domingo, diciembre 15, 2013

Horace Gregory / La pasión de M'Phail












(Primer monólogo)

¿Debo acaso probar que puedo vender cualquier cosa?
Puedes verlo en mis ojos, en la manera de cepillarme el pelo,
aun cuando necesite beber y no pueda dejar de hablar.

¿Debo probarlo con mis dos manos y brazos,
levantando quinientas libras sobre mi cabeza,
hasta que el público aplauda y algo se caiga,
se rompa la plataforma y se apaguen las luces,
y multitudes llamen a la policía,
y un niño llore por su madre en los pasillos?

Si el parque está hermoso y el día es tibio
puedo vender el poder de mis ojos que hace crecer la vida
donde antes ni siquiera creció una brizna de hierba,
que es como la luz del sol penetrando
la oscuridad de un pequeño cuarto,
que brilla y se derrama y fluye,
que cuando está aquí, está para siempre
y para siempre desaparece como la luz del sol
cae en la oscuridad cuando se pone.

Hasta podría enseñar a millones cómo vender,
cómo poseer un auto y pagar el alquiler,
cómo vivir igual que si estuvieras en el cielo,
y tus hijos felices, antes de envejecer.
Si lo haces bien podrías vender cualquier cosa,
hasta tu voz y lo que crees estar oyendo,
hasta tu rostro en anuncios de diez pies de altura,
tu juventud, tu vejez y lo que odias y amas,
y todo se vende.

Si puedes despertarte temprano por la mañana,
si puedes aprender a alcanzar el tren,
si puedes enarbolarlo todo para la venta,
si puedes decir: "Soy un hombre,
puedo vender el asfalto de la calle,
puedo vender mujeres muertas brillantes como la nieve
luciendo en las vidrieras de las tiendas,
o las bailarinas desnudas de la herradura de diamantes (1)
u ocho horas parado sobre mis pies,
o veinte años de conversaciones telefónicas,
o cincuenta años detrás de un escritorio",
no tienes por qué fracasar.

Si eres tan fuerte como yo, podrás oírte
conversar de noche contigo mismo
hasta que tu cabello se vuelva gris:
"Soy el muchacho favorito de Dios,
casi me gusta la manera en que vendo
mis labios, mi sangre, mi corazón; y los dejo allí,
y ningún otro puede vender tanta lástima y tanta gloria,
tanta luz, tanta esperanza,
     y aun el postrero, magnífico,
medio olvidado amorío."

Quizás sólo yo pueda hacerlo como se debe,
vendiendo lo que queda, sabiendo sin embargo
que llegará un último día y una última media hora,
o un saldo de cinco minutos imposibles de vender,
los últimos, más valiosos que todos los demás.

Horace Gregory (Milwaukee, Wisconsin, 1898- Shelburne Falls, Massachusetts, 1982), Poesía norteamericana contemporánea, traducciones de William Shand y Alberto Girri, Distribuidora Mexicana de Libros, Ciudad de México, 1976

(1) Diamond horseshoe. Alude a la disposición en herradura del sector de palcos en el Metropolitan Opera House y a la riqueza de quienes habitualmente los ocupan. (Nota de los traductores)


The Passion of M'Phail

(First Monologue)

Do I have to prove I can sell anything?
You can see it in my eyes, the way I brush my hair,
even when I need a drink and can't stop talking.

Do I have to prove it with my two hands and arms,
lifting live hundred pounds above my head,
until the house cheers and something falls,
the plataform broken and the lights gone out,
crowds calling the police,
and child criying for this mother down the aisles?

If the park is beautiful and the day is warm,
I can sell the power in my eyes that makes life grow
where not even one blade of grass has grown before,
that is like sunlight breaking through
darkness in a small room,
that shines and pours and flows,
that is here forever when it is here
and is gone forver as sunlight drops to darkness
when it goes.

I could even teach millons how to sell,
how to own a car and pay the rent,
how to live as through you were living in the sky,
your children happy before they get too old.
If yoy do it right, you can sell anything,
even your face on billboards ten feet high,
your youth, your age and what you hate and love,
and it gets sold.

If you can wake up in the morning early,
if you cab teach yourself to catch the train,
if you cang hang out everything for sale,
if you can say "I am man,
I can sell asphalt off the street,
I can sell snowbright
dead women gleaming through shop windows,
or diamond horseshoe naked dancig girls,
or eight hours on my feet,
or twenty years of talk in telephones,
or fifty years behind a desk" -
you need not fail.

If you strong as I am, you can hear
yourself talking to yourself at night
until your hair turns grey:
"I am God's white-haired boy,
I almost love the way I sell
my lips, my blood, my heart: and leave them there
and no one else can sell such pity and such glory,
such light, such hope
     even down to he last magnificent,
half-forgotten love affair."

Perhaps only I can do it as it should be done,
selling what ramains, yet knowing that a last
day will come and a last half-hour,
or five minutes left imposible to sell,
the last more valuable than all the rest.


Foto: H. Gregory por Nancy Rosenfeld en Poetry Foundation

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