Daniel Freidemberg
No sé si alguien está de veras en condiciones de decir cómo es la actual producción poética argentina. Yo, en todo caso, no lo estoy: hablo de lo que alcanzo a ver y, entre lo que alcanzo a ver, de lo que me interesa (pasaron los tiempos en que creía un deber estar al tanto de todo). Y de eso que me interesa puedo decir que, desde hace un tiempo –cuatro o cinco años, tal vez más–, veo aflorar algo así como una afirmación de la singularidad: gente que al escribir se ocupa de hacer lo suyo, sin fijarse en si encaja o no con alguna tendencia, si representa o no a una generación, si expresa o no el espíritu de la época. Lo que, de hecho, implica sacarse de encima una batería de más o menos tácitas interdicciones que, en muchos casos, muchísimos, se habían naturalizado, como si con sólo respetarlas estuviera asegurada la condición de “poeta”: nada de metáforas, nada de inquietud lírica, nada de hermetismo, nada de alterar la sintaxis o recurrir a un léxico o a modos expresivos que no sean los que se usan para hablar por celular o bromear entre amigos, nada de indagación en las posibilidades del lenguaje ni de suponer que las palabras pueden tener otro sentido o más de un sentido, nada de dar importancia al ritmo, la métrica y los elementos sonoros, nada de reflexión intelectual o especulaciones filosóficas o religiosas, nada de dramatismo ni pasión, nada de referencias “cultas” o de atención a la tradición poética, incluso la más próxima, como no sea para burlarse de ella. Exagero, por supuesto, al decir “nada”, porque algo de lo desaconsejado a veces se filtraba, pero más bien eran matices que no afectaban el consenso. No creo ver una ruptura, sin embargo, en el actual desentenderse de aquel consenso, entre otras cosas porque persisten rasgos de lo que se venía haciendo (humor, referencias políticas y sociales, atención a la cotidianeidad y a la información circulante, desenvoltura): no es oponerse a algo, me parece, lo que les interesa a esos poetas surgidos en estos años, sino responder a las razones por las que la escritura de poesía le resulta necesaria a cada uno, que nunca pueden ser para todos las mismas, y aclaro que también percibo algo así en autores que vienen de antes, necesitados ahora, según parece, de encontrar más posibilidades para su escritura. No sé hasta qué punto esto está extendido ni si “marca una época”, pero me llama la atención. Y me alegra.
Daniel Freidemberg (Resistencia, Chaco, 1945). Profesión: jubilado. Ocupación: escritura de textos de diverso tipo, en general poesía o acerca de la poesía. Afición: poesía, escuchar música, cine en dvd o mp4 o avi, series, webeo por Facebook, lecturas de teoría, filosofía y política, novelas que no se empeñen mucho en “contar historias”, caminatas, viajes (cuando hay posibilidad), cerveza, café, tetris, cuidar las plantas de la ventana de la cocina, nietos, las satisfacciones que permite el sildenafil.
Obra principal publicada: Lo espeso real (1996), Cantos en la mañana vil (2001), En la resaca (2007), Abril (2016).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario