Liliana García Carril
(Buenos Aires, 1951)
De Y todos estábamos vivos, de Olvido García Valdés
Leo y releo cada tanto a esta poeta española, atípica dentro de lo que se conoce como el genérico “poesía española”. Podría haber elegido casi cualquier poema de su obra reunida o de su más reciente libro Lo solo del animal. Es una poética que me sumerge en una dimensión de la realidad donde “todo parece estar bañado por una luz abisal”, otro registro del mundo que espero encontrar cuando leo poesía, eso quiero, ser transportada a otro mundo: lo dice el poema que elegí. La poesía, el arte, nos puede salvar, una se sobrepone, al final, la poesía es razón de vivir: es lo que la obra de García Valdés transmite, eso me conmueve y con ella me siento acompañada.
A VECES falta cierta ordenada
manera. Si se ignora en qué sentido
giran las agujas, se abre abrupto el hueco,
sume los ojos el caracol.
Si, en cambio, se lee que la artista –Agnes Martin– en sus cincuenta últimos años no miraba la prensa, o que el artista –Anselm Kiefer– construyó siete torres, siete altos palacios celestiales y grises moldeados en cemento, erizados de hierro y lastrados con plomo –para que puedan al inclinarse temblar– en una inmensa factoría abandonada,
uno respira esa
burbuja calma o aire
o luz del cielo.
Olvido García Valdés (Santianes de Pravia, Asturias, 1950)
pero si es mi profe de plastica
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