Libro 2
Domingo en el Parque
I (cont.)
Se para en seco:
¿quién anda ahí?
En un banco de piedra al que ella está sujeta, cerca del muro un hombre en tweeds —la pipa enganchada a su mandíbula— cepilla a una perra Collie recién bañada. En cada cepillada divide la cabellera adrede—incluso cepilla su cara aunque sus patas tiemblan ligeramente—hasta que cae, tal como él quiere, como ondas en la arena blanca despidiendo su fragancia a perro limpio. El suelo, el granito, ella pacientemente de pie ante sus caricias en esa despojada “recámara marina”
a la derecha
desde este punto, el torreón
se levanta a medio camino, prominente,
de su monte púbico
Querida B *. Por favor, discúlpame por no haberte dicho esto cuando estuve en tu casa. No tenía el coraje para responder a tus preguntas, por lo que las escribiré. Tu perra va a tener cachorros aunque recé para que estuviera bien. No fue que la dejé sola, de hecho, pero solía dejarla salir a la hora de la cena mientras colgaba mi ropa. En esa ocasión, fue un jueves, mi suegra tenía algunas sábanas y manteles colgados al final de la cuerda. Creí que los perros no se acercarían si yo estaba allí y ninguno cruzó el patio ni se acercó al departamento. Debe haberse metido entre tu cerca y la casa. A cada rato iba hasta el final de la cuerda o miraba por entre las sábanas para ver que Musty estuviera bien. Y lo estaba hasta que miré demasiado tarde. Le tiré con palos y piedras pero el perro no se iba. George me dijo de todo y empecé a rogar que hubiera asustado tanto al perro como para que nada ocurriera. Sé que me estarás maldiciendo como loca y que probablemente no volverás a hablarme por no habértelo dicho. Ni se te ocurra pensar que no me he estado preocupando por Musty. Ella ha ocupado mi pensamiento cada día desde aquel lamentable suceso. Ya no pensarás tan bien de mí y no tendrás ganas de cuidarme. En cambio, apuesto que matarías. . .
Y siguen llegando excursionistas, ahora
a primera hora de la tarde, y se pierden entre
los árboles entre los campos cercados .
¡Voces!
múltiples e inarticuladas . voces
retumbando a todo volumen al sol, las
nubes. ¡Voces!
asaltando el aire gozosos desde todas partes.
—entre las que el oído se esfuerza por captar
el movimiento de una voz entre el resto
—una voz aflautada
de tono peculiar
Así encuentra ella la paz que sea, se inclina,
antes de que él se acerque, tocada
por sus pies que trepan—por placer
Es todo por
placer . sus pies . sin rumbo
vagando
La “gran bestia” asoleándose el mismo
como puede
. . sus sueños mezclándose,
distantes
¡Seamos sensatos!
Domingo en el parque,
delimitado por la pendiente, al este; al
oeste lindando con la vieja carretera: ¡recreación
con paisaje! los binoculares atados
a soportes fijos a lo largo del muro este—
más allá del cual un halcón
¡vuela!
—una trompeta suena intermitentemente.
Párate en la muralla (usa un metrónomo
si tu oído es deficiente, uno hecho en Hungría
si prefieres)
y mira al norte por el este donde los capiteles
de la iglesia usan su ingenio contra
el cielo hacia la cancha de béisbol
en la hondonada con sus diminutas figuras corriendo
—más allá del espacio donde el río
se precipita hacia el estrecho cañón, desapercibido
—y la imaginación se eleva, mientras una voz
llama, una voz estruendosa, interminable
—como el sueño: la voz
que los ha llamado inexorable—
¡ese estruendo constante!
iglesias y fábricas
(a un costo)
juntas, los convocan a salir del pozo .
—su voz, una entre muchas (inaudita)
moviéndose debajo de todas.
La montaña tiembla.
¡Tiempo! ¡Cuenta! ¡Rompe y marca el tiempo!
Entonces en la primera hora de la tarde, él se mueve
de un lugar a otro,
su voz se mezcla con otra voces
—la voz en su voz
abre su vieja garganta, saliendo por sus labios,
despertando su mente (más
de lo que su mente despertaría)
—siguiendo a los excursionistas.
Al fin llega al lugar favorito de los
ociosos, la pintoresca cumbre, donde
la lazurita (rojo óxido donde estuvo expuesta)
fue fracturada a varios niveles
(helechos propagándose entre las piedras)
convirtiéndose en irregulares mesetas y cerradas parcialmente en
cuevas de hierba santa, el terreno en suave pendiente.
Los haraganes se rezagan en grupos
sobre la rocosa meseta desnuda—más rayada por los
clavos de las botas que por el
glaciar—caminando indiferentes a través de la
privacidad de cada uno .
—en todo caso,
el centro del movimiento, el corazón del regocijo.
Aquí un joven, quizás de dieciséis,
sentado con su espalda contra la roca entre
los helechos, toca la guitarra, inexpresivo .
El resto come y bebe.
El tipo grandote
con sombrero negro está demasiado lleno para moverse .
pero Mary
¡se ha levantado!
¡Vamos! ¿Qué te pasa? ¿Te rompiste
la pierna?
¡Es este aire!
el aire del Midi
y las antiguas culturas los intoxican:
¡presente!
—levanta un brazo sosteniendo los címbalos
de sus pensamientos, inclina su vieja cabeza
¡y baila! levantándose sus faldas:
¡La la la la!
¡Qué montón de vagos! ¿Tienes miedo de que alguien
te vea?
¡Bah!
¡Excrementi!
—escupe ella.
¡Mírame, abuela! Son todos unos malditos
vagos.
Esto es lo antiguo, lo más antiguo, antiguo entre lo antiguo,
lo inmortal: hasta los gestos mínimos,
la mano sosteniendo la copa, el vino
derramándose, el brazo que manchó:
¿Recuerdas
el peón en la película perdida
de Eisenstein bebiendo
de una bota con el abandono
de un caballo que bebe
hasta que cae por su barbilla
por el cuello, derramándose
en la pechera de su camisa hasta
sus pantalones—riéndose, desdentado?
¡Criatura celestial!
—la pierna levantada, verosimilitud .
hasta los toscos contornos de la pierna, ¡el
toque animal! La mirada lasciva, su caverna,
lo femenino enfrentado a lo masculino, el sátiro—
(¡Príapo!)
con la solitaria implicancia, pastor
y cabra, fertilidad, el ataque, borracho,
purificado .
Rechazado. Incluso la película
prohibida : pero . persistente
Los excursionistas se ríen en las rocas celebrando
el variado domingo de sus amores con
su luz cayendo—
William Carlos Williams (Rutherford, 1883-1963), Paterson, New Directions, New York, 1963
Versión de Silvia Camerotto
* Referencia a Betty Stedman, en John Thirlwall, William Carlos Williams’ Paterson, The Search for the Redeeming Language—a Personal Epic in Five Parts, New Directions 17, 1961
Book Two
Sunday in the Park I
He stops short: /Who’s here? /To a stone bench, to which she’s leashed, within the wall a man in tweeds —a pipe hooked in his jaw— is combing out a new-washed Collie bitch. The deliberate comb-strokes part the long hair—even her face he combs through her legs tremble slightly—until it lies, as he designs, like ripples in white sand giving off its clean-dog odor. The floor, stone slabs, she stands patiently before his caresses in that bare “sea chamber”//to the right /from this vantage, the observation tower /in the middle distance stands up prominently /from its public grove //DEAR B. Please excuse me for not having told you this when I was over to your house. I had no courage to answer your questions so I’ll write it. Your dog is going to have puppies although I prayed she would be okey. It wasn’t that she was left alone as she never was but I used to let her out at dinner time while I hung up my clothes. At the time, it was on a Thursday, my mother-in-law had some sheets and table cloths out on the end of the line. I figured the dogs wouldn’t come as long as I was there and none came thru my yard or near the apartment. He must have come between your hedge and the house. Every few seconds I would run to the end of the line or peek under the sheets to see I Musty was alright. She was until I looked a minute too late. I took sticks and stones after the dog but he wouldn’t beat it. George gave me plenty of hell and I started praying that I frightened the other dog so much that nothing had happened. I know you’ll be cursing like a son-of-a-gun and probably won’t ever speak to me again for not having told you. don’t think I haven’t been worrying about Musty. She’s occupied my mind every day since that awful event. You won’t think so highly of me now and feel like protecting me. Instead I’ll bet you could kill . . . //And still the picnickers come on, now /early afternoon, and scatter through the /trees over the fenced-in acres . //Voices! /multiple and inarticulate . voices /clattering loudly to the sun, to /the clouds. Voices! /assaulting the air gaily from all sides. //—among which the ear strains to catch /the movement of one voice among the rest /—a reed-like voice /of peculiar accent //Thus she finds what peace there is, reclines, /before his approach, stroked /by their clambering feet—for pleasure //It is all for/pleasure . their feet . aimlessly / wandering /The “great beast” come to sun himself / as he may /. • their dreams mingling, /aloof //Let us be reasonable! //Sunday in the park, /limited by the escarpment, eastward; to /the west abutting on the old road: recreation /with a view! the binoculars chained /to anchored stanchions along the east wall— /beyond which, a hawk /soars! //—a trumpet sounds fitfully. //Stand at the rampart (use a metronome /if your ear is deficient, one made in Hungary /if you prefer) /and look away north by east where the church /spires still spend their wits against /the sky to the ball-park /in the hollow with its minute figures running /—beyond the gap where the river /plunges into the narrow gorge, unseen //—and the imagination soars, as a voice /beckons, a thunderous voice, endless /—as sleep: the voice /that has ineluctably called them— /that unmoving roar! /churches and factories /(at a price) /together, summoned them from the pit . /—his voice, one among many (unheard) /moving under all. //The mountain quivers. /Time! Count! Sever and mark time! //So during the early afternoon, from place /to place he moves, /his voice mingling with other voices /—the voice in his voice /opening his old throat, blowing out his lips, /kindling his mind (more /than his mind will kindle) //—following the hikers. //At last he comes to the idler’s favorite /haunts, the picturesque summit, where /the blue-stone (rust-red where exposed) /has been faulted at various level /(ferns rife among the stones) /into rough terraces and partly closed in /dens of sweet grass, the ground gently sloping. //Loiterers in groups straggle /over the bare rock-table—scratched by their /boot-nails more than the glacier scratched /them—walking indifferent through /each other’s privacy . //—in any case, /the center of movement, the core of gaiety. //Here a young man, perhaps sixteen, /is sitting with his back to the rock among /some ferns playing a guitar, dead pan . //The rest are eating and drinking. //The big guy /in the black hat is too full to move . //but Mary /is up! /Come on! Wassa ma’? You got /broken leg? //It is this air! /the air of the Midi /and the old cultures intoxicates them: /present! //—lifts one arm holding the cymbals /of her thoughts, cocks her old head /and dances! raising her skirts: //La la la la! //What a bunch of bums! Afraid somebody see /You? //Blah! //Excrementi! /—she spits. /Look a’ me, Grandma! Everybody too damn /lazy. //This is the old, the very old, old upon old, /the undying: even to the minute gestures, /the hand holding the cup, the wine /spilling, the arm stained by it: //Remember /the peon in the lost /Eisenstein film drinking //from a wine-skin with the abandon /of a horse drinking //so that it slopped down his chin? /down his neck, dribbling //over his shirt-front and down /onto his pants—laughing, toothless? //Heavenly man! //—the leg raise, verisimilitude . /Even to the coarse contours of the leg, the /bovine touch! The leer, the cave of it, /the female of it facing the male, the satyr— /(Priapus!) /with the lonely implication, goatherd /and goat, fertility, the attack, drunk, /cleansed . //Rejected. Even the film/suppressed : but . persistent //The picnickers laugh on the rocks celebrating /the varied Sunday of their loves with /its declining light—
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