Pío, pío
Los pichones
picoteaban la arena oscura de bajamar
húmeda
De la ventana de mi cuarto se veía un gran promontorio rocoso, de lava.
La arena negra no me gusta, la dorada sí.
De este sueño; ¿cómo se sale?
Encajera de telarañas
quiero y no
para nada
compartir espacio respirable
con muertos propios
menos con ajenos
pendiente de un hilo
que se corta
por lo más raído
quede claro
prefiero ángeles
a ninfas, querubines
y dragones
la del estribo:
los fantasmas, ¿leen el pensamiento?
Luisa Futoransky (Buenos Aires, 1939), Marchar de día, inédito, públicará Leviatán, Buenos Aires
Foto © Jean-Louis Duzert
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