Mi padre está atado a su final -
como una mascota.
No hay mucho que hacer -
más que dar el último paseo.
Mientras, los pastizales esperan al cebú.
Las correntadas quieren llevarse
a los caballos que cruzan el río.
Y al fondo, mis hermanas
caminan desde hace semanas
cargando sus instrumentos
para tocar en su funeral
el Nocturno de Aña Cuá
que transformará la correntada,
el desconsuelo de las plantaciones,
la caída en tierra.
¿Qué suelo, por lejano que sea,
no querría ser sostén
de esa desesperación?
Mis hermanas llegando, mi madre yéndose.
Vientos huracanados. Pesadez en el aire.
Apenas dos palitos sostienen la cordura.
Aunque la verdad es que ni había una brisa fuerte.
Los grandes cambios no los anuncia nadie, lirismo.
Por eso inventás tormentas, oscurecés el cielo -
Sacá eso y lo que queda es mi viejo
levantando naranjas del suelo con dificultad.
Y sin embargo él era nuestro huracán.
Miren la fuerza de mis hermanas y díganme.
¿quién no es un mundo atravesado de huracanes?
Tom Maver (Buenos Aires, 1985)
Nocturno de Aña Cuá,
Llantén,
Buenos Aires, 2018
Ref.:
Escritores Org
Revista Corónica
Sonámbula
Malón Malón
Espacio Murena
Revista Africa
Otra Iglesia Es Imposible
Foto: Tom Maver en Facebook
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