la autora
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