Ignacio Uranga
(Bahía Blanca, 1982)
31, de Safo; LI, de Catulo
Dos poemas a los que siempre vuelvo y en los que siempre encuentro alguna novedad. Ahora se me ocurre, por ejemplo, que el fragmento de Safo sea, quizá, el primer testimonio de algo que en la actualidad prolifera, llámese “panic attak”, crisis de ansiedad, o como sea. Entre otras cosas, es una posible respuesta a por qué estos poemas son un clásico: textos que no envejecen. En lo estrictamente formal, la lengua griega y el latín me hicieron pensar qué cosa es la “dispositio”, eso llamado “ritmo” en el formalismo. Rubén Darío decía que si la lengua española se oyera bien, se vería que aún siguen existiendo, además de los de intensidad, los acentos de altura. Luego, y en relación también a esto, leer las coplas de Manrique da cuenta de que esa estrofa, aun sin respetar la métrica grecolatina, tiene su origen en estos poemas, de modo que ahí tenía otra cosa para pensar, y es el hecho de que no ya los motivos o temas, sino la forma misma hablara y creara un palimpsesto, eso que hizo Catulo al reescribir el fragmento de Safo. Digo “reescribir” porque la operación catuliana pone en evidencia -y quizá sea otro primer testimonio- que traducir posiblemente no sea otra cosa que reescribir. Más allá de todo lo dicho sobre la traducción, esa “aemulatio”, de un poeta tan original como Catulo, no deja de ser, y sigo leyendo el plano formal, la exposición de proyecto poético; es decir, un poeta novedoso en su época, que no deja de atender a eso que venía de atrás, la tradición. Pareciera estar diciendo que la novedad no surge desde la nada, y que quien crea que sí, puede quedar entrampado en la transgresión por la transgresión misma. Suficientes motivos como para volver -si tal cosa se pudiera- una y otra vez a estos dos poemas y a los sinnúmeros de poemas que generan en cada traducción, es decir, en cada reescritura.
[Fragmento 31]
Aquel me parece igual a los dioses
el hombre que está justo enfrente tuyo
y de cerca te escucha y mira susu-
rrar amigable
y ríes levemente, lo que hace
que en mi pecho el corazón eche a volar
pero te miro y se agolpa y las pala-
bras no me salen
la voz se me quiebra, mientras un fuego
sutil se agita debajo de mi piel
los ojos se niegan a ver, me retum-
ban los oídos
un sudor frío se expande sobre mí
un temblor me invade toda, blanca estoy
como el nácar, débil cercana a morir
parece que estoy
pero todo se soporta aun pobre...
Safo (Lesbos, Grecia, VII a.C.- VI a.C.)
[LI]
aquel me parece semejante a un dios:
aquel, si es lícito, supera a los dioses
el que sentado en frente tuyo te
mira y escucha
reís dulcemente, lo que, mísero
me arrebata los sentidos: al punto
Lesbia, en que te veo y nada queda
en mi boca de voz
la lengua se entorpece y sutil
bajo la piel un fuego me recorre:
tintinean mis oídos y una doble
noche oculta mis ojos
el ocio, Catulo, te es molesto:
en el ocio te exaltás en demasía:
el ocio, en otros tiempos, perdió
reyes y ciudades felices
Catulo (Verona, c. 87 a.C.-Roma, c. 54 a.C.)
Versiones de Ignacio Uranga
Foto: Ignacio Uranga en Urbe Salvaje
en el nombre de todas las re-Escrituras, gracias por este dossier Safo-Catulo-Solinas-Uranga.Exemplar.
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