jueves, febrero 25, 2021

M. S. / Colugonio y Mangosio




             











                           Pende sobre nuestras cabezas la espada de Penélope
                                                                                   Carlos Saúl Menem


Hace ya unos 10 años,
un trabajo importante para el BID, en el sector de la siderurgia.
Una de las contrapartes del proyecto aportó dos ingenieros
en Higiene y Seguridad,
          que muchas veces suelen ser algo así como
          los que no pudieron hacer algo en otras ramas
                           /de la ingeniería
(es decir, unos mogólicos).
Anuncian: los señores se llaman Colugonio y Mangosio,
          yo pensé en Gog y Magog,
          y en una novela delirante de Leopoldo Marechal
          que creo se llamaba El Banquete de Severo Arcángelo.
A mí me tocó hacer tándem con Juan (corazón) Ramón
          (me toco el huevo izquierdo)
          Colugonio,
y desde el primer encuentro me pareció un ser despreciable,
          ordinario, miserable, sucio,
Mangosio era todo atildadito, híper pulcro,
con un corte de pelo, lacio y tipo taza,
                             que evocaba a Hitler.
Solíamos hacer trabajos de campo a Siderar, en San Nicolás,
y con el correr del tiempo, de los viajes,
Colugonio me empezó a tomar afección,
          y yo a él,
          lástima que se sumaba al odio.

Una vuelta, tuve la oportunidad de ir a su casa,
          vivía en unos monoblocks en Flores,
          frente a la Medalla Milagrosa
y al entrar daban ganas de pegarle,
un estado de abandono meridiano,
          pedazos de pizza sin sacar de la caja,
          la heladera sólo con agua del grifo.
Incluso llegué a conocer a la hija,
ella miraba a su padre, recuerdo, con piedad,
era especialista en la obra de Kurt Gödel,
Colugonio estaba orgulloso,
me lo dijo,
había escuchado, 
          sin ninguna intención de interiorizarse,
que se trataba de alguien notable.

La primera vez que viajamos fuimos en el auto de él
porque (dijo): tiene gas y nos ahorramos los viáticos,
          y el hijo de mil putas no quería prender al aire
                                   /acondicionado
así ahorrábamos más,
          ya muestra el semblante el muñeco, ¿no?
Me comenta que está separado, que la mujer lo echó
          (yo pensaba: es lo menos que te merecés)
y a continuación
que todo explotó porque un hijo se fue al sur de campamento
y apareció muerto.
          Nunca se pudieron develar las causas
          ni los hechos
         (mi memoria flaquea en este punto,
 o no encontraban el cuerpo o estaba asesinado,
 algo del estilo).
Ahí fue cuando empecé a sentir lástima.
Seguimos con los viajes 
y parábamos en un hotel de San Nicolás que tenía servicio
                                                /de putas,
          yo en esa época lo consumía bastante,
          salía de la acería, iba a cenar con la rata de Colugonio,
         y después me hacía mandar una puta a la habitación.
En uno de esos viajes, regresando, me comenta:
          el de la noche me ofreció el book de un par de putas.
yo le digo: ah, mirá vos…
          (no le dije que yo me servía del book).
Me cuenta: sabes que cuando me separé,
          empecé a ir mucho a los piringundines de Flores
          y conocí a una puta de la cual me enamoré.
Parece que siempre pedía pasar con ella,
hasta que la puta,
          que también tiene sentimientos,
le pasó el celular y comenzó el noviazgo,
pero un tiempo y terminó. Fin de la historia.
Dos datos más:
el neonazi (puto reprimido seguramente) de Mangosio
era su jefe en la UCA y Colugonio se quejaba de la tiranía
a la que lo sometía,
          que Mangosio saca un libro con cosas mías y factura sólo él...
          que Mangosio esto, que Mangosio lo otro.
Y el dato faltante: el tipo no tenía puta idea qué hacer
con los datos que había levantado en el campo.
Le dije:
          mirá yo tengo un par de sociólogos que me van a procesar
          los datos con el SPSS
y ¿qué me responde él?
          Ah...entonces yo también.
¿Pero tus datos son de mediciones de carga térmica etc.
no creo que se puedan tratar?
A lo cual responde: sí, claro que se pueden tratar.
Total que vamos ver a los sociólogos,
          yo les doy todas las encuestas para conformar la base y
                                /hacer los cruces,
Colugonio les tira unos datos y dice: yo quiero lo mismo que él.
Los sociólogos (jovencitos) empezaron a palidecer
         como si les hubiera caído una tormenta encima,
se miraron, preguntaron:
          ¿seguro?
Él respondió: claro.
Cuestión que quedó una porquería inexplotable
al estilo:
la carga térmica es en un 54% parcialmente en desacuerdo.

M. S.*, Cinco puentes coronarios al hilo, Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, 2021

* Marina Serrano (Quequén, Argentina, 1973)

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