Un desorden de abetos negros
y rayos de luna humeantes.
Aquí yace la choza empotrada
y parece sin vida.
Hasta que el rocío murmure
y un anciano abra
-con mano temblorosa-
la ventana, liberando al búho.
Y en otro lugar lejano
la nueva casa humea
sus sábanas blancas, cual mariposas
flameando al viento
en medio de un bosque agonizante
donde la podredumbre lee
con gafas de savia
el protocolo de las carcomas.
Verano de lluvias doradas
o una sola nube tormentosa
encima de un perro que ladra.
La semilla da puntapiés en la tierra.
Voces agitadas, caras
galopan por hilos telefónicos
con almas encogidas y rápidas
sobre pantanos kilométricos.
La casa colgada sobre un islote del río
empollando sus cimientos.
Un humo constante -se queman
los papeles secretos del bosque.
La lluvia da vueltas por el cielo.
La luz serpentea en el río.
Sobre la loma las casas vigilan
la cascada de bueyes blancos.
Un otoño con liga de estorninos
tiene el amanecer en jaque.
La gente se mueve con rigidez
en el teatro de luz de las lámparas.
¡Dejadlos sentir sin ansias
las alas engañosas
y la energía de Dios
envuelta en la oscuridad!
Tomas Tranströmer (Estocolmo, 1931-2015), versión de Homero Aridjis, Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959, recopilación de Tedi López Mills, Fondo de Cultura Económica, México, 2011
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Foto: Tomas Tranströmer EFE/Revista Mil Mesetas
Foto: Tomas Tranströmer EFE/Revista Mil Mesetas
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