(buenos conversadores)
La lluvia, el fuego de la estufa, el río de montaña: no exigen
que uno les conteste,
no dan consejos, no tienen una causa a defender, salvo la
genérica de la naturaleza
que es revelación y evolución:
la eternidad de visita en este mundo.
El viento, en cambio,
es impaciente: pone en guardia al que lo oye;
las diferencias están a la vista: se puede tomar un whisky
junto al fuego pero no en el viento: el viento
tiene un discurso embrollado, confía en la potencia
más que en su argumento.
El río tiene un orden, sabe a dónde va: confía en la sintaxis;
no quiere ganar por amor a la victoria como un mal educado;
no tiene la solución de los problemas
ni la última palabra.
Santiago Sylvester (Salta, Argentina, 1942)
El que vuelve a ver,
Ediciones del Dock,
Buenos Aires, 2016
La lluvia, el fuego de la estufa, el río de montaña: no exigen
que uno les conteste,
no dan consejos, no tienen una causa a defender, salvo la
genérica de la naturaleza
que es revelación y evolución:
la eternidad de visita en este mundo.
El viento, en cambio,
es impaciente: pone en guardia al que lo oye;
las diferencias están a la vista: se puede tomar un whisky
junto al fuego pero no en el viento: el viento
tiene un discurso embrollado, confía en la potencia
más que en su argumento.
El río tiene un orden, sabe a dónde va: confía en la sintaxis;
no quiere ganar por amor a la victoria como un mal educado;
no tiene la solución de los problemas
ni la última palabra.
Santiago Sylvester (Salta, Argentina, 1942)
El que vuelve a ver,
Ediciones del Dock,
Buenos Aires, 2016
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