1960
Entre los adoquines, un brillo suave, opaco,
de charcos junto al cordón. Pero no llueve,
es claro el día y a lo lejos, blancos,
se pierden unos autos con cola de pescado.
Allá, alguien debajo de un cartel de "farmacia"
se disuelve en el sol, quizás mirando
hacia este auto grisáceo de los treinta
con puertas de madera. Arriba, entre los hierros
agregados para carga, las hileras desiguales
de melones acompasan con sus símil esferas
las curvas alemanas del viejo y dócil auto.
¿Quién puede sin embargo asomar ese borde
de costura, de tela, como el lugar vacío
adonde se dirige, anhelante, un melón
sobre la mano derecha del muchacho? ¿No es eso
que impide ver sus ojos orientados,
con su mano izquierda, hacia esa ausencia?
La camisa clara del vendedor, la claridad del uso
muestra apenas unas rayas como amnésicas
hacia la zona gris sobre sus piernas. La cabeza,
¿no parece charlar, rapada, con el enigma
del redondo espejito del coche, o sus melones
no se amontonan por salir, pálidos o manchados?
La nariz firme se destaca bajo el ceño fruncido,
con una nitidez que ante el peso no cae
de tantos objetos lanzados por ese auto
al frágil cuello. ¿Pero no es un exceso
de presencias más bien que lo faltante,
no son las vetas del melón en la mano
las que hablan con la pelusa de la cabeza rapada?
Quién sabe si el ausente comprador
quizás se preguntara por ese pelo ausente
como una imitación de los melones, haciendo
de la presencia un hueco. Habrá crecido
ese cuerpo, ese cuello, pelo, sin los reflejos
compasivos del auto; y la antigua calle, pues
la detención prosigue, no tenga acaso huellas
del mimetismo un día cubriendo con su luz,
uniendo, para ese borde del comprador ausente,
a vendedor y objeto, junto a la boca abierta
del auto que despliega sus esferas arcaicas.
Silvio Mattoni (Córdoba, Argentina, 1969)
Caja de fotos,
Bruma Ediciones,
Mendoza, Argentina, 2016
Foto: La Voz del Interior
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