Basta
Así sea muy ancho lo creado,
es más estrecho que un establo.
De aquí hasta allá. Piedra, árbol, casa.
Actuando estoy. Llego temprano, me retraso.
Pero alguien entra a veces
y lo que existe se abre de repente.
Basta ver una faz, una presencia,
y ya sangra el papel de las paredes.
Sí, sí, basta una mano, como cuando
revuelven el café o hacen el gesto
de abandonar la escena,
para olvidar entonces dónde estamos,
la hilera de ventanas sin aire, y luego
regresar en la noche a nuestro cuarto
para aceptar lo inaceptable.
Alguien
Por un perfecto círculo, o mejor,
por un óvalo imperfecto
está mirando Dios al monstruo. Un millón
de caras, manos y uñas en conjunto.
En el fondo una cama larga y muda;
una vulgar cobija y una almohada.
La pezuña del monstruo perfora el pavimento,
y alguien rompe a llorar.
János Pilinszky (Budapest, 1921-1981), El reverso de la luz. Cuatro poetas húngaros, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Editorial Orpheusz, Budapest, 1999
Trad. de Rodrigo Escobar Holguín y Vera Székács
Envío de Jonio González
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Foto: Litera
¡Cuanta soledad!
ResponderBorrar¡Qué duro es reconocerlo!
¡Cómo duelen estos poemas!
¿Dónde está el amparo?