El pasado olvidar, ver sagaz
en un dulce porvenir, quizá no verdadero,
pero que renueva cuanto es más falaz...
(BONTEMPELLI, Églogas – Las Compañeras)
I
Poeta, ahora que más alegre sonríe Mayo
volverás al verde nido umbroso
«con Aquella que de Amor te tiene rehén».
Y alegre más que nunca te sea el reposo
ya que a tu hermano has dado el bien
del libro salutífero y gozoso.
El sentido de la Vida a mis venas
retorna y a la mente la dulce luz
y se fugan los fantasmas de mis penas
si voy releyendo tu volumen.
II
No sabes lo que yo sea: soy la infeliz
sombra de un hombre que se hizo débil
por el veneno del «otro evangelista».
Mi puerilidad, engañada por el ridículo
artificio de los sonidos y los jadeos
de un sueño exasperante y miserable,
dispuso la cicuta a mis veinte años:
amé neciamente, como el Herrero,
las músicas variadas y los engaños
de mujeres bellas solo de cinabrio.
III
Ahora mucho el sol me conmueve
tan hecho estaba a la penumbra exigua
que envuelven las cortinas de las alcobas.
¿Tú me llamas al campo de riego?
Mucho me ilusionó el sueño de Sperelli,
mucho me gustó nuestra vida ambigua.
Oh benditos seáis vosotros, rebeldes,
que hacia la salud y hacia la verdad
templáis las suertes de los hermanos.
Para mí nada intentar. Ya nada espero.
IV
A mí no me aliviarás. Quizá ya estoy
muy enfermo y quizá ya no vale
templarme en los tercetos de tu regalo.
Pero escucha y respóndeme: ¿ya un tal
morbo tuviste también? ¿Tú también
enfermaste y sanaste de este mal?
¿Hermana Tierra entonces te ha sanado?
Yo también iré a ella, pero mis apagados
miembros extenderé, como el Beato,
para esperar a la hermana Muerte.
Guido Gozzano (Turín, Italia, 1883-1916), Le poesie, edición de Edoardo Sanguineti, Einaudi, Turín, [1973] 1990
Traducción de José Muñoz Rivas
A Massimo Bontempelli
Il passato obliar, veder sagace
in un dolce avvenir, forse non vero,
ma che rinnova quanto è piú fallace...
(BONTEMPELLI, Egloghe – Le Compagne)
I
Poeta, or che piú lieto arride Maggio
ritornerai al verde nido ombroso
«con Quella che d’Amor ti tiene ostaggio».
E lieto piú che mai ti sia il riposo
però che al tuo fratello hai dato il bene
del libro salutifero e gioioso.
Il senso della Vita alle mie vene
ritorna ed alla mente il dolce lume
e fuggonsi i fantasmi di mie pene
se vado rileggendo il tuo volume.
II
Ma tu non sai ch’io sia: io son la trista
ombra di un uomo che divenne fievole
pel veleno dell’«altro evangelista».
Mia puerizia, illusa dal ridevole
artificio dei suoni e dagli afanni
di un sogno esasperante e miserevole,
apprestò la cicuta ai miei vent’anni:
amai stolidamente, come il Fabro,
le musiche composite e gl’inganni
di donne belle solo di cinabro.
III
Or troppo il sole aperto mi commove
tanto fui uso alla penombra esigua
che avvolgon le cortine delle alcove.
Tu mi richiami alla campagna irrigua?
Troppo m’illuse il sogno di Sperelli,
troppo mi piacque nostra vita ambigua.
O benedetti siate voi, ribelli,
che verso la salute e verso il vero
ritemprate le sorti dei fratelli.
Per me nulla tentar. Piú nulla spero.
IV
Me non solleverai. Forse già sono
troppo malato e forse piú non vale
temprarmi alle terzine del tuo dono.
Però senti e rispondimi: già un tale
morbo tenne te pur? Tu pur malato
fosti e guaristi del mio stesso male?
Sorella Terra dunque t’ha sanato?
Io pure ne andrò a lei, ma le mie smorte
membra distenderò, come il Beato,
per aspettare la sorella Morte.
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